Trabalibros entrevista a Héctor Abad Faciolince, autor de "Salvo mi corazón, todo está bien"

jueves, 17 de noviembre de 2022
"La novela funciona como una realidad alternativa en la que, si el lector es tu cómplice, se convierte en algo tan fuerte como la realidad".
El escritor y periodista colombiano Héctor Abad Faciolince nació en Medellín, en el departamento de Antioquía. Se encuentra entre las mejores plumas latinoamericanas contemporáneas y en su haber tiene un Premio Nacional de Cuento, una Beca Nacional de Novela (1994) y dos Premios Simón Bolívar de Periodismo de Opinión (1998 y 2006). En España recibió el primer Premio Casa de América de Narrativa Innovadora por su novela "Basura" en el año 2000, y en abril de 2005 le fue conferido en China el premio a la mejor novela extranjera del año por "Angosta". Sus libros han sido traducidos a más de quince idiomas.

Entre sus novelas se encuentra "El olvido que seremos", obra que publicó en 2006, recibió el premio Casa de América Latina de Portugal a la mejor obra latinoamericana y fue llevada al cine por Fernando Trueba en 2020. También son de su autoría las novelas "Asuntos de un hidalgo disoluto", "Tratado de culinaria para mujeres tristes", "Fragmentos de amor furtivo", "La oculta" y "Lo que fue presente", además de hacer incursiones en la poesía y el ensayo.

Salvo mi corazón, todo está bien (Héctor Abad Faciolince)-TrabalibrosBruno Montano ha tenido el placer de entrevistarle para Trabalibros sobre su última obra, titulada "Salvo mi corazón, todo está bien", "la historia de un sacerdote bondadoso —inspirado en un cura real— que pone a prueba sus creencias y su optimismo inquebrantable en un mundo hostil al sufrir una crisis existencial, en medio de personajes llenos de ganas de vivir, mostrando una visión del matrimonio como una fortaleza sitiada: los que están dentro quieren salir, y los que están fuera quieren entrar" (editorial Alfaguara).

- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): En una nota de pie de página que incluyes al final del libro comentas que el protagonista principal de esta novela, Luis Córdoba, está inspirado en una persona real. Se llamaba Luis Alberto Álvarez Córdoba, era un sacerdote claretiano -no cordeliano como el personaje de la novela- y era un cura epicúreo, amante de la música y del cine. ¿Quién era esta persona y qué relación tuviste con él?

- Héctor Abad Faciolince (H.A.F.): Era un hombre muy parecido a Luis Córdoba al que le decíamos “el gordo”. Otras personas le decían Luis, casi nadie le decía padre. Se parece al personaje en casi todo, pero digamos que es un trasplante de la realidad de la ficción. Y al ser un trasplante hay cosas que hay que cambiar. Hay que inventar una comunidad, porque todo lo que a él le ocurre con los claretianos yo no lo pude reconstruir fehacientemente, con los hechos, como lo haría un biógrafo. Y entonces, al no ser una biografía sino una novela, no era justo con él ni con los lectores mantener su nombre, su comunidad y todos los nombres exactos de sus amigos.

En la medida en que yo podía actuar como notario fidedigno mantuve a las personas, pero en la medida en que las puertas se cerraban hacia la intimidad, tuve que cambiar cosas. La casa de Laureles existió, igual que existió la mujer italiana y los tres niños, todo eso es verdad, pero les cambié el nombre, porque cuando se cierra la puerta de esa casa ocurre lo mismo que sucede dentro de las cuatro paredes de tu propio cráneo o de tu propio corazón: piensas, sientes… y un escrito de ficción solo puede afirmar estas cosas como hipótesis y no como hechos de la realidad.

Al “gordo” real lo conocí en un curso de neorrealismo italiano mucho antes de que yo fuera a estudiar a Italia. Él nunca se presentaba como cura, eso es algo que averigüé tiempo después. Él iba traduciendo para nosotros simultáneamente las películas que eran en versión original, ese fue mi primer contacto con el italiano y creo que eso influyó después en mi decisión de irme a estudiar a Italia. Al regresar de Italia nos volvimos más amigos, pero sobre todo alrededor de una mesa. A los dos nos gustaba mucho comer, conversar, tener amigos y ahí la amistad se fue afianzando. Pero en el año definitivo, el año en que empieza la novela, cuando él abandona la residencia de sacerdotes y se va a vivir con dos mujeres, todavía ahí lo visité unas cuantas veces pero en realidad yo no supe qué pasó puertas adentro y todo eso es novela.

