Claudia Piñeiro nació en el Gran Buenos Aires en 1960. Es escritora, dramaturga, guionista de televisión y colaboradora de distintos medios gráficos. Varias de sus novelas han sido llevadas al cine y es una de las escritoras argentinas más traducidas a otros idiomas, así como más leídas y valoradas por la crítica.
Esta autora tiene en su haber el Premio Clarín de Novela con "Las viudas de los jueves", el Premio LiBeraturpreis y finalista del International Booker Prize con "Elena sabe", el Premio Sor Juana Inés de la Cruz con "Las grietas de Jara" y el Premio Best Novel de Valencia Negra, del Premio Dashiell Hammett a la mejor novela de género negro en español y del Premio Tormo Negro-Masfarné con "
Catedrales", obra que será adaptada al medio audiovisual por HBO.
Suyas son también las obras "Un comunista en calzoncillos", "Una suerte pequeña", "
Las maldiciones" y "Tuya", novela esta última escrita hace quince años y cuya historia retoma ahora en la recientemente publicada "
El tiempo de las moscas", "un relato de coraje y amistad que nos retrata cabalmente como sociedad." (editorial
Alfaguara).
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): En “
El tiempo de las moscas” recuperas a Inés, la protagonista de “
Tuya”, tu primera novela, que escribiste en 2005. Inés, después de pasar 15 años en la cárcel acusada de asesinato, se tiene que renovar, reinventar y renombrar. Tiene que adaptarse a la nueva sociedad y a sus nuevos códigos. ¿Te permitía este planteamiento explorar los cambios sociales acaecidos en el mundo en los últimos 15 años?
- Claudia Piñeiro (C.P.): Yo pienso que el proceso o la voluntad es al revés. Yo quería contar la historia de Inés y cuando me doy cuenta de que ella, si sale de la cárcel, se encuentra un mundo totalmente diferente me empieza a atraer todavía más su historia. No es que al cambiar el mundo quisiera contarlo y llegara a la historia de Inés, sino que a través de Inés me encontré con el contraste entre el mundo de hace 15 años y el de ahora y me di cuenta de que esto iba a ser muy interesante para el personaje. No es que quisiera contar las cosas que pasaron durante ese tiempo, yo quería hacer una novela que reflejase la contemporaneidad.
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B.M.: Los cambios en Inés empiezan ya en la cárcel. Se vuelve allí más sociable de lo que era antes. En prisión consigue tener una amiga íntima por primera vez en su vida. Esta novela hablaría fundamentalmente sobre la amistad entre mujeres o esa solidaridad femenina a la que hoy en día llaman sororidad.
- C.P.: Esta es una mirada muy perspicaz sobre el asunto, como dices ella empezó a socializar en la cárcel. Ella era una mujer que fingía tener una familia, que fingía tener un matrimonio y no tenía amigas, era todo mentira. Cuando entra en la cárcel empieza a encontrarse con mujeres de otra clase social, que vienen de otro lugar, que tienen otras historias, y no le queda más remedio que socializar con quien tiene alrededor. Por suerte encuentra a una amiga, La Manca, que será su apoyo para sostenerse cuando sale de la cárcel.
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B.M.: Pero, además de una novela que trata sobre la amistad, también sería una novela que trata sobre la maternidad fallida o conflictiva. Inés es repudiada tanto por su madre como por su hija. En algún momento de la novela declara que ella parió a una niña pero no se siente madre… por tanto, también hay de alguna manera una reflexión sobre la maternidad insana.
- C.P.: Sí, yo diría una reflexión sobre la maternidad. A veces la maternidad pasa por esos carriles, donde no se dan las cosas de la mejor manera o de la manera más feliz. En realidad hay más conflictos que otras cosas, o más imposibilidades. Ella justamente, mientras mantenía las apariencias, mientras decía que era una madre con una hija y un marido perfectos, no tenía ningún vínculo prácticamente con la hija, en “Tuya” hay un abandono de la hija casi absoluto. Cuando ella puede decir que no se siente madre, que ella no es madre sino una mujer que parió, a partir de esa toma de conciencia es cuando ella puede hacer pequeños movimientos, tampoco tantos pero sí algunos, que la conducen un poco más cerca de la hija que en esa ficción en la que estaba. Pero todo parte cuando ella empieza a reconocer que no quería ser madre. Hay una serie de conflictos entre madre e hija que ya aparecían en la primera novela y que vuelven a estar acá, que son importantes pero que tampoco son algo anormal. Dentro de la maternidad hay muchas cosas que no son tan felices como a priori puede parecer. Lo cual tampoco quiere decir que no haya maternidades felices.
