Trabalibros entrevista a Ramón Palomar, autor de "El novio de la muerte"

martes, 2 de enero de 2024
"Nunca hay que renunciar al estilo. Me parece fundamental tener un estilo propio, por honestidad personal y por honestidad hacia el lector".
Ramón Palomar nació en Nancy (Francia), hijo de padres valencianos. Vivió en Tánger, donde estudió en un colegio francés y, posteriormente, se trasladó a Valencia, donde cursó el bachillerato. Inició la carrera de Filología Románica aunque, por caprichos del destino, terminó dedicándose a la comunicación. Conduce uno de los programas matinales de radio más seguidos en Valencia (99.9 Plaza Radio) y colabora como columnista en los periódicos Las Provincias y ABC.

En 2013 publicó "Sesenta kilos", cuyo noir cañí recibió una cálida bienvenida de los lectores y la crítica. Seis años más tarde, refrendó la singularidad de su voz en el panorama del noir español con "La gallera".

En esta ocasión, y siguiendo la misma senda, nos presenta "El novio de la muerte", "una novela explosiva de legionarios, corrupción, drogas y venganzas, muy negra y llena de adrenalina donde, al más puro estilo Tarantino, nos lleva desde el franquismo de los años cincuenta hasta la ruta del bakalao y el tráfico de mescalina" (editorial Grijalbo).

El novio de la muerte (Ramón Palomar)-Trabalibros- Trabalibros (T): Después de un análisis de la estructura profunda de tu novela, he descubierto que la clave está en el número dos. Empezando por la portada, el título y los paratextos y siguiendo con el espacio, el tiempo, las ideas y los personajes, veo que subyace una estructura binaria de oposición entre contrarios. El motor de la narración sería la tensión constante entre dos elementos antitéticos. Así que he decidido hacerte una entrevista cabalística, rastreando la presencia de este número y lo que representa a lo largo de la novela.

- Ramón Palomar (R.P.): Qué bueno, adelante.

- T: En las portadas de tus dos últimos libros aparecen dos navajas, dos gallos y en esta dos rifles. El título de esta novela, dejando aparte las resonancias históricas y musicales que tiene, refleja la tensión semántica entre dos conceptos: novio-muerte. El novio es la vida, el amor, el sexo, la ilusión, el futuro, mientras que la muerte es todo lo contrario. La cita de Mac Orlan con la que das paso a la novela hace referencia a la división de los hombres entre los que beben alcohol, que son francos, y los que no beben, que no lo son y ocultan algo. Ahí también existe una dualidad, una tensión entre opuestos. Ventura abriendo y cerrando su Zippo (clic-clac, clic-clac, abierto-cerrado) sería la metáfora que preside tu novela.

- R.P.: Es cierto.

- T: Fijándonos en el tiempo también encontramos una importante oposición temporal: el libro está dividido entre el presente -con un Ventura mayor, viejo- y el pasado, donde en una especie de flashback, éste rememora su infancia, su juventud, su madurez, su llegada a la Legión y el nacimiento de su imperio. Existe una antítesis temporal entre el pasado y el futuro.

- R.P.: Sí. Me interesaba ese personaje entrado en años que acumula un montón de experiencias en su macuto, mostrado ya de una manera más escéptica, más relajada, frente al cabo Espartel de Tánger, que es un sitio legendario, porque se supone que ahí es donde Hércules separa los dos continentes, y me gustaba esa estampa tan decadente, tan entrañable y tan de soledad. Inevitablemente, yo creo que cuando un tipo tiene esa edad y se siente solo tiende a recordar siempre. Llegado a esas edades, vives de los recuerdos. Tú ya no tienes prácticamente una vida, tu vida son los recuerdos, porque se supone que ya no vas a vivir nuevas aventuras, no vas a hacer nuevas fechorías ni a tener nuevos amoríos y entonces te alimentas de los recuerdos. Y esa estampa de él, que siempre ha sido muy de ir a tugurios y muy peleón, reposando, estando ahí con la mantita, al aire libre (aunque pegando un tiro a la gaviota, porque en el fondo es Ventura) me gustaba. Me parecía una estampa muy lírica, muy melancólica. Me sirvió también para contar a través de los flashback por qué acabó en la Legión, como fue educado y por qué es así, en definitiva.

