María Elvira Roca Barea es licenciada en Filología Clásica y Filología Hispánica, y doctora en Literatura Medieval. Ha colaborado con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (
CSIC) y enseñado en universidades americanas. Es autora de numerosos artículos publicados en revistas especializadas y diarios como El Mundo, El País o ABC, y ha impartido conferencias dentro y fuera de España.
Es autora de "
Imperiofobia y leyenda negra", uno de los ensayos de historia más exitosos de los últimos tiempos, y "6 relatos ejemplares 6". En 2018 fue galardonada con la Medalla de Andalucía y la Medalla de Honor de San Telmo, y con el premio Los Libreros Recomiendan, otorgado por el Gremio de Libreros de España; y en 2019 con el Premio Héroes Olvidados, concedido por la Fundación Blas de Lezo por su labor de investigación, divulgación y defensa de la historia de España.
Bruno Montano ha tenido el placer de entrevistarla para
Trabalibros sobre su última obra titulada "
Fracasología", un ensayo que reflexiona acerca del motivo por el cual desde el siglo XVIII se asocian a la idea de España conceptos como decadencia, fracaso, anomalía o excepcionalidad y cuyo objetivo principal es exponer las razones por las cuales los tópicos de la hispanofobia se asumieron en nuestro país y se afianzaron con el tiempo.
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Bruno Montano (B.M.): Lo primero que me llamó la atención de tu libro fue el título: “
Fracasología”, un neologismo. ¿Qué significa y de dónde viene este concepto?
- María Elvira Roca Barea (R.B.): En realidad este ensayo se llamó siempre “España y sus élites”. Pero al final se escogió el título de “Fracasología” aludiendo a este término que inventó mi amigo Manuel Lucena, que aparecía en algunas notas al pie de página, y que a la editorial le pareció que era un “palabro” muy utilizable que llamaba mucho la atención. Y como hoy día el personal de marketing es el que manda aquí y mueve el mundo, se empeñaron en que “España y sus élites” quedaba demasiado académico y poco llamativo, hace que acabó ganando el título “Fracasología”.
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B.M.: Lo cierto es que funciona. Es un título que llama la atención.
- R.B.: Sí, de hecho a mí esta palabra me llamó la atención desde el primer momento en que se le escuché a Manuel Lucena en Trujillo, que es un profesor del CSIC estupendo y muy genial a la hora de condensar ideas inventando palabras. Tiene esta y tiene otra que me gusta muchísimo, que es la “pornomiseria”. Tiene esos chispazos de genialidad y un día, hablando con él me comentaba que la historia de España y de los países hispanos es siempre un ejercicio de “fracasología”, lo que me hizo muchísima gracia. A mí me parece una palabra que define bastante bien el asunto.
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B.M.: Es un buen título, a los de marketing hay que hacerles caso en lo que a títulos y a portadas se refiere.
- R.B.: Pues fíjate que “Imperiofobia” era un “palabro” que sonaba espantoso y nadie daba un duro por él.
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B.M.: Pero también llamaba la atención. Es una palabra muy poco común, de hecho yo no la había oído nunca y provoca el efecto de que te pongas a pensar a qué se refiere. La tesis que defiende “Imperiofobia” es que todo gran imperio genera contra él una gran fobia, una historia negativa, una leyenda negra. Y esto es entendible, es una herramienta más de lucha entre imperios. Pero en el caso de la “
hispanofobia” es menos entendible que alguien vierta constantemente opiniones negativas sobre su propio país y no reconozca sus virtudes.