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B.M.: Yo, que simplemente ojeé un poco “Tuya”, he encontrado en “
El tiempo de las moscas” suficiente información para componer el personaje de Inés en mi cabeza sin tener que echar mano de la primera novela. Se puede leer perfectamente de manera independiente. No es exactamente una segunda parte, pero sí se puede leer la primera novela a través de ésta.
- C.P.: Sí, he tratado de aportar todos los datos necesarios para leer esta novela sin que leas “Tuya”. Si lees “Tuya” a lo mejor tienes más profundidad sobre lo que fue el personaje, pero nada más. Lo que necesitas para leerla, está.
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B.M.: Te he escuchado decir bastantes veces que el denominador común de toda tu obra es el suspense. Han clasificado tus novelas dentro del género policial pero, excepto “
Betibú”, que sí parece cien por cien policial, el resto no lo serían tanto. Juegas con el suspense, juegas a administrar bien la información y en este caso es así también. El suspense de la trama se sustenta en una oferta que una de las protagonistas principales le hace a Inés, una oferta que puede volver a meterla en la cárcel y ahí tenemos un gran dilema ético.
- C.P.: Sí, y la inquietud de qué va a hacer esta mujer, de cómo va a terminar eso que le proponen. Las novelas policiales tienen una pregunta clásica por resolver, que es quién le mató y por qué, pero acá no está esa pregunta. En “Catedrales”, que es mi novela anterior, la pregunta tampoco estaba, porque tenías que ir al pasado. En general la novela noir trabaja sobre el presente, aparece un cadáver y averiguamos en el presente qué pasó. En “Catedrales” se hacían preguntas hacia el pasado y en esta se hacen preguntas de alguna manera hacia el futuro. ¿Lo harán o no lo harán? ¿Aceptarán el encargo o no? ¿Qué responsabilidades van a tener? Yo si me dicen que es novela negra no tengo problema, pero no es que yo me siente pensando que voy a escribir una novela negra, aunque sí tomó elementos de ella, como el suspense. Se clasifica dentro de la novela negra pero no responde a las preguntas clásicas. Muchos autores están trabajando en esa línea. La novela policial es perfecta para contar lo social, lo contemporáneo. Pero no siempre hay un cadáver, a veces los crímenes son otros… se van incorporando otras formas de contar lo noir.
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B.M.: A mí me suele interesar mucho más este tipo de novela con componente negro que la novela negra cien por cien, que ya fue ampliamente explorada. El componente que introduces tú en la forma es lo que más me ha interesado de tu novela. En concreto las voces narradoras, esa combinación de voces: una primera persona del singular que hace las veces de monólogo interior de la propia Inés; una tercera persona del singular en la que un narrador cuenta la peripecia, la trama, la investigación; pero sobre todo me ha interesado el
coro. Es algo que nunca había visto incorporado a una novela, una tercera voz potente, un “nosotras”, un coro formado por mujeres que desmenuza la trama y a raíz de eso empieza a comentar temas de actualidad, como son el feminismo, la cuestión trans o el lenguaje inclusivo. Comentan lo que ellas ven que ocurre y a partir de ahí reflexionan.
