Trabalibros entrevista a Andrés Neuman, autor de "Anatomía sensible"

lunes, 4 de noviembre de 2019
"La belleza es eso que nos sucede cuando empezamos a conversar con el tiempo".
De origen argentino y residencia en España, Andrés Neuman fue seleccionado por la revista británica Granta entre los mejores nuevos narradores en español. Recibió el Premio de la Crítica, el Premio Alfaguara, el Premio Hiperión y el Firecracker Award, otorgado por la comunidad de revistas, editoriales independientes y libreros de EE.UU. Resultó Finalista del Premio Herralde, alcanzó la shortlist del IMPAC Dublin Literary Award y obtuvo una Mención Especial del jurado del Independent Foreign Fiction Prize.

Sus libros están traducidos a más de veinte idiomas y es autor de novelas, libros de cuentos, poemarios y libros de aforismos. Entre sus principales obras se encuentran títulos como “Bariloche”, “Alfileres de luz”, “El tobogán”, “La vida en las ventanas” y “El viajero del siglo”.

Bruno Montano ha tenido el placer de entrevistarle para Trabalibros sobre su última obra “Anatomía sensible”, “una celebración del cuerpo en toda su amplitud. Una defensa de la imperfección y sus bellezas alternativas, mediante un recorrido poético, político y erótico por la materia que somos. Un libro que revela con humor cómo nos vemos o nos inducen a mirar, proponiendo una estética desmitificadora” (editorial Páginas de Espuma).

Anatomía sensible (Andrés Neuman)-Trabalibros- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): Cuando abres el libro, lo primero que llama la atención es tratar de averiguar qué tenemos delante de nosotros. No es una novela, no es un ensayo, no son cuentos… de repente aparece una especie de florilegio o colección de textos. Luego te das cuenta de que están unidos temáticamente y también tonalmente. A mí se me ha ocurrido bautizar tu libro como una especie de disección poética de la geografía corporal.

- Andrés Neuman (A.N.): Sí, me parece muy buena definición. Quizás la palabra disección suena un poco más fría de lo que es el tono del libro, porque para diseccionar un cuerpo ese cuerpo tiene que estar muerto y éstos, en realidad, son cuerpos muy vivos. Yo pienso que este libro es como una celebración un tanto liberadora de la imperfección, que es lo que constituye el 99,9% de los cuerpos del mundo y que, paradójicamente, no suelen estar integrados en el imaginario de la belleza. Es una noción perversa, elitista e insensata de la belleza del cuerpo. Pero sí me parecía interesante que hubiese como un asombro de género al principio, porque es un libro que trata de jugar y cuestionar la idea de género en todos los sentidos, también en el literario, porque de algún modo participa de todos ellos sin limitarse a ninguno (se puede entender que es un ensayo sobre otra manera de ver el cuerpo, pero la prosa es muy cercana a la poesía o al aforismo). Se empieza leer de forma fragmentaria a través de piezas breves como si fuese un libro de cuentos. Yo pensaba que para hablar de algo tan distinto e impuro como es el cuerpo tenía sentido hacerlo desde una forma igual de mestiza y de mezclada. Pero además existe ese experimento con el género porque la voz narradora y observadora del cuerpo en este libro a veces es masculina, a veces femenina, a veces hetero, a veces gay, a veces todo eso junto… la idea era acercarse al cuerpo como un poliedro que necesita muchos puntos de vista, identidades, deseos e inclinaciones distintas para apreciarlo y captarlo en su totalidad. Incluso te diría que también es un experimento generacional, porque el cuerpo en este libro tiene todas las edades posibles. Pone a convivir cuerpos muy jóvenes con cuerpos muy mayores, tratando de romper las limitaciones generacionales que tenemos a la hora de reconocer la belleza del cuerpo.

- B.M.: En ese sentido sería un libro transgeneracional.

- A.N.: Eso es, yo creo que sí. Eso siempre me ha interesado, no sólo en este libro.

- B.M.: Es un homenaje y una celebración del cuerpo, es una crítica también a los cánones de belleza imperantes y a la vez es una invitación a redescubrir nuestro cuerpo, observándolo desde diferentes puntos de vista a los habituales.

