Así como los álcalis se ven atraídos irremediablemente por los ácidos, unas personas se ven atraídas por otras. Y así como la aparición de un ácido desestructura el compuesto que el álcali está formando con otra sustancia, la aparición de otra persona puede desestabilizar por completo una relación de pareja.
Esta observación, tan vigente todavía hoy en día, es la idea central alrededor de la que gira la obra escrita en 1808 por Goethe. El tema de las relaciones, universal y atemporal, tratado con mano maestra por uno de los autores que ha demostrado tener un conocimiento del ser humano más profundo, convierte "Las afinidades electivas" en un clásico de la literatura que es, a su vez, una de las principales novelas psicológicas sobre la vida conyugal, repleta de ideas y aforismos que ofrecen una completa visión de la dimensión social-sentimental entre personas.
Carlota y Eduardo gozan de una felicidad soñada desde antaño. El sentido común de ella y las leyes no escritas que obligan a seguir los convencionalismos de la época impidieron su unión durante muchos años. Es ahora, con el paso del tiempo, cuando las circunstancias han sido favorables para ambos, permitiendo a los amantes estar juntos y formalizar al fin su unión con el matrimonio.
Disfrutan de una existencia idílica en su mansión, con la única preocupación de las reformas que idean para embellecer los caminos y jardines de su propiedad y de la administración cotidiana de sus bienes, tarea de la que se encarga la juiciosa y comedida Carlota. De la organización de los trabajos domésticos y la gestión del servicio pronto se hará cargo Ofelia, la ahijada de ésta, una muchacha encantadora, hermosa tanto en el interior como en el exterior, delicada, discreta y llena de virtudes.
La vida de los tres moradores de la casa transcurre en perfecto equilibrio; cada uno de ellos ocupa un puesto determinado en el que se siente cómodo y feliz. El matrimonio formado por la sensata Carlota y el apasionado Eduardo no puede ser más afortunado y a su dicha se añade la bendición de tener junto a ellos a la comedida Ofelia. De este modo tan armónico se desenvuelven las relaciones en la casa hasta que entra en juego un cuarto elemento: el Capitán, un viejo amigo de Eduardo que atraviesa ciertos apuros al que deciden acoger y dar asilo hasta que se encuentre en una situación más favorable.
La llegada del Capitán provoca una reacción similar a la que sufren ciertos compuestos químicos al experimentar una atracción que les lleva a abandonar una sustancia para cohesionarse con la nueva y en el grupo pronto brotan nuevas afinidades entre sus cuatro componentes que dan lugar a nuevas combinaciones de parejas. Eduardo se siente profundamente atraído por Ofelia y el sentimiento de la dulce niña por él es recíproco; a su vez, Carlota y el Capitán no pueden evitar que nazca entre ellos una pasión similar.
A pesar de que todos ellos son conscientes de lo que deben hacer según la costumbre y las convenciones sociales de la época -mantenerse leales a sus compromisos y garantizar la fidelidad del matrimonio en lugar de dar rienda suelta a sus pasiones- se trata de una empresa harto difícil, ya que "el amor es de tal modo que él sólo cree tener derechos, y todos los demás derechos desaparecen ante él". El deseo y el romanticismo son fuerzas impetuosas imposibles de extinguir que persiguen la consumación. La unión de dos almas que se anhelan es para los amantes el único modo de alcanzar la plenitud; la historia de los enamorados que hacen caso omiso a este mandato sólo puede acabar en tragedia.