La periodista y escritora
Reyes Monforte ha desarrollado su carrera profesional durante quince años en la radio, presentando distintos programas en emisoras como Onda Cero y Punto Radio. Por otra parte, ha colaborado en programas de televisión de Telemadrid, Antena 3, La 2 o El Mundo TV y actualmente es columnista de La Razón.
Se convirtió en una autora de best-sellers ya con el primero de sus libros, "
Un burka por amor", del que se publicaron más de 52 ediciones y sobre el que llegó a emitirse una miniserie de televisión. Sus otras novelas - "Amor cruel", "La rosa escondida", "La infiel" y "Besos de arena" han consolidado a esta autora como una de las más importantes del momento.
Bruno Montano de Trabalibros ha tenido el placer de conversar con Reyes Monforte sobre el último de sus libros, que obtuvo recientemente el Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio. Se trata de "
Una pasión rusa" (ed. Espasa), una novela que rinde homenaje a la desconocida figura de Lina Codina, que adoptó el apellido Prokófiev al unirse en matrimonio con el genial compositor ruso. Una asombrosa mujer de origen español "desbordante de talento, fuerza y carisma" que disfrutó las mieles de una época dorada y padeció los horrores del gulag.
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Bruno Montano,
Trabalibros (
B.M.): Prokófiev arrastra a Lina de Nueva York a París. Ella deja incluso a su familia en Nueva York para irse con él.
- Reyes Monforte (R.M.): Prokófiev la arrastra, pero ella se deja. Él siempre le consultaba antes, en ese sentido podríamos decir que ella era prácticamente una mujer del siglo XXI. Bien es cierto que, como estaba enamorada, tendía a decirle a todo que sí.
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B.M.: Al final la lleva a Moscú porque él quería volver y allí la traiciona, Stalin la encarcela y acaba en un campo de concentración, pero a pesar de eso Lina le sigue queriendo. Sale del gulag, sobrevive 30 años a Prokófiev y sigue reinvindicando su memoria y su legado durante toda su vida. Eso es amor.
- R.M.: Eso es una pasión rusa. Es que no se puede llamar de otra manera, es una verdadera pasión rusa. Una pasión al límite. Esa contradicción que caracteriza tanto a los rusos, esa alma rusa, la verdad es que se refleja muy bien en el título, porque era una pasión que sobrevivió a la muerte. Lina Codina no sólo sobrevivió al que fue su marido, también sobrevivió a Stalin, a la segunda mujer de Prokófiev, a sus grandes amigos (como Boris Pasternak), a Hemingway, a Coco Chanel... a todos. Murió con 91 años, en 1989. Le podríamos haber entrevistado perfectamente, pero es que no sabíamos ni que existía.
Lina tenía una máxima, que además coincide con el mensaje de la carta que dejó escrita el neurólogo Oliver Sacks que murió hace poco y que decía: "Tengo cáncer terminal, sé que voy a morir, pero tengo 83 años y he hecho lo mejor que se puede hacer en la vida: amar y ser amado". Pues eso es lo que hizo Lina. Ella amó y fue amada, y además por la misma persona. A ella no le gustaba hablar de su experiencia durante 8 años en el gulag, pero siempre decía que había sobrevivido a ella por el amor que sentía por Prokófiev. El recuerdo de ese amor y de los momentos vividos era gasolina para ella y para las presas que le acompañaban. Ellas mismas les pedían que les contara cosas, que les hablara de las fiestas en París y Nueva York en las que coincidía con Hemingway, con Coco Chanel o con Matisse, que les relatara cómo conoció a Walt Disney o a Marlene Dietrich. Todo eso le ayudó a sobrevivir. Para una española acostumbrada a ese tipo de vida y al clima mediterráneo tuvo que ser durísimo verse de repente en un rincón del mundo como Siberia, a 50 grados bajo cero en el día más caluroso, teniendo que hacer 12 o 14 horas al día de trabajos forzados, sin casi alimentación, sin ropa de abrigo, en un campo de concentración.
