Bruno Montano entrevista en
Valencia Radio a
Juan Trejo sobre "
Nela 1979", una historia de no ficción, que parte de la familia del propio autor y tiene como centro la muerte de su hermana Nela en 1979, a los 21 años que configura un retrato del desengaño que supuso el fin de la primavera hippy en la Barcelona de los años setenta (Editorial
Tusquets).
La entrevista se completa en una charla fuera de micrófono, que ofrecemos a continuación.
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): Como hemos comentado hace un momento en la emisora, Sainte Colombe en la novela de
Pascal Quignard componía e interpretaba música para convocar con ello a los muertos, en concreto al espectro de su mujer, para hacerla presente a través de la belleza. Tú has intentado hacer lo mismo en esta novela, convocar el espíritu de tu hermana, por supuesto no de una forma esotérica o paranormal. Has tratado de hacer presente su esencia a través de la literatura.
- Juan Trejo (J.T.): Sí. Contar estas cosas, según donde se haga, puede sonar un poco esotérico. Pero mientras estaba escribiendo este libro, de algún modo tenía la sensación de que estaba conmigo. Y, de hecho, los fragmentos más novelados me salían de un tirón. Y pasaban días hasta que los volvía a leer, porque personalmente yo notaba que ahí había algo diferente, no estaba lidiando con algo que yo controlara del todo. Y yo creo que ese efecto también lo provoca la lectura del libro, poco a poco vas viendo que esa figura va tomando cuerpo, carnalidad casi, que no es solo un comentario ni una anécdota, sino que hay algo ahí.
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B.M.: Precisamente eso sucede en esos capítulos más literarios, en esos diálogos que tú ficcionas. No se desprende lo mismo cuando ofreces simplemente datos. Esa presencia se siente sobre todo en los capítulos con más carga de ficción.
- J.T.: No, claro. Inicialmente, seguramente por respeto, yo no quería contar esta historia desde su punto de vista. La idea, en un principio al menos, era contar el molde, de manera que lo que quedara en medio, ese vacío, sería mi hermana. Y me dediqué a hablar de ese molde, haciendo crónica, investigación y ensayo. Pero en un momento dado, sobre todo hablando con uno de mis editores, tuve claro que tenía que dar el salto a los mecanismos de la ficción y escribir desde su punto de vista. La historia lo estaba pidiendo. Me daba mucho pudor, pero una vez que empecé me di cuenta de que ese era el camino, porque de ese modo la historia ganaba otro tipo de valor, otro tipo de fuerza. Desde mi punto de vista como lector, hacía que la historia se elevase. Había un extra. Por eso para mí este libro tiene mucho de novela. Mucha gente no sabe en qué género ubicar el libro… también es verdad que estas separaciones no suelen significar gran cosa. Es un libro muy literario, a pesar de que está hablando de temas contrastables y está basado en hechos reales, funciona como una novela y de hecho, desde el principio, para reconstruir la vida de mi hermana, para narrarla, tuve que tratarla del mismo modo en el que se trata a un personaje: ver qué era lo que necesitaba saber de ella y qué era lo que tenía que ir diciendo sobre ella para que tuviera un significado, para que llegara a decir algo concreto.
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B.M.: Eso es lo complicado. A mí, como lector, llega un momento en que la pura trama deja de interesarme. Me libero de lo que algunos llaman la dictadura de la trama y a partir de ahí empiezo a fijarme en los mecanismos formales que hacen funcionar esa trama. Más que la trama en sí, me interesa todo el andamiaje literario, narrativo, que hay que construir para que la historia funcione y fluya.
- J.T.: Tú lees como un escritor.
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B.M.: Sí, pero yo no escribo.
- J.T.: Ya, pero esa es la lectura que tiene un escritor. Tú ya no puedes leer simplemente dejándote llevar, tú ves el mecanismo y precisamente un libro te gusta o te fascina cuando ves el virtuosismo en la utilización de esos recursos, cuando ves que la maquinaria realmente es espléndida. Eso es lo que te fascina como escritor. Por eso te decía que haces una lectura como la haría un escritor. Normalmente la gente valora cuando un libro de arrastrado o le ha enganchado. Curiosamente, en este caso estoy recibiendo un flujo muy alto de e-mails y mensajes de mis lectores y en este feedback me dicen mucho que lo han leído muy rápido, a veces en un día o en una tarde. Y piensas: ostras, con la de trabajo que me ha llevado… pero al final también pienso que de algún modo e honrado a Flaubert, que decía: hay que tomarse mucho trabajo para que no se note el trabajo. Y pienso que algo he hecho bien, realmente hay mucho trabajo para que se lea con sencillez, es un tema que es complicado de montar.
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B.M.: Yo creo que cada historia busca su fórmula ideal para ser contada. Encontrar la manera adecuada de contar la historia de tu hermana no debe haber sido nada fácil.
