La escritora
Ana Merino lleva veinticuatro años viviendo en Estados Unidos. Ejerce de catedrática en escritura creativa en español y estudios culturales en la Universidad de Iowa y fundó y dirigió el MFA de Escritura Creativa en Español. Ha sido pionera en el desarrollo de la formación académica del cómic y ha escrito diversos ensayos especializados. También ha sido columnista de opinión para El País, miembro del Comité Ejecutivo del International Comic Art Forum (ICAF), del Comité Directivo del Center for Cartoon Studies (CCS), del Consejo Directivo de Iowa City Unesco Ciudad de la Literatura, y en la actualidad es miembro de la Junta Directiva del Teatro Riverside de la ciudad de Iowa.
Ha publicado nueve poemarios, entre los que destaca "Preparativos para un viaje", galardonado con el Premio Adonáis de Poesía, y es autora de varias obras de teatro estrenadas en Zúrich y Iowa.
Bruno Montano ha tenido la oportunidad de entrevistarla sobre "
El mapa de los afectos", su primera novela y obra ganadora del
Premio Nadal 2020, un libro que "persigue el rastro de las personas que construyen las historias escondidas de los lugares; sitios donde se evocan ausencias, sucesos extraños, donde ocurren crímenes inexplicables, se convive con las tensiones personales y familiares y donde solo la pulsión del bien sedimenta el poso necesario para seguir viviendo" (
editorial Destino).
-
Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): "
El mapa de los afectos" es una novela coral, una novela en forma de retícula, un rizoma, pequeños nódulos conectados entre sí, ninguno mucho más importante que otro, retroalimentándose entre ellos, todos vinculados, formando el auténtico personaje que sería la comunidad. Con este tipo de novelas, yo siempre me planteo lo problemático que debe ser técnicamente el diseño de los personajes, la elección del narrador, el punto de vista... ¿Te ha resultado muy difícil?
- Ana Merino (A.M.): No me ha resultado difícil porque vengo de una gran tradición lectora y eso es importante. En casa crecí con la literatura y además he llegado a la escritura con madurez. He llegado a una edad en la que me paro a pensar y a escuchar y he interiorizado la atmósfera americana de la novela, todas las vidas, un sentido de la vida mucho más amplio... Todo ese mundo me ha parecido tan interesante que de pronto veía que la novela, a través de la precisión, me daba espacio para todo eso.
- B.M.: Yo leí hace tiempo la "
Antología de Spoon River" escrita por
Edgar Lee Masters y me pareció magistral. Sé que este libro te ha servido de inspiración. No sé si sabrás que, en origen, él pretendía hacer una novela pero, como no tenía tiempo, empezó a publicar en prensa esos poemas/epitafios y su editor le sugirió que los reuniera todos para dar una idea de conjunto de cómo es ese pueblo imaginario. Me parece genial cómo construye un pueblo desde la fragmentación de esos epitafios.
- A.M.: Exacto, a mí eso me impresionó mucho. Antes de llegar a Estados Unidos una de las cosas que me encantaba era pensar que me iba a la tierra de Spoon River. Además, en el arranque de la novela hay un guiño a la novela de formación con el personaje de Samuel, que puede recordar a Tom Sawyer y Huckleberry Finn, que se deja llevar y tiene esa esencia. También me interesa mucho Turguéniev, que es el ruso que condensa, que es el ruso de la precisión. Me gusta mucho cómo, con unos pocos rasgos, te resuelve vidas enteras y con esa textura y con esos datos te metes en esa persona.
- B.M.: Es que, sin esa capacidad de síntesis, una novela como esta repleta de personajes sería imposible. Es necesario trazar un personaje con cuatro rasgos precisos.
- A.M.: Claro, es como abocetar, algo que también hace el cómic, que a mí también me gusta mucho. Yo soy muy lectora de los hermanos Hernández, Jaime y Gilbert, no sé si los has leído, con su serie "Love and Rockets". Es cómic alternativo americano que empezó en la década de los 80 con el que han hecho un mapa del mundo, el de Jaime representa las afueras de Los Ángeles y el de Gilbert un lugar en una pequeña comunidad en América Latina. Incluso la "Rue del Percebe", acuérdate cuando lo leíamos de niños y veíamos ese bloque de viviendas y estaban todos, no faltaba ni uno.
- B.M.: Y leyendo los bocadillos comprendías la personalidad de cada vecino.
