Diego Ruiz de la Torre Gómez de Barreda, más conocido como
MacDiego, es un diseñador, editor de cómic y publicista valenciano. Desde su estudio ha realizado múltiples trabajos para clientes de la comunidad, como las esculturas metálicas de Picasso para la exposición del pintor que realizó la Fundación Bancaja y que todavía se pueden ver en la ciudad.
Fue cofundador de su propia editorial de tebeos Joputa CB, refundada más tarde como Edicions de Ponent, y también de La Guillotina, la primera galería dedicada a originales de cómic. Desde el año 2000 al 2004 ejerció como presidente de la ADCV (Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana). Ha sido comisario de varias exposiciones y ediciones, tanto individuales como colectivas, y ha participado en multitud de ellas.
Desde 1999 es tertuliano de radio junto al diseñador gráfico Modesto Granados, el periodista y escritor Ramón Palomar, el historietista Paco Roca y el cantante José Manuel Casañ. La
Tertulia Friki ha pasado por diferentes emisoras valencianas y se emite todos los viernes a las 13 horas en el programa
Abierto a Mediodía de
Valencia Radio (99.9 FM).
Bruno Montano de
Trabalibros ha tenido la oportunidad de reunirse con él para conversar acerca de la publicación de "
La vida es corta, ¡desperdíciala!", "posiblemente uno de los diez libros más innecesarios y prescindibles con los que te cruzarás a lo largo de tu vida".
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.):
Antes de conocerte me preguntaba si en tu caso era posible separar la persona del personaje. El personaje
MacDiego es gamberro, rompedor e iconoclasta. ¿Es esta una forma de protestar contra un mundo que no te gusta?
- MacDiego (MD): Supongo que, si yo fuera el creador del mundo, ni de coña lo habría hecho tan mal. Vivimos al rebufo de cosas sobre las que ni si quiera nos planteamos por qué son así. Durante mucho tiempo han sido así y eso parece un motivo suficiente para que lo sigan siendo, ¿por qué? Eso es lo que me quiero cargar. No estoy nada de acuerdo con pequeñas rutinas diarias. Ya no te hablo de grandes religiones, de grandes bancos ni grandes empresas con lo que, por supuesto, tampoco estoy de acuerdo, sino del día a día, del comportamiento de cada uno de nosotros. Trato de replantearme todo esto y de reventarlo un poco a mi manera.
Por actuar de esta manera he estado muy mal visto socialmente durante un tiempo, pero hoy en día las reglas ya han cambiado, por lo menos en este mundo avanzado en el que estamos. Y también es cierto que el mundo que va más retrasado, cada vez está más retrasado. Y esto me ralla más todavía, porque vamos muy mal. Mi visión es pesimista.
- B.M.: Sin embargo, en el libro en algún momento te declaras optimista o positivista.
- M.D.: Bueno, habrá sido sin querer [Risas]. A lo mejor, dentro de ese pesimismo, intento ser optimista, porque creo que hay posibilidades de cambio. Pero, desde luego, hay que cambiar un montón de cosas que son del siglo XIX con las que todavía convivimos. Alrededor de eso da vueltas el libro. Y la balanza siempre se inclina del lado del humor; me da igual que sea escatológico, inteligente, negro, blanco, amarillo o del color que sea; cualquier cosa, con humor, siempre se soluciona antes y mejor que con seriedad.
- B.M.: En ese sentido, la portada de tu libro es muy significativa. Yo la interpreto como que la muerte va ascendiendo y el último gesto vital es la risotada antes de morir, la idea de que frente al fondo trágico de la vida la mejor respuesta posible es el sentido del humor, y cuanto más absurdo, mejor.
- M.D.: Sí. Yo sé que me estoy muriendo ahora a una velocidad mucho más rápida que la de cualquier otro; si la velocidad normal de la muerte es de 80 yo voy a 110. Lo tengo clarísimo, porque he notado mis cambios físicos en los últimos cuatro años, por varias historias que llevo encima y que además son las que me han permitido y me han animado a escribir este libro. Hasta no hace mucho tiempo el tema de la muerte me daba cierto pavor, pero es que ahora estoy convencido de que es la solución. No hay otra forma de salir de este mal mundo que hemos montado si no es por medio de la muerte. Es cierto que, cuando alguien se va, todos los que nos quedamos nos apenamos, al menos en Occidente y en esta civilización, pero a lo mejor el que se va lo hace encantado de la vida, diciendo: ya nos veremos.