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B.M.: Su vida, a pesar de los horrores del gulag, seguía teniendo sentido. No sé si has leído "
El hombre en busca de sentido" de
Viktor Frankl. Él era un psiquiatra vienés que pasó por un campo de concentración nazi y sobrevivió. Hizo un estudio sobre los supervivientes y se dio cuenta de que aquéllos cuya vida seguía teniendo sentido a pesar de estar en el campo sobrevivían y el resto morían, por ejemplo de una infección, a las pocas semanas. Lo que tiró de él fue la esperanza de encontrar a su mujer con vida. No sabía que su mujer había muerto en otro campo y fue esto lo que le dio fuerzas para mantenerse vivo. En base a esto creó una terapia llamada logoterapia o terapia por el sentido que viene a decir que aquel que tiene una razón importante para vivir, vive.
- R.M.: Totalmente. Fíjate en Lina, ella es un ejemplo. Sobrevivió por amor. No solamente soportó los 8 años en el gulag, sino que resistió a 9 meses de interrogatorios y torturas en las prisiones de Lubyanka y Le-fortovo. Muchos generales del ejército rojo que también acabaron como ella porque Stalin se volvió loco y los consideraba a todos espías extranjeros, no lograron superarlo. A Lina el juez de instrucción que llevaba su caso le dijo que aunque sabían que los cargos contra ella eran mentira, tenía que firmar los papeles porque querían encarcelarla, quitarla de la circulación. En ese momento, si el gobierno de Stalin quería ir contra alguien, primero te detenían y te apresaban y luego ya buscarían algo que esa persona hubiera hecho mal, o se lo inventarían, les daba igual. Lo que ocurrió durante ese periodo era muy fuerte y además se daba bajo un mutismo tremendo, el mundo no sabía lo que allí estaba pasando.
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B.M.: Es cierto. Existen multitud de libros sobre el holocausto, pero sin embargo sobre el gulag hay muy pocos. Tampoco hay casi películas.
- R.M.: ¿Sabes por qué pasa eso? Al igual que Stalin, Hitler también intentó ocultarlo. De hecho muchos alemanes no sabían ni que existían los campos de concentración nazis hasta que no entraron las tropas estadounidenses a liberar a los prisioneros. Sabían que habían unos centros que se denominaban "de reeducación", pero no sabían que se estaba matando gente. Las tropas estadounidenses entraron con cámaras de vídeo y de fotos. Tomaron testimonio gráfico de todo aquello. Y además, los grandes productores de Hollywood son judíos, con lo cual lógicamente se han encargado de contar su historia. Pero Rusia estaba completamente cerrada. Murieron millones de personas, más que en el holocausto. Habían más campos de concentración que en el holocausto y la época del gulag fue más larga. Hay millones de muertos y se desconoce la cifra, no se sabe cuantificar. Unos dicen que fueron 30, otros 60, otros se van a 120 millones. Hay incluso una carretera en Rusia, la de Kolymá, que está pavimentada con cadáveres humanos, los cuerpos sin vida de los prisioneros que morían durante la construcción de la misma. Como en Siberia no habían trenes para llevar materiales, pensaron que ya que se les moría tanta gente podrían utilizar los restos en las obras. Y esa carretera se sigue utilizando. Es impresionante.
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B.M.: Lo he leído en tu libro, es espeluznante. Dos millones de cadáveres usados como pavimento. Dos mil kilómetros asfaltados en los que se mezclaban los restos humanos con el material de construcción.
- R.M.: Y muchos rusos ni siquiera lo saben. Es una auténtica barbaridad.
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B.M.: Volviendo a la relación entre
Lina y
Prokófiev, el amor que ella sentía por él era muy grande, pero también era un amor con dudas. En algún momento Lina llega a preguntarse si está realmente enamorada de él o de su música. ¿La gente que ama a un genio o a alguien que posee una gran personalidad quiere al genio o quiere a la persona?
- R.M.: Esa era una reflexión suya al principio de conocerle. Ella fue a verle actuar y quedó impresionada, tanto por la música que componía como por la manera de interpretarla. Muchos pianistas no se atrevían a tocar las composiciones de Prokófiev porque la muñeca les fallaba, eran muy complicadas de interpretar. De hecho, le llamaban "la rareza bolchevique", el león revolucionario musical. Cuando Lina le vio actuar se quedó extasiada y en ese momento dudó si se enamoraba de la gran figura o de la persona. Pero esa duda duró poco y luego se dio cuenta de que le gustaban ambas cosas, porque realmente las dos facetas eran una.
