"Ímpetu, ímpetu, ímpetu.
Siempre el ímpetu procreador del mundo.
De las tinieblas brotan principios
opuestos e iguales;
siempre sustancia y aumento; siempre el sexo.
Siempre un tejido de identidad.
Siempre lo diferente;
siempre una camada de vida".
(Walt Whitman, el gran inspirador)
La inteligencia no solo sirve para conocer lo que las cosas son, sino también para expandir la realidad, para engendrar en ella lo posible. A tal fin, no bastan las capacidades ni los conocimientos, es imprescindible la actitud y la actitud, como bien demostró
Viktor Frankl a través de la logoterapia, se puede elegir. Se puede elegir una
actitud creativa que desafíe lo establecido y con ello a las verdades sedimentadas por la presión continuada de actitudes acríticas, tibias y cautivas. Se puede elegir libremente el camino de la creación de posibilidades reorientando nuestra mirada sobre lo real, "las cosas no son como son, sino como se perciben". Se puede elegir cambiar nuestro autodiscurso, lo que nos decimos y cómo nos lo decimos, y así salir del perverso bucle que lleva de un pensamiento empobrecido a una vida empobrecida pasando por unas emociones empobrecidas.
Ser
creativo por lo tanto no dependería en última instancia de seguir unas pautas, aplicar unas técnicas o desarrollar unos procedimientos (brainstorming, matrices de descubrimiento, palabras inductoras, analogías) sino de instalarse en un propósito creador, poético, lo que los griegos denominaban "nous poietikos", un poder que cambia nuestro estilo de ver y nuestro patrón cognitivo, un poder que transforma las propiedades reales de los estímulos en posibilidades perceptivas casi infinitas. No olvidemos, como nos recuerda
Diana Orero en "
Inspiritismo", que "los conocimientos suman, las actitudes multiplican".
Una vez elegida la
actitud creativa necesitaremos energía vital para impulsarla, necesitaremos "
inspiración", etimológicamente que alguien sople en nuestros pulmones y los tonifique. Podemos buscar el soplo de Einstein, Churchill, Roosevelt o Gandhi, pero también el aliento más humilde de un taxista, de un amigo o de nuestro sabio padre. Lejos o cerca, los signos que levantan nuestra vida y la mantienen en vilo sobre la ignorancia y el miedo ramifican por todas partes.
Cambia la forma de mirar, haz lo que puedas con lo que tengas, aprende de todo y de todos, que tu vida sea tu mensaje, recuerda que si construiste la realidad con palabras también puedes cambiarla con ellas y, si al final y a pesar de todo no puedes evitar tener miedo, intenta "ser muy bueno eligiendo a qué quieres temer".