- B.M.: Esta posibilidad de parar y pensar te la provocó el atropellamiento que sufriste. Tú agradeces al principio del libro a la chica que te atropelló involuntariamente el hecho de haberte permitido un tiempo de tranquilidad para reflexionar sobre estas cosas.
- M.D.: Claro, esta chica me ha regalado un montón de horas en las que no podía hacer absolutamente nada más que pensar, o ver una pantalla y poquito más. Me negué a lo de la pantalla y me dediqué a pensar. Es cierto que tenía la idea de escribir este libro desde hace algún tiempo, pero ese fue el detonante para hacerlo. Y, de hecho, cambié la idea sobre el libro. En un principio la idea era recopilar trabajos antiguos y cosas que había hecho durante un montón de años, pero finalmente ese apartado se quedó en un 10% del libro. Todo lo demás es material nuevo. El accidente me hizo reflexionar y llegar a la conclusión de que, al final, se trata de pasarlo lo mejor posible en este mundo y de que tu entorno también esté lo mejor posible.
- B.M.: No enumeras las páginas, no pones un índice... ¿Es esto una invitación a abrir el libro por cualquier página y empezar a leer, que sea el azar el que oriente al lector?
- M.D.: Lo de no numerar las páginas está hecho adrede, en un principio era un problema técnico porque los programas que ahora hacen ese tipo de maquetación yo no los sé utilizar y los que yo utilizo, que numeran páginas, están completamente obsoletos. Así que pensé, ¿qué más da empezar este libro por la página 1 que por la 117? Todas son pequeñas historias, relatos cortos; hay cierto orden en el montaje final del libro, pero da igual por dónde lo abras para empezar a leerlo, así que, ¿para qué numerar? ¿Por qué esa obsesión por numerar cuando, además, en un libro como este que tiene un apartado importante artístico o de diseño el tema de la numeración o los créditos de las obras contaminan la página? Quería que fuera lo más limpio posible. Es muy fácil averiguar quién me ha ayudado colaborando en algunas páginas, pero no lo pone directamente como si fuera para tontos. No hace falta ponerlo, a poco que mires las páginas entenderás de quién es cada ilustración.
- B.M.: Me gustaría preguntarte sobre el orden en el que agrupas los materiales que componen el libro. Tu libro es un extraño artefacto, divertido, arriesgado, "excitante", en el que incluyes trabajos antiguos, exposiciones (Duets, Edetanos ilustrados), dibujos varios, artículos tuyos publicados en revistas y, al final, hay una sección que incluiste por recomendación de Boque Bazán que agrupa obra gráfica tuya que realizaste por encargo.
- M.D.: En principio no quería poner nada por encargo, MacDiego siempre tiene una cara A (que es la familiar), una cara B (que es el trabajo) y el canto, que es lo que sale en este libro. Cuando tiras la moneda al aire puede caer en esta posición, que es la más divertida, la que a mí más me entretiene. Por supuesto, la más importante es la familiar; la del trabajo se hace por dinero y digamos que es un acercamiento a la prostitución, porque no todos los encargos que recibes te hacen ilusión. Pero hablando un día con Boque me dijo: aprovecha la oportunidad, tú eres bueno en lo que haces y la imagen que tiene la gente de ti es la del humor, que está muy bien, pero también deberías incluir algo de tu obra por encargo. Yo me negaba, entre otras cosas porque creo que pueden haber cosas en el libro que pueden molestar a alguien, y ese alguien podría ser algún cliente que pagó por su trabajo y que a lo mejor prefiere no verse relacionado con ese mundillo o con esas cosas que cuento. Pero luego, con el tiempo, ha sido todo lo contrario: los clientes que aparecen ahí me han dado la enhorabuena, me han dicho que se han reído, que se lo han pasado muy bien y me han dado las gracias por incluirlos en el libro, así que genial. La obra por encargo ocupa unas 20 páginas al final del libro donde se ve que este chico, a pesar de que parece que no está bien, es capaz de hacer cosas interesantes [Risas].