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B.M.: Sí. De hecho, has usado la metáfora de la música cuando Hemingway le pregunta a Lina: "Bueno, ¿y a ti cuál es el mejor regalo que te ha hecho él?" Y ella contesta: "Me ha regalado la música de mi vida".
- R.M.: ¿Se puede decir más bonito? ¿Y puede ser más cierto? Es que fue el amor de su vida. Y Lina también fue el amor de Prokófiev. Incluso cuando la traicionó con otra mujer él mismo le confesaba que ella seguía siendo el amor de su vida. Le decía que no sabía lo que le estaba pasando, pero que tenía que vivir la experiencia. Incluso llegó a proponerle vivir los tres juntos mientras que aquello durase. Él estaba convencido de que antes o después se cansaría de la otra mujer, porque era todo lo contrario a Lina: ni era guapa, ni era mona, ni sabía 5 idiomas, ni era una mujer preparada, ni tenía don para la conversación, ni absolutamente nada.
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B.M.: Hablando de Hemingway, ¿es verdad que Lina conoció a toda la gente que aparece en tu novela?
- R.M.: Claro que es verdad.
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B.M.: He traído un libro de
Hemingway, se trata de "
París era una fiesta". Tú en "Una pasión rusa" cuentas cómo se conocieron Lina y Hemingway y al leerlo me ha venido a la memoria el primer capítulo de este libro. En él, Hemingway cuenta cómo, mientras él está escribiendo en un café de París, ve entrar a una chica morena, muy guapa. Se parece mucho a Lina. La observa, aunque sin acercarse a ella. Según Hemingway, la ve tomarse algo y se va de allí sin decirle nada.
- R.M.: ¿Y tú te crees todo lo que pone en los libros? (risas)
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B.M.: (Risas) A mí me ha encantado lo que has hecho, has tomado prestada la historia de
Hemingway para jugar con ella y hacerle un guiño al buen lector. En el instante relatado en "
Una pasión rusa" se dan las mismas circunstancias que en "París era una fiesta", con la diferencia de que finalmente sí se da ese encuentro entre ambos. Mientras escribe su cuento en el café, Hemingway está incluso tomando la misma marca de ron en ambas novelas. Y a mí me has hecho dudar y preguntarme, ¿realmente se conocieron en ese momento? ¿Era Lina la mujer que llama la atención de Hemingway en el café de La Place Saint Michel que aparece en "París era una fiesta"?
- R.M.: (Risas) Me alegra que te hayas dado cuenta, eres el primero que lo ha advertido. Esa es una parte novelada. Fueron muy amigos, queda constancia de esto y existen varias anécdotas al respecto. Por ejemplo, muchos sábados por la mañana coincidían con Picasso y con muchos artistas en casa de Miss Stein, Hemingway reconocía ante la propia Lina y ante Prokófiev que no le acababa de encontrar el punto a Dostoyevski. Poder novelar una historia real te da ciertas licencias, como la de inventarse dónde se conocieron ella y Hemingway, aprovechando que en su novela sale la historia de esta mujer morena en el café. Pero quién sabe, ¿por qué no podría ser Lina?
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B.M.: La descripción coincide: la melena azabache, el corte de pelo...
- R.M.: Es que vete tú a saber si no era Lina. Como curiosidad, una cosa que Hemingway le enseñó a Lina fue el bloody mary. Incluso Lina le preguntó: "¿Es verdad lo que cuentan de que la receta del bloody mary que sirven en el Harry´s Bar es tuya?" A lo que Hemingway, que bebía mucho, respondió: "A lo mejor sí, pero es que ya no me acuerdo de lo que invento yo a altas horas de la madrugada". Es decir, sí que mantenían contacto, al igual que con Coco Chanel.
