LOS DIAS DEL COVID
Día 1
El tiempo había llegado. La ambulancia lo llevó lejos.
Cerrado en una escafandra azul cobalto navegaba hacia lo desconocido. Él, bañero todo servicio de la playa de Alassio.
Ahora estaba echado como un atún apenas atrapado. Sentía voces, ordenes precisos, entreveía siluetas extraterrestres, nerviosas.
La sirena era el único ruido claro. Su corazón latía fuerte. No tenía miedo de morir, había tenido un accidente, solo hubo atrapado en el fondo de la fosa, pero se escapó de la mordaza de las rocas y se arrastró hasta la orilla.
Agotado, colapsó cerca de una joven en bikini. Había intentado levantar un brazo, pero no sentía fuerza. El pánico de los turistas era palpable.
La aparición de hombres que bajaban de la ambulancia fue el último recuerdo, después nada.
Semiconsciente fue cargado en el vehículo, tenía problemas para respirar, se sentía inusual, como si fluctuara en el vacío.
Después de un tiempo infinito la camioneta se paró, las puertas se abrieron y él fue entregado en un lugar desconocido. Le hicieron una inyección y se sentí mejor.
Ahora intentó mirarse entorno. Vio un centenar de personas con unas tarjetas coloridas, todas echadas sobre camillas improvisadas, sobre el pavimento que oleaba de desinfectante.
Había un número escrito en las tarjetas.
- Verde 150. – se oí una voz.
Pronto aparecieron dos energúmenos con una especie de carrito, lo cargaron y lo llevaron.
Así pasaron algunas horas, al final fue la suya.
- Azul 345. – dijo la voz.
Otros dos hombres aparecieron, con antifaz y guantes. Él fue cogido y llevado adentro de una gigante bola de plexiglás.
- Aún este y después hemos terminado. – dijo una voz.
- Vemos que son los síntomas.
El hombre vestido de rojo se acercó, era bajo, caminaba con la cabeza ligeramente chinada en un lado y emanaba olor de caramelos de menta.
- Este no tiene nada, pronto inyectad. Tiene que enfermarse, de otra manera no lograremos el número delta.
- Varón, robusto, unos 30 años. – dijo la enfermera.
- Inyectad una ampolla de Voltomax. ¿Qué tenemos después?
- El compuesto Z y también el K. – respondió una voz ronquera de mujer, corriendo hacia un casillero.
- Están agotados desde hace dos años, pero cuantos los hemos pagados.
- Pronto, deprisa. – respondió el hombre vestido de rojo.
El bañero sentí como si muchas agujas frías se clavaran adentro de él. Cuando se despertó, el día siguiente, sentí una voz que triunfaba.
- Mirad el virus hizo su efecto. Este hombre ha sido infectado. Excelente trabajo chicos. – dijo radiante el hombre.
- Ahora pronto, mandad otro, y este llevadlo donde lo cogiste, cuando se despertará no recodará nada.
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