- C.P.: Cuando yo tomé la decisión de traer a Inés una de las cosas que me parecieron más difíciles era la cuestión del narrador, porque en “Tuya” casi toda la novela es un monólogo interior de Inés. Hay algunos pasajes en tercera persona y hay algunos pasajes de documentación que se presenta, e incluso te diría que los que aparecen en tercera son producto de mi inexperiencia, era la primera novela que escribía y si lo hiciera ahora trataría de que todo fuera en monólogo interior. Una cosa que me atraía de volver a traer a Inés era que en “Tuya” había mucho humor, algo que en el resto de novelas fui perdiendo. A mí me gusta mucho el sentido del humor para contar, como dice Pirandello hay cosas que se cuentan a través del humor, te ríes pero al rato estás reflexionando sobre ellas. Es una herramienta interesante en la literatura. Pero se me quedaba chico el monólogo interior de Inés para todo este lío que quería contar. Son muchas cosas que no iba a poder contar solo a través de la cabeza de ella.
Por otra parte, en ese monólogo interior ella hacía muchos comentarios muy machistas que algunos hoy ya no te causan ni gracia. Ella, en “El tiempo de las moscas”, es una machista en recuperación. Algunas cosas las acepta, otras no las acepta porque le cuesta y no podía traer el monólogo tal cual como hice en “Tuya”, pero sí que podía usar la voz de ella aunque necesitaba otras voces. Y me parecía importante que hubiera una voz plural de un “nosotras” y el coro griego me servía para comentar lo personal y llevarlo al plano de lo político. El coro griego es la comunidad que mira lo que está pasando en la escena y lo comenta y en esta novela sucede lo mismo: hay un coro que miran lo que les pasa a La Manca y a Inés, comentan lo que les pasa, pero después lo llevan a ellas mismas y al plano de lo grupal, del movimiento, de lo político. Eso me permitía meterme en otros temas sin que parezca forzado, porque están hablando de lo que sucede en la novela y de ahí pasan a hablar de otra manera, igual que sucede con un grupo de mujeres ante cualquier situación. Como función dramática el coro es eso dentro de la novela, y por otra parte, el mecanismo de hablar está tomado también de los movimientos de mujeres y de cómo se hace política dentro de ellos.
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B.M.: Claro, porque en el fondo también es una asamblea. Al final del capítulo incluso votan.
- C.P.: Exactamente. Y eso es bien distinto a la política tradicional, en la que al final hay uno arriba que dice cómo van a ser las cosas y todos tienen que acceder aunque no estén de acuerdo. En la asamblea de mujeres lo que se hace es anotarse, esperar tu turno, decir lo que tengas que decir, consensuar y votar. No sé si te fijaste en que, al menos en Argentina, los documentos que salen de estos movimientos de mujeres son infernalmente largos y esto es porque surgen de consensos, tratan de incluir lo que cada una quiere decir. Funciona así incluso cuando traigo voces cualificadas, como la de Judith Butler, Vivian Gornick o Rita Segato, que es una feminista Argentina muy prestigiosa. Tengo que indicar quién lo dice, porque estas citas no son mías, pero a su vez tengo que mezclarlo con la asamblea. Y si Judith Butler estuviera en una asamblea levantaría la mano, votaría y a lo mejor la que estuviera al lado estaría totalmente en desacuerdo.
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B.M.: Me ha gustado que en ese grupo de mujeres incorporas voces autorizadas y expertas de escritoras o intelectuales como ellas, porque introduces una voz ajena al grupo que comenta, pero que funciona como si alguien dentro del grupo la hubiera citado.
- C.P.: Así es, aunque al minuto puede ser dejada de lado totalmente, porque las discusiones en los grupos de mujeres están abiertas y casi todos los temas que se tocan en la novela son discusiones abiertas. Por eso, aunque votan, nunca sabemos que es lo que se votó, porque a lo mejor ese grupo de mujeres vota una cosa y puede haber otro grupo en otro lado votando otra.
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B.M.: Sí, porque entre ellas, como en toda asamblea, hay grandes desacuerdos.
- C.P.: Por supuesto.
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B.M.: Y por supuesto, hay que hablar de las moscas. Las moscas aparecen en el título, en la cita inicial de
Tito Monterroso, en un capítulo se habla de los diferentes tipos de moscas que hay, hablas del papel de las moscas dentro de la entomología forense, citas un montón de libros en los que la palabra “mosca” aparece en el título, la protagonista tiene una mosca ocular que no deja de ver… esto parece una apología de la mosca.