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B.M.: Hay algo que me ha gustado especialmente de tu novela y es el doble uso que hace Lina de la memoria. Cuando está dentro del campo de concentración usa la memoria como bálsamo, teme al olvido porque recordar su vida anterior era un lujo que la mantenía viva. Pero al salir del campo de concentración practica lo que tú llamas el olvido verbal, negando a la memoria la capacidad de recuerdo en venganza por lo que le hicieron vivir allí dentro. No quiere hablar de ello, ni quiere recordar. En este segundo caso no quiere usar la memoria porque sería un veneno para ella.
- R.M.: Claro. Lina opinaba que lo importante no es lo que te pasa en la vida, sino cómo reaccionas ante lo que te pasa en la vida. Ella decidió que no iban a poder con ella. Contra los hechos no podía hacer nada, pero sí podía actuar sobre la manera de superar esa situación. Y de hecho lo hizo.
- B.M.: Me ha impresionado la cita de Aleksander Tvardovski que encabeza la Quinta Parte de tu novela, sobre todo el fragmento que dice "Se equivocan al pensar que la memoria no tiene un valor creciente o que la maleza del tiempo crecerá cubriendo cualquier hecho o dolor verdadero del pasado". Los recuerdos están ahí, pero tú puedes usarlos como quieras, como bálsamo o incluso evitar usarlos.
- R.M.: La memoria, llamémosla "histórica", está ahí. Pero cómo la utilices y en qué momento te sirvas de ella depende de tu vida, de tus circunstancias, de cómo tengas la cabeza... La tabla de salvación de cada uno es diferente.
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B.M.: En un momento dado de "
Una pasión rusa" Lina recuerda una conversación con Coco Chanel. Ella está de acuerdo con la idea de Coco que dice "la memoria es femenina". ¿Qué significa esta frase?
- R.M.: La memoria es femenina en el sentido en que pasan los años y, de alguna forma, aunque hay momentos malos, siempre te quedas con lo bueno. Y eso es un rasgo bastante femenino, en contraposición a un tipo de memoria más masculina, que sería más realista. La memoria es femenina, es selectiva. A eso se refería Coco.
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B.M.: En casi todos tus libros hay una denuncia de fondo que tú suavizas con grandes historias de amor positivas. Yo ahí veo tu dimensión de periodista que no puede resistirse a denunciar, y tu dimensión de literata que no puede resistirse a usar la ficción para compensar las grandes injusticias. Algunos temas que has tratado en tus novelas son muy duros: la posición de la mujer en Afganistan, el problema de la guerra de Bosnia, la indefensión del simple ser humano ante una institución estatal de justicia manifiestamente injusta, la esclavitud todavía presente en el mundo y ahora el gulag. Son historias duras en las que al final vence el amor.
- R.M.: Termine bien o mal, el amor es lo que mueve el mundo. Más que el dinero y la política, aunque no nos lo creamos. Yo siempre digo que soy una contadora de historias, ya sea en radio, televisión, prensa escrita o en una novela. Yo soy una periodista que escribe. De hecho a mí siempre me ha gustado leer a periodistas que se habían convertido en escritores, que tenían esa visión realista de la vida. Y es que la realidad supera a la ficción, por muy estupendos que nos pongamos. Fíjate en el caso de Julio Verne, que creía que estaba escribiendo ciencia-ficción y a día de hoy lo que él ficcionó es algo totalmente normalizado. A mí me apasiona García Márquez, porque leas lo que leas de él parece que estás leyendo una crónica periodística, por supuesto con un dominio del lenguaje y unas pinceladas de pintor excelente como sólo sabía hacerlo él. Yo soy muy fan de Oriana Fallaci, de Roberto Saviano. Claro que hay grandes historias en la calle, en la realidad, ¿por qué inventárselas? Y si encima se puede ayudar o contribuir a que una historia o un tema desconocido salga a la luz, mucho mejor.
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B.M.: O incluso sin novelarlo, como hacían los del
Nuevo Periodismo (
Wolfe,
Capote,
Talese, etc...) Hacían crónica de una realidad, pero usaban estrategias narrativas propias de la ficción (monólogos internos, diálogos).
- R.M.: Exactamente. Y a lo mejor un monólogo te aportaba más información, pero para que tú supieras valorarla. El periodismo debe ser así, aunque últimamente es otra cosa. El periodista debe decirle al espectador, al oyente o al lector: "Esto es lo que ha pasado, ahora usted decida quién tiene o no la razón".
