"No hay que arrastrar el pasado, ni tampoco olvidarlo".
(María Zambrano, "Las palabras del regreso")
Cuando eliminar la pobreza y lograr un justo reparto de la riqueza no está en los planes de los grandes economistas y se subordina cualquier otra consideración no crematística al imperativo económico del lucro despiadado y rapaz es que, como diría
Tony Judt, algo va mal.
Cuando desoímos las leyes mínimas a las que nos obliga nuestra humanidad y les negamos a nuestros semejantes la posibilidad y el derecho a satisfacer sus necesidades más básicas y las de sus familias, es que algo va mal.
Cuando por ignorancia, cobardía o indecisión tendemos a olvidar que el conocimiento de nosotros mismos pasa necesariamente por el conocimiento del otro, cuando olvidamos que para vernos -como ya dijo Urbain Chauveton en el siglo XVI- hay que "hacernos reflejar en el rostro del otro", es que algo va mal.
Cuando por acción u omisión consentimos que los
crímenes contra la humanidad dejen de reprocharse a sus autores y a través de leyes como la de obediencia de vida y punto final dejamos a las víctimas sin su justa reparación, es que algo va mal.
Y cuando tantas cosas van mal lo primero que hay que hacer es abrir los ojos porque, en verdad, no hay nada
invisible en este mundo, simplemente hay zonas mal iluminadas. Ponerles un foco es devolverles su visibilidad, su presencia, su corporalidad, su capacidad de impresionar las retinas y movilizar los corazones.
Juan Diego Botto, primero a través del teatro con los monólogos de "
Un trozo invisible de este mundo" y luego con su libro "
Invisibles", ha contribuido a iluminar una serie de realidades ciertamente incómodas para los bienpensantes pasivos, como son la del
exilio y la de la
inmigración y todo su correlato de situaciones anexas: desigualdad, pobreza, injusticia...
Echando la vista atrás es históricamente riguroso concluir que el
exilio y las
migraciones han sido un hecho sociológico común a todos los países. La persecución política y las crisis económicas han generado siempre millones de desplazamientos forzosos que los estados receptores han asumido no siempre con la misma generosidad. Es verdad que, ignorando la historia y su condición ciceroniana de maestra de vida, corremos el riesgo de repetirla y con ella repetir también los antiguos errores. Pero también es verdad que no por conocerla se sabe qué es lo que se debe hacer. Para entender bien este tipo de experiencias que suponen un evidente desgarro personal y social necesitamos de gente que las haya vivido o esté muy cerca de los que las sufren día a día.
Juan Diego Botto reúne esta doble condición; por una parte ha sufrido el
exilio político (su padre fue asesinado en la tristemente célebre
Escuela de Mecánica de la Armada de Buenos Aires y su madre tuvo que exiliarse en España para no sufrir el mismo fin) y por otra parte su fuerte compromiso social lo mantiene siempre cercano a colectivos en riesgo de exclusión.
Juan Diego piensa que "lo imposible sólo tarda un poco más" y que "la única lucha que se pierde es la que se abandona" y por eso en este libro homenajea a aquellos que no dejan de luchar nunca por lo imposible, cada uno desde su trinchera particular.
María Zambrano, una de nuestras grandes exiliadas, distinguía en el
exilio dos dimensiones principales: una histórica y otra metafísica o mística. La primera afecta sólo a todos aquellos que por la violencia política o económica se ven obligados a abandonar su patria. La segunda nos afecta a todos los seres humanos por el simple hecho de serlo, ya que para
Zambrano el
exilio -y por extensión toda aquella circunstancia que nos aleja del hogar y nos desgarra social, familiar y psicológicamente- es el símbolo de la propia condición humana. La orfandad, el desamparo, el abandono, el vacío, la ausencia de lugar propio, la vista siempre hacia el origen son características que nos hermanan con todos los hombres, auténticos "heterodoxos cósmicos". Todos lloramos las mismas lágrimas; parafraseando a
John Donne, cuando oigas doblar las campanas no preguntes por quién lo hacen, doblan por ti.