- B.M.: ¿Y cuál ha sido el criterio para ordenarlo? Porque los casi 40 prólogos que hay en el libro se encuentran en su sitio natural, pero ¿a qué se debe el orden del resto?
- M.D.: Como no sabía a quién pedirle el prólogo, a todo el que me encontraba, que tenía cierta gracia y con el que tenía cierta amistad, le preguntaba si le apetecía escribirlo. Yo les decía: si lo mandas bien, pero si no, yo no te lo voy a volver a pedir, no voy a ser un pesado. Y mi sorpresa ha sido que, si se lo he pedido a 50, 48 me lo han enviado. Me vi con un montón de material que tenía que poner [Risas].
- B.M.: Yo creo que has batido el record Guiness del libro con más prólogos del mundo [Risas].
- M.D.: Sí, y además mientras los iba recibiendo tenía miedo de que todos dijeran más o menos lo mismo. Pero al final ha quedado una "paella" entretenida.
- B.M.: Sirve como introducción biográfica, porque permite al lector conocerte desde diferentes puntos de vista.
- M.D.: Claro. Primero estaba pensado que hubiera un prólogo y un epílogo; el epílogo iba a ser familiar. Y me pasó exactamente lo mismo: llegaba la fecha y sólo tenía uno, pero de repente empezaron a llegar por todos los lados. Los junté todos y ahí están. Sobre el orden del libro, al principio hay material un poco más antiguo, alguna colaboración que he hecho en algún medio y que me hacía ilusión contar, que creo que el trabajo era bonito y digno de incluirlo pero que en su día no estaba muy bien impreso, bien comunicado o habían pocos ejemplares. O trabajos que te arrancaran una sonrisa, aunque no fueran tan bonitos ni dignos. Y luego hay un orden natural; vas hablando de cosas: de la vida, de la muerte, del sexo, de las mujeres, de los hombres...
- B.M.: De sexo, mucho. Lo escatológico y lo sexual tienen una presencia importante en tu libro.
- M.D.: Pues yo creo que de sexo poquito, me he tenido que cortar. Fíjate que no hay casi ningún pecho en todo el libro.
- B.M.: Bueno, hay una especie de ejercicio visual en el que hay que emparejar pechos.
- M.D.: Hay una especie de juego toporiano, pero nada más. Topor hizo un libro con algo similar hace un montón de años, este es un pequeño homenaje. De hecho, el libro está lleno de pequeños homenajes a gente. Y es raro que haya tan pocos pechos en mi libro, porque yo creo que no hay nada sólido más entretenido para jugar con ello que el pecho de una mujer. La textura, la turgencia, la temperatura... no hay nada que dé tanto gustito como eso. Y en el libro no aparece casi. Aunque es cierto que también hay mucho pene, que también es muy entretenido jugar con él... No sé por qué me han salido muchos penes y pocos pechos, si alguna vez hago el volumen 2 intentaré equilibrar la balanza [Risas].
- B.M.: El título es muy significativo: "
La vida es corta, ¡desperdíciala!". Es toda una declaración de intenciones. Hace referencia a la filosofía de la utilidad de lo "inútil", es una invitación a disfrutar de lo aparentemente inútil de la vida.
- M.D.: Es que la vida es muy corta de verdad. Ahora que tengo hijos con ventipocos años, recuerdo cada día lo que hacía yo cuando era como ellos. Hace mucho tiempo, pero para mí es como muy reciente, lo recuerdo perfectamente. Parece que fue hace nada y ya tengo 55. Eso quiere decir que dentro de nada tendré 85, si los llego a tener. Con lo que, si quiero romper ciertas cosas, o empiezo ya o no me va a dar tiempo. Por eso, lo que se te ocurra con ventitantos años, hazlo. Luego ya veremos cómo arreglarlo.
- B.M.: Hay una frase que cita mucho
Ramón Palomar y es una especie de lema tuyo: "Hay que provocar que pasen cosas". ¿Qué te gustaría que pasara en la mente de los lectores de este libro?
