Con objeto de presentar y promover su literatura en el ámbito internacional, el Centro Estatal de Traducción de Azerbaiyán nos envía este texto del gran poeta sufí místico azerbaiyano Nizami Ganjavi.
Extracto del poema "Las siete princesas"
(Traducción al castellano de Carmen Linares).
En el nombre de Dios clemente y misericordioso
¡Oh Tú, de quien el mundo ha encontrado su ser, porque ningún ser fue antes que Tú! ¡En Tu acto iniciador reside el principio de todas las cosas; en tu acto finalizador reside de todas las cosas el fin! ¡Oh Tú, que has alzado el firmamento excelso, iluminador de estrellas, recolector de muchedumbres, creador de los almacenes de la generosidad, iniciador novísimo y plasmador de la existencia, por Ti se articulan en armonía todos los actos! ¡Oh Tú, que eres todo y a todos has creado! Tú eres, y no existe parangón ni símil tuyo: los sabios sólo te conciben así. ¡Oh, donador de luz a los videntes, no en la forma, sino en el ornamento que Tú a la forma confieres! Todos los seres existen en virtud de la Vida: Tú estás vivo y la vida procede de Ti. ¡Oh Tú, que has creado el mundo de la nada, tañedor y, al mismo tiempo, donador de melodías; Tu nombre, que es el principio de todos los nombres, es el primer principio y el último fin: primero entre los primeros al comienzo de la cuenta, último de los últimos al final de todo. ¡En virtud de Ti es perfecto el ser de todos los seres, y el retorno de todos ellos será a Ti! La vía que conduce a Tu corte está obstruida para la Imaginación; el polvo de la destrucción no se deposita nunca a Tu puerta. Tú no has nacido; todos los demás fueron engendrados. Tú eres Dios; los demás son viento. Con un solo pensamiento muestras la vía, con un solo punto sutil resuelves las cosas, mas la puerta se cierra, cerrojo tras cerrojo, para aquel cuya mente no está familiarizada con la prosternación. Tú concedes a la aurora el poder de iluminar la noche, das el pájaro al día y al pájaro su alimento cotidiano. Tú has confiado a la luna y al sol dos toldos blancos y negros; día y noche son viandantes de tu senda, esclavos de lóbulos horadados en Tu corte. Ningún bien o mal se hace sin Tu orden, nadie actúa por deliberación propia. Tú has encendido dentro del cerebro del hombre un intelecto más luminoso que la lámpara, mas a despecho de la profunda agudeza que el hombre posee, aunque esté en su lugar, está fuera de sí por Tu causa. Puesto que, en el camino que lleva a Ti, el intelecto vuelve hacia atrás, ¿cómo podría emprenderlo la Imaginación? Si del alma, que se convierte en sustancia y habita nuestro cuerpo, nadie conoce el lugar, ¿cómo podría acceder a Ti la Imaginación extraviada, si Tú no eres sustancia ni te hallas en lugar alguno? Tú muestras la vía, y nadie Te la muestra a Ti. Estás en todas partes, pero no conoces espacio. ¡Nosotros, que somos una parte de los siete cielos1, contigo estamos fuera de ellos, fuera! ¡Ni el Intelecto Universal2, que deriva de Ti, osa mirarte por temor! ¡Oh Tú, cuya gracia necesitamos desde que alumbra el día hasta la oscuridad de la noche, en todos los sentidos eres Aquel que muda nuestro estado, porque nadie sino Tú puede mudarnos! Nada ocurre, para bien o para mal, ni existe la esencia de nadie hasta que Tú lo quieres. Tú das y Tú aportas, de la arcilla y de la piedra, el fuego del rubí y el rubí del fuego. El mundo, y el cielo que viaja en torno a él, montan guardia a Tu puerta. Los dos son pintores de Tu cortina3; todos son nada; lo que se hace, Tú lo haces. ¿Cómo podrían venir el mal y el bien del astro, si él mismo es