- A.N.: Claro. Hemos oído muchas veces las quejas contra el canon anoréxico de belleza, sobre todo para las mujeres jóvenes que puedan llegar a tener algún trastorno a causa de eso, nos quejamos de la invisibilización de los cuerpos a partir de cierta edad, etc. Pero todo eso, aparte de tener poco recorrido, no puede llegar a cambiar el estado de las cosas, ni alterar esa especie de orden autoritario de los cuerpos públicos si no se propone al mismo tiempo un paradigma distinto. Y el mejor espacio para hacer eso son los discursos artísticos y estéticos, es decir, el cine, la fotografía, la literatura, la poesía… por eso en el libro hay una permanente sátira de la poesía cursi y en un momento dice: “Por cada verso que se comete acerca de una cabellera dorada como el sol un pelo se arroja el vacío en señal de protesta”. ¿Qué pasa con los pelos despeinados, o canosos, o con la gente que no tiene pelo? ¿No le brilla el sol en la cabeza? El libro se retrotrae a la época en la que nos enseñan esos símiles cursis, pero nada inocentes, porque transmiten la idea canónica de la belleza, tanto de la belleza en general como de la del cuerpo en particular. Se trata de regresar a ese momento y empezar a metaforizar de nuevo para contribuir a la construcción colectiva de otra idea del cuerpo y de lenguaje, porque desde la escuela se nos transmite la idea de que el lenguaje literario y la retórica están al servicio de un modelo completamente ñoño y restrictivo de la belleza. Por ejemplo, nunca se dice “piel de puerco espín” para explicar un símil, cuando sería más realista e incluso más divertido.

01.Bruno Montano entrevista a Andrés Neuman
- B.M.: Antes hablabas del tono, que es algo que también llama la atención en tu libro. Utilizas un tono lúdico, juguetón, ligero, irónico, muy poético. He recuperado una serie de ideas que expones en otro libro tuyo llamado “El equilibrista” para utilizarlas en esta entrevista. Por cierto, me parece fantástica la metáfora del equilibrista, yo creo que te retrata; alguien que tiene miedo a caerse pero, a pesar de eso, busca las alturas. Esa sería una metáfora perfecta del buen escritor.

- A.N.: Y también tiene que ver con la condición humana, con esa mezcla de fascinación y de miedo que cualquier persona siente. Al asomarse a un balcón alto, ¿quién no ha sentido ese cosquilleo inquietante y seductor en el estómago? El riesgo nos atemoriza y al mismo tiempo nos invita. Creo que es algo que forma parte de nuestra contradictoria condición y por eso pienso que es raro que no tengamos una idea más contradictoria del cuerpo, sería más humano.

- B.M.: Tú dices en “El equilibrista” (y podríamos aprovecharlo para reflexionar sobre el tono poético de este libro): “la poesía es inevitable, lo difícil es mirar literalmente las cosas”.

- A.N.: Me parece muy bien traído, no había pensado en la relación entre eso que escribí hace 15 años y esto otro, pero efectivamente, una de las paradojas en nuestra vivencia colectiva del cuerpo es que tenemos una relación muy poco física con el cuerpo. No lo miramos literalmente. Entre nosotros y nuestro propio cuerpo -y ya no digamos el ajeno- hay una inmensa bibliografía de prejuicios, malentendidos, representaciones previas, iconografías, expectativas, temores… Los únicos individuos que tienen una vivencia literal de su cuerpo son los bebés. El bebé no distingue entre su cuerpo y el de su madre, no sabe dónde finaliza su cuerpo y empieza el cuerpo ajeno. Pero es que socialmente es así. No distinguimos nuestra idea del cuerpo propio de la representación del cuerpo ajeno y esperamos encontrar el cuerpo ajeno en el propio y así empiezan los problemas y los sufrimientos. Y entonces, ya que no tenemos una mirada literal sobre el cuerpo y que la cultura humana es incapaz del pensamiento literal -por suerte-, creo que precisamente la literatura puede intervenir en el cuerpo.