- M.D.: Ahí me encuentro ante dos casos. El primero es el del lector conocido, que conoce tanto a Diego como al personaje de MacDiego, cuya lectura parte con ventaja porque no parte de la línea de salida sino de muchos metros adelante, que conoce mis reacciones y sabe que, si la posibilidad B es la mala, MacDiego sin dudarlo escogerá la B. Y me gustaría encontrarme con alguien que no me conociera de nada y que le llegara el libro, lo leyera y pensara: este tío es un imbécil, ¿quién se ha creído que es?, o ¡qué egocéntrico que es! O a lo mejor le encanta y me quiere conocer, o no, no tengo ni idea. Por ahora, sólo he recibido feedback de personas que conocen el personaje. A la gente que no me conoce de nada, me gustaría arrancarles una sonrisa en algún momento del libro; no quiero que se lo tomen en serio, ni en plan filosófico, ni que lo juzguen siquiera; es un libro para pasar el rato. Muchas veces voy a la librería, hojeo libros y esos 10 ó 15 minutos que paso en la librería busco ese tipo de libros. Libros con esa frase que luego voy pensándola durante varias manzanas en la cabeza y que me hacen reflexionar y sobre todo dudar. Pues, a lo mejor, puede haber algún apartado de ese tipo en este libro.
- B.M.: En una entrevista que te hicieron dijiste: "El mundo de la imagen es interesante si puedes observarlo con los ojos cerrados". Parece una idea paradójica.
- M.D.: ¿Eso lo he dicho yo? [Risas] ¿Sabes lo que pasa? Soy enemigo del mundo de la imagen, no me gusta en absoluto el cine, la televisión, las series... Me parece la vagancia de la cultura. No haces nada: te están poniendo la imagen, las caras, el ambiente, la música: te lo regalan todo. Y cuando acabas de verlo, lo olvidas. Has hecho tan poquito esfuerzo para recordar nada que te quedas con lo anecdótico. La frase que me decías va un poco por ahí: me interesan las imágenes que te duran, que te hacen pensar, las que tú luego tienes que completar con los ojos cerrados, y eso no ocurre en la imagen en movimiento (televisión, cine...)
- B.M.: Eso también pasa con los libros. Por ejemplo, Tierno Galván decía que le encantaban los libros que se leían mirando al cielo, los que hacían pensar constantemente y levantar la cabeza del texto.
- M.D.: Claro.
- B.M.: He entresacado algunas frases de tu libro que quiero que comentes. Sobre todo del último artículo, "Crear o criar", que es el que más me ha interesado porque me fascina la gente creativa. "Crear es un placer donde no cabe el equilibrio. Pocas veces va acompañado de amor y coquetea con el reconocimiento, que es su perdición".
- M.D.: Sí. Crear es jugártela, tratar de hacer algo que nunca nadie haya hecho. Si no, estás copiando, y eso ya no me interesa tanto. Si eres original, partes de cero. Y sobre la segunda parte de la frase, cuando estás creando porque quieres que alguien lo vea, o que se multiplique, o se divulgue, etc., ahí lo estropeas. Hay muchos creadores muy buenos que cuando hacen cosas más "populeras" para que lleguen más a la gente, resultan menos interesantes. Por ejemplo, Omega. Muchas veces, los creadores nos perdemos a causa de la intención de ser más conocidos, en vez de ser más egoístas y hacer algo para nosotros.
- B.M.: Hay una parte de la frase que todavía no me has explicado, la que dice "crear pocas veces va acompañado de amor". Y relacionada con ésta hay otra en tu libro que dice: "lo contrario al amor es la creación". Este concepto se parece mucho a la sublimación freudiana: desvías las energías sexuales y amorosas hacia la creación para robustecer ese proceso.
- M.D.: El amor es una entrega a alguien, o a algo. Si te estás entregando, al final estás negociando, porque quieres llamar la atención de la otra persona. Si quieres ligar con alguien, a lo mejor no muestras tu verdadero yo, sino que lo escondes para engatusar a esa persona. Te estás engañando a ti mismo. Si yo creo para "ligarme" a alguien, gran cagada, porque estás pensando en todo lo que rodea al amor: el respeto, el sentirse bien, la sonrisita... y por ahí no se crea, por ahí ya está todo hecho desde hace siglos. Yo creo que, en este momento, si quieres crear tienes que romper, hacer cosas que nunca nadie ha hecho, que sorprendan. Tienes que jugártela.