vencido por el mal y por el bien? Si las estrellas concedieran la felicidad, Kei-Qobad4 habría nacido de un astrólogo. ¿Quién entre los astrólogos puede alcanzar un tesoro con sus cálculos? Pero Tú das, sin intermediario alguno, arcas de gemas a quien no sabe distinguir siete estrellas de cinco. Todas las sutilezas de los astros, junto con las ciencias ocultas, una a una he estudiado, y he buscado en cada carta su secreto; pero, cuando te encontré a Ti, borré todas mis cartas. Vi que la dirección de todo era Dios y como Dios sobre todas las cosas Te encontré. ¡Oh Tú, que haces vivir a los que tienen alma, y a todos provees del pan de Tu horno, hónrame acercándome a Tu umbral y libérame de la necesidad de recurrir a las criaturas! Dame mi pan sin la mediación de nadie, ¡oh proveedor de todos los seres animados! Puesto que en mi juventud nunca me aparté de Ti, y para ir a casa de los demás no partí de Tu casa, Tú has mandado a todos a mi puerta; yo no los he pedido, Tú los has dado. Guárdame de lo pavoroso, ahora que he envejecido en Tu corte. Pero, ¿qué digo? Son éstas palabras erradas. ¡Si Tú eres mío, todo el mundo es mío! Tú puedes salvarme, a mí, atormentado y descompuesto por los negocios del mundo; sálvame entonces. ¿A quién dirigiré mis lamentos, si sólo Tú eres el Socorredor? ¡Acéptame, pues, como siervo! Aunque son muchos los secretos escondidos, a Ti no se te esconde el secreto de nadie. Acoge ese deseo que no se te cela porque bien sabes lo que quiero. Pero aunque no obtenga de Ti lo que anhelo, conoces que el amor que te profeso es desinteresado. Mas será mejor que busque en Ti mi meta, que sólo hable contigo. Si revelo a la gente mi secreto me convierto en un miserable, pero soy noble y honrado cuando te lo digo a Ti. Nizami ha sido criado bajo tu protección, no lo arrojes de Tu puerta a la puerta de otros. En virtud de Tu divinidad, honra su voluntad con la corona de la discreción5, porque mientras te exponga sus necesidades, aunque sea pobre, será en realidad un coronado.
NOTAS
1 La tradición cosmográfica musulmana –conforme a la concepción tolemaica–cuenta nueve cielos, representados como esferas concéntricas de sustancia transparente, «cada una dentro de la otra como las capas de una cebolla», según palabras de un célebre tratado: las esferas planetarias son siete, de ellas, la octava corresponde a las estrellas fijas; la novena y más externa es la que arrastra en su movimiento a las restantes. La interpretación «física» de los cielos tolemaicos debida a la ciencia islámica, coherente con su propio planteamiento realista-experimental, constituía una reacción contra la tradición científica griega, que los había considerado puras formas geométricas, es decir, abstractas.
2 Según la teoría filosófica de Avicena –de origen neoplatónico–, el Intelecto Universal es la primera Emanación, la inmediatamente posterior al Uno.
3 El término persa parda significa tanto «cortina» como «tela» (para pintar); de ahí el juego de palabras, que no puede reflejarse en español, entre «pintor» y «cortina». El concepto que se quiere expresar es que, en realidad, todo acto humano no es otra cosa que la ejecución del diseño divino.
4 La primera parte del nombre, Kei, del antiguo persa kavi, es un antiquísimo título real, que luego sirvió para indicar una de las estirpes más antiguas de los reyes iranios. Kei-Qobad es un famoso keiánida, símbolo, por lo común, de potencia y de suerte real.
5 Nizami, dirigiéndose a Dios como a un confidente íntimo, le ruega que acoja la confesión de su deseo secreto «con discreción».