- A.M.: Sí, sabías cómo era cada uno. A lo mejor en mi novela hay algo también de eso. Y luego también, yo era una niña que jugaba mucho con la escuelita Fisher-Price, con la granjita, con el Exin Castillos. Juntaba todos mis juguetes y todos estaban a la vez existiendo en mis juegos. También hay algo de eso.
- B.M.: Me ha gustado mucho el arranque de "
El mapa de los afectos". Un niño subido a un árbol observando el mundo, la vida pasar. Es una metáfora que implica una posición existencial, una posición ante la vida, observar desde lo alto. Me ha encantado cómo llamas al niño Samuel, "vigilante de los murmullos". De algún modo estás diciendo: voy a observar, como si fuera un entomólogo, esta comunidad, desde arriba.
- A.M.: Exacto, es donde quería situar al lector. Y que se diera cuenta de que los murmullos también tienen significado, igual que los zorros que pasan y dejan sus huellas. Todo lo que está pasando. También quería reivindicar un poco que en la literatura nos podamos acomodar y mirar, perseguía ser muy literaria para leer, no sólo para desarrollar una trama y ver qué va a pasar al final, sino para que en el proceso de lectura también hubiese un entendimiento del ser humano.
- B.M.: Y además Samuel vigila desde la rama séptima. No la quinta ni la cuarta, desde la séptima, que tiene un valor cabalístico importante. Eso le encantaría a tu padre, el escritor
José María Merino.
- A.M.: Sí. Hay guiños numéricos.
- B.M.: "
La pequeña América", así llamas tú al medio oeste americano. ¿Por qué has decidido ambientar tu libro en ese microcosmos?
- A.M.: Es el primer cosmos al que llego cuando aterrizo en América. Llego a Columbus (Ohio) y escribí un poemario, "Los días gemelos", que hablaba de ese tiempo repetido. Yo venía de hacer los preparativos para un viaje, de esa efervescencia de Holanda, de España como poeta, de descubrir el mundo, el amor, y de pronto me metí en la aventura americana. Y me di cuenta de que América no era como la vieja Europa, no era como Holanda. Y para darle significado, escribí y empecé a llamar a ese territorio "La pequeña América". Viene de ahí.
- B.M.: Y has hecho lo mismo que confiesa
Edgar Lee Masters: pasar del microcosmos al macrocosmos, de lo particular a lo universal, ese paso que busca siempre la buena literatura.
- A.M.: Exacto. Siempre hay una búsqueda de lo universal y eso está en la novela.
- B.M.: Porque está ambientada en el medio oeste americano, pero podrías trasladarla al Levante valenciano o a la Francia meridional.
- A.M.: Claro. Si lo trasladamos allí probablemente hayan otros problemas y otras realidades, pero lo que me interesa es que lo pueda leer alguien de esos lugares y entiendan ese mundo. Tú interiorizas una atmósfera y tratas de hacerla atractiva para la lectura, pero lo más interesante es que alguien del Levante o alguien de la Francia meridional pueda leer esta novela y sentirla con la misma intensidad con la que yo la escribí.
- B.M.: Eso sucede porque en realidad es un mapa, o una red, de afectos. Y esa emocionalidad sustancial y básica la compartimos. Detrás de cualquier tinte cultural hay una emocionalidad básica, apegada a lo puramente cerebral, que podemos compartir. Esas emociones básicas luego se tiñen culturalmente y se convierten en sentimientos, pero la emoción es una cosa biológica.
- A.M.: Eso es. Y en la novela vemos emociones y vemos cómo se desarrollan en esa situación. Por ejemplo, con el caso de la dentista, que por un malentendido construye en su cabeza un mundo de celos que se vuelven enfermizos y la convierten en una criminal, cuando a lo mejor en otro contexto podría tener un grupo de amigas con quien verbalizar lo que le pasa, la tranquilizan y no desemboca en esto. Pero en el caso de la novela tenemos un cóctel muy peligroso, porque ella no verbaliza lo que piensa que le ha pasado, lo convierte en una gran ofensa, quiere venganza y además en la casa hay armas. Todo suma. Me parece interesante que el lector, cuando va leyendo cómo actúa cada personaje, entienda también lo que la sociedad puede generar si no existe esa vida comunitaria de entendimiento.
- B.M.: Y es una vida comunitaria que tú radicas en un pueblo pequeño. Es más fácil conseguir eso en un pueblo pequeño que en una gran ciudad.
