La relación padre-hijo. El dilema entre deber y amor. La difícil tarea de conjugar ambas cosas. Estos son los temas principales que conforman "No hay amor en la muerte", la última obra de Gustavo Martín Garzo.
El autor adopta la historia bíblica del sacrificio de Isaac para ficcionarla desde el punto de vista del hijo, desplazando así el foco con respecto al modo en que es contada en la Biblia. Abraham, tras muchos años tratando de tener descendencia, justo cuando ya se había resignado a la esterilidad, es bendecido por Dios con un hijo. Hijo que Dios le exige más adelante como sacrificio para demostrarle la fe y la devoción hacia él. El anciano Abraham se ve ante la disyuntiva de escoger entre el amor que siente por su vástago y el deber que le exige su Dios. Antepone el deber y, en el momento en que se disponía a sacrificar a su hijo, Dios le detiene salvando así a Isaac.
Esta parábola, fundamental para los judíos y tal vez la más icónica de las que aparecen en los textos sagrados, siempre ha inquietado a Martín Garzo. Ahora el escritor se pone en el lugar de Isaac y se pregunta el modo en que este hecho debió de afectarle personalmente y qué tipo de cambios provocó en la relación entre padre e hijo. "No hay amor en la muerte" recupera de algún modo el universo de su elogiada obra "El lenguaje de las fuentes" y su estilo recuerda al de escritores míticos como Thomas Mann.
El escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo obtuvo el Premio Nacional de Narrativa en 1994 por su novela "El lenguaje de las fuentes", galardón que le sirvió para consolidar el prestigio del que ya gozaba en el mundo literario. Cinco años después el Premio Nadal recibido por "Las historias de Marta y Fernando" le otorgó popularidad entre el público lector. Otras obras suyas son "Marea oculta" (Premio Miguel Delibes), "El pequeño heredero", "El jardín dorado", "Y que se duerma el mar" y "La puerta de los pájaros". Su libro "Tres cuentos de hadas" resultó ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2004.