Loas a Muhammad, Señor de los enviados de Dios
El punto de la circunferencia del compás primigenio, el sello del final de la creación, el nuevo fruto del jardín de los siete cielos antiguos, la perla real del intelecto, la corona de
la palabra, ¿quién es (todo ello) sino el Señor de la intención divinamente confirmada, Ahmad1, el Enviado, el apóstol de Dios? Rey de los profetas, por la espada y por la corona: su espada es la Ley; su corona, la Ascensión2. Humilde, pero mérito esencial de los elementos, luz para el Divino Tapiz, sombra para el Trono, aquel que tañe las cinco fanfarrias reales3 de la Ley Santa, aquel que implanta los cuatro fundamentos del reino de la tierra4. Todos los seres son barro y él es la meta del ser. Él es el loado (Muhammad) y su profecía es loable. De la primera arcilla con que se amasó a Adán5, él fue la parte pura; el resto de los hombres fue la hez; y del último ciclo que movió el firmamento, él recitó la invocación final para sellarlo. El orden y la prohibición dependen, en verdad, de él: lo que él prohíbe es malo, lo que ordena es bueno. A él, que de la pobreza hacía honra6 y no tormento, ¿qué le importan los tesoros? Para él, por cuya obra se oscureció el blanco día7, ¿qué importancia tienen el sol y la sombra? Él fue el divino Vicario del reino, el destructor de las realezas humanas: abatió a los soberbios, mas dio la mano al caído; trató bien a los buenos; obligó y venció a los opresores; por una parte, la espada de sangrienta violencia, por otra, la misericordia como bálsamo. Su bálsamo fue caricia para el angustiado; su espada, golpe destructor para los corazones de piedra. Aquellos que ensillaron los caballos para combatir contra él, y a la cintura se ciñeron un cuero de odio, he aquí que todos golpean el cuero sobre su tambor después de tantos años. Aunque el Señor lo eligió entre todas las criaturas y creó los cielos por amor a él8, su ojo, que es sello de divinas visiones, posee vergeles que no pertenecen a este jardín material. Los que sostienen los anillos del firmamento vestido de negro son esclavos9 con anillos en las orejas a su servicio. Él escoge los Cuatro Amigos10 electos, en el origen y en la ramas, que son las cuatro paredes del arca de la Ley. De la bendición derivó la luz de sus ojos: ¡recaigan las bendiciones sobre su naturaleza! Cuando su aliento esparcía almizcle por el aire, hacía caer dátiles frescos de la palmera seca. Con una alma semejante, cuyo aliento es siempre ayuda, de la tierra al cielo es todo un gran cuerpo, que de aquella alma extrae la vida: son todos un Trono y él es su Salomón. Su poder milagroso es dátil fresco para la seca espina, y Su dátil es espina para el enemigo; ésta es la maravilla. La tijera de su dedo ha hendido en su mano la manzana de la luna; espantó así, con el tajo, la manzana, pero arrebató la catarata de las estrellas11. El creador lo ha elogiado, pues éste es el Elegido, aquél el Elector: ¡desciendan plegarias mayores que el ámbito de la esfera azul sobre el elector y el elegido!
NOTAS
1 Ahmad, en árabe, literalmente «el loadísimo», es sinónimo de Muhammad (part. pas. «el muy loado»), nombre del profeta del Islam.
2 «Ascensión», mi ray en árabe y persa, es la legendaria subida a los cielos de Muhammad, basada en un sutil pretexto del Corán, pero muy desarrollada por la tradición posterior.
3 «Las cinco fanfarrias reales» se refieren a la nawba, una especie de fanfarria real que se tocaba ante el palacio de los soberanos cinco veces al día, o en ocasiones muy especiales, a determinadas horas. Es signo de majestad y potencia. El número aparece vinculado a los cinco preceptos fundamentales de la ley islámica, esto es, profesión de fe, oración, ayuno, peregrinación y limosna ritual.
4 Muhammad no aparece aquí como figura histórica profética, sino como Luz Muhammadí, Logos eterno. Los «cuatro fundamentos» corresponden a los cuatro elementos.
