El escritor bonaerense
Marcelo Luján reside en Madrid desde 2001, donde trabaja como coordinador de actividades culturales y talleres de creación literaria. Es autor de los libros de cuentos "Flores para Irene" (Premio Santa Cruz de Tenerife 2003), "En algún cielo" (Premio Ciudad de Alcalá de Narrativa 2006) y "El desvío" (Premio Kutxa Ciudad de San Sebastián 2007). También de los libros de prosa poética "Arder en el invierno" y "Pequeños pies ingleses", y de las novelas "La mala espera" (Premio Ciudad de Getafe de Novela Negra 2009 y segunda Mención del Premio Clarín 2005), "Moravia" y "Subsuelo" (Premio Dashiell Hammett 2016, entre otros).
Bruno Montano le entrevista para
Trabalibros acerca de su última obra, un volumen compuesto por seis cuentos titulado "
La claridad" que ha obtenido, por unanimidad, el
VI Premio Ribera del Duero. En palabras de la editorial, estos relatos "anuncian todo lo que deseamos y no alcanzamos, los miedos y los arrebatos, el amor y la traición y los pequeñísimos instantes de dicha. El brillo de la claridad es más brillo cuando se contempla desde la oscuridad. Y es, precisamente, desde ese amplio parámetro de la negrura, donde un particular y resuelto manejo del lenguaje, de la voz narrativa y de los registros, logra crear personajes libres o condenados, siempre eternos, en unas historias inesperadas, extraordinarias, violentas y terrenales que se combinan para mostrarnos el lado más afilado de la belleza" (
Páginas de Espuma).
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): Escribir un cuento es complejo, pero escribir un “libro de cuentos” que no sea una mera recopilación o una antología, mucho más. Se trata de componer desde cero una unidad literaria, agregando varios relatos autónomos pero correlacionados en función de un tema, tono, estilo, estructura… ¿Cuál dirías tú que es la sustancia vertebradora que electrifica los seis cuentos que componen “
La claridad” y que hace que los recordemos casi como capítulos de una novela?
- Marcelo Luján (M.L.): Hay muchos elementos que vertebran y cohesionan este libro. Desde lo paratextual hasta pequeños detalles en la composición gramatical de ciertas estructuras sintácticas. Lo inicios de los tres cuentos en tercera omnisciente presentan la misma cadencia y la misma forma, y los tres desenlaces de esos tres cuentos están ejecutados en futuro narrativo. También hay parámetros comunes que recorren cada uno de los cuentos: las figuras femeninas, la cotidianidad, el azar, la variable negra pero también la fantástica. Creo que lo mejor de escribir un libro de cuentos desde cero es tener todas las herramientas a disposición en cada una de las historias. La transmisión general adquiere singularidad y el lector lo nota.
- B.M.: En las primeras páginas de “
El corazón de las tinieblas” el narrador comenta que los cuentos de los marinos tienen una sencillez directa, cuyo significado entero cabe dentro de una cáscara de nuez. Pero para
Marlow, ese gran personaje de
Conrad, el significado de un relato no está dentro, como una nuez, sino afuera, envolviendo el relato que lo ha hecho visible, casi como una neblina. Tus cuentos dan la sensación de estar envueltos en una neblina moral ambigua y perturbadora. ¿Ha sido esa tu intención?
- M.L.: Estudio y trabajo la teoría del cuento desde mi adolescencia, y todos los narradores sabemos que no hay una fórmula única. Cada autor tiene su mecanismo y, sobre todo, su concepción del género. Personalmente me atrae ver un desenlace potente, puede que construya toda la historia a partir de esa imagen, que nunca es del todo completa hasta que el propio relato llega hasta allí. Pero tener esa luz a lo lejos me sirve como brújula. El cuento es un sistema demasiado complejo, un sistema que no permite fallos ni mucho menos distracciones. Si en el camino hacia el desenlace abrimos la puerta equivocada, ya nunca más podremos revertir ese error y el texto fracasará como cuento. En cualquier caso, me gusta lo que dices: que estos cuentos parecen estar envueltos en algo.