01. Bruno Montano entrevista a Héctor Abad Faciolince-Trabalibros
- B.M.: La forma de tu novela es muy interesante: Aurelio Sánchez, que también es un personaje real, recibe el encargo de Joaquín Restrepo de tomar unas notas, hacer una especie de memorias, sobre su vida en común con Luis. Con estas notas Restrepo pretende, o bien escribir una biografía intelectual, o bien una novela sobre este personaje. Al final no lo hace. Dices en tu libro que retoca, ordena, hace una especie de montaje de estos textos de Aurelio y eso es lo que publica. ¿Tú también dudaste, como Joaquín, entre escribir una novela o una biografía? ¿Por qué te decantaste por la ficción y no hiciste una semblanza biográfica?

- H.A.F.: Yo siempre quise escribir una novela, nunca una biografía. Lo que no tenía claro era quién iba a contar esa novela, quién iba a ser el narrador, y ahí tuve muchos titubeos. La novela empezó como si la narrara Joaquín en primera persona y esa voz no me funcionaba porque había muchas cosas que él no podía saber, del pasado o del sacerdocio de Luis. Después pensé que la podía contar el mismo Luis en primera persona pero claro, eso hacía muy difícil contar ciertas cosas de su operación. Por propia experiencia me di cuenta de que cuando a uno lo operan, uno no es testigo de su propia operación, no se entera de nada. Después puede investigar, preguntarle a los cirujanos cómo le abrieron, cómo era su corazón y que había alrededor, pero si no te despiertas no lo puedes hacer. Entonces “el gordo” también tenía muchas dificultades para ser el narrador. Y como hablé con varios sacerdotes, compañeros de los claretianos, pero también jesuitas que lo conocían, me di cuenta de que lo ideal era un narrador que lo hubiera conocido íntimamente durante mucho tiempo. Y ahí escojo a un sacerdote modelado sobre los sacerdotes con los que hablé y me pareció que era ideal. pero a lo largo de la novela pueden quedar rastros de los otros narradores. De algún modo, a veces, el punto de vista parece ser el de Joaquín. Es como si la cámara fuera rotando: ahora la coges tú, ahora la cojo yo…

- B.M.: Es como si existiera un narrador principal y otros “narradores ocultos”.

- H.A.F.: Exacto, son narradores ocultos que hacen que en algunos momentos de la narración todo se vea desde el punto de vista de otros.02. Bruno Montano entrevista a Héctor Abad Faciolince-Trabalibros


- B.M.: En los agradecimientos hay un texto muy interesante que dice: “Mi método no consistió en repetir fielmente lo que oí o me dijeron, sino en dejarlo filtrar por mi esquiva memoria, que es la única fantasía que conozco”. La memoria no es un registro literal de los hechos, es una recreación fantástica. Acudir a la memoria también es hacer ficción.

- H.A.F.: Sí. Cuando yo soy periodista, que a veces lo soy o lo he sido, grabo como lo estás haciendo tú, porque el pacto que tenemos en este instante es que tú vas a transcribir no todo lo que yo digo, pero sí vas a transcribir fielmente partes de lo que yo digo. O incluso si repito algunas palabras, vas a ser amable conmigo y lo Vas a redactar de una manera más elegante, porque el habla y la escritura son distintas. Pero salvo esas licencias, que son legítimas, vas a respetar lo que yo digo. En cambio, en las entrevistas con los amigos del “gordo” real, yo nunca llevé una grabadora, sino un cuaderno donde apuntaba no todo lo que me decían, sino algunos puntos. Y yo, que ya soy viejo, que ya me conozco como escritor, sé que mi fantasía es sobre todo mi mala memoria. ¿Cómo me doy cuenta de eso? Creo que es algo que cualquiera puede experimentar. Si tú y yo nos encontramos dentro de diez años y hablamos de la vez en que hablamos aquí en Valencia probablemente nos acordemos de detalles totalmente distintos a lo que sucedió realmente. ¿Por qué? Porque la mala memoria, o la memoria imperfecta, va deformando el pasado. ¿Y dónde se deforma? Porque uno cree que está diciendo la verdad. Los dos creeremos que estamos diciendo la verdad cuando nos referimos a hechos del pasado pero recordamos cosas muy distintas. Es como si la memoria fuera una extraña forma de fantasía que tiene el cerebro para reconstruir el pasado.