5 En la tradición gnóstica irano-islámica, Adán no es tanto el primero de los hombres como el primero de los profetas y símbolo del hombre cósmico. Aunque hecho de arcilla –según el Corán, II, 30 y ss.–, los ángeles se prosternan ante él. El «resto de la arcilla de Adán» es un concepto que se encuentra en muchos autores místicos.
6 Se refiere al conocido hadiz (tradición atribuida al Profeta Muhammad): «Mi honra es la pobreza».
7 Alusión evidente al milagro de un eclipse atribuido a Muhammad por las tradiciones.
8 «Creó los cielos por amor a él». Referencia a otro conocido hadit qudsi (es decir, una tradición que refiere palabras directas de Dios): «De no ser por Ti [oh Muhammad] no habríamos creado el universo».
9 Puesto que en este lenguaje «los anillos del firmamento» son los cielos y «el que lleva un anillo en la oreja» es el esclavo, debe entenderse lo siguiente: los cielos (nocturnos) no son más que esclavos al servicio del Profeta Muhammad.
10 «Los cuatro amigos» son los cuatro primeros califas Abu Bakr, ‘Umar, Utman y ‘Ali. Los shiíes consideran usurpadores a los tres primeros, y reconocen sólo a ‘Ali y sus descendientes. El pasaje demuestra la afiliación sunní de Nizami.
11 La tradición atribuye como milagro a Muhammad la quiebra de la luna. El pretexto se encuentra en un misterioso versículo coránico (LIV,1): «Se ha quebrado la luna; la Hora está cerca», probablemente una alusión escatológica. La luna recibe el nombre de «catarata de las estrellas» por su luz blanquecina que apaga la mirada de los astros. Al quebrar la luna, Muhammad «arrebata la catarata de las estrellas».
La ascensión del Profeta
Puesto que su corona no cabía en el mundo, la Ascensión1 llevó su asiento hasta el trono de Dios. Para su exaltación desde el peldaño bajo, Gabriel2 vino guiando con la mano a Buraq3, y le dijo:
«Pon sobre el viento tu pie de tierra, para que en tierra se convierta el firmamento. En la vigilia nocturna de los íntimos alojamientos eres esta noche guardián de la pureza; tuya es la velocidad de rayo de este Buraq, cabálgalo porque esta noche te corresponde la guardia en el palacio de Dios. Al igual que te he traído la flecha de guardia, te traigo también a Buraq como cabalgadura. Guía tu montura sobre el firmamento porque tú eres la Luna, hazla correr sobre los astros, porque tú eres el Rey; arrebata las seis direcciones de las siete raíces4, traspasa los nueve cielos con los
cuatro clavos5. ¡Haz pasar el corcel más allá de la plataforma del firmamento y coge a lazo la cabeza de los ángeles! Aquellos que derraman el perfume de la noche están a tu servicio; los ángeles te esperan vestidos de verde; las delicadas bellezas del Egipto de este compás se han enamorado de ti, como José. Surge, pues, para que puedan verte, y se corten, con las naranjas, las manos6; y en el cielo, bajo tus pasos, forma una cabellera nueva con el rizo de tu sombra. Haz que florezcan como lámparas los nocturnos viandantes; muestra fresco tu rostro, como el brote de un jardín. La noche es tu noche, el tiempo es la hora de la plegaria: obtendrás lo que quieres. Renueva el tapiz de los ángeles, planta las tiendas al pie del Trono divino; toma la corona, porque te has convertido en Rey; ve más allá que todos, porque te has convertido en el jefe.