- B.M.: Como reza el credo taoísta, en toda luz hay una parte de oscuridad y en toda oscuridad hay una parte de luz. Tu libro se titula “
La claridad” pero tus cuentos reflejan la oscuridad del ser humano, su negrura. ¿Cuál era tu objetivo al hacer evidente esta tensión entre conceptos aparentemente antitéticos?
- M.L.: La razón principal de este contrapunto era potenciar ambos conceptos. Y los primeros elementos pueden observarse en la portada, con esa acuarela extraordinaria del artista coreano Byung Jun Ko donde aparece un rostro luminoso pero inquietante, con cierta oscuridad en la mirada. A partir de ese contacto inicial, el lector ya debería intuir qué se avecina. Toda esta propuesta es teórica pero enseguida se representa en las propias tramas de estos cuentos: en contextos de cotidianidad, el mal está ahí, al acecho. Y resulta el momento en que menos lo esperamos. Ese era uno de los objetivos que buscaba cumplir con este libro.
- B.M.: Dos de tus cuentos, “
La chica de la banda de folk” y “
Más oscuro que tu luz”, son especialmente extraños. Hay un cierto componente sobrenatural que aflora a partir de circunstancias naturales, integrándose en un continuo literario la vida y la muerte. ¿Te interesa también esa dimensión radicalmente extraña de la existencia?
- M.L.: Sí, pero intento naturalizar el relato con la humanización del componente fantástico. Y dónde más se puede apreciar esta intención es el “La chica de la banda de folk”, con ese personaje femenino, digamos, extraño, pero que tiene un objetivo del todo humano: besar. La problemática y el conflicto anidan allí. En primera instancia, no importa de dónde viene esa chica (no le importa a la historia y no le importa al personaje masculino), lo único que moviliza a la narración es la búsqueda de ese objetivo lleno de pureza. También hay pureza en el otro cuento que mencionas: “Más oscuro que tu luz”. Y en ambos textos esa pureza y esa bondad están abrigadas por lo oscuro, por la transgresión de la existencia humana en tanta individuos físicos y tangibles.
- B.M.: Como ya es habitual en ti –“
Subsuelo” es un buen ejemplo- juegas con el tiempo narrativo en estos cuentos, especialmente en el primero. Utilizas la figura del narrador anticipatorio que, en connivencia con el lector, adelanta una información que los protagonistas desconocen y que va preparando a los lectores para lo que va a ocurrir en un futuro inmediato. ¿Se está convirtiendo esto ya en tu marca de estilo personal?
- M.L.: El recurso me llamó la atención desde bastante antes de “Subsuelo” (hay algunos textos previos donde ya se puede ver la intención discursiva) pero es verdad que fue en esa novela donde lo utilice de un modo consciente y como recurso narrativo. En “La claridad” los tres cuentos en omnisciente presentan todo el desenlace en futuro narrativo. La anticipación puede que esté trabajada en ficción pero el futuro narrativo (que solo es potestad de una voz omnisciente) es un recurso muy poco explotado en literatura moderna.
- B.M.: Hacia el final de “
Terra nostra”, la magna obra de
Carlos Fuentes, Fray Julián, uno de los protagonistas, da al cronista encargado de redactar su historia unos consejos literarios, que creo que tú intentas seguir en toda tu obra: “¿Por qué, en suma, habías de contentarte con el penoso goteo de lo sucesivo, cuando tu pluma te ofrece la plenitud de lo simultáneo?”. ¿Estoy en lo cierto? ¿Buscas narrar presente, pasado y futuro al mismo tiempo?
- M.L.: Los escritores tenemos una única obligación: escribir bien. Es una obligación pero también es una responsabilidad que deberíamos asumir frente al lector. Ya no gozamos de la impunidad del inédito, del que escribe para sí mismo. Digo esto porque considero que es la historia que queremos contar la que debe determinarlo todo. Lo más importante no somos nosotros sino la historia. Y todas las decisiones técnicas que tomemos deben estar al servicio de esa historia que pretendemos contar. Una buena (o correcta) transmisión se construye desde el acierto técnico, y la variable estilística puede resultar clave. El tiempo del relato es una de las tantas funciones que harán llegar (con éxito) el mensaje al receptor.