A pesar de que parezca que no hay nada más alejado del cuerpo que un discurso literario, sin embargo es al contrario; como nos “tocamos” culturalmente y nos "miramos" culturalmente, creo que desde la literatura se puede contribuir a intervenir en otra mirada sobre el cuerpo. Es decir, no somos poseedores de nuestro cuerpo porque nos lo ha arrebatado la publicidad, la cosmética y el arte tonto, por distintos intereses. A veces por intereses económicos, otras veces por limitaciones estéticas, pero el caso es que poco a poco hemos vivido un proceso social en el cual la cosmética se ha comido a la estética. Los hemos dado por sinónimos cuando, si lo piensas, en realidad son casi antónimos. La estética es, si no me equivoco, una rama de la filosofía que estudia la belleza y la cuestiona -es decir, la estética es la crítica de la belleza- y la cosmética es, en cambio, una reproducción acrítica de un modelo de belleza dado.02.Bruno Montano entrevista a Andrés Neuman


- B.M.: Otra idea de “El equilibrista” aplicable también a “Anatomía sensible” sería la siguiente: “Sólo me interesan las prosas extremas, la que vuela o la que excava”. En este caso tú has aplicado aquí la que vuela, una forma de prosa que sobrevuela, exenta de gravedad pero no de profundidad.

- A.N.: Es posible. Creo que, cuanto más serio sea el tema o más grave sea el problema o el conflicto que abordas, más necesario es hacer una maniobra de contrapeso para que el avión no se te caiga o la nave no se te hunda. Cuestiones tan de peso como el cuerpo, la identidad, la sexualidad, la mirada colectiva, la crítica del cuerpo en definitiva, aquí se ha abordado con sentido del humor y ligereza. Curiosamente esa ligereza está aplicada a describir cuerpos que casi siempre tienen lo que la alta costura llama autoritariamente unos kilos de más.

- B.M.: "Palabras ligeras y sentidos como anclas": palabras tuyas que, desde mi punto de vista, definirían también este libro, que transversalmente incluye una propuesta política, una propuesta social, una propuesta sexual, una propuesta de género.

- A.N.: Sí. Creo que en realidad esa idea pertenece a la literatura grecolatina. Como la idea al escribir de enseñar y entretener que tenían los romanos. Quiere decir que si no hay un gozo y un entretenimiento no hay atención posible. Captar la atención tiene que ver con el disfrute. Pero en mi caso en realidad escribí esto para entender qué cuerpo tengo y cómo son los cuerpos que me rodean. Tenía que ver más con aprender que con enseñar, no creo mucho en la didáctica de la literatura, pero sí creo que de la literatura se puede aprender mucho. Cuando digo esto no me refiero a que no crea que la literatura deba ser enseñada en las aulas, ni a que no crea en el valor de la enseñanza de la literatura; lo que quiero decir es que hay gente que tiene una idea un poco didáctica de la figura de los escritores, como si supiéramos cosas y las transmitiéramos, y en realidad es todo lo contrario, si supiéramos cosas no escribiríamos. Escribimos y leemos para saber. La escritura produce conocimiento, más que transmitirlo.

- B.M.: Podríamos decir que, frente a la cultura del Photoshop o cultura del retoque, del ocultamiento de las imperfecciones, tú propones la cultura japonesa del Wabi Sabi, la estética del imperfección: nada es perfecto, nada está completo, nada permanece.

- A.N.: Si, totalmente. Lo que me preocupa del Photoshop es que ha pasado del software a la cultura. Lo que, en principio, parecía una herramienta interesante usada con prudencia, finalmente no ha sido el caso, porque en ella todos los cuerpos e incluso todos los cielos ya son iguales. La inmensa mayoría de cuerpos se han vuelto invisibles. Es como si el Photoshop poco a poco hiciera que, al mirarnos al espejo, fuéramos incapaces de reconocer la mayor parte de nuestro cuerpo en la mayor parte de las ocasiones. Y eso supone un problema enorme de orden público, porque si hay algo que todo el mundo tiene es cuerpo, si hay algo que nos une mucho más allá de las ideas es la evidencia palmaria de nuestros cuerpos que son bastante hermanables, que comparten imperfecciones en bastantes casos. En realidad en todos, porque la gente que vive de la belleza de su cuerpo es, en realidad, la que más se maquilla, la que más abusa del Photoshop, porque la perfección no existe. Esto, que empieza siendo un problema de orden público, finalmente acaba convirtiéndose en un problema de orden estético y artístico, porque si leemos escenas eróticas en literatura o las vemos en el cine nos damos cuenta de que rara vez aparecen cuerpos fuera del canon o cuerpos normales. El cuerpo normal, o se tapa y se invisibiliza, o se caricaturiza. Es como si el cuerpo normal no tuviese derecho a la belleza. Y para contravenir esa especie de dictadura cosmética están escritas las 30 piezas de este libro que tratan de desmitificar el cuerpo canónico de manera satírica y carnavalesca y, al mismo tiempo, tratan de describir de manera sublime cuerpos que, en la mayoría de casos, son castigados por el Photoshop. Es una forma de ampliar no solamente el campo de batalla del cuerpo, sino también de refrescar un poco la retórica literaria.