Yérguete soberbio por encima de todos; aprópiate con una amplia carrera de los dos mundos; vacía tu camino de polvo; parte hacia la Corte de la Eternidad, para que, como don que se concede al mensajero a tu llegada, tu estandarte se agite sobre los dos mundos». Cuando Muhammad, en secreto, escuchó de Gabriel este mensaje que acariciaba el espíritu, dio perfección al intelecto y a la oreja anillo de servidumbre: aquél era el siervo de confianza de Dios en la revelación; éste, el siervo fiel del intelecto, en palabras y pruebas. Dos tesoreros7 confiados a la guardia de un solo depósito sagrado: éste, lejos de los demonios; aquél, de los hombres demoníacos; uno hizo llegar la cláusula del mensaje, el otro escuchó el secreto del sagrado discurso. En la noche oscura, aquella lámpara resplandeciente acogió el sello del diseño del amado; no apartó el cuello del collar de aquel lazo: ¡un collar de oro sólo así puede encontrarse! Como el rayo, se sentó sobre Buraq, sosteniendo el corcel entre las piernas y la fusta en la mano y, cuando hubo puesto pie en el corcel, la perdiz que camina majestuosamente en las alturas saltó rápida; batió las alas de pavo real de los cascos, con la luna arriba, como la montura de Kei-Kaus8, y voló con una carrera tan rápida que dejó atrás las cuatro águilas de los elementos. Todo lo que veía pasaba bajo sus pasos; la noche recibía las coces y la luna tiraba de las riendas. Has visto cómo camina la fantasía, cómo el rayo desenfunda rápido la espada. Pues la velocidad a que viaja el intelecto por el mundo, el movimiento del espíritu en un ser joven son gestos propios de una cojera comparados con su viaje, son estrechos comparados con la vastedad de sus pasos. Su carrera sobrepasó la del polo, el del norte o el del sur, y a la escuadra de aquel papel rayado9 mostraba ora Arturo ora La Espiga. Cuando Muhammad, con la danza de las patas de Buraq, hubo recorrido todas las páginas de aquel cuaderno, tomó la vía de la puerta del mundo, se alejó de la vuelta del firmamento, esculpió en las moradas del cielo una vía real hacia las alas de los ángeles; reverdeció el rostro de la luna, en su inmensa cinta, con su imagen; sobre Mercurio10, con la argéntea operación de su mano, imprimió un color de horno plúmbeo; con el claro de luna tejió un velo blanco para Venus, mientras que el polvo de su vía, en el asalto al firmamento11, depositó una corona de oro sobre la cabeza del Sol, y, aunque vestía de verde como el Califa de Siria, puso un vestido rojo sobre Marte; vio a Júpiter atormentado de los pies a la cabeza por la jaqueca y se puso a derramar sándalo, y cuando la corona de Saturno besó su pie, envolvió su estandarte en negrura de ámbar. Viajaba como el viento del alba sobre un corcel semejante a un genio desencadenado12, cuando he aquí que su compañero rebajó la acometida. Buraq aminoró el paso y lo condujo hasta una etapa que Gabriel no tenía permiso para traspasar. Pero, más allá que las alas de Gabriel y de Miguel, voló sobre la espalda de Israfil13, para luego partir incluso de aquel trono, dejando allí donde se encontraban el rumor de las alas de los ángeles y el Loto Supremo, abandonar a medio camino a los compañeros y tomar la vía del mar de la inconsciencia. Gota a gota, rebasó aquel mar; paso a paso, recorrió todo lo que había y, cuando llegó a los pies del Trono, con el cordón del Deseo construyó una escala: sacó fuera la cabeza del Trono de Luz en el Lugar del supremo peligro del misterio de Dios y, puesto que su confusión aceptó aquel peligro, vino la Misericordia y lo tomó por las riendas. Fue en aquel momento, cuando (en) su (proximidad) «a una distancia de dos arcos» (qab qawsayn) sobrepasó la cercanía (dana) con el «o más cerca» (aw adnà)14. Cuando hubo arrancado mil velos de luz, su ojo captó la Luz sin velo. Fue atraído un paso más allá de su ser, hasta el punto de serle