- J.T.: Encontrar la voz, el tono… no se trata únicamente de contarlo y ya, uno tiene que saber desde dónde está contando eso, con qué tono lo va a explicar, si quiere una distancia o una cercanía, qué es lo que requiere la historia. Porque tú, al final, te pones al servicio de la historia, porque sabes que así es cuando funcionan las cosas. Como escritor uno tiene unas herramientas y un manejo y puede llevar una historia a un sitio u otro, pero las historias realmente potentes son aquellas que te obligan a poner todo lo que tienes a su servicio. Yo sentí este impulso de transmitir algo que no sabía bien lo que era y lo único que he intentado es estar a la altura, poner todo lo que yo tengo para estar a la altura de lo que esta historia contenía.
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B.M.: Tú terminas este libro con una frase muy tolstoiana, la idea de que las familias no sólo se crean y se destruyen, también se transforman. Evidentemente, la muerte prematura de tu hermana transformó la esencia de tu familia. ¿Este libro la ha vuelto a transformar? ¿Ha transformado la relación con tus hermanos? ¿Le ha dado otro giro a la sustancia de tu familia?
- J.T.: Mi mujer, que ha vivido muy de cerca y ha sufrido conmigo este libro, me decía: esto va a suponer un cambio para tu familia. Yo insistía en que no, en que no era mi voluntad intentar que cambiara nada y que esto era una cuestión personal. A mí me daba un poquito de reparo, pero en cuanto lo leyeron mis hermanos me sorprendió muy gratamente cómo han hecho suya la historia de “Nela, 1979”. Es como si, de algún modo, esta historia completara algo para ellos y añadiera también algo nuevo: una perspectiva, un enfoque… No les va a cambiar la vida, como a mí sí me la ha cambiado toda esta investigación, pero he notado que enseguida han incorporado lo que yo cuento a su historia, lo que yo cuento completa su historia, les da un nuevo toque que veo que les gusta, noto que están contentos de poder añadir algo luminoso.
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B.M.: Como hemos dicho antes, este libro no es sólo la historia de tu hermana ni de tu familia, sino también la historia de una ciudad, Barcelona, y de un ambiente en un momento determinado. Hablas de la Barcelona de los 70, de la Barcelona de Nela, de una década contracultural previa al 78. Y la comparas y la diferencias de la movida madrileña de los 80. En la contracultura barcelonesa -que no catalana- se mezclaban las ideas de jóvenes burgueses intelectuales (la Gauche divine que todos conocemos) y la energía de gente como tu hermana, que no tenían una gran formación cultural, pero que aportaba unas ganas enormes de cambiar su realidad. No buscaban el cambio a través de la militancia política, sino generando una nueva visión de la existencia.
- J.T.: Por supuesto. Además, los cambios o las revoluciones, aunque sean frustradas, siempre tienen el mismo patrón. Hay gente de clase más o menos alta que tiene buenas ideas pero que requiere de energía, la energía siempre suele estar en la clase baja o la clase trabajadora, pero en gente que cree, que entrega su energía y su fuerza para poder cambiar y participar de eso. La contracultura, obviamente, tiene esas características. Es verdad que la contracultura viene de antes, de los años 60, De Estados Unidos sobre todo. Cuando llega a España y realmente se establece, que es la época de la que habla el libro, mediados de los 70, que es una vida más o menos corta, intensa, que no tiene una adscripción política específica.
Lo de la lucha política contra el régimen es de la generación anterior, el compromiso político es anterior. Los de esa generación, obviamente, también quiere un cambio de régimen, pero casi lo dan por hecho y a lo que aspiran es algo mucho mayor y al mismo tiempo mucho más abstracto, que es un cambio en los modos de vida, en los modos de relación, en cómo tratar el materialismo incluso, en la idea de compartir… es algo que se hereda del movimiento hippie, de la cultura de los 60, llevada a los 70. Tiene una vida corta y además, cuando llega la transición y la democracia representativa. Insisto mucho en lo de democracia representativa, porque se instaura un régimen de partidos políticos que no es con lo que sueñan esos jóvenes, sueñan más bien con otra cosa. Pero precisamente, como no están adscritos a una ideología concreta, son más o menos ácratas, son libertarios, eso no se traduce políticamente en nada concreto. De hecho, en las Jornadas Libertarias del 77 eligen no formarse como partido político.