- T: Y claro, en esa dualidad temporal también encontramos inserta una dualidad emocional. La nostalgia preside su momento presente, mientras que el sentimiento que predomina en el pasado es la rabia, emoción que está en la base de su deseo de prosperar en el mundo de la delincuencia; rabia que, como sabremos más adelante, desarrolla a partir de un sentimiento de privación emocional maternal.

- R.P.: Sí, yo creo que a él le marca no haber conocido a su madre y también le marca, evidentemente, la educación tan espartana, tan férrea y tan loca que ha recibido. A él le educan dos personajes que creo que se ajustan a cómo eran los personajes de antaño de este país. Ahí no creo haber exagerado, yo creo que en este país había gente así, como su padre, Genaro, y como Luis de Santa Bárbara, que está basado en el escritor Luys Santa Marina. Eran tiempos muy broncos y muy duros, veníamos de una Guerra Civil y estábamos soportando una posguerra que fue durísima. Y era gente con muchas convicciones, supongo que se agarraban a ellas porque no tenían otra cosa. Creían en el honor, en la patria, en la camaradería, etc. No había internet, no había prácticamente sociedad de consumo, no había dispendios para alegrías, ni fiestas ni nada. Entonces, se aferraban a sus ideologías, posiblemente muy equivocadas, pero eso les permitía anclarse a la existencia y a la tierra, tener una razón de ser y de existir.

Todo ese entorno influye en Ventura y acaba en la Legión porque, en realidad, tiene que salir huyendo, por las trapacerías y los desmanes que cometen su padre y Santa. Y es en la Legión donde yo creo que encuentra la familia que no ha tenido, pero claro, no deja de ser una familia disfuncional y muy loca también. Sale de un entorno muy loco para ir a otro entorno muy loco. Crece obsesionado con la idea del imperio, que es lo que le ha metido Santa entre ceja y ceja. Quiere, como todo el mundo, buscarse la vida, prosperar en la vida, pero solo encuentra los métodos expeditivos que están al otro lado de la ley y se da cuenta de que en ese terreno campa por sus anchas, de que ahí sí es alguien y puede desarrollar su personalidad.

01. Trabalibros entrevista a Ramón Palomar
- T: También observamos una tensión espacial entre península (centro) y frontera (periferia). Fíjate lo que decía Ventura en “La Gallera”: “Los lugares fronterizos son una bendición de Cristo Rey. Un hombre solo puede demostrar su hombría viviendo en la frontera, adaptándose a ella, casándose con ella”.

- R.P.: Porque él mismo es un personaje muy fronterizo, sin ningún arraigo. No tiene un lugar sobre el que decir: qué feliz he sido aquí mientras crecía, qué bonitos recuerdos tengo. No, él siempre ha sido un expatriado, un exiliado, un apátrida. Quiere mucho a España, pero no deja de ser un tipo sin una geografía propia. Y entonces donde se siente a gusto es en las fronteras porque son terrenos muy nebulosos. Por un lado, entre frontera y frontera siempre existe ese lugar llamado tierra de nadie, que es una especie de limbo muy aventurero y muy propicio al contrabandeo, y por otro lado yo creo que eso te marca la mente de una determinada manera, te conviertes en un tipo sinuoso, difuso… Sabes muy bien a dónde vas, pero no sabes dónde están los límites realmente, porque en la frontera un día estás a un lado y al día siguiente estás en el otro. Él se salta también todos los límites de la moralidad.

- T: Las fronteras son sitios interesantísimos. Otro foco bipolar histórico o sociológico que aparece en tu novela es la vieja España franquista de los 50, de la que él sale, y la nueva España democrática a la que él vuelve, de la que el narrador dice: “Esa España que ahora visita no se asemeja a la España de la que él huyó hace ya tantos años”. A Ventura no le gusta nada la nueva España.