- R.B.: Esto es precisamente lo que intento explicar con este ensayo. El empeño en explicar cómo se había construido ese argumentario contra la hegemonía española y por qué había existido da lugar a “Imperiofobia” y “Fracasología” es el resultado de tratar de explicar cómo esas ideas se mudaron a vivir dentro de España y por qué acabaron aclimatándose aquí y floreciendo, porque parece que esto apareció aquí como si fuera un fenómeno de la naturaleza pero no lo es, porque las cosas humanas normalmente tienen causas y esas causas se deben investigar. Y se pueden investigar aunque sólo sea para comprender el presente. Tú lo has visto como una anomalía, yo también lo veo así y esa anomalía tiene unas causas y unas razones acerca de cómo nacieron y cómo se perpetuaron a lo largo del tiempo entre las élites españolas. Ese grupo hizo del argumentario de la leyenda negra una parte de su planteamiento de España en el mundo. La España que ellos ven y que creen que existe es esa que está dibujada por los textos franceses y que tiene que ver con la leyenda negra. Eso comienza a existir en el siglo XVIII en España durante la coyuntura del cambio de dinastía y España nunca ha dejado de tener en sus élites a ese grupo, un grupo prestigioso (que siempre lo ha sido y lo sigue siendo a día de hoy) y eso ha teñido de negatividad la visión que este país tiene de sí mismo.
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B.M.: Y ese argumentario antiespañol fue el que adoptaron los primeros afrancesados españoles, me imagino que para obtener determinadas prebendas o beneficios de los franceses.
- R.B.: Claro. Hubo un cambio de dinastía y esto no se produjo dulcemente, sino de forma muy abrupta, con una guerra europea gigantesca y esa guerra también afectó a España. Y es evidente que la parte que se impone en una guerra acaba con la otra. Y lo mismo habría pasado al contrario, si hubiesen ganado los de Habsburgo habrían acabado con los focos de resistencia borbónicos. Es que es lógico que esto sucediera. La coyuntura es tremendamente complicada porque se dieron dos siglos de dinastía Habsburgo que la nueva dinastía tiene que borrar, tiene que afianzarse en un pensamiento nuevo sobre España en el que diga que todo lo que ha habido antes ha sido un desastre hasta que llegaron ellos para arreglarlo. Es lógico. Si dos personas de signo opuesto se disputan el poder, el que llega a conseguirlo siempre dice que el anterior lo hizo muy mal. Siempre tratan de dibujar esa imagen del desastre. Esa es la imagen que los franceses traen cuando llegan a España, es la imagen que ellos han fabricado. Y entonces, ¿qué sucede con esas élites españolas que tienen que adaptarse a vivir con un nuevo poder? Pues que compran ese discurso, porque o lo compras o te exilias. Y ahí cae sobre el periodo Habsburgo esa “damnatio memoriae” que tiene sentido que existiera durante unas décadas, pero es más difícil de explicar que se expandiera durante el siglo XVIII de una manera incontestada. Yo he leído muchísima literatura histórica y me resulta asombroso que existan poquísimos autores españoles que hayan reparado en el hecho de que durante más de un siglo en España no se escribe historia de España.
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B.M.: O sea que hay un borrado casi absoluto de la España de los Austrias.
- R.B.: Prácticamente. Lo que pasa es que a ver qué hacemos con ese Siglo de Oro, no vamos a borrar de un plumazo lo que fue llamado Siglo de Oro y no precisamente por los españoles. Aquello era muy abrupto. ¿Tú te has fijado en que no hay estatuas de los Habsburgo en España? Dime una plaza donde hay una estatua de Felipe II.
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B.M.: No, la verdad es que no se me ocurre ninguna. Parece que ha habido una clara intencionalidad a la hora de ocultar ese periodo de la historia.
- R.B.: Claro, ¿y qué fue lo que quedó en pie? Quedó en pie lo que no había forma humana ya de quitar, como Cervantes, que había puesto los cimientos de la literatura moderna en occidente. Cómo te quitas de en medio lo que fuera de España se llama Siglo de Oro, que no en España, insisto, nosotros importamos la denominación. Hasta ese punto se había producido el efecto de desconexión. Yo le he dedicado un capítulo a entender cómo se han ido produciendo las cosas después en España y esto es lo que hay que intentar. No se trata de buscar buenos ni malos, simplemente intentar comprender cosas que todavía siguen teniendo inercias en el presente. Se trata de estudiar y comprender el lugar de empeñarse en estudiar Historia para dar cabezazos y sacar de los armarios a los culpables y colgarlos de la plaza pública; así no se estudia Historia. Eso es una forma de estudiar Historia disparatada, no podemos seguir estudiando la historia de España a patadas. En algún momento habrá que construir una historia de España para nosotros, como los franceses y los ingleses han construido la suya para ellos. Nosotros no la tenemos.