- A.M.: Bueno, no lo sé. Es una muy buena pregunta, porque no lo sé. Yo pienso a veces en la colmena de Cela y es un edificio, una ciudad. Yo he vivido en muchos pueblos de Estados Unidos y la atmósfera que mejor podía recrear porque era la que yo tenía interiorizada era la de los pueblos. Son las imágenes que me venían en el proceso creador.
- B.M.: Yo enraízo tu novela en el movimiento de la revuelta de lo rural ("revolt from the village") en el que Lee Masters fue pionero y también hubo unos cuantos escritores que se sumaron a él, tratando de explicar al hombre desde comunidades rurales.
- A.M.: Claro. A Edgar Lee Masters por supuesto siempre lo tuve muy presente. En este caso no es la aldea gala de Astérix y Obélix, pero es un mundo muy fácil de incorporar, de abarcar con una mirada literaria.
- B.M.: Has aprovechado tu novela para proponernos una serie de temas sobre los que reflexionar, como la emigración, el feminismo y el falso feminismo, la guerra y los soldados que vuelven de ella, la injusticia y la impunidad, la religión y el fanatismo... En el micromundo de tu novela aparece toda la gama de emociones, toda la gama de problemas sociales, toda la gama de conexiones y relaciones entre las personas.
- A.M.: Sí, lo has leído muy bien. Es que es verdad, es lo que nos pasa, pero la vida va tan rápido que no nos paramos a escuchar. Por eso es tan importante la literatura, que es la mejor forma de meditación. Si necesitas meditar, ponte a leer.
- B.M.: Muchas personas buscan evadirse con la lectura, cuando precisamente la literatura sirve para fijarse más en la realidad.
- A.M.: Sí, y hay gente que se lleva libros con la intención de evadirse y es como cuando le gratinas al niño los vegetales para que se los coma. Pero luego te lo agradecen, porque lo leen con muchísimo gusto.
- B.M.: En el párrafo final hablas de la bondad como una especie de valor evolutivo. Dices que, gracias a ella, todavía no se ha extinguido el mundo.
- A.M.: Seamos claros, yo creo que la bondad es un sustrato de supervivencia.
- B.M.: He preparado dos preguntas sobre la bondad. No sé si conocerás un libro llamado "
Escuela de mandarines" de
Miguel Espinosa, es un libro fabuloso.
-
A.M.: No, pero lo voy a buscar.
- B.M.: Pues en este libro aparece una idea extraordinaria al respecto de la bondad. Él dice: "Buscamos el misterio en la maldad, pero lo realmente misterioso son los actos de bondad".
- A.M.: Es una idea muy bonita, la verdad. Estoy de acuerdo. Ese es el misterio de la continuidad en el mundo, porque si todos fuésemos individualistas, egoístas y nos creyéramos superiores, no seríamos capaces de convivir. Si alguien se cae en la calle salimos a ayudarle inmediatamente, ¿te imaginas que nadie ayudara a nadie?
- B.M.: Y he extraído otra idea del último libro que ha publicado
Ricardo Menéndez Salmón, al que entrevisté hace unas semanas (
aquí la entrevista). El libro lleva por título "
No entres dócilmente en esa noche quieta" y la frase es: "La bondad es más provechosa que la verdad".
- A.M.: Qué interesante. Sí, porque la bondad también es la capacidad de no imponer, de ser flexible, de escuchar, de definir el mundo desde las distintas perspectivas. Porque, ¿qué es la verdad? ¿o cómo usamos la verdad?
- B.M.: De alguna manera, sirve menos alguien que se cree en posesión de la verdad que un ser bondadoso.
- A.M.: Claro. Estamos hablando desde una perspectiva abstracta, siempre luego hay que concretarlo. Yo soy muy de concretar.
- B.M.: Lo sé. Después de haber leído "
Alegría", escrito por tu pareja
Manuel Vilas, al que por cierto tuve el placer de entrevistar junto a
Javier Cercas hace unas semanas (
aquí la entrevista), tengo la sensación de que te conozco íntimamente.
- A.M.: [Risas] Pues sí, me gusta mucho concretar y la literatura te permite concretar con ejemplos de vida.
- B.M.: Sé que te interesa mucho el mundo del
cómic y he observado que haces varios guiños al cómic en tu libro.