- B.M.: No hace fotos, sino recreaciones de lo vivido.

- H.A.F.: Es muy raro, sí. La misma vida se convierte en una serie de retratos que no sabemos si son reales o se parecen más a una novela que leímos hace mucho tiempo y que recordamos de cierta manera.

03. Bruno Montano entrevista a Héctor Abad Faciolince-Trabalibros- B.M.: El corazón es la imagen tutelar de todo el libro, empezando por el título, inspirado en un verso de Carranza. En una de las páginas el narrador dice: “Cualquier cosa que escribamos sobre el corazón se vuelve imagen o metáfora. ¿Es el corazón la víscera más literaria?

- H.A.F.: Sí, es el corazón, probablemente por ser esa parte interna y oculta que mejor se oye. Porque si yo apoyo la oreja en el cráneo de alguien para poder oír el proceso de sus pensamientos o el movimiento de la mente, no oiré nada. Seguramente habrá en el cuerpo otros sonidos infinitesimales e imperceptibles para el oído humano, pero si yo pongo un estetoscopio en el muslo no oigo nada. Si lo pongo en las tripas algo se oye, pero son sonidos que dicen poco. A lo largo de la historia y con nuestros propios sentidos hemos podido escuchar al corazón, aunque no lo recordemos incluso desde el vientre de nuestra madre; además, cuando a una persona deja de sonarle el corazón está muerta.

Entre el corazón y los pulmones definimos la vida y la muerte, pero los pulmones son un poco más vagos, son hasta cierto punto voluntarios, tú puedes parar de respirar un minuto y no oír los pulmones; en cambio el corazón va siempre por su lado y se acelera si tienes miedo, si corres o si ves a la persona que amas, o se calma si te relajas. Yo creo que por todas esas circunstancias el corazón se ha convertido, no sé si en todas las culturas pero sospecho que sí, en un órgano que carga con muchas de nuestras sensaciones espirituales. Si el corazón se acelera cuando estás con la persona que quieres tiendes a pensar que es el corazón el que siente el amor; si sientes que no puedes respirar y que te duele el pecho es normal decir que te partieron el corazón.

De hecho, existe incluso una especie de infarto por sufrimiento, incluso por sufrimiento amoroso. Eso está registrado, tiene un nombre japonés, y sucede después de una pena muy fuerte, que puede ser una pena amorosa, la muerte de un hijo, etc. En ese caso se produce una especie de infarto distinto al que sucede cuando se te cierran las coronarias, se trata de un infarto casi auto producido. El corazón, aunque es un órgano un poco pasado de moda porque puede parecer demasiado sentimental -es arriesgado utilizar la palabra corazón en un poema o en una novela-no deja de ser muy interesante. Y si además estás escribiendo una novela sobre un trasplante y, durante la escritura tú, que ya estabas enfermo, enfermas más y más del corazón, se vuelve una obsesión muy natural, como sucede en este libro.

- B.M.: El protagonista, Luis Córdoba, está a la espera de ser trasplantado del corazón. Tiene que cambiar de residencia por ese motivo y se va a una casa donde convive con dos mujeres y tres niños. Acaba enamorándose de las dos mujeres. Eso no hace tambalear su fe, pero sí sus ideas respecto del celibato y de la castidad. Digamos que la enfermedad y esa peculiar y extraña familia en la que le toca vivir es lo que provocará ese cambio vital que experimenta al final de la novela.

- H.A.F.: Nosotros creemos que el pensamiento y las sensaciones van por su cuenta y que uno va decidiendo su vida a partir de lo que va pensando, pero en realidad yo creo que lo que te lleva por caminos distintos tiene que ver con lo que el cuerpo siente y el cuerpo siente a través de la experiencia. Si te enfermas tienes una experiencia; si conoces a ciertas personas tienes una experiencia. Si cambias de casa y te vas a vivir con mujeres íntimamente después de haber vivido 35 años en universos puramente masculinos, como son los seminarios, las residencias de sacerdotes y las escuelas de teología, sobre todo en esa época; si abandonas esos universos androceos, es natural que el cuerpo sienta cosas y que eso modifique el espíritu. Y si tú eres un dualista convencido, que piensas que el espíritu o el pensamiento va por un lado y el cuerpo por otro, en ese momento te das cuenta de que todo es una unidad y de que es muy difícil discernir bien quién lleva las riendas. Y que, probablemente, el que lleva las riendas no es la parte más espiritual del cuerpo sino la parte más física, la que siente.

