Extraño, pero... extraño

Irene Muñoz Serrulla
—No lo puedo entender. Si al menos alguien pudiera explicarme de qué va todo esto…
—Va de ti. Es así de simple.
—Esa historia no tiene nada que ver conmigo.
—¿Estás seguro? Yo veo bastante parecido entre tu forma de ser y esa historia.
—Solo quieres provocarme.
—No. Es cierto. Ese hombre se parece mucho a ti. Decís las mismas tonterías y tenéis un comportamiento muy… pero que muy… paralelo.
—No digas tonterías… yo no he matado a nadie.
—¿Cuántas veces has deseado hacerlo?
—Muchas, pero no lo he hecho.
—Puede que sea cierto que no lo hayas hecho, pero lo has llegado a planificar. Estoy seguro.
—Pero, no lo he hecho.
—¿Puedes jurarlo?
—Yo… ¿de verdad crees que he asesinado a alguien en mi vida?
—El personaje de esa historia eres tú. Lo único que os diferencia es que tú no tienes el valor de llevar a cabo tus planes.
—¿Estás hablando en serio? ¿Crees que lo único que me diferencia de ese asesino es que no tengo valor? Tal vez lo que tengo es conciencia.
—Ja, ja, ja. Tú no sabes lo que es eso. Solo eres un cobarde. Eso es lo que te diferencia de ese asesino. Si tuvieras agallas para asesinar a alguien… a mí… lo harías. Y si llegaras a hacerlo una sola vez, ya no podrías parar. Eres un asesino. Pero… tu cobardía es aún mayor.
—Estás loco.
—¿Acaso no deseas asesinarme en este preciso instante?
—Desde que te conocí no pienso en otra cosa.
—Pero no tienes el valor necesario para hacerlo.
—Te equivocas. Lo que ocurre es que sé que no es moral asesinar a nadie.
—Y si supieras que no habría castigo contra ti por asesinarme.
—Lo haría ahora mismo, con mis propias manos.
—Luego no es una cuestión de moralidad. Es cobardía.
—¿Y qué ocurre si soy un cobarde que teme pasar el resto de su vida en la cárcel?
—Que te pierdes lo mejor de la vida.
—¿Qué quieres decir?
—Que no sabes lo que es disfrutar la vida hasta que has cometido tu primer asesinato. Luego es tan fácil encontrar un motivo para el segundo, para el tercero, para… asesinar a cuarenta personas sin levantar sospechas.
—¿De qué estás hablando? ¿Quieres decir que tú…?
—A lo mejor esa historia no es sobre ti, puede que sea sobre mí.
—¿Me tomas el pelo? Tú no eres capaz de matar ni a una mosca.
—¿Seguro?
—Pero… estás… vaya, casi me tomas el pelo.
—Ja, ja, ja. Claro, claro… era una broma y casi te la tragas entera. Ven, tomemos una cerveza. Yo invito. Total, para lo que te queda…

©Irene Muñoz Serrulla
Texto libre Trabalibros

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