concedido ver a Dios. Y vio a su Adorado en toda Su realidad y se limpió la vista de cualquier cosa ajena: aún no había fijado los ojos en ninguna dirección, cuando oyó un saludo a derecha e izquierda. El arriba y el abajo, el delante y el detrás, la izquierda y la derecha se convirtieron en una sola dirección y desaparecieron las tres dimensiones15. ¿Cómo estimularían las seis direcciones las llamas? Desapareció el mundo y desapareció la dirección, porque el Sin Dirección ninguna relación guarda con el espacio, por eso carece de espacio aquel compás. Hasta que la vista no ocultó el espacio, el corazón no se libró de la turbación; sólo será posible ver sin direcciones cuando la dirección espacial se esconda a la vista. Del Profeta no había allí más que el aliento; allí todo era Dios y no había otra cosa. ¿Cómo podría medir la dirección el conjunto del Todo? ¿Cómo se insertaría la dirección en el ámbito total?16 Cuando el Profeta vio a Dios sin espacio, oyó las palabras sin labios ni boca. Bebió una bebida especial, obtuvo especial vestimenta de honor y encontró la vía del culto puro por la proximidad al Señor. Su cáliz fue la Fortuna; su copero, la Gnosis; ninguna otra cosa le falto de lo Eterno. Descendió de la culminación de aquella órbita con la gracia de cien mil plegarias, y todo lo que portó lo intercambió con los amigos y lo consagró al bien de los pecadores. ¡Oh Nizami! ¿Hasta cuándo adorarás el mundo? ¡Ven a lo alto! ¿Cuánto más va a durar esta abyección? Esfuérzate por ganar el Reino Eterno, que encontrarás en la Religión de Muhammad. ¡Si la fe ayuda al intelecto, reconoce la salvación en la luz de la Ley!
NOTAS
1 Véase la nota 2 de la pág. 31. Al comienzo de casi todos sus poemas, Nizami, como ya hicieran algunos de sus predecesores, menciona y describe la Ascensión profética, que quiere ser el símbolo de la unión del corazón del Profeta (Hombre Perfecto) con el mundo angélico, pero, al mismo tiempo, sirve de introducción al mundo fabuloso que seguirá, como un distanciamiento inicial del tiempo y del espacio comunes. En efecto, el profeta, según la tradición, realizó en un segundo su larguísimo viaje entre paraísos e infiernos: el jarro que había volcado involuntariamente a su partida aún no había vertido toda el agua a su vuelta.
2 Dios creó a los ángeles a partir de su luz pura, dice el Corán, y ellos son sus servidores y mensajeros. En esencia, esta representación no se aparta de la tradición judeocristiana. Muhammad no tuvo una percepción neta de la figura angélica que le comunicaba la Revelación divina hasta después de las primeras visiones. La tradición identifica la figura con Gabriel, que ocupa un rango muy elevado en la angelología islámica.
3 Buraq es la legendaria cabalgadura-ángel –representada en las miniaturas con alas, rostro humano y cola de pavo real– sobre la que Muhammad realizó su ascensión al cielo, pero que, como el Virgilio de Dante, llegó sólo hasta un determinado punto del viaje (véase más adelante). Buraq, de la misma raíz que el árabe barq, «rayo», se presta, por su velocidad sobrenatural, a fáciles juegos de palabras y conceptos.
4 «Las seis direcciones» son los extremos de cada una de las tres dimensiones del espacio según la geometría de la época, esto es, arriba, abajo, delante, detrás, derecha, izquierda; mientras que las «siete raíces» son los siete influjos planetarios (también llamados «siete padres celestes»). El sentido total de la metáfora podría ser: en tu vertiginosa subida, oh Muhammad, supera los cielos planetarios e invierte la relación entre realidad (espacialidad) terrestre e influjos celestiales.
5 «Los cuatro clavos» indican varios objetos (incluso una mesa de tortura) o también un conjunto de cuatro estacas que sostienen la cuerda de los saltimbanquis; concepto que juega aquí, probablemente, con los cuatro cascos de Buraq, la veloz cabalgadura.