- R.P.: Ventura no entiende nada. Él en el fondo sale huyendo de una España que se hubiese portado muy mal con él, no por culpa suya, sino por ser hijo de quien es y apechugar con los pecados del padre y del colega del padre, pero aún así no le gusta la nueva España porque no la entiende. Eso le explota en la cabeza, no entiende nada, a él le han educado con un arma en la mano, le han enseñado a defenderse, a ser muy viril y muy autosuficiente. No entiende a la nueva España, pero tampoco la quiere entender.

- T: De hecho no vuelve, se queda en Tánger, en su chalet del cabo Espartel.

- R.P.: Y yo creo que en el fondo se lleva mejor con los “mohameds” que con los españoles. De hecho, el territorio de la península sólo le sirve para urdir sus fechorías y sus “bacalaos”.

02. Trabalibros entrevista a Ramón Palomar
- T: Pasemos a otro capítulo de tensiones bipolares, al que yo llamaré "filosófico-existencial", por llamarlo de alguna manera [Risas]. Tenemos por una parte el “energumenismo romántico”, esa especie de credo idealista cuasi místico de su padre y de Santa en el que es educado. Y por otra parte las lecciones de pragmatismo utilitarista que recibe de su mentor en la Legión, Ricardo Navarro, opuesto a cualquier idealismo, cuyo principio fundamental es que “el dinero es la mejor patria”.

- R.P.: Efectivamente, se da cuenta de que el dinero es la mejor patria. Tampoco creo que renuncie a lo anterior, pero en el fondo tampoco quiere acabar como su padre y Santa. Que por cierto, no sabemos cómo acaba Santa, a lo mejor hay que repescarlo, por eso lo he dejado así. Él se da cuenta de que lo importante en la vida es el dinero, pero como es un tipo muy de extremos por la educación que ha recibido pasa de un lado a otro sin transición. La figura de Ricardo le influye una barbaridad a la hora de decir: Bueno, bueno, que no todo en la vida son las grandes ideas patrioteras, etc, también hay algo que se llama dinerito y que nos gusta a todos y que si tú quieres un imperio lo que tienes que hacer es lograr muchísimo dinero. ¿Cómo tienes que conseguirlo? Pues ya sabes cómo, con la educación que has recibido.

Pero yo creo que tiene un punto de camaradería y de admiración, él admira a su padre, a Santa y a Ricardo. Pero Ricardo no deja de ser un desengañado, estaba en la onda de Genaro y de Santa pero es un tío que llega allí y se desengaña de todo. Que no deja de ser el famoso desencanto que muchas veces sucede, como el desencanto de aquí vivimos después de la Transición cuando creíamos que iba a llegar una nueva política e iba a ir todo de maravilla. Que es también el eterno desencanto que simboliza la insatisfacción humana, siempre estamos insatisfechos, siempre queremos algo más, siempre tenemos otra meta u otro objetivo y el día en que no lo tengamos pues malo, porque estaremos ya medio muertos. Ricardo forma parte el batallón de desengañados que dicen: todo esto fueron nuestras locuras juveniles, tu padre y su amigo se quedaron colgados con eso y no evolucionaron, pero yo ya he aprendido que en la vida lo realmente importante es el dinero y ser práctico, porque no vamos a estar siempre partiéndonos la cara por un ideal o por un jefe.

- T: Otra tensión entre polos la representan de alguna manera Genaro “el cíclope” -el padre de Ventura-y Santa. Porque Santa sustituye un poco a su madre. En vez de la dupla padre-madre tenemos la dupla padre-padrino.

- R.P.: Sí, señor.

- T: Y hay una gran diferencia física entre ellos (uno es enorme, musculoso, el otro es un tirillas), una gran diferencia cultural (Santa es culto y habla muy bien, Genaro no) y también una diferencia en cuanto al trato hacia el niño (Santa es tierno, afectuoso y cariñoso con Ventura, su padre no). De alguna manera, Ventura es maternalizado por Santa.

