—¿Y antes de mí, quién estuvo? -dice mirándome a los ojos.
—Un hombre que conocí en la universidad -respondo sosteniendo la mirada-. Fue la primera vez que me enamoré. Era alto, delgado, diez años mayor que yo. Era serio, educado, refinado y misterioso. Sus ojos negros eran los más místicos que había visto, su labios delgados se curvaban de la forma más excitante cuando rara vez sonreía, su cabello largo hasta los hombros y peinado hacía atrás... deseaba tanto jugar con sus cabellos.
—Me amas porque me parezco a él, ¿no es así?
—Él era diferente a lo común, aventurero, disciplinado y comprensivo; aunque cuando se enojaba, daba miedo de verdad, de ese que se cala por los huesos -prosigo-. Tenía novia, y estuvieron a punto de casarse...
—Realmente buscas llenar su lugar a la perfección -frunce el ceño tumbandome de su pecho-. Vistete.
—Me lo has preguntado -digo-; pero antes de que pidas algo más, permiteme decir lo último y después de eso, me iré.
Me mira.
—Lo conocí en mi primer semestre, cerca al fin del sexto, le confesé mi enamoramiento... Le habían roto el corazón, y lentamente nos dispusimos a arreglarlo. Para esa temporada, me enseñaba "Mito, Rito y Creación"... y ahora estoy en su cama.
Me mira, sorprendido.
—Tú de verdad no crees cuando te digo que eres mi primer amor... -sonrío.
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