El libro fue escrito durante la pandemia y yo creo que quienes experimentamos ese miedo a morir y esa constatación de que se moría gente a nuestro alrededor, al igual que los que enfermamos de algo grave, giramos el cuello hacia la muerte. Y cuando uno cambia de circunstancias, cuando a uno lo confinan en una casa -y el protagonista del libro está un poco confinado en una casa- inevitablemente ocurren cambios espirituales que ponen en crisis ciertas cosas. La memoria de tu vida ya no la puedes cambiar, pero sí el presente de tu vida y, si sobrevives, te planteas el futuro de tu vida. Pero eso también es trabajo de novelista, no sé hasta qué punto ocurrió en la realidad. Tengo indicios claros, por testimonios de sus amigos, de que ocurrieron cosas de este estilo, pero una novela no se hace con puras hipótesis, una novela se hace con narraciones que tratan de convencer al lector de su realidad.

04. Bruno Montano entrevista a Héctor Abad Faciolince-Trabalibros
- B.M.: Una novela es una ficción verosímil.

- H.A.F.: Funciona como una realidad alternativa en la que, si el lector es tu cómplice, te sigue y te cree, se convierte en algo tan fuerte como la realidad.

- B.M.: Además del celibato, que es un tema omnipresente en la obra, hay conversaciones muy interesantes, sobre todo entre Joaquín y Lelo, o entre Joaquín y el propio Luis, o entre la madre de Joaquín y Luis, en las que se habla sobre el libre albedrío, el pecado, la existencia de Dios, el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad, los diferentes tipos de apostolado… Para haber sido un ateo expulsado de la Universidad Pontificia, te interesan mucho los temas religiosos.

- H.A.F.: Es que yo creo que esa es nuestra cultura. Yo me crié en una casa donde mi padre tenía un hermano cura; a mi mamá, que era huérfana de padre, la habían criado dos tíos sacerdotes, uno de los cuales seguía vivo durante toda mi infancia y parte de mi adolescencia; estudié en un colegio religioso. Estoy en una cultura en la que, para poder conversar en una cantina, tenemos que saber qué es el pecado, el arrepentimiento o la confesión, cuál es el sexto o el noveno mandamiento; si no, nos entendemos. Eso es lo nuestro. Supongo que si yo fuera musulmán, para entendernos, tendría que saber muchas historias de Fátima, de Mahoma y saberme el Corán. Y lo mismo me pasaría con un budista, en una conversación con él me perdería muchas referencias y metáforas. Eso forma parte de mi currículum. Y aunque yo sea ateo y me haya alejado de todo esto, estoy dentro de ese universo.

Incluso pienso que muchas de las conquistas del mundo occidental, como el respeto por el individuo, el tratar al resto de hombres como semejantes con iguales derechos, son cosas que vienen del cristianismo. Yo creo que al hombre antiguo no le parecía que el enemigo, el esclavo o el de otra cultura merecía el mismo respeto. No mataban a los de su grupo, pero si mataban a los que no lo eran no pasaba nada. El cristianismo amplió mucho el círculo moral. En origen el círculo moral solo protegía a tu familia, un poco después también a tu tribu y a tu clan, pero el cristianismo hizo algo extraordinario, que fue incluir en el círculo moral a todos los seres humanos. Sin ser yo cristiano hoy en día en el sentido metafísico, reconozco que el cristianismo introdujo algo en la cultura en lo que yo creo firmemente. Como decía Benedetto Croce, no podemos no llamarnos cristianos.


06. Bruno Montano entrevista a Héctor Abad Faciolince-Trabalibros
- B.M.: Practiques o no, creas o no, tu cultura, la cosmovisión en la que te has criado, es esta, la greco-romano-cristiana.

- H.A.F.: Sí, incluso judeo-greco-romana-cristiana. Todo eso llegó con los conquistadores y con la colonia a América de un modo muy poderoso. Cuando vengo a España me doy cuenta de que aquí existe algo que en América latina no existe y ustedes tal vez ni siquiera se han dado cuenta: aquí existe algo más romano, que tiene que ver con la resistencia a la divinidad, y es la blasfemia. En América no existe la blasfemia. Incluso siendo yo ateo, para mí eso suena terriblemente fuerte.

- B.M.: En esta novela hay una idea muy interesante que ya me impresionó cuando leí “El olvido que seremos”. En ese libro hablabas de un texto que encontraste de tu padre y que titulaba Manual de Tolerancia. Allí había escrita una idea que en tu nueva novela repite Aurelio en un sermón: la felicidad nos hace buenas personas.

- H.A.F.: Es una idea que heredé de mi padre y creo reconocerla en los demás cuando son vitalistas como Luis, cuando creen de verdad que la vida es un regalo y que, a pesar de que la vida nos da golpes, nos hunde, nos apabulla, nos hace sufrir intensa y profundamente cuando nos mata lo que más queremos, uno tiene el deber de levantarse y seguir teniendo esa ilusión. Digamos que es una especie de fe del ateo, una fe que yo tengo, y es que es mejor de todas maneras la vida que la muerte y que con todas las dificultades, los golpes y las caídas, incluso con la certeza de que vamos a ser derrotados, de que todos nos vamos a morir, el deber de cada uno es mantener siempre el entusiasmo por la vida. Es decir, ir de derrota en derrota, con entusiasmo, hasta la derrota final. Y para mí incluso a esa derrota final, que es la muerte, debe vivirse con curiosidad y con entusiasmo. Siempre que me preguntan cómo quiero morirme respondo: quiero morirme dándome cuenta de que me estoy muriendo como última experiencia que voy a tener. Hasta a esa última experiencia quiero sacarle partido.
07. Bruno Montano entrevista a Héctor Abad Faciolince-Trabalibros
- B.M.: A esa idea la llamas en el libro “optimismo panglosiano”. Si alguien me preguntara por un par de ideas fundamentales que has tratado de comunicarnos en este libro destacaría la reivindicación del monismo -en todo espíritu hay carne y en toda carne hay espíritu- y este optimismo panglosiano, la posibilidad de que la belleza, la bondad, la amistad, la fraternidad y el amor aparezcan incluso en el peor de los escenarios.

- H.A.F.: Mira, yo no sé francés, pero uno de los mejores ejercicios espirituales que he hecho en mi vida fue, por puro amor a Voltaire y a su obra “Cándido”, traducirla del francés. Ayudándome de ediciones anotadas en francés, de muchos diccionarios y de traducciones del libro en lenguas que hablo (español, inglés, portugués…) conseguí traducirla palabra por palabra. “Cándido” es una novela escrita para demostrar que el mundo es espantoso, que está lleno de guerras, de traiciones, de sangre, de violaciones, de pestes, de terremotos, de injusticias, de abusos, de todo lo más asqueroso que hay en el ser humano… y, sin embargo, uno acaba de leer “Cándido” entre risas, es un libro que ha demostrado lo contrario a lo que Voltaire trataba de demostrar. Y es que, a pesar del espantoso mundo que él describe, la vida hay que vivirla y hay que cultivar nuestro jardín.

- B.M.: Eso es lo que más me gusta de “Cándido”, la conclusión final, cuando tras haber pasado por muchas desgracias, dice: tenemos un pequeño jardín propio, particular; cultivémoslo. Y en el cultivo de ese pequeño jardín está la felicidad.

- H.A.F.: Que es lo que hacía mi padre, literalmente. Cuando lo jubilaron dijo: me voy a dedicar a cultivar rosas y amigos. Este libro va de eso, es un libro sobre la amistad y sobre el cultivo del jardín, que no tiene que ser literalmente un jardín de hortalizas, frutas o rosas; cada cual encuentra su jardín.
 
Desde Trabalibros agradecemos a Héctor Abad Faciolince el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial Alfaguara el haber hecho posible este encuentro.
Salvo mi corazón, todo está bien (Héctor Abad Faciolince)-Trabalibros 08. Bruno Montano entrevista a Héctor Abad Faciolince-Trabalibros 00. Bruno Montano entrevista a Héctor Abad Faciolince-Trabalibros 05. Bruno Montano entrevista a Héctor Abad Faciolince-Trabalibros
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