03.Bruno Montano entrevista a Andrés Neuman- B.M.: “Anatomía sensible” es un libro que habla del cuerpo pero en el último capítulo, que es mi preferido, hablas del alma. Frente al concepto tradicionalmente metafísico del alma tú propones uno multifísico, afirmando que el alma se manifiesta en cada una de las partes del cuerpo.

- A.N.: Este era el capítulo que más dudas me generó. El primer capítulo lo tenía claro, sabía que tenía que empezar por la piel, que es el principio y el final de nuestra persona.

- B.M.: Y que también es el órgano más narrativo del cuerpo. La piel sería el texto que cuenta nuestra historia particular.

- A.N.: Si, texto que el tiempo sigue y por eso es tan atroz photoshopearlo. Quitar arrugas, marcas o cicatrices no sólo es cuestionable estéticamente, es narrativamente dañino porque elimina la memoria histórica del cuerpo. Tenía claro que iba a empezar por la piel, pero no sabía con qué iba a terminar. Terminar este libro con una parte del cuerpo determinada iba a ser cómo ponerla en el centro y este libro es precisamente la descentralización del cuerpo. Y de pronto se me ocurrió esta alternativa. Entre los muchos malentendidos filosóficos que habitamos en el día a día, en la filosofía de andar por casa que todos empleamos, está todavía la antiquísima y platónica separación alma-cuerpo. Me parecía divertido acercarme al alma de la manera lo más física posible, ya que en el resto del libro se hace una aproximación poética y espiritual del michelín, de la estría o del talón áspero. Y lo que hago es tratar al alma como un fenómeno geológico: el alma como tendón, el alma como músculo, el alma como poro y, sobre todo, el alma como discurso cultural, como concepto culturalmente construido que, según afirma el libro, se manifestaría con mucha más elocuencia en las zonas menos trajinadas, menos sobrecargadas y menos observadas del cuerpo. Dice el tópico que el alma se refleja en la cara, o en los ojos como, como mucho, en el pecho.

- B.M.: Descartes decía que se encontraba en la glándula pineal, alojada en el centro del cerebro.

- A.N.: Exacto, tal cual. Digamos que ha habido un cierto intento de localizar el alma. Mucha gente diría que está en el corazón o en el cerebro. Y a mí me divertía pensar que, si el alma es ave en vías de extinción, si yo fuese el alma me ocultaría en los pliegues menos perseguidos del cuerpo, donde me sentiría más segura. Y entonces seguro que el alma se manifestaría en todo su esplendor y de manera impune antes en la papada, en la rótula o en la uña que en esas otras zonas que están demasiado observadas para qué suceda algún milagro.

04.Bruno Montano entrevista a Andrés Neuman
- B.M.: En pleno siglo XXI, en el que vivimos sometidos a un montón de disciplinas corporales -deportivas, dietéticas, cosméticas, higiénicas- tú no hablas del cuerpo, sino que hablas desde el cuerpo. No lo observas desde el punto de vista anatómico o fisiológico, sino que hablas desde el propio cuerpo. Es el propio cuerpo el que está hablando.

- A.N.: Así es. Sí, porque es una voz colectiva. Este libro no va de lo que yo piense, ni mucho menos de lo que los hombres podemos pensar del cuerpo de las mujeres. El libro está pensado no solamente para todas las edades, sino desde todas las edades, desde un punto de vista mutante que trata de algún modo de congregar todas las miradas y el tono por tanto trata de ser lo más coral y colectivo posible. Y está escrito también, como tú dices, como si cada parte del cuerpo hablase. Lo que pasa es que el cuerpo, si lo miramos sin prejuicios, es elocuente. No hay nada más locuaz y elocuente que una barriga. Cualquier cuerpo con formas contundentes emite unos mensajes y sentimos que nos habla. Cuando ves un cuerpo nuevo en la playa lo que sientes es que se te acerca un discurso, es como si el cuerpo tuviese voz. Y desde esa sensación estética está escrito el libro.

- B.M.: Me gustaría hacerte un par de preguntas metaliterarias. Tu distingues dos tipos de literatura: la literatura que sirve como umbral o puerta de paso a no se sabe dónde y la literatura que sirve como habitación confortable en la que quedarse. Tú te decantas por la primera.

