Mujer de mí

Cristian Serrano Galdón
Ahora soy lo que soy, no lo que solía ser, me acosté siendo hombre, pero desperté mujer. ¿Qué clase de embrujo cambió mi ser…? Yo, que no creo en hechizos… ¿Por qué…? Ahora creo, porque veo, y… me toco, también. Vaya, esa es mi mente de hombre, incapaz de perecer, tras este cuerpo que me gusta, y… me da placer.
El espejo me devuelve, belleza y poder. Salgo a la calle, quiero saber. ¿Qué se sentirá triunfando por doquier…?
No tardo en darme cuenta, que soy el centro de atención, es normal, menuda hembra hay bajo este pantalón…
Unos pocos pasos son suficientes, para que me asalten murmullos entre dientes, unas miradas lascivas que todo lo dicen, y un primer piropo que me bendice…
Anochece en mi ciudad, donde nunca pasa nada, voy a casa a cenar, evitando las miradas. Quien sabe que pensarán, esas mentes perturbadas… no dejaron de mirarme, desde el portal a la parada. Ni en el bar he podido relajarme, es normal, no me acordaba, he tardado tanto en fijarme… no es lugar para una dama…
Bajo del bus en un chaflán, que conozco como mi palma, pero mi palma ya no es igual, ni me siento igual en esta calma…
Siempre me gustó la noche cerrada, la típica noche de juerga, volver a casa a las tantas… Pero ahora mis pies se aceleran, al escuchar un hombre que me llama, escucho su verborrea, y me siento acosada. Mal será que nadie me vea, solo quiero llegar a casa.
Escucho sus pasos, estoy en la puerta. En mi pecho, una cuadriga desbocada. Suda mi piel, las manos me tiemblan, y no acierto en la estocada. Caen las llaves por los nervios, y tras ellas, va mi alma.

Yo era un hombre sin miedo, ahora… nada.
Texto libre Trabalibros

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