- A.M.: Sí, por ejemplo a Samuel le pongo en el mundo de los superhéroes, porque quería jugar con ese concepto inocente que tienen los americanos y los estadounidenses a veces de cómo defienden su mundo. Y luego Idea Vilariño nos da la profundidad existencial del mundo hispánico.
- B.M.: Te refieres a las dos citas con las que arrancas la novela.
- A.M.: Sí, y luego también hago un guiño al Centro de Estudios del Cómic, que es donde va la ahijada de Rita. Y también a través de los planos de la novela: ves primer plano, primerísimo plano, en la novela hay mucho uso del color, tiene mucha paleta de color... Yo pienso que esto viene de mi afición por el cómic.
- B.M.: Abundas bastante en el problema de los soldados que vuelven de la guerra destrozados psicológicamente. Varios de los personajes de este libro se encuentran en esta circunstancia.
- A.M.: Tom es veterano de guerra, luego está Marcus y su hijo, que sigue la estela. Y no solo eso, también está Rita, que ha perdido al marido en la guerra. Es un tema que está muy presente en la sociedad americana, porque es un mundo imperialista. Pasó como en España, Cervantes fue veterano de guerra porque existía el imperio español. Luego esas personas se tienen que reinventar, ¿y qué hacemos con esas personas que vuelven y están tocadas por esa existencia? ¿Cuándo van a parar las guerras? Esa es la pregunta que se hace Rita.
- B.M.: Rita es la más buena.
- A.M.: A mí me encanta Rita [Risas].
- B.M.: Para acabar, tengo preparadas dos preguntas metaliterarias extraídas de un libro de tu padre,
José María Merino.
- A.M.: Venga, a ver si soy capaz de contestártelas.
- B.M.:
Souto, ese personaje/alter-ego de tu padre, me parece genial. Tu padre siempre me provoca interesantes reflexiones literarias y además me encanta la idea que tiene de lo fantástico, en el sentido en que lo cotidiano, mirado de una determinada manera, puede ser inquietante. Es una mirada desde la extrañeza, que me parece siempre muy literaria. En ese sentido me recuerda a "
Vidas minúsculas" de
Pierre Michon. Y esto es un poco lo que has hecho tú en "
El mapa de los afectos", proyectar una mirada sobre las vidas minúsculas, en un pequeño microcosmos americano, generando un modelo de humanidad.
- A.M.: Así es.
- B.M.: La primera pregunta tiene que ver con este fragmento: "Necesitamos la ficción para descifrar y comprender eso que llamamos realidad". La idea de la ficción como un microscopio sobre lo real.
- A.M.: Claro, porque la ficción nos permite respirar y reflexionar.
- B.M.: Mucha gente no entiende que eso es así y se empeñan en buscar libros basados en hechos reales. No se dan cuenta de que la ficción es la que les permite conocer la verdad.
- A.M.: Exacto.
- B.M.: Y la segunda es sobre un pensamiento que dice a menudo tu padre y que me encanta: "No fue el ser humano quien inventó la ficción, sino la ficción la que inventó al ser humano".
- A.M.: Claro. Y yo estoy de acuerdo con él. En el momento en que somos capaces de generar pensamiento ficticio, evolucionamos como especie.
- B.M.: Es una idea muy interesante, no podemos pensarnos sin la literatura. Está bien tener la visión antropológica, filosófica y sociológica, pero la literaria no es menos importante. Y a veces es un vehículo incluso más certero que el científico.
- A.M.: Y muchas veces no se habla de literatura. Muchas veces se dice: "es una novela con estilo literario" y a la gente deja de interesarle porque va directa a la trama, al conflicto y al desarrollo. La literatura es mucho más que conflicto y desarrollo.
- B.M.: Mucha gente demanda libros que tengan "una trama absorbente", que les mantenga "pegados a las páginas del libro", cuando lo mejor es leer un libro que te haga parar y mirar al techo cada diez minutos para reflexionar.
- A.M.: Sí, y en la novela yo he buscado que tenga relectura. Que tenga precisión, un estilo cuidado, sonoridad. Hay partes que casi están hechas en endecasílabos para que haya ritmo. Eso me parecía muy importante.
- B.M.: Esa es la definición de un clásico: un libro que admite miles de relecturas. Porque la literatura de usar y tirar es de una sola lectura porque solo admite una.
- A.M.: Así es. Yo aspiro a eso, aunque no sé si lo he logrado [Risas].
Desde Trabalibros agradecemos a
Ana Merino el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial
Destino el haber hecho posible este encuentro.