- R.P.: El padre digamos que no se puede permitir el lujo de, como dicen en la novela, ablandar al niño. Santa ese lujo sí que se lo puede permitir. Es un lujo que, en general, más que la madre se lo puede permitir la figura del tío. El tío soltero es el que mima a los sobrinos, el que les entiende, el que les da dinero a escondidas, el que se los lleva por primera vez a los bares y les deja jugar a la máquina tragaperras o al pinball. Al no tener madre el protagonista, sí que es verdad que la figura de Santa es más maternal, pero siempre también como contraposición a la del padre, que es tan duro con el hijo que simplemente un guiño que le haga a Ventura ya nos parece una barbaridad, porque el chaval está acostumbrado a recibir puñetazos, coscorrones… El mayor afecto que recibe del padre es cuando le regala una pistola, que fíjate qué regalo le hace. Pero el papel de Santa consiste en despertar cierta sensibilidad y en enseñarle un camino más artístico de la vida.

- T: Y también es el que le instruye en Historia.

- R.P.: El que lo culturiza, lo desasna. Lo culturiza a su manera, siempre con una visión muy sesgada, muy épica y muy cargada de ideología.

- T: Otra cosa característica de tus novelas es la violencia. En esta yo distingo dos estilos de violencia: por una parte la violencia ritual de Genaro y Santa y la violencia sádica de Montano y Dufour y por otra parte la violencia práctica y eficaz de Navarro. Navarro da una paliza o mata a alguien si tiene que hacerlo para conseguir sus fines pero no le gusta, no disfruta.

- R.P.: Es un profesional.

- T: Tenemos a los violentos por ideología o enfermedad y los violentos profesionales que usan la violencia como una herramienta de su trabajo.

- R.P.: Lo has definido muy bien. Cualquier sociedad -en general, habrá alguna excepción- siempre es violenta. La familia es violenta, nosotros somos violentos. Acordémonos de la frase de Gide: “¡Familias, os odio!”. El colegio es violento. Salir a la calle a veces es violento, por ejemplo con el tráfico. Y lo tenemos muy asumido. Todos arrastramos una gran carga de agresividad, solo que la sabemos gestionar, evidentemente, para poder funcionar por la vida, para tener un entorno más o menos agradable. Lo que vemos por la televisión es violento. Los mensajes de los periódicos son violentos. Estamos muy rodeados por la violencia y hay gente que lo digiere bien y hay gente que lo digiere mal. ¿Quién lo digiere mal? Los que son sádicos y dicen: estoy en un entorno violento, yo tengo un gran umbral de violencia y lo voy a traspasar, y además disfruto con la violencia. Eso está muy mal.

Me interesa escribirlo y retratarlo para distraer un poco al lector. La violencia ritual me parece mucho más interesante porque es prepararte para la vida, es una educación sentimental a lo Flaubert pero a lo bestia. Te están dando las armas para defenderte llegado el caso de necesidad y quieren que sepas hasta dónde llega el horror y qué tienes que hacer para no soportarlo tú y, en cualquier caso, ser tú el que provoque el horror a los demás y así sales victorioso. Y luego está la violencia profesional, que es como un fontanero que tiene que desatascar una tubería, simplemente. Es el tipo que usa la violencia sólo cuando tiene un fin muy cercano y cuando va a conseguir algo, si no no la usa porque es un gasto de energía y una pérdida de tiempo. Has definido muy bien, efectivamente, esos tres tipos de violencia.

Y luego hay un aspecto de la violencia que también me interesa y es el de la coreografía. Es decir, cómo apuntas, cómo sacas el arma, si parpadeas o no… Que por cierto, lo de no parpadear lo pillé de “El bandido adolescente” de Ramón J. Sender, un libro que recrea las andanzas de Billy el Niño, del que cuentan que su secreto era que no parpadeaba cuando disparaba. Fue un libro que me encantó cuando era adolescente y rescaté ese guiño de no parpadear a Ramón J. Sender. También me interesa cómo pegas un puñetazo, por dónde lo pegas, el dolor, cómo lo sientes, qué pasa con la tortura, cómo la aguantas… Hay un aspecto muy coreográfico muy de ballet, muy de teatro de la violencia, que siempre me ha resultado muy atractivo. Siempre en la ficción, evidentemente. Para mí ver en la realidad una pelea entre dos personas es un espectáculo insoportable, hace que me sienta incluso mal físicamente. Sin embargo, en la ficción me lo tomo como un ballet y creo que también se puede sacar poesía de la violencia. Es muy divertido sacar cierta poesía y cierta literatura de la violencia.