- B.M.: ¿Como poner un toldo de 14 metros de altura con tu soberano cuerpo desnudo en la Gran Vía? [Risas]
- M.D.: Sí [Risas]. Eso fue una oportunidad, uno de esos regalazos que te hacen cada nosecuántos años. Desde que me casé en el año 1982 y desde que puse ese toldo en el 2007 o por ahí, todos los meses de mi vida, en algún momento, salen uno o los dos temas en alguna conversación. Que me parece genial, porque eso significa que dejaron marca. Ojalá me pasara también con el libro, que dentro de 5 años alguien me preguntara por él. Pensaría que lo he conseguido. Lo que intenté hacer con la boda y con el toldo salió, forma parte del colectivo y de un personaje.
- B.M.: Otra cosa que dices y que me parece curiosa es que "los que no crean" -donde yo me incluyo- "son perversos, indecisos y juegan malas pasadas".
- M.D.: Yo distingo a toda la humanidad entre creadores y no creadores. Los creadores, salvo los que se prostituyen por el mercado, se la juegan y para mí son unos suertudos, unos avanzados, unos elegidos, tienen como algo divino, me parecen especiales. Y todo el que no sabe crear se dedica a putear. Ahí entran los abogados, los ingenieros, los banqueros... toda esta gentuza que estoy seguro de que se ganan la vida honradamente, incluso tendrán su parte de creatividad en el trabajo que hacen día a día, pero entran en la maquinaria de lo perverso, de lo manipulador. Ese tipo de gente no me interesa mucho.
- B.M.: Se encargan de mantener el
statu quo y son incapaces de aportar nada nuevo.
- M.D.: Efectivamente. No aportan nada, yo creo que la sociedad avanza gracias al arte y a la creación. Esta gente hace que los mecanismos funcionen bien, en esta sociedad son hardware, no son software. La sociedad avanza gracias a los creativos, al ingenio.
- B.M.: Y esto me recuerda a otra de tus frases: "Cuando no sé de algo, hablo sobre ello; cuando no tengo ni idea, invento; cuando no tengo nada que decir, no callo; y es así, en ese fango de tertulia, en el que alteras el orden establecido para que emerja el absurdo más inteligente". Se trata de manipular el orden convencional y dejar que emerja lo inesperado y sorprendente.
- M.D.: Claro. Me gusta mucho conversar y, si de cada cosa que no sé me tengo que callar, posiblemente estaría callado en todas las tertulias, incluso en esta. Me tengo que inventar cosas como sea. El tono de voz es importante: cuanto menos idea tengo de lo que se está hablando, más subo el tono. El juego es ese: abrir ventanas. Siempre desde el buen rollo, por supuesto. Cuanto más absurdo sea lo que alguien diga, mejor se lo van a pasar todos los demás, y a mí hacer el papel de "taradito" me encanta. Primero porque da juego, luego porque haces que todo el mundo participe y también porque, en el fondo, no eres tan "taradito".
- B.M.: En el fondo, detrás de eso hay un propósito. Y una inteligencia aplicada a ese propósito. No es simplemente la tontería por la tontería, sino la tontería que trata de provocar un efecto.
- M.D.: Exacto. Y no hay que olvidar que estamos intentando pasar un buen rato, y resulta más divertido si el error es inmenso que si está hablando un tío que se las sabe todas y es más listo que nadie.
- B.M.: Otra frase que me gustaría que comentaras: "Crear es excitación. Sólo se puede crear a partir de vivencias, experiencias y enfrentamientos. Se requiere una gran dosis de riesgo. Para conseguirlo busco refugio en la niñez, donde hay improvisación, inmadurez, sinvergonzonería y el hacer primero y pensar después". Como diría el poeta, ¿la verdadera patria del hombre es la infancia?