- B.M.: En tus cuentos aparecen personas que deciden el daño ajeno sin arrepentirse, que nacen con algo malo dentro del cuerpo. Personas que por codicia quiebran su destino en un segundo, que por accidente se convierten en asesinas. Personas que persiguen o son perseguidas por fantasmas. Personas siempre muy jóvenes y mayoritariamente de sexo femenino. Sin embargo, la ira, la envidia, los celos, la violencia, el miedo, la duda, no son patrimonio ni de un sexo ni de una edad. ¿De dónde viene esa fascinación literaria por las mujeres jóvenes?
- M.L.: No sé si se trata de una fascinación por un género y por un rango de edad, pero sí es cierto que los personajes jóvenes, incluso adolescentes, son extremadamente ricos desde el punto de vista literario. Ocurrió en “Subsuelo” y ocurre en algunos cuentos de “La claridad”. En “Moravia”, por ejemplo, hay dos protagónica femeninos: la esposa del bandoneonista y la madre, que tiene setenta años. En “Subsuelo”, la madre de los mellizos (otro rol protagónico fundamental de ese relato) tiene cincuenta años. Quiero decir con esto que no es la edad un valor en el que me fije de modo excluyente. Como decía antes, siempre es la historia la que debe determinarlo todo. Por supuesto, los sentimientos que citaste no son patrimonio ni del género ni de la edad.
- B.M.: Los seis relatos que conforman “
La claridad” están contados desde la necesidad de comprender el alma humana, desde la pregunta por las razones últimas de sus sutiles movimientos.
“Puede que haya sido la belleza […]
Sería imposible precisarlo”.
(“Treinta monedas de carne”).
“Puede que haya sido el azar […]
Nadie va a saberlo nunca”.
(“Espléndida noche”)
“Puede que haya sido el deseo […]
Quién podría asegurarlo”.
(“La chica de la banda de folk”).
Azar, necesidad, destino, voluntad, libertad o “una aciaga mixtura de todo esto”. Esas son las dudas que asaltan al narrador. A pesar de los avances de la neurociencia y por fortuna para la literatura, ¿sigue siendo el cerebro una caja negra imprevisible y fecunda?
- M.L.: La mente humana y, por tanto, los pensamientos y hasta las acciones de los individuos no han sido ‘atrapados’ del todo por la ciencia. Esta afirmación es un verdadero tesoro para la ficción. Pero los tres comienzos que recuperas tienen una característica técnica de interés para esta pregunta: son fragmentos en tercera omnisciente, un narrador que todo lo sabe y que no debería tener dudas de nada (porque todo lo sabe). Me gusta que una voz externa exponga y certifique que no todo tiene un único destino, y que muchas cosas nunca se pueden confirmar completamente. La tensión narrativa es la llave para conquistar el lector.
- B.M.: Como afirma
Juan José Saer en la cita que abre tu libro, la ficción no debe tener el propósito turbio de tergiversar la verdad. ¿Crees que la realidad necesita ser ficcionada para poder ser pensada, que las diferentes estrategias narrativas y representacionales de la literatura aclaran, explican y aportan “claridad” a lo real?
- M.L.: La ficción no equivale a mentira (esto también lo dice Saer en ese más que recomendable ensayo titulado “El concepto de ficción”). La ficción es una de las tantas herramientas que tenemos las personas para mostrar nuestra visión del mundo que nos rodea. No importa qué es real y qué no lo es y ese epígrafe intenta reforzar esto: son cuentos, de acuerdo, es un género de ficción, de acuerdo, pero ¿nos reconocemos en esos escenarios?, ¿reconocemos esas acciones de los personajes?, ¿podría sucedernos a nosotros? La respuesta a estas tres preguntas es afirmativa. Esa es la certeza que enaltece a cualquier texto de ficción.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Marcelo Luján el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la
editorial Páginas de Espuma el haber hecho posible este encuentro.
NOTA: Bruno Montano dedicó una de sus colaboraciones en radio a comentar este libro (aquí el audio)