03. Trabalibros entrevista a Ramón Palomar
- T: Otra tensión entre dos polos, esta vez culturales-religiosos. Ventura es español, blanco y católico, mientras que Sodia, su único amor, es marroquí, negra y musulmana. Este es un contraste no casual, claro.

- R.P.: No, en absoluto es casual. Volvemos a los terrenos de las fronteras muy difusas. Lo que se espera de Ventura, siendo como es la educación que ha tenido, es que tenga una mujercita muy hacendosa, obediente y laboriosa remendando los calcetines en casa y preparando el guisopo del domingo. Pero al fin y al cabo esto es una novela y mola meter contrastes e ir a lo inesperado, es más divertido crear ese mundo de oposiciones para entretener al lector, en mi caso. Yo tampoco pretendo dar mensajes profundos ni nada parecido. Pero ese tipo de parejas siempre me encantan, por lo inesperado. Sodia es marroquí, es musulmana, es negra y además es muy astuta y muy ambiciosa. O sea, que no es cualquier cosa, no es una princesita de ébano que admira a su pareja, es un bicho de cuidado que puede llegar a ser incluso peor que Ventura. Pero de nuevo tenemos aquí a dos personajes muy apátridas, uno es católico y la otra es musulmana porque son de donde son, pero en el fondo son almas gemelas y persiguen el mismo fin, triunfar en la vida y tener un imperio. El envoltorio es diferente, pero en el fondo de sus almas son siameses.


- T: Pasemos a otro capítulo de oposiciones, el de los códigos de conducta. En tu novela se mezclan el código de conducta de los criminales civiles y el código de conducta de los criminales militares. Hay una extraña mezcla entre los dos. Recuerdo una frase de Ventura de tu libro “La gallera” que decía: “El esquizofrénico código de legionario, corrupto pero honrado”. Esquizofrénico significa tener la mente escindida y es un adjetivo muy bien utilizado porque aquí se conjuga ser corrupto y honesto a la vez.

- R.P.: Y yo creo que se puede. Es decir, ellos son muy leales con los suyos. Creen en la camaradería, creen en la lealtad, tienen sus ideas, creen por ejemplo que no hay que sacrificar nunca ni mujeres ni niños, ellos nunca van a robar al humilde, nunca van a matar al tonto. Ellos siempre se enfrentan al de arriba, al poder, un poder que a veces está en las sombras. Ellos plantan cara al sistema establecido y para eso hay que ser muy honrado y muy consecuente, pero no dudan nunca en usar cualquier tipo de herramienta y aquí es donde entramos en la corrupción. Porque claro, ellos se dedican a negocios ultra corruptos. Pero insisto, el punto de honradez está en que ellos nunca se dedican, a no ser que alguien les moleste para alcanzar un fin, a humillar gratuitamente al débil, al pobre, al humilde, al que se esfuerza y no es nadie en la vida… Ellos siempre atacan a los poderosos, entran en cualquier tipo de corrupción para irá por ellos y quedarse con su negocio, que es de donde van a sacar todas sus fuentes de financiación. Pero ellos tienen un respeto siempre hacia la gente con valor y hacia la gente humilde.

- T: De hecho, esta particular asociación provoca en el lector dos emociones que se ven muy bien reflejadas en una frase de “El novio de la muerte”: “Somos unos cabrones, pero no unos malditos cabrones”. Se crea un doble sentimiento, en la medida en que son unos cabrones los odiamos, pero en la medida en que no son unos malditos cabrones empatizamos con ellos.