- C.P.: [Risas] A veces hay cosas que una mete en la novela y no sabe muy bien cuál va a ser su función y según va avanzando van tomando más sentido. Y en este caso las moscas tomaron muchísimo sentido. En primer lugar por la mosca ocular, que es algo que yo tengo y que me molesta y que me parece también que sirve para darme cuenta de que la realidad no es tan clara, que hay una manchita ahí que está todo el tiempo molestando para que una no esté del todo tranquila. Y por otro lado, durante la pandemia hice un curso de entomología forense, de entre tantos otros cursos que habían en Zoom, porque cuando uso algún elemento en mis novelas me gusta saber cómo es. Y la entomología forense trata de insectos, seres vivos, que van a la muerte a contarnos cosas de ella. Le ponen fecha, le ponen lugar. Hay un montón de datos que la vida aporta sobre esa muerte. Luego de las moscas vienen otros insectos para degradar ese cuerpo, pero las primeras son las moscas.
A partir de ahí empecé a estudiar un montón de cosas sobre las moscas, cada vez me interesaban más. El título de la novela aparece al averiguar cosas sobre las moscas. Pero además, ese principio de la protagonista que se basa en matar otros insectos pero nunca matar moscas, le sirve para estar pensando todo el tiempo, sin quererlo, sobre sí misma, porque ella mató a alguien y ahora entra a las casas a matar insectos. Ella tiene un límite: las moscas no, todo lo demás sí. Y de aquí surgen varias preguntas: ¿A quién es válido matar y a quién no? ¿Es válido matar a quien ella mató? ¿Tendría que haber matado al marido en vez de a ella? ¿Es válido matar a alguien? ¿En una guerra hay muertos que son válidos y otros no? Lo mismo podemos pensar de los insectos, para ella unos se pueden matar y otros no.
Este libro empieza con un texto de Marguerite Duras, que dice: “La muerte de una mosca: es la muerte […]. Vemos morir a un perro, vemos morir a un caballo, y decimos algo, por ejemplo, pobre animal… pero por el hecho de que muera una mosca, no decimos nada, no damos constancia, nada.” ¿Por qué unas muertes tienen un peso y otras muertes no lo tienen? Y pensé que todo esto servía para reflexionar sobre muchas cosas que le pasaron a la Inés que pasó por la cárcel, que mató a alguien, que salió al nuevo mundo. Cuando empecé con el tema de las moscas yo no sabía que me iba a encontrar con eso, pero yo confío en que en la escritura hay algo intuitivo, que cuando traes una cosa es porque hay algo ahí que descubrir.
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B.M.: En el título aparece reflejada una idea fundamental, que propicia la reflexión final de Inés, cuando dice: “Daría cualquier cosa por tener
el tiempo de las moscas”. Según aparece en el texto, la mosca observa la realidad con mucha más lentitud, con más parsimonia y ella echa en falta no haber vivido su vida de forma más lenta, como la mosca.
- C.P.: El cerebro de la mosca recibe muchos más fotogramas que nosotros y lo ve todo a cámara lenta. Por eso, cuando vamos con la mano a agarrar una mosca vuela, porque tiene tiempo. Inés dice: por un lado yo podría haberme detenido y no haber disparado ese revólver, pero por otro lado también la persona que maté podía haber visto que yo levantaba ese revólver, se habría movido, yo no la habría matado y esta historia sería otra. Cuántas cosas serían distintas en el mundo si todos tuviéramos el tiempo de las moscas.