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B.M.: Afirmas también que la
Generación del 98 contribuyó en parte a mantener esa imagen negativa de España. Yo he leído bastante a
Ortega y Gasset y a
Unamuno y nunca conseguía saber cuál era el famoso "
problema de España" del que hablaban. Generalmente me saltaba este tipo de reflexiones. Me interesaban más las opiniones de estos dos grandísimos escritores respecto a otros temas. Puedo entender el sentimiento de frustración y derrotismo que surgió tras la pérdida de las colonias españolas, pero no cómo eso puede condicionar casi de por vida la idea que tienes de tu país.
- R.B.: Es que los lees y te das cuenta de que no les importa nada. Ellos están en una especie de escapismo metafísico.
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B.M.: Exacto. Parece que "el problema de España" sea una cuestión metafísica, de esencias patrias, más que una cuestión práctica.
- R.B.: Claro. Después de lo que le cayó encima al país en el 98, después de la siguiente generación que consiguió llevar la democracia de Cánovas a un callejón sin salida, con unos grados de irresponsabilidad que no sé cómo llamarlos… Te pones a darle patadas a esa democracia sin parar hasta que te la cargas y entonces te quejas de tener una dictadura militar. Yo me acuerdo de que en mi libro de COU aparecía un apartado que decía: “el 98 y el problema de España”. Y tú pensabas, ¿pero cuál es el problema de España? ¿Es un problema metafísico o qué es esto? Y luego te das cuenta de que del año 98 al año 11 este país ha conseguido llegar al 75% de endeudamiento habiendo partido del 127%.
El esfuerzo que hace en España la clase trabajadora, la clase media, para sacar adelante este país es gigantesco. ¿Dónde están las élites y hacia dónde están mirando? Porque no me he encontrado ni un solo artículo de ninguno de estos grandes popes de la cultura española que se dé por aludido, que se entere ni que sepa del gigantesco esfuerzo que está haciendo este país para salir adelante. Es que se te caen los palos del sombrajo. Porque esta gente es, digamos, la que le dan el tono al baile. El país no pasa de 127% al 75% de deuda mágicamente, ni metafísicamente, ni dándole vueltas al problema de España, lo hace currando todos los días. Como que para que luego aparezcan estos fantásticos fastidiando y se dediquen encima a echarle al país 300.000 kilos de negatividad. Esa ha sido la tónica general de este país. Y este país todavía no ha aprendido a coger a las élites del cuello y decirles: tú te pones aquí, que vives de mí.
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B.M.: No hemos aprendido eso pero, en cambio, hay un montón de gente que piensa como
Don Periquito. Si lees el fantástico artículo de
Larra "
En este país" te das cuenta de que, en la actualidad, seguimos estando rodeados de "Periquitos", de gente que utiliza al país a modo de “percha en la que colgar sus frustraciones” (utilizando una metáfora tuya). Esta maniobra psicológicamente te descarga de toda responsabilidad ante tu vida.
- R.B.: Totalmente. Hombre, eso es colosal, te levantas por la mañana poniendo verde al país y a partir de ahí toda la culpa es suya.
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B.M.: Otra cosa que me ha parecido muy interesante es el mecanismo de
traslación de culpa protestante del que hablas, cómo expiar en carne ajena tus propias culpas.
- R.B.: Mira lo que está pasando en California ahora, se ha puesto en marcha un gigantesco sistema de traslación de culpa que va a dibujar un paisaje en el que se va a llegar a la conclusión errónea de que en California los indígenas desaparecieron por culpa de los españoles. Con los muertos calientes todavía de la incorporación del territorio en 1848 y sin embargo parece que eso no existe. El estado de California acaba de liberar 3 millones de dólares para dárselos a la Universidad estatal para investigar las misiones españolas desde el punto de vista del indigenismo. Pero el melón de las causas reales y verdaderas que provocaron la desaparición de los indios no se quiere abrir. Vas a tener ocasión de ver cómo se construye esto.