- R.P.: Claro, es como el Grupo salvaje capitaneado por William Holden. Son asesinos, son forajidos, son ladrones, pero no abandonan al colega. Y estos son de ese palo, de esa raza, que yo creo que son personajes que ya no existen, por lo menos en nuestra sociedad moderna, que tú puedes ser muy cabrón pero sabes hacia dónde disparas y sabes que hay determinadas líneas que no vas a cruzar nunca. Son muy chulos, muy agresivos, muy violentos, pero siempre dentro de un orden.

- T: Vayamos ahora al último bloque, el que yo llamo de contrastes formales. Cuando empiezas a leer este libro piensas que estás ante una novela de aventuras con un componente bélico, pero poco a poco ves cómo se desliza hacia la novela negra. Hay dos polos: aventura bélica-novela negra.

- R.P.: Incluso hay un puntito histórico, con todo aquello de la Marcha Verde, el contexto aquel de Franco entubado, los tejemanejes entre Estados Unidos y Marruecos para quedarse el Sáhara, lo de las minas de fosfatos… Porque claro, no me voy a poner a explicar todo eso en la novela, pero Marruecos ya era un gran productor de fosfato sin el Sáhara. Ellos querían el Sáhara para asegurarse prácticamente el monopolio mundial de fosfatos y los que se dedican a esto son accionistas. Y sin darme cuenta utilicé de telón de fondo todo el mangoneo ese, que es mucho de novela negra. En la novela negra -que no en la novela de misterio ni en el thriller-siempre está el poder de los de arriba, los que de verdad mueven los hilos, que suelen ser grandes corporaciones que tienen untados a los políticos, etc. Es decir, por un lado están los peones -y Ventura no deja de ser un peón- que son los que se manchan las manos, pero los verdaderos cabrones son los que están arriba en su despacho, con la moqueta, blindados con siete secretarios. Esos son los verdaderos cabrones que permiten que los demás se vayan manchando y ensuciándose las manos de sangre.

Y de nuevo volvemos a lo del dinero. En el fondo esto es un asunto de dinero. La historia que cuento en la novela es cierta, las instalaciones de Fos Bucraa eran nuevas, de las mejores del mundo, tenían una cinta kilométrica que lo transportaba todo, todo eso es real. Y Marruecos se comprometió a pagarnos todas esas instalaciones; por supuesto, nunca pagó nada. Con lo cual, y aquí ya entra mi imaginación, yo supongo que debía haber gente muy perjudicada, no sólo por parte del Gobierno, imagino que habría también ahí gente que puso dinero y que tendría intereses financieros creados. Ese es un asunto al que nunca le hemos prestado atención en este país, por esa manía que tenemos de tapar nuestra propia historia, la buena y la mala, lo tapamos todo y no nos gusta mirar atrás.


Yo creo que todo aquel momento, con Franco entubado en la cama, con la Marcha Verde, con las drogas llegando a España por medio de los hippies, con los aires de libertad que se empezaban a respirar en España, con la gente que seguía anclada al búnker por otro lado… me parecía que, efectivamente, era un terreno muy fértil, tanto para la novela negra como para la novela de aventuras y también para dar alguna pincelada histórica, porque era un momento muy explosivo y muy convulso. Y para mí una historia donde hay un crimen y hay que resolverlo, pues está muy bien, pero no deja de ser un puzzle en el que vas encajando las piezas. Sin embargo este tipo de narración, como el de “El novio de la muerte”, yo creo que intenta aportar una visión más amplia y global, en lugar de centrarnos sólo en el mero pasatiempo de un crimen que vamos a intentar resolver y atrapar a ese psicópata tan listo por medio de un inspector o inspectora muy traumatizado que lo persigue. Y además creo que me cabía todo ahí, incluso un poco de western.


- T: Sí, evidentemente esta novela sigue la línea de las anteriores, pero yo creo que te has separado de forma significativa de las otras dos. Incluso he pensado que podría ser un primer ensayo para luego escribir novelas de otro género, que mezclar la aventura con lo bélico y lo histórico quizá era una forma de ir entrenando para una novela fuera del género negro.

- R.P.: Eso me interesa mucho que me lo digas, porque yo ahí no soy consciente del todo. Yo me di cuenta al acabar, al corregirla. Pero no sé si es bueno o malo.