- A.N.: Nunca he sentido la necesidad de decir hacia dónde debe ir la literatura o cómo debe ser; todo lo contrario, no lo sé, y precisamente escribo porque no sé. Creo que por razones vitales, familiares y biográficas -y a estas alturas emocionales también- no me puedo identificar más que con la literatura que se mueve y está en tránsito, pero no porque me parezca que la otra tenga menos valor. Me interesa mucho la literatura que, como decía Santa Teresa, está hecha para no vivir en ti, o como decían los místicos, la que te permite estar transido, es decir, ir cruzando un territorio para ir a otro, como si la identidad necesitase viajar. Y en realidad es así, no sabemos quiénes somos si no viajamos, no reconocemos nuestra propia cultura si no existe la emoción de lo extranjero y, en ese sentido, no hay nada más enriquecedor que sentirse de otro lugar o ir a otro lugar.

05.Bruno Montano entrevista a Andrés Neuman
- B.M.: Eso lo cuentas muy bien en tu novela más premiada, “El viajero del siglo".

- A.N.: Claro. Ya que hablas de “El viajero del siglo”, como lector siempre me han interesado mucho los autores que cambiaron de lugar, tuvieron que emigrar, cambiaron de lengua o tuvieron alguna relación con la traducción. Creo que todo eso pone en cuestión el dogma del lenguaje y se aproxima más a mi idea de la literatura. Por cierto, ya que has tenido la amabilidad de hablarme de “El equilibrista”, hay otro librito que hace mucho juego con “Anatomía sensible”, que publicó Páginas de Espuma hace unos años y que se llama “Barbarismos”.

- B.M.: Creo que es una especie de diccionario. No lo he leído, pero si me lo ha encontrado en alguna librería y lo he ojeado.

- A.N.: Es que el otro día Juan, el editor de Páginas de Espuma, me decía -y creo que tiene razón- que “Barbarismos” era un diccionario heterodoxo que trataba de trabajar con otra idea del corpus de la lengua y éste vendría a ser una anatomía heterodoxa que trata de proponer otra idea del lenguaje del cuerpo. Son dos libros que dialogan y que, de algún modo, se dejan leer juntos porque entre ambos trabajan las relaciones entre lengua y cuerpo. 

- B.M.: Lo voy a leer, pero antes tengo que leer “Fractura”, un libro tuyo que me recomendó Eloy Tizón cuando le entrevisté sobre “Herido leve”, en el que dedica un capítulo a este libro tuyo (aquí la entrevista).

- A.N.: Si lo lees me encantará conocer tu opinión. En ese libro, desde la portada misma, hay un diálogo y una reflexión sobre el Arte del Kintsugi, que es una artesanía japonesa antigua que repara los fragmentos rotos uniéndolos entre sí con polvo de oro, de manera que en lugar de simular la grieta la realzan y la convierten en parte de su identidad y su belleza. Esa técnica se ha convertido para mí en una fascinante refutación del Photoshop. Donde el Photoshop borra, el Kintsugi subraya. Y es precisamente ésa la aproximación al cuerpo de este libro, que es hacer de la cicatriz no un lugar incómodo o indeseable, sino el punto de partida de nuestra identidad. Y lo mismo con las estrías, con las arrugas, con las marcas, con las rayas, con las dobleces…

- B.M.: Esa técnica del Kintsugi forma parte de la filosofía Wabi-Sabi de la que hablábamos antes.

08.Bruno Montano entrevista a Andrés Neuman- A.N.: La filosofía Wabi-Sabi es muy interesante. Nuestra sensibilidad literaria está basada en una idea peligrosa en términos estéticos y emocionales del “carpe diem”. El “carpe diem” no dice tanto “a gozar, que moriremos” -lo cual es una verdad irrefutable y no podría estar más de acuerdo -sino más bien dice “goza, que envejeces”. Tiene más que ver con una idea juvenil del placer. Desde el principio se nos educa para pensar que la belleza es efímera, no porque morimos sino porque se agosta pronto.

- B.M.: La belleza y la capacidad de disfrutar tendrían fecha de caducidad, pues.