También son mucho más fáciles de borrar, de eliminar. Cuando llega la democracia y el Partido Socialista al poder y se escribe la historia oficial de la transición, de todo ese momento previo, que es abstracto, lo que no se puede aprovechar para los nuevos tiempos, se deja. Y lo que se puede aprovechar se transforma en otra cosa. El propio Almodóvar, que nace como un underground total con estas películas suyas tan provocadoras, acabó convirtiéndose en un producto de consumo masivo y que habla de la nueva España. Hay una cosa que no me gusta nada de lo que dice en esos tiempos Almodóvar y que me parece el mal de este país. No quiere decir que su cine no sea estupendo. Él dice: mi venganza contra Franco es hacer ver que no ha existido. O sea, olvidar. Yo creo que no es lo adecuado, pero es verdad que cuando empieza la transición, y sobre todo con la movida, da la impresión de que no venimos del franquismo, que el franquismo es una cosa remota que pasó a nuestros abuelos, cuando no era en absoluto así. Todavía vivimos en esas consecuencias.
La Transición y su brazo cultural, que es la movida, aprovecha lo que puede para su propósito y todo lo demás queda borrado: la música, etc… El propio Pau Riba, que se mantiene fiel a esa idea contracultural, durante muchos años cae en un olvido absoluto; luego se recupera, pero al cabo de muchos años. Fueron borrados porque podían ser borrados y además -el otro día me lo decía también Juan Carlos Usó, el historiador-seguramente porque a muchos de ellos ya les parecía bien, a pesar de que luego se hayan hecho exposiciones.
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B.M.: Otra cosa interesante que cuentas en tu libro es la historia de la heroína y su introducción y distribución tanto en Italia como en España. Cuando hablamos de un heroinómano nos viene a la cabeza una persona extremadamente deteriorada, socialmente degradada y que delinque para conseguir su dosis. Pero sin embargo, había otro tipo de consumidores de heroína, al que pertenecía tu hermana, que hacían un uso sensorial o experimental de esta droga.
- J.T.: El problema de los que fueron pioneros en el uso de la heroína, que venían de una vía de transgresión, de oponerse a formas de vida o de relaciones familiares, era la gran ignorancia que tenían. Para ellos, el paso del hachís al LSD y de ahí a la heroína como proceso de transgresión era bastante natural, dentro de lo que cabe. Es verdad que muchos trazaron una línea muy clara previa a la heroína, los que tenían más conocimiento, pero muchos jóvenes de esos primeros consumidores básicamente lo hacían por una voluntad de ir un poco más allá, con el peligro que tenía no saber en qué consistía esa droga. Y cuando quisieron darse cuenta, muchos de ellos muy pronto, era tarde. Pero es verdad que los primeros consumidores de heroína se movían en un ámbito muy ligado a esa generación más aventurada, más inquieta, no a los que conocimos después, que estaban más asociados a la delincuencia de manera directa.
Actualmente sabemos que hay un consumo de heroína que llega hasta hoy, normalizado, que no se quiere ver, porque el prejuicio sigue siendo enorme, es tan grande que ni siquiera podemos pensar en todos los jóvenes que murieron en los años 80 y que han sufrido una doble muerte: la física, la que tuvo que sufrir su familia, y la vergüenza y el estigma de los que se quedaron sin seres queridos y ni siquiera podían hablar de ello, porque para la familia era una carga, una vergüenza muy grande, te podrían señalar, por decirlo de alguna manera. Pero yo pienso que es hora ya, que como sociedad ya estamos lo suficientemente maduros como para poder echar la vista atrás, no para buscar culpables, sino para intentar hacer un poquito de Justicia. Para restañar, un poco como he hecho yo con mi hermana -que no tiene que ver estrictamente con la generación de los 80, aunque si tiene que ver con la heroína en ese sentido- y aportarles un poquito de dignidad. Darnos cuenta de que vivieron, de que eran personas dignas, que no eran simplemente heroinómanos, eran mucho más, eran personas completas. Sufrieron eso y tuvieron que pagar por su ignorancia, básicamente.
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B.M.: Has aprovechado tu libro, no solo para reivindicar la figura de tu hermana y de todos los que fueron como ella, sino para enterrarla con dignidad. Como dices en un momento dado, no sólo has tallado su lápida, sino que además has abierto el cepo que la trababa. Este cepo era ese pacto de silencio familiar que no dejaba que pudierais compartir vuestros duelos. Comentas que en tu familia cada uno había llevado el duelo por su cuenta y ahora, hablando con tus hermanos, has descubierto cómo había gestionado cada uno de ellos su dolor y su pena, algo que no hicisteis colectivamente como familia.
- J.T.: Yo pienso que es fácil decirlo a posteriori y decirlo desde mi posición, una persona que ha tenido mi formación, con unos estudios y una situación más acomodada y sencilla que la que tuvieron mis padres. Pero, por supuesto, habría sido mejor tratar las cosas a un nivel colectivo, tratarlas en familia. Y en mi familia, al imponerse ese silencio, cada uno hizo lo que pudo para salir adelante con ese estallido nuclear que fue la muerte de mi hermana. Pero uno nota que, incluso 40 años después, poder compartirlo es sanador, incluso a día de hoy, cuando los recuerdos ya no tienen esa potencia. Sirve de algo y a mis hermanos les ha servido también para completar su particular puzzle y para añadir un poquito de luz a una historia que nos pesaba por su oscuridad básicamente. Ese fue mi motor desde el principio, encontrar luz en una historia en la que no se veía, pero yo intuía que la había y que a lo mejor lo que había que hacer era rascar para que pudiera manifestarse.
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B.M.: Como dices muy bien en la dedicatoria inicial, “Nela, una estrella distante”. Una estrella cuya luz ha tardado 40 años en llegaros.
- J.T.: Sí.
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B.M.: Y gracias, sobre todo, a la familia de
Valerio, el compañero sentimental de tu hermana.
- J.T.: Eso fue espectacular y realmente fue un poco milagroso. No hubo intervención de poderes superiores sino de Facebook, básicamente [risas], pero abrir esa puerta me cambió. Todo lo que ha llegado de Italia a su puesto cosas que no podía imaginar al escribir este libro. La puerta que se abrió ahí es lo que realmente me cambió la vida.
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B.M.: Porque eso te llegó cuando ya estabas escribiendo el libro.
- J.T.: Ya tenía 3/4 partes del libro escritas y era un libro que iba a hablar básicamente de la frustración, en el sentido de no saber más. No sé si conoces el libro “El dolor de los demás” de Miguel Ángel Hernández, que habla del suicidio de un amigo suyo. Esto no era lo que yo quería, pero me veía abocado a hablar en el libro sobre el no poder contarlo. Pero lo que ellos me dieron, aparte de un cariño y una generosidad espectacular, me ofrecieron una visión de mi hermana que era lo que yo buscaba encontrar desde el principio. Esa luz, ver a esa muchacha alegre, enamorada, que tenía una influencia positiva en los demás, que realmente era una fuente de inspiración, como lo ha sido para mí al escribir el libro. Eso para mí ha supuesto un giro casi de 180º en la visión de mi hermana, que era el motor de esta historia. Por ende, esa luz se extiende también a todo lo demás, incluso a la voluntad de haber buscado. Da por bueno ese esfuerzo y los sinsabores, que también hay unos cuántos. Antes me hablabas de tu sistema para medir los libros, yo tengo una teoría también: para mí una historia está bien contada cuando al llegar al final tú lees desde el final al principio. Cuando el final hace que tú releas toda la historia de otra manera. Y a mí esto es lo que esta historia me provocó: el final es lo que hace que el principio tenga otro sentido.
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B.M.: En el momento en que te llega el testimonio de gente que convivió con ella, que la conocía, que la valoraba y que la quería, la historia adquiere una nueva luz.
- J.T.: Y que además en cuanto a les pregunté -y mira que yo era un tipo de Barcelona, desconocido, que venía a preguntarles sobre un miembro de la familia que murió hace años también, yo no lo sabía hasta ese momento, en unas circunstancias curiosas y que tenía una historia relacionada con heroína-de inmediato quisieron participar de eso. Eso es lo sorprendente. Parecía como que existía la necesidad exactamente de eso, como si yo hubiera tecleado el código preciso para que de repente de ellos también saliera eso y lo quisieron entregar y compartir. En Italia la familia ha hecho un grupo de whatsapp que se llama Nela y Valerio, donde todos comparten los recuerdos y sus vivencias. Es una cosa que va mucho más allá de la literatura. Mi hermano, De hecho, viendo la reacción también de mis primos de Extremadura, que ha sido muy llamativa, me decía: y eso que dicen que la literatura no sirve para nada [risas]. En este caso la literatura ha activado muchas cosas y eso es algo que como escritor 1 no puede imaginar que va a hacer. Te propones escribir una historia y esperas que guste y que entretenga, pero que de repente interpele a un nivel más personal me abruma positivamente.
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B.M.: Recuerdo un compañero que me decía: "Tú lees muchos libros, ¿verdad?" Y cuando yo le respondía que sí, él me decía: "Yo no, prefiero vivir". Como si leer no potenciara la vida, como si leer no fuera una forma de vivir intensamente. No entendía que yo no leía para evadirme, sino para implicarme más a la realidad, para explorarla a fondo.
- J.T.: Además es que eso es mentira. Leer implica un compromiso, estés leyendo a Dostoievski o a Megan Maxwell. El acto en sí ya significa firmar un compromiso. Leer hoy en día es absolutamente transgresor. Tienes que pararte y dedicar un rato a concentrarte. Leer hoy en día es muy contracultural, teniendo en cuenta la cultura en la que vivimos, porque te pide hacer algo que no haces nunca. Lo normal es estar entreteniéndose, eligiendo películas de Netflix. No lo juzgo. Pero leer exige un esfuerzo.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Juan Trejo el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Del mismo modo, agradecemos a la editorial
Tusquets el haber hecho posible este encuentro.