- T: Yo he echado en falta una cosa que me gustó mucho en la segunda novela, “La gallera”, y es ese despliegue de creatividad con las palabras compuestas, los neologismos que yo llamo palabras centauro (narcobeato, fornifollar…) En esta última no hay tantas.

- R.P.: Porque no quería abusar, tampoco quería que eso quedara como marca de la casa. No me lo pedía el cuerpo y yo no soy un escritor demasiado cerebral, me dejo llevar por mis instintos. Quizás en “La gallera” me pareció un poco forzado, como para querer sorprender al lector.

04. Trabalibros entrevista a Ramón Palomar
- T: He detectado otra dicotomía dentro del apartado formal, entre literatura de la imaginación y literatura de la observación. En “El novio de la muerte” en parte veo literatura de la imaginación, pero también veo literatura de la observación, directa o delegada a través de los que te han informado sobre lo que en los agradecimientos de la novela llamas "sucesos bárbaros".

- R.P.: Exacto. Por ejemplo, lo de las serpientes cobra. En Tánger, cuando yo era pequeñito, muchos domingos nos íbamos a la kasbah porque había encantadores de serpientes, yo tengo fotos con ellos y con la cobra. Eso es observación, por lo visto se me quedó grabado en el cerebro porque era muy divertido. Pero luego la imaginación actúa cuando pienso, ¿y si escribo que estos reptiles van a participar en una especie de tortura? Es una mezcla, pero primero siempre está la observación. Siempre. Igual que con los legionarios, yo los veía en Ceuta cuando era pequeño e íbamos allí a comprar cosas. Tú eras pequeño pero ya te dabas cuenta de que era gente de otra pasta. Yo no sabía qué diferencia había entre un soldado normal, como tu primo del pueblo que se va a la mili, y un legionario, pero sí que te dabas cuenta de que el legionario era diferente. Y no sabías el motivo, si era por cómo caminaba, por el pecho lobo que lucía, por los tatuajes, por la mirada fiera que tenían, aunque por el respeto y la educación que tenían también. Primero siempre es la observación y luego, en este caso, preguntar a amigos que habían estado en la Legión, que me han ido contando aventuras. Todas las aventuras que salen en el libro sobre la Legión son reales, me las han contado, y se ha quedado fuera alguna más que no he tenido tiempo de poner.

- T: Todo el que no era legionario era pistolo. Era un grupo distinto a los demás, incluso el tono de verde era diferente, el verde legionario es más claro que el verde pistolo.

- R.P.: Claro. También desfilan a mayor velocidad, que además les da un punto entre cómico y extravagante, porque parecen personajes de cine mudo, de esos que van a más velocidad de la normal. todo es diferente en la Legión y es un mundo que se me antoja muy atractivo para la literatura y es un mundo muy poco explotado. Fíjate que Pierre Mac Orlan ya lo vio hace años, tuvo que venir un francés a hablar de la Legión Española.

- T: Así es, en su libro “La bandera” tiene incluso un par de páginas donde habla de Millán-Astray y explica cómo creó la Legión. También cuenta cómo funciona y cuál es su espíritu.

- R.P.: La creó basándose en el bushido japonés de los samuráis y en la Legión Extranjera Francesa. Él metió todo eso en su turmix y salió la Legión Española. Mira, Millán-Astray también lo hizo, aplicó observación e imaginación.

- T: Otra oposición que se observa en tu novela es la de la literatura atmosférica frente a la de la literatura de acción trepidante. Hablábamos antes de Pierre Mac Orlan, que es un escritor muy atmosférico, muy bueno creando ambientes y aquí tú lo has hecho también describiendo el ambiente de Tánger, pero sobre todo de Benimakada. Las dos páginas en las que describes este barrio tangerino, ese “sucio paraíso”, son mis preferidas del libro.