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B.M.: Y entonces tendremos un ejemplo actual de cómo funciona este mecanismo.
- R.B.: Claro.
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B.M.: Otra cosa que me interesa es que tú aseguras que el concepto de “
hispanofobia” es transversal, que se ha dado en la monarquía, en la República, en la dictadura, en la democracia, que es un concepto de izquierdas y derechas, trans-ideológico, trans-temporal.
- R.B.: Totalmente. La prueba está en que esas ideas las comparten las izquierdas y las derechas, desde Menéndez Pelayo a Ramiro de Maeztu. Y cuando había una dictadura de derechas no cambió sustancialmente el panorama. Había una retórica patriótica, que es algo muy de la derecha española, pero en el fondo la “hispanofobia” fue algo nutritivo para la dictadura y para toda clase de ideología.
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B.M.: En tu libro dices que el
liberalismo en España es una forma de patriotismo que surge como una reacción contra el absolutismo de los franceses y los afrancesados. De liberales nada, los franceses.
- R.B.: Nada. Los liberales y los afrancesados son los que se matan mutuamente, no los puedes meter en el mismo grupo. Los partidarios de absolutismo son los afrancesados y es la gente que sufre mínimamente el regreso de Fernando VII. A los liberales les pasa lo contrario, no pueden regresar al país hasta que se muere Fernando VII. El matrimonio entre liberales y afrancesados es contranatura pero, supuestamente, el prestigio del afrancesamiento es tal que se han colocado en el lado de los buenos. Pero los afrancesados son los partidarios del absolutismo y del antiguo régimen. Y son un grupo de poder que combate a muerte a los liberales. Son ellos los que se están enfrentando por un concepto diferente de organización del Estado, de legitimidad de poder, etc. Se encuentra la soberanía real frente a la soberanía nacional, que no tienen nada que ver, no se pueden mezclar.
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B.M.: La influencia francesa es muy poderosa durante el siglo XVIII pero a finales del siglo XIX empieza a decaer y aumenta la alemana. Influye mucho en las élites españolas
Max Weber con “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, su mítica obra.
- R.B.: En realidad la influencia alemana empieza antes, esto no sucede de un día para otro. Empieza cuando ya no hay más dinastía francesa al otro lado de los Pirineos. A partir de ese momento, como el prestigio español está por debajo de cero, se manda a Sáenz del Río a Alemania en busca de prestigio. Lo que se intenta es la construcción de un proyecto pedagógico prestigioso. Pero en realidad el krausismo no tiene nada que ver con Krause, es un proyecto pedagógico genuinamente español al que le colocan la franquicia alemana para darle prestigio. La mayor parte de los krausistas no han leído a Krause en la vida. Pero si hubieran presentado esto como un proyecto genuinamente español no habrían ido a ningún lugar. Lo que se hace para revestirlo de prestigio es buscar a un filósofo alemán de segunda regional, pero no importa, con ser alemán es suficiente. Realmente era un gran proyecto educativo, el único medianamente sólido que el país ha tenido de formar a sus propias élites.
Exceptuando este caso, España no ha hecho nunca un intento serio de formar a las élites, en el sentido de incrustarles una idea de su obligación con respecto a su propio país. Fue un experimento, pero yo no considero que fuera fallido, de hecho la Generación del 27 es lo que sale de él. El proyecto del krausismo fue buscado por los gobiernos, al margen del Estado pero financiado con dinero público, porque como iniciativa privada no habría salido adelante jamás. Pero exceptuando esto, ¿quién ha formado a las élites españolas desde hace mil años? ¿La Iglesia? ¿O instituciones extranjeras? No hay más. Mira tu ciudad. La gente de las élites de tu ciudad, ¿dónde se educa? En colegios privados religiosos o en colegios extranjeros (el Colegio Alemán, el Liceo Francés…) Entonces, ¿qué le falta a este país? Una de las cosas que se debería haber aprendido de Francia: que el Estado tiene que tener esas instituciones de élite que formen ciudadanos para estar en la primera línea con un elevado sentido del deber. En Francia lo hicieron, eran escuelas que dependían del Estado, super elitistas, con un acceso durísimo, pero de ahí han salido unas élites que han trabajado siempre con un altísimo sentido de su país, de la gran dependencia que su país tenía de ellos y de hasta dónde llegaba su obligación con respecto a su país. Nosotros sin embargo eso no lo tenemos y es muy difícil que eso se aprenda en un colegio extranjero y, en el caso de la Iglesia, trabaja para sí misma.