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B.M.: Evidentemente, esta es una novela en la que predominan los personajes femeninos. Incluso el coro está formado solo por mujeres y las citas son citas escritas por mujeres. Me gusta que no hayas caído en la tentación fácil de establecer una guerra de sexos en el libro. Aunque también aparecen dos personajes masculinos, Rody2 y Javier; éstos responden al perfil de la nueva masculinidad, por lo que no hay lucha de sexos. Nos encontramos con dos hombres buenos adaptados a los tiempos modernos. En la novela sí se recuerda al anterior marido, Ernesto, que era otro tipo de hombre, pero no tiene ninguna importancia en la trama. Sin embargo,
Rody2 y
Javier sí la tienen, representan al nuevo tipo de hombre que es sensible, que ayuda en la casa, que colabora en todas las tareas…
- C.P.: Y además son distintos, a su vez, porque a Javier le sale bien todo esto, pero a Rody no, aunque le ponga voluntad y eso es lo importante. Yo justamente quería que todos estos temas contemporáneos que tienen que ver con las discusiones que se plantean dentro de los derechos de las mujeres y la situación de las mujeres en el mundo tuvieran una mirada de discusión hacia adentro, hacia las instituciones, hacia el patriarcado, no hacia el hombre en sí mismo. No buscaba esa pelea hacia un hombre o un varón específico, porque también en alguna medida hay muchos varones que son víctimas del mismo sistema.
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B.M.: La Manca se pasa toda la novela insistiendo a Inés para que escriba sobre madres e hijas y en un momento dado ella hace una reflexión que de alguna manera yo creo que representa tu propia poética: “La única originalidad posible reside en contar lo mismo de manera diferente”. Yo creo que eso lo haces tú en la mayoría de tus libros y que te preocupa mucho la forma, más que la trama.
- C.P.: Yo creo que la trama es lo que te ayuda a que la gente te acompañe, si no tienes una trama a lo mejor mucha gente se queda en el camino, pero lo que me interesa es buscar otras formas. Casi todos mis libros tienen formas diferentes: “Catedrales” tiene 6 voces diferentes hablando de un mismo suceso y los otros libros tienen otras cosas. Yo creo que esa es la propia búsqueda del oficio de la escritura, de la literatura: cuál es la mejor manera de contar una novela. Y para contar esta novela necesitaba un coro.
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B.M.: Eso es algo que yo suelo echar de menos en la mayoría de las novelas de género, han encontrado una forma muy eficaz de narrar y no prescinden nunca de las convenciones del género. Y al final las tramas cansan y lo verdaderamente innovador es la forma de contarlas, el esfuerzo con el lenguaje o el esfuerzo con la estructura o con las voces narrativas, como es el caso de esta novela. No sé si alguien lo ha hecho antes, pero añadir un coro me parece una innovación técnica muy interesante que ofrece otra forma de contar una novela. La novela es tan amplia que cabe todo dentro y es una lástima perder la oportunidad de usar formas poco convencionales.
- C.P.: En la clasificación que hizo Propp de los cuentos ves que las historias eran siempre las mismas contadas de manera diferente. No queda mucho más por innovar.
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B.M.: Hay 6 o 7 tipos de historias básicas y a partir de ahí todas son derivaciones de ellas.
- C.P.: La venganza, la vuelta del hijo, esto, lo otro… bueno, pero ¿cómo lo contamos? Yo creo que esa es una gran preocupación. Quién es el narrador, cuál es el punto de vista, porque no siempre ambos coinciden… Esas son las grandes decisiones que hay que tomar desde el principio. Y la estructura también y es algo que muchas veces se deja de lado. Yo estudié dramaturgia y tenía un maestro de teatro que se llama Mauricio Kartun, que es muy importante en Argentina y en muchas partes, que decía: “La estructura es tan importante como los hierros que sostienen un edificio”. Tiene que ser muy sólida, aunque no se tiene que ver, porque si la ves se pone por delante de lo que estás contando. Y muchas veces no se cuida. A veces la gente piensa en las musas de la literatura y parece que no haya que pensar en estas cuestiones que son más concretas.
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B.M.: He reconvertido una de las frases de tu libro en una pregunta sobre la literatura en general: ¿La escritura es la verdadera transmigración de las almas?
- C.P.: Yo creo que en mi caso en la escritura también hay una parte que trata de buscar el más allá, porque yo soy atea. Fui formada en un colegio de monjas y dentro de una familia católica, pero hace mucho tiempo que me di cuenta de que soy atea y me encantaría que hubiera algo, ¿pero qué puede haber para un ateo? Y en esa búsqueda apareció esta idea. ¿Qué va a quedar de mí cuando yo me vaya? Esto y no mucho más.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Claudia Piñeiro el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial
Alfaguara el haber hecho posible este encuentro.