- R.P.: También son de mis preferidas. Benimakada existía. No era tan así como lo cuento, pero era un barrio enorme lleno de chabolas y mi madre iba a veces, porque las chicas que tuvimos para ayudar en casa, aunque iban cambiando, siempre vivían en Benimakada. Mi madre siempre las trataba muy bien y les hacía regalos y a ella la invitaban cuando nacía un niño o cuando se casaba una hija e iba encantada a Benimakada a estas fiestas, que se hacían en una chabola.

- T: Ahora Benimakada ha cambiado. Es un barrio enorme en el que se ha construido mucho, incluso está preparado con hoteles para turistas.

- R.P.: Yo estuve en Tánger desde los 4 a los 11 años y volví allí con 40, estuve 4 días. Y lo que más me sorprendió y evidentemente me alegró fue que yo no había chabolas, ni tanto pobre por la calle pidiendo limosna. Me encontré con una sociedad de una clase media muy pujante y una ciudad muy vibrante. El espíritu de Tánger creo que era el mismo que cuando vivía yo en los años 70, me dio la sensación de que seguía igual de divertido, de gracioso y de extravagante, pero ya no había chabolas y me alegré una barbaridad. Yo iba a veces a Benimakada porque los padres de mi mejor amigo vivían en un chaletito muy cerca de allí, desde donde se veía este barrio al fondo. Qué bueno que haya cambiado.

- T: Para terminar, el escritor Bernard Baritaud, estudioso de Pierre Mac Orlan, hace una reflexión refiriéndose a él que dice: “Lo que cuenta, más que escribir mucho o escribir bien o escribir concienzudamente, puesto que esto fácilmente se puede conseguir, es tener un estilo. Esto último equivale a tener honestidad, en primer lugar consigo mismo y con el lector después”. Escribir bien y escribir concienzudamente es relativamente fácil, pero escribir con estilo es otro cantar. ¿Qué te parece esta afirmación?

- R.P.: Me parece muy acertado y muy oportuno. A mí me da la sensación de que actualmente las editoriales buscan novelas que estén escritas correctamente, pero que no brillen demasiado ni destaquen porque creen que eso puede abrumar al lector. Nunca hay que renunciar al estilo, me parece fundamental tener un estilo propio, por honestidad personal y por honestidad hacia el lector, por no tratar al lector como a un indigente mental. Para mí el lector siempre es alguien muy inteligente, alguien que se toma la molestia de coger una novela y leerla es alguien ya inteligente y siempre me preocupa no insultar su inteligencia. ¿Cómo lo hacemos? Por una parte no explicándolo todo, dejando ciertas cosas en bruma para dejar que su imaginación también trabaje y llegue a ciertas conclusiones y, por otra parte, escribir en un estilo reconocible para que él lo pueda apreciar.

Porque efectivamente, hay autores a los que yo leo por su estilo y no por lo que me estén contando. Lo que me cuentan a veces me importa un bledo, los sigo por el placer de la lectura, por su musicalidad y por cómo juntan las palabras, las frases y la atmósfera que crean con su particular estilo. Eso me parece fundamental y creo que es algo que se está perdiendo. Existe una anécdota muy curiosa sobre “El sueño eterno” de Chandler. Cuando fueron a hacer el guión de la película, al acabar la novela se dieron cuenta de que no descubrían quién había matado al chófer. Releyeron la novela y seguían sin saberlo, así que fueron a hablar con Chandler y su respuesta fue: Pues no lo sé.


- T: Le daba igual, eso no era lo importante.

- R.P.: Exacto. Pero además, cuando yo la leí, ni siquiera me fijé en ese detalle. ¿Por qué? Porque me daba igual. Porque a Chandler, que tiene un estilo que es una delicia y una maravilla, no lo lees porque sea novela negra y haya un crimen que estés deseando resolver, lo lees por el estilo de su prosa.

Desde Trabalibros agradecemos a Ramón Palomar el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas.

Nota Trabalibros: Bruno Montano entrevistó a Ramón Palomar sobre sus dos novelas anteriores, aquí os dejamos el enlace:
Trabalibros entrevista a Ramón Palomar sobre "Sesenta kilos"
Trabalibros entrevista a Ramón Palomar sobre "La gallera"
El novio de la muerte (Ramón Palomar)-Trabalibros
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