¿Comer o volar? ¿Tener o ser? ¿Centrar tu vida en las necesidades materiales o entregarte a la perfección del espíritu? ¿Ser "normal" y adaptado o forzar las costuras de lo "real" hasta romperlo y empujar lo "posible" unos metros más allá? Seguramente sin tener cubiertas las mínimas necesidades materiales no hay vida digna posible para la inmensa mayoría de las personas, pero también es verdad, como dice Kafka, que chapotear en los charcos durante mucho tiempo nos inhabilita para el nado en alta mar.
En esta fábula a través de la potente metáfora del vuelo, Bach nos advierte que la vida, superada su dimensión orgánica de mera supervivencia, es una posibilidad para perfeccionar el vuelo libre. Eso sí, hay que superar, como diría Hermann Hesse, el miedo a la libertad, que nos atenaza a la mayoría, presos de innumerables servidumbres y dependencias. Gran parte de las cuales seguramente son prescindibles e innecesarias. Por otra parte, para tomar altura y planear libremente hay que tener "un devastador deseo de aprender a volar".
Para Bach la finalidad de la vida libre es el empeño por la perfección y el reflejo personal de ella; de hecho "el cielo, para este autor, no es un lugar ni un tiempo. El cielo consiste en ser perfecto". Ser perfecto, como aspiración, es el impulso ético que debe guiar al hombre libre, consciente de que una vida plena es el resultado de un conocimiento pleno ("gaviota que ve lejos, vuela alto").
Juan Salvador Gaviota es un Bodhisattva, alguien que ha alcanzado la iluminación y ha decidido no sumergirse en el nirvana, sino ayudar a otros seres vivientes hasta que todos sean libres. Posee la bodhi, la sabiduría perfecta, y es un sattva, un ser inteligente cuyas acciones se orientan hacia la armonía. Además su decisión de ayudar a los otros aporta el principio del karuna o bondad-amor.
Todos necesitamos para empezar un guía - Juan Salvador también lo necesitó - cuyo trabajo es llevarnos hacia el verdadero maestro, que como dice Jiddu Krishnamurti está en lo más profundo de nosotros. ("No creas lo que tus ojos te dicen. Sólo muestran limitaciones. Mira con tu entendimiento, descubre lo que ya sabes, y hallarás la manera de volar").
Podríamos concluir con el lema de los argonautas, que el propio Juan Salvador Gaviota si hubiera tenido manos hubiera firmado: Vivir no es necesario, pero navegar (en este caso volar) sí.