- M.D.: Eso lo he visto con mis nanos, y supongo que yo también sería así. Ellos tenían la "descaradez" de preguntar cuando no sabían algo; yo pertenezco a la generación en la que, si no sabías algo, te tenías que callar y tener cuidado de lo que decías delante de quién. Mis nanos no han crecido en ese ambiente y me han hecho mucha gracia muchas cosas que han dicho, que para ellos era una tontería que les sonrojaba, pero para mí era una bomba de energía brutal. Yo quiero estar en ese mundo y ahora, cuando algo me molesta o algo no está bien, lo digo. Todo se puede decir, depende de cuándo y cómo lo digas, yo siempre intento decirlo de la forma más entretenida. Ese es el juego, un juego para que pasen cosas.
- B.M.: En la introducción de tu libro citas una anécdota de
Diógenes, el filósofo griego, y eso me dio la pista para pensarte en clave filosófica, porque de alguna manera entiendo que eres un heredero contemporáneo de esa antigua filosofía. Hablando con varias personas que te conocen, les he citado características de Diógenes y me han confirmado que te reconocían en ellas.
- M.D.: ¿Características de Diógenes que me aplican?
- B.M.: Claro. Fíjate, de Diógenes decían: utiliza el humor absurdo como arma dialéctica; usa el sarcasmo, la agudeza la chanza, la réplica mordaz; actitud escandalosa y procaz; impudicia, desvergüenza y desfachatez; espíritu burlon; actitud desafiante, irreverente, provocativa, iconoclasta; crítica corrosiva; manejo de la pantomima contra lo trágico y lo serio...
- M.D.: Sí, sí, desde luego. Todo lo que lees sobre Diógenes es fantástico, es un tío que pasa de todo y todo lo que le pasa es bueno, o él hace que sea bueno. Yo creo que lo mejor que me ha pasado en los últimos años es que me atropellaran, con toda la desgracia que supone. Me ha hecho meditar, he ganado un montón de tiempo, es genial.
- B.M.: Lo verdaderamente interesante de la escuela de
Diógenes es que en realidad no hay una escuela, no hay un "corpus" de conocimiento, no hay textos... Sólo se conocen anécdotas representativas de su actitud vital. Filosofar para ellos no era proclamar complejos y profundos discursos, era vivir de una determinada manera. La forma de entender la vida de Diógenes, y también la tuya, en el fondo son una manera de hacer filosofía viviendo. En definitiva, se trataba de buscar la libertad, la autonomía y la sencillez.
- M.D.: Esa actitud te la encuentras, la decides en un momento de la vida. Yo antes era todo lo contrario, era un tío serio, con un montón de empleados, que trabajaba 9 días de la semana, todas las horas del mundo y me la jugaba por un plato de lentejas. Hasta que un amigo me abrió los ojos y ahora me estoy comiendo las mejores lentejas que me he comido en la vida.
- B.M.: Como decía Diógenes, aprende a comer sencillas lentejas y no tendrás que adular a nadie para comer carne.
- M.D.: Claro. Yo adulaba a todos mis clientes y los trataba con un respeto y un cariño que por supuesto que se merecen, pero un día me di cuenta de que esa no era mi vida, que estaba equivocado.
- B.M.: También dices en un momento dado en tu libro que "las reglas de la provocación en nuestra cultura siguen siendo las mismas desde hace dos mil años". Diógenes vivió hace 2400 años y no paraba de provocar: se masturbaba en la plaza pública, allí mismo hacía sus necesidades y comía y, en cualquier lugar y situación, reprochaba a la gente su hipocresía y su torpeza.
- M.D.: Ahí me gana Diógenes, porque yo pienso un poco en mis hijos, hasta qué punto puedo pasarme de modo que no les afecte a ellos. Lo de mastubarme en público no ha llegado, aunque no lo descarto [Risas]. Pero hablar de la masturbación, que es una cosa que hago a menudo, pone muy nerviosa a mucha gente y ahí me dan una autopista para poner el coche a 300 por hora. Para mí es una cosa maravillosa, no sé por qué no se puede encontrar el humor en esas cosas tan básicas. Esas son un poco las reglas del juego de las que hablábamos al principio: este mundo es tan chorra que algo tan normal como intercambiar experiencias masturbatorias resulta raro. De eso no se puede hablar.
