El escritor sevillano
Isaac Rosa ha publicado las novelas "La malamemoria", posteriormente reelaborada en "¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!", "El vano ayer", que fue galardonada en 2005 con el Premio Rómulo Gallegos, el Premio Ojo Crítico y el Premio Andalucía de la Crítica; "El país del miedo", reconocida por los editores con el Premio Fundación J. M. Lara como mejor novela del año; "La mano invisible", "La habitación oscura", Premio Cálamo, y "Feliz final", todas ellas publicadas en Seix Barral.
Columnista de prensa, es también autor de guiones de cómic, novelas juveniles y libros de relatos, entre los que destaca "Tiza roja". Su obra ha sido traducida a varios idiomas y llevada al cine en tres ocasiones.
Trabalibros tuvo la ocasión de entrevistarle con motivo de la publicación de su novela “
Lugar seguro” y ahora
Bruno Montano lo hace sobre "
Las buenas noches", “una original novela que refleja con nocturnidad y alevosía las heridas de un tiempo en el que el dormir se ha convertido en un objeto de deseo” (editorial
Seix Barral).
-
Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): He preparado la entrevista en dos fases. Una primera fase en la que podemos hablar de la historia, del argumento, de la trama y del tema y otra en la que hablaremos de la forma. Respecto de esta última, en tu novela hay dos cosas que me han llamado la atención: el estilo "insomnírico" en el que redactas el monólogo es una de ellas. La otra es el diálogo que se establece entre este monólogo y el
Diario del sueño que lleva el protagonista.
Empecemos hablando del argumento. El narrador de este texto, en una especie de monólogo interior muy próximo al flujo de conciencia, rememora y evoca durante una noche corta, que va de las 00:34 a las 05:55, una extraña historia de amor. Una historia de amor en la que se habla de una relación adúltera un poco particular, en la que se dan todos los componentes y las fases de una relación prototípica de ese estilo, pero con la salvedad de que en esta relación no hay sexo, ni hay deseo. Los amantes forman una, como tú llamas, "
pareja de sueños", se juntan para dormir, pero no hay sexo. ¿Esto se puede considerar técnicamente una infidelidad?
- Isaac Rosa (I.R.): Podríamos hasta dudar si es una historia de amor. Y si lo es, es una historia de amor diferente. Una historia de amor que contiene todos los ingredientes propios de una historia de amor y comienza como tal. Arranca casi como un cliché, dos personas que se conocen una noche en un hotel, que no pueden dormir, que empiezan a hablar, que dan un paseo y que acaban en la cama. Hasta ahí podría ser el arranque de una aventura amorosa. Lo que pasa es que se meten en la cama y se quedan dormidos. Eso hace que se convierta en otra historia, que seguimos leyendo como si fuera una historia de amor. Es una historia de pasión, pero donde el sexo ha sido sustituido por el dormir y el deseo por la necesidad de dormir, por el sueño, que acaba siendo más que dormir, que acaba siendo una forma de conexión muy personal, muy íntima, que va más allá del descanso, más allá de la necesidad de recuperar el sueño perdido. Más bien está relacionada con esa búsqueda de alguien con quien conectar y con quien sentirse durante unas horas a salvo, en un lugar y tiempo en el que parece que la vida queda afuera.
¿Es o no es una infidelidad? Como es una historia dudosa y discutible de amor, en la que no sabemos si son amantes o son otra cosa, seguramente podríamos hasta discutir si es una infidelidad. Cosa que no discutirían sus parejas, evidentemente. Que tu pareja deje de dormir contigo y que además encuentre a alguien con quien duerme... Y además duermen de una manera que no es que cada uno se ponga a un lado de la cama, sino que duermen unidos. Obviamente lo consideraría una infidelidad. Y consideraría el dormir algo tanto o más íntimo que el sexo.

- B.M.: He comentado esto con mi mujer y otras amigas y ellas consideran que dormir con alguien implica un mayor grado de intimidad, y por tanto de infidelidad, que si tuvieras sexo con esa persona.
- I.R.: De hecho suele pasar que, cuando uno tiene una relación de estas fortuita, de una noche, la gente se acuesta, tienen sexo pero no duermen juntos. Luego sale cada uno por su lado y uno no se queda a dormir en casa del otro. Porque parece que dormir es bajar un nivel más de intimidad. Y aquí se lo han saltado directamente, han ido directamente al dormir.
- B.M.: Como tú comentas, se da una especie de afinidad entre dos cuerpos extraños que, de repente, con el roce, se dan cuenta de que eso provoca un estado de paz que lleva al
sueño. Es una especie de pasar del "no puedo dormir", como dicen ellos, a pasar al "no puedo dormir sin ti". Debe darse un tipo de sincronía especial entre sus cuerpos que puede superar incluso la intimidad de la relación sexual. Es interesante ese planteamiento. Pero claro, los durmientes dentro de esa cápsula de la que hablas de intimidad y proximidad, se arropan, se abrazan, acoplan sus posturas; hay unos cuerpos que se buscan, pieles que se quieren. En esta particular unión no cabe duda de que hay también un cierto "erotismo sutil" del placer de dormir. Hay cierta carga erótica, a pesar de no haber sexo.
- I.R.: Sí, sí, totalmente. El otro día, una periodista que había leído la novela, me confesó que iba pasando páginas pensando: que no pase, que no pase, que no acaben teniendo sexo, porque le gustaba precisamente que se quedaran ahí. Y además decía ella que resultaba muy erótica la novela, sin que llegaran al sexo. Porque en efecto, en esa proximidad de los cuerpos, en la que hay algo muy físico pero también muy emocional, en esa capacidad de conectar con una persona también en lo físico, de acoplarte, de buscarte por la noche, de colocarte en una postura y encajar perfectamente en el cuerpo de la otra persona, pues acaba habiendo algo que en efecto tiene mucho de erotismo y que tiene, como decía antes, esa intimidad más profunda incluso que el sexo.
- B.M.: No llega a ser la
somnofilia de la que hablaba
Kawabata en "
La casa de las bellas durmientes", pero esa fisicidad del dormir juntos conlleva una importante carga erótica, a pesar de que el planteamiento inicial es simplemente el de dormir juntos.
- I.R.: Y de hecho ellos acaban desarrollando una necesidad de estar juntos.
- B.M.: Una adicción, casi.
- I.R.: Claro, muy similar a la que sería la pasión amorosa, a la que sería el deseo.

- B.M.: Me han resultado curiosas dos cosas: primero, que nunca se dicen el nombre el uno al otro. Comparten la intimidad de dormir en la misma cama, pero prácticamente son dos desconocidos. Y otra cosa que me llama la atención es que no sueñan. No cuentas en ningún momento si tienen sueños.
- I.R. Sí, fíjate, en una primera versión de la novela había un capítulo donde él hablaba de los sueños y donde contaba que había soñado con ella alguna vez y que fantaseaba incluso con soñar el mismo sueño, con compartir el sueño. Pero ese capítulo se acabó cayendