El sueño de las Antillas

Asturias, año 1858. Una mujer joven y su marido parten en barco hacia Cuba con un pobre equipaje. El dinero que con tanto esfuerzo habían conseguido ahorrar entre los dos se había evaporado con el pasaje, dos billetes en tercera clase que, una vez en tierra firme, se convertirían en un pasaporte hacia una vida mejor.

Al menos, así lo creía Gervasio. En sus sueños de fortuna podía ver un futuro de bonanza y riqueza, más acorde con sus aspiraciones y muy distinto del tipo de vida que hasta entonces le había proporcionado su trabajo de mozo de cuadra. Su esposa Valentina le seguía en su peregrinaje rumbo a la tierra de Cristobal Colón. Allí, al otro lado del mar, les esperaba la prosperidad en un lugar de ensueño, "una tierra de palmeras altas como torres de iglesia, pájaros de colorido plumaje y una vegetación verde y frondosa como en el paraíso. Una isla que sobrepasa a cualquier otro lugar en belleza... ¡La tierra más hermosa que ojos humanos vieron!".

Las expectativas que albergaba esta pareja de recién casados no eran diferentes de las que mantenía el resto del pasaje. El buque surcaba las aguas portando consigo la carga más valiosa que podría existir: la esperanza compartida y un sueño común. "El sueño de una isla donde jamás se apagaba el verano; donde crecían frutos dulces como la miel y el azúcar brotaba de la misma tierra; donde la gente se divertía bailando hasta el amanecer y un hombre trabajador podía labrarse un futuro sin importar cuán bajo fuera su origen". El sueño de las Antillas.

Pronto el sueño empezó a desvanecerse para Valentina. La travesía por mar había enfermado a Gervasio, que cada día se encontraba más débil y enflaquecido. El día a día en el barco resultaba casi insoportable, escaseaba la comida y el agua, la higiene se veía muy restringida y vivían en condiciones infrahumanas. La ayuda que encontraron en otros pasajeros y el apoyo mutuo entre todos ellos era, en momentos como ese, esencial. La compañía de Tomás, un médico de carácter bondadoso e idealista, resultaba para Valentina  especialmente reconfortante.

Gervasio no llegó a conocer la tierra en la que tantas ilusiones había depositado. En su lucha por abrirse camino en Cuba, donde los terratenientes de las plantaciones de caña de azúcar se enriquecen a costa de la esclavitud, Valentina, convertida en viuda, conocerá la prostitución y accederá a los estamentos sociales más altos, armándose de valor, arrojo y ambición para descubrir el Nuevo Mundo por sí misma, un mundo nuevo extremadamente difícil para una mujer sola como ella en un país extranjero a través del cual accederá a una nueva vida.