6 Alude al episodio narrado en la azora de José (Corán, XII), donde se cuenta cómo la esposa de Putifar, para demostrar a las mujeres de Egipto las razones de su culpable locura de amor por la arrebatadora belleza del joven, que ellas le reprochaban, organizó un banquete y le hizo entrar en la sala, sin previo aviso. A su vista, las egipcias se ofuscaron de tal modo que, junto con las naranjas que estaban comiendo, se cortaron también en las manos.
7 Los «dos tesoreros de confianza» son el intelecto y el oído.
8 Otro mítico rey keiánida (véase nota 4, pág. 29), que, según la leyenda, fue arrebatado hasta el cielo en una litera (una montura) milagrosa. Puesto que el lenguaje poético tradicional de los persas conoce también la expresión «litera» o «cuna» de la Luna, resulta evidente la conexión metafórica.
9 En su carrera vertiginosa, el corcel del Profeta atraviesa las regiones celestes–representadas aquí como un mapa «rayado» de las líneas imaginarias de los paralelos y los meridianos, sobre el que se puede seguir con una escuadra el recorrido–, ora en una dirección, ora en otra. La elección de Arturo y La Espiga para designar dos direcciones distintas puede deberse sólo a la homonimia de las dos constelaciones en árabe y en persa, Simak (también «peces»); se distinguen La Espiga como simak-i azal («destacada, separada»), es decir, Espiga de la Virgen, y Arturo como simak-i ramib (del «lancero»).
10 Cada planeta y cada cielo contaba, en la tradición astrológica, con su correspondiente color, su piedra preciosa, etc. Se dan aquí los colores de las plantas que corresponden a la estructura de todo este poema, aunque no corresponden por completo a los de otras tradiciones. La alusión al Califa de Siria simboliza los califas omeyas con sede en Damasco, cuyo color, como el del Profeta, era el verde. El sándalo, color de Júpiter, se consideraba un medicamento útil contra la jaqueca.
11 Es el polvo que se imagina levantó el corcel del Profeta en su carrera al asalto de los cielos.
12 Sobre la iconografía de Buraq, véase nota 3, pág. 35.
13 Muhammad se acercó todo lo que resulta posible a la esencia inaccesible de Dios. Israfil, uno de los ángeles más importantes del paraíso islámico, será el encargado de despertar a los muertos con su añafil el día del Juicio. El «Loto Supremo» o «Loto del Término» es un misterioso árbol al que se alude en el Corán (LIII, 14) a propósito de una visión de Muhammad que la tradición vincula a su Ascensión. Según esto, es un árbol que indica el término máximo al que puede acercarse a Dios un hombre. Se encuentra recubierto de ángeles, de ahí que el profeta sintiera el rumor de sus alas.
14 Palabras alusivas del Corán, en el original árabe, que indican emblemáticamente la máxima proximidad a Dios que alcanzó el Profeta en su Ascensión. Al describir la visión de Dios, dice el Corán (LIII, 8-10): «Luego, se acercó (dana) [«el muy poderoso»], y quedó suspendido en el aire, estaba [Muhammad] a dos medidas de arco (qab qawsayn) o más cerca (aw adnà), y reveló a su siervo lo que reveló». [Véase J. Cortés, El Corán, Herder, Barcelona, 1986. Nota del editor.]
15 Según la filosofía natural aristotélica, generalmente aceptada por la cultura islámica, las seis direcciones son, en realidad, los extremos de cada una de las tres dimensiones, es decir, alto y bajo, derecha e izquierda, detrás y delante (cf. nota 4, pág. 35).
16 Contraste entre la no-espacialidad divina y la espacialidad terrena: en la totalidad-«circularidad» divina una dirección determinada carecería de sentido. ¿Cómo podría, pues, la dirección, concepto espacial, entrar en la no-espacialidad divina? (Sobre las «seis direcciones», cf. supra nota 4, pág. 35