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B.M.: El destino es otra idea común a todas tus novelas. En tu novela aparece la siguiente frase: "A veces la vida nos sitúa en el lugar que no nos corresponde y no podemos hacer nada para evitarlo, mas que asumir el destino". Para ti el destino es importante.
- R.M.: Para mí y para Lina. Fíjate por todo lo que pasó. Pero una cosa es lo que te ofrece el destino y otra cómo lo afrontes. Yo soy muy pro-destino. Hay cosas que pasan y no te las explicas. Por ejemplo, encontrarme yo con la placa dedicada a Lina Codina que me llevó interesarme sobre ella para escribir este libro. Había pasado millones de veces por allí y nunca la había visto.
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B.M.: Y a esto no lo llamas casualidad, sino destino.
- R.M.: Lo llamo destino. Porque ese día precisamente en el restaurante que estaba no había cobertura (cuando sí suele haber), las personas con las que había quedado son de las que llegan siempre 10 minutos antes y ese día llegaron tarde... Eso me llevó a conocer la historia de Lina. Yo prefiero llamarle destino. Había una clara intención de hacerme salir del restaurante y que mirara la placa (risas).
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B.M.: Eso lo explican muy bien los chinos en un principio que llaman
sincronicidad y que preside el "
I Ching" o Libro de las Mutaciones. Te recomiendo un libro de Marie-Louise von Franz que estudia precisamente esos fenómenos sincrónicos, cómo aparecen en un momento determinado diferentes circunstancias que, formando un vector, empujan todas hacia un mismo punto.
- R.M.: Qué interesante, lo leeré.
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B.M.: En "
Una pasión rusa" hay un personaje que aunque aparece poco me ha encantado, porque a mí la gente sabia me interesa muchísimo. Me refiero a Carolina, la abuela de Lina Codina. Es un ser fundamental en su vida y cuyos sabios consejos recordó siempre.
- R.M.: Sí. Era una mujer rusa, fuerte. No podía hacer que apareciera más, porque entonces el libro se nos iba a 2.000 páginas y no me dejaban. Esta mujer tenía un carácter intelectual y eso se nota en las personas. No es mejor ni peor, es que se nota, es así. La abuela Carolina era aristocrática, su marido había sido un alto cargo del gobierno y tenía un halo distinto. Sin embargo la madre de Prokófiev, aunque le gustaba la música y era pianista, no era como ella. Era más de la calle, más madre coraje. Era el amor platónico de Prokófiev, su madre. Y el hecho de que a su madre le gustara Lina contribuyó mucho a que finalmente se casara con ella a pesar del pavor que le tenía al matrimonio.
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B.M.: Para acabar voy a hacerte un par de preguntas metaliterarias extraídas de tu propio texto. En uno de los diálogos de tu novela, Hemingway le dice a Lina: "Yo quiero escribir de manera que tenga efecto, sin que la persona que lo lea se dé cuenta de ello y así, cuanto más lea, más efecto le hará". Esta es una idea que Hemingway confesó en el capítulo XIV de "París era una fiesta". ¿La suscribes?
- R.M.: Por supuesto. Es que eso es puro periodismo. Hemingway era un periodista que escribía de lo que pasaba, de lo que veía, de lo que sentía. Lo que pasa es que no quería transmitir a la gente su opinión, quería que fuera el lector el que tuviera el criterio. Que no se notara realmente que él estaba detrás del texto. Lo suscribo totalmente.
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B.M.: Y en otro diálogo, durante una conversación que mantiene Lina con Raymond Radiguet, éste le dice: "Todos escribimos, pintamos, componemos o cantamos por alguien". ¿Por quién escribes tú, Reyes?
- R.M.: ¿Por quién escribo yo? (Risas) Por alguien, también. Siempre hay alguien. Y suele ser siempre la misma persona, además. Alguien que fue el que te animó a hacerlo la primera vez y que, aunque no esté, siempre está presente, tirando de mí.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Reyes Monforte el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a los responsables del espacio multidisciplinar "
La Chaise - retro & med" de Valencia el haber cedido un lugar ideal para esta conversación y a la editorial
Espasa el haber hecho posible el encuentro con esta autora.