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B.M.: Por último, te voy a pedir un pequeño ejercicio de ucronía. ¿Qué habría ocurrido si no hubieran llegado los franceses a España y esa
Ilustración, que en nuestro país ya estaba en marcha, hubiera seguido hacia delante? ¿Seguiríamos sufriendo de “hispanofobia” en este momento?
- R.B.: Pues no lo sé. De la guerra del cambio de dinastía no se podía salir bien parado, porque una parte iba automáticamente a buscar la aniquilación de la otra y eso siempre deja heridas y secuelas. Por otra parte, el Imperio se iba a acabar, ya fuera con un Habsburgo o con un Borbón. Durante el siglo XVIII se produce una fatiga evidente, ya no se puede más, ya no se quiere más. Pero que las cosas se acaben no significa que hayan fracasado. Ningún imperio dura eternamente. Es un logro gigantesco mantener la unidad política de tantísimos territorios durante tantísimo tiempo. Pero nadie sabe cómo se habría producido el desmembramiento del Imperio español si no se hubiera hecho de forma tan autodestructiva. ¿Quién sabe?
En la última etapa Floridablanca desarrolla la idea del desmembramiento ordenado del Imperio, a finales del siglo XVIII hay un plan para dividir el Imperio. ¿Por qué? Porque España ya no puede más con ese Imperio, porque aquello fue una tarea gigantesca que se afrontó en un momento determinado con unas generaciones excepcionales y conseguir la excepcionalidad eternamente es imposible. Simplemente, se llegó a la normalidad. Lo que pasa es que hay que relacionarse bien con esa normalidad y no estar perpetuamente dándose cabezazos porque ya no se alcanzan aquellos niveles de excepcional, como en el caso de Ortega y su generación. Pero es que la gente de ahora tampoco es excepcional. Y entonces no deben reclamarle a su país que haga cosas extraordinarias de las que ellos tampoco son capaces. Si alguien les dijera que se metieran en un barco a cruzar el Atlántico en las mismas condiciones que lo hizo Unamuno u Ortega les daría un ataque de pánico y no serían capaces. Así que, por lo pronto, que los dejen en paz, que ya hicieron bastante.
¿Qué habría sucedido? Creo que si el nivel de afrancesamiento no hubiera llegado a los extremos que llegó, el Imperio se habría desmembrado, pero de otra manera. Si se hubiera sabido gestionar aquel final de una manera un poco más inteligente, viéndolo venir, se habría hecho mejor. Pero el problema es que aquellas élites habían ido absorbiendo la idea de que todo lo que era malo para España era malo para ellas hasta tales niveles que terminaron acomodando en su interior intereses ingleses, intereses franceses y después intereses estadounidenses. Y sirvieron a estos intereses, como ahora está sucediendo. Siendo estas las élites de poder que tomaron el relevo después de la independencia, ¿cómo no iban a comprar la leyenda negra, si para ellos era fundamental explicar sus fracasos, como lo sigue siendo hoy día? Eso es una bomba de relojería que estalla una y otra vez, porque es un argumentario del que echar mano y que sirve absolutamente para todo. Es una pena gigantesca, pero ¿qué vamos a reprocharle nosotros al mundo hispano, si en la propia España no hacemos otra cosa? ¿Qué podemos reprocharle a las élites hispanoamericanas de la segunda mitad del siglo XVIII si las élites españolas de ese momento terminaron llevando a España al borde de su extinción política como nación independiente? Por eso digo que es un problema transversal y gigantesco.
Desde
Trabalibros agradecemos a
María Elvira Roca Barea el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a los responsables del Hotel Vincci Lys de Valencia el haber cedido un lugar ideal para esta conversación y a la
editorial Espasa el haber hecho posible este encuentro literario.