- B.M.: Transmutar los valores era el lema de Diógenes. ¿Lo adoptarías tú?
- M.D.: Pues sí, estamos en tiempos de reajustar todos los valores.
- B.M.: Por último, te voy a leer un texto de
Peter Sloterdijk, un filósofo alemán que estudió muy a fondo el cinismo -tiene un libro fantástico que se llama "
Crítica de la razón cínica"- y dice lo siguiente: "Desde que la filosofía ya es sólo capaz de vivir hipócritamente lo que dice, le toca a la desvergüenza, por contrapeso, decir lo que se vive. En una cultura en la que el endurecimiento hace de la mentira una forma de vida el proceso de la verdad depende de si se encuentran gentes que sean bastante agresivas, frescas y desvergonzadas para decir la verdad. Los poderosos abandonan su propia conciencia ante los locos, los payasos y los cínicos". ¿Firmarías esta idea?
- M.D.: Yo creo que sí, porque al final es cuestión de actitud y de seguridad. El otro día estuve dando una charla a unos chavales de 15 ó 16 años en un colegio y se lo pasaron de maravilla. De repente se vieron un señor mayor que era mucho más infantil y mucho más bestia que ellos. Y disfrutamos un montón y eso está muy bien. Y además lo notas en el ambiente, porque si ves que estás molestando, reculas. En ese caso me estaría pasando de la raya y sería un gilipollas.
- B.M.: Es que, en el fondo, el
sentido del humor, la ironía, el sarcasmo, la retranca, son formas muy interesantes de inteligencia. Hay que ser muy inteligente para ser capaz de reírse de uno mismo y de su entorno, desacralizando todo tipo de ídolos, convenciones, tradiciones...
- M.D.: Y también es importante romper; cuando esperan que vas a hacer una cosa, irte al otro lado. El día 30 presento el libro en el Ateneo y siempre monto números en las presentaciones. Pienso hacer algo que no se lo he visto hacer nunca a nadie y me juego parte de vida en esto, si sale muy muy muy mal, ahí me quedo. Ahora, si sale medianamente mal, nos vamos a reír un montón.
- B.M.: ¿Lo que piensas hacer está por encima de tu último lavado gástrico en público?
- M.D.: Muy por encima. Espero que sea muy divertido. Tengo que hacer unas pruebas antes y con un médico al lado, va a ser una prueba muy gamberra, esta vez me la juego.
- B.M.: Con estas cosas provocas una especie de "reseteo" en la mente de la gente. Algunos no podrán ni mirar, otros te llamarán de todo, otros lo entenderán y lo aplaudirán. Los que te conocen afirman que eres muy generoso en todos los sentidos, también intelectualmente. Dicen que eres un estimulador, que con las cosas que haces para llamar la atención lo que pretendes no es provocar ni parecer más listo que los demás, sino lograr que tu interlocutor saque lo mejor que tiene dentro. Si esa persona, en lugar de incomodarse, entra en el juego, extraerá de sí mismo algo interesante. Tú llegas, desmontas el orden natural de la situación y empiezan a aparecer cosas raras, extrañas, nuevas, porque has roto la dinámica habitual. Los biólogos a ese fenómeno lo llaman "emergencia dentro del caos".
- M.D.: Claro, si no haces nada para llamar la atención es un acto más. Yo creo que la gente espera de mí algo un poquito diferente. Además quiero que el recuerdo, si alguna vez lo hay, del personaje de MacDiego sea que la gente piense que está como un cencerro. La presentación es una mezcla, se hablará sobre el libro pero también tiene que haber un poco de "performance" y de cosas novedosas. De hecho, si quieres subir cada vez un escaloncito más, al final supone un reto.
- B.M.: Te he traído un libro, se trata de "
La secta del perro", un interesante estudio de
Carlos García Gual sobre la escuela de filosofía cínica de la que hablábamos antes, escuela que para algunos es un ejemplo de "filosofía humorística". Espero que lo leas y te sirva para dar "cobertura filosófica" a tu forma de entender la vida.
- M.D.: Gracias, lo leeré.
Desde Trabalibros agradecemos a
MacDiego el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas.