No hay nada más ecléctico y atrayente que el
azar. El sonido rasposo del filo de las cartas mientras se barajan, los movimientos tambaleantes del dado cayendo sobre el tapete y el silencio de miles de almas que esperan que el destino marque el rumbo de su próximo aliento. Nada más atrayente que jugarse el corazón y perder. Dejarse llevar por la
pasión ciega, imposible y fervorosa esperando una sonrisa de la fortuna.
He ahí el desafío que la autora inglesa
Jeanette Winterson (Manchester, 1959) nos propone en una de las muchas historias singulares que ésta novelista está acostumbrada a alumbrar. Autora cuyas dotes son especialmente visibles a la hora de narrar historias centradas en los sentimientos y anhelos de sus personajes, a cada cual más peculiar. De estilo detallista, fragmentado y con abundantes cambios de narrador, el lector queda atrapado por la belleza de la prosa y la originalidad de la trama.
Nacida en una familia de pocos recursos pero de gran fervor religioso, dichas influencias y vivencias se verán especialmente reflejadas en su escritura. A la temprana edad de dieciséis años, partirá a Oxford y allí dará comienzo su carrera literaria. "Fruta prohibida" (1985) será su primera obra, semiautobiográfica en la que ahondará en la compleja relación con su madre, su sexualidad y la férrea moral religiosa, temas que seguirá abordando en su autobiografía "¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?" (2011).
Entre sus novelas destacan "Escrito en el cuerpo" (1992), "La niña del faro" (2004) o "La flor púrpura" (2012) en las que continúa con su visión crítica de la religión y dota a sus textos de una sensualidad envolvente, pero lo que más cabría reseñar es su visión de la
mujer. La mujer es un sujeto activo en sus historias, un sujeto al que dota de poder a pesar de que las circunstancias históricas o narrativas la hayan privado de él. Es especialmente llamativo el modo en que narra episodios históricos centrados en la situación de sometimiento de la mujer, tales como los juicios de brujería en Inglaterra o la prostitución en las Guerras Napoleónicas.
Es precisamente éste el escenario histórico que habita "
La pasión" (1986). Ubicada en dichos tiempos convulsos nos muestra la vida e intimidad de dos personajes,
Henri, un joven francés convertido en soldado del ejército napoleónico embriagado por la pasión hacia su emperador que le llevará hasta los helados confines de Rusia para caer en el peor desengaño amoroso y en la más cruenta derrota.
Villanelle, por su parte, es hija de un barquero veneciano que vive del juego en la alocada y sensual Venecia en decadencia. Utilizará las cartas y los disfraces como medio para sus fines, pero pronto el azar pasará de ser oficio a ser perdición.
Ésta es la historia de cómo Henri y Villanelle se conocen, de cómo
Napoleón convenció a toda una nación a seguirlo hasta el fin del mundo, de cómo se puede perder el corazón jugando a las cartas y de cómo pasiones hay muchas; la platónica, la no correspondida, la imposible, y sin embargo, seguimos jugando.
"El juego no es un vicio, es una expresión de nuestra humanidad. Jugamos. Juegas, ganas, juegas, pierdes. Juegas".