- A.N.: Claro, pero no es la de nuestra muerte, es la de nuestra juventud. Esa idea, que está en el corazón de la cultura de la cosmética, y que por lo tanto invisibiliza no solamente la mayoría de los cuerpos sino la mayoría del tiempo de una persona, que sólo tiene derecho a ser visible entre los 15 a los 30 años, cuando si tenemos suerte viviremos mucho más, en la filosofía Wabi-Sabi se subvierte también. En el Wabi-Sabi un objeto empieza a ser bello en combate o en el diálogo con el tiempo.

- B.M.: Adquiere una pátina por el paso del tiempo, que le confiere una especial belleza.

- A.N.: Claro. Tiene que ver con algo que también está en nuestra sociedad, quizá como reacción, que es el fetichismo hacia lo vintage. No es mayoritario, porque no adoramos por sistema lo viejo, pero hay un rincón del mercado que se dedica a eso. Nos gusta lo vintage porque tiene memoria histórica. Si lo comparamos con la estética zen, un objeto nuevo no es bello sino neutro. Y en la medida en que va siendo erosionado, se cae, se trabaja, sobrevive, continúa ahí y es reparado va adquiriendo derecho a la belleza. Por eso, aunque en principio son libros opuestos, existe un vínculo entre “Fractura” y “Anatomía sensible”. Ambos están unidos por esa estética zen que tiene que ver con que la belleza no solamente no se acaba con el tiempo, sino que empieza con el tiempo; que la belleza es eso que nos sucede cuando empezamos a conversar con el tiempo. Desde esa convicción está escrito “Anatomía sensible”.

- B.M.: Porque tu libro propone celebrar y admirar el cuerpo con historia, el cuerpo gastado, el cuerpo con defectos.

- A.N.: Y el cuerpo con huellas del tiempo. Es como si esa belleza fuese una belleza más compleja y con más capas y eso tiene que ver, como tú dices, con el Wabi-Sabi. Me parece una forma liberadora de ver la belleza, porque en lugar de sentirnos culpables, incómodos o en guerra contra el paso del tiempo, sería un “carpe diem” de índole mucho más liberadora, menos represora.

06.Bruno Montano entrevista a Andrés Neuman
- B.M.: Por último, veo que en “El equilibrista” hablas de varios tipos de lectores. A unos los llamas lectores culturales, a otros lectores intelectuales; ninguno de ellos modifica el libro. Pero también hablas de lectores artísticos, que hacen lecturas creativas y por tanto modifican el libro. Yo siempre reivindico que leer es un acto creativo. Leer no es un acto pasivo, leer es un acto proactivo.

- A.N.: Si, y tú que eres librero sabrás que el librero es el epítome de eso, porque un librero es una especie de artista de la lectura, que no sólo te vende libros y vive de ello, sino que prescribe, opina, genera gustos… es a la vez lector, crítico literario, comerciante, muchas veces también escribe. Todas las funciones posibles están reunidas en los libreros y también en los traductores. Son las criaturas periféricas de literatura y sin embargo son los roles más complejos, es decir, los que cumplen con más funciones al mismo tiempo. Los traductores que escriben y leen al mismo tiempo, son más autores que los autores y son super lectores. Con los libreros pasa lo mismo. Para leer realizamos un ejercicio activo y no pasivo porque habitualmente subrayamos, tomamos decisiones sobre dejar un libro o tomar otro, doblamos las páginas o copiamos y pegamos en el dispositivo, pero sobre todo crean. Cualquier persona que haya hecho un club de lectura o tenga un encuentro con los lectores de su libro ha experimentado que son los lectores los que te explican tu libro. Tú no conoces los sentidos que tiene tu libro hasta que alguien hace su interpretación y entonces caes en la cuenta de que no habías entendido lo que habías escrito. No solamente es que un texto sea una obra abierta, como decía Eco, y que al igual que los autores tenemos una interpretación de nuestro libro los lectores tengan otra; es algo más radical: el autor no tiene la más mínima idea sobre qué va su libro hasta que alguien va dotándolo de sentido. Así que yo te diría que necesito leer a mis lectores para saber de qué demonios estoy hablando. Por tanto no tengo duda de que leer y escribir son dos actividades complementarias, y en el caso de los traductores simultáneas, y que además son dos partes del mismo proceso. Y no lo jerarquizo en absoluto.

Desde Trabalibros agradecemos a Andrés Neuman el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a los responsables de CV Radio de Valencia el haber cedido un lugar ideal para esta conversación y la editorial Páginas de Espuma el haber hecho posible este encuentro literario.
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