Enrique Vila-Matas conoció a
Dominique González-Foerster hace ocho años. De la fructífera relación entre el escritor español y la artista francesa se aprovechan ambos, cada uno en el campo de las artes que le es más afín (o en varios de ellos). La "energía creativa" (en palabras del propio Vila-Matas) que genera su amistad, las conversaciones y los intercambios de impresiones entre los dos son un valioso combustible que ayuda a que sus creaciones se conviertan en un tapiz que se dispara en mil direcciones. Conocer a Dominique también le permitió a Enrique entrar en contacto con una apasionante y ecléctica generación de artistas franceses que se abrían a múltiples disciplinas, permitiendo de este modo el intercambio fluido de ideas con las demás artes.
Los lectores fieles de Enrique Vila-Matas sabrán de su fascinación por el arte contemporáneo y recordarán la última de sus obras, "Kassel no invita a la lógica". Y, aunque "
Marienbad eléctrico" podría parecer a primera vista una continuación de ésta o un libro íntimamente relacionado, lo cierto es que no lo es. De hecho, Vila-Matas confiesa que la idea de escribirlo no partió de él, sino de su editora francesa, cuando se enteró de que el Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou de París acogía en sus salas una retrospectiva de Dominique González-Foerster.
El escritor barcelonés
Enrique Vila-Matas es uno de los más prestigiosos de nuestro país. Su obra ha adquirido un gran reconocimiento internacional, recibiendo premios entre los que destacan el Ciudad de Barcelona y el Rómulo Gallegos en 2001, el Herralde y el Nacional de la Crítica en 2003 y el premio de la Real Academia Española en 2006. Es autor, entre otros libros, de "
Aire de Dylan", "
Perder teorías", "Doctor Pasavento", "El mal de Montano", "Dietario voluble", "París no se acaba nunca", "Historia abreviada de la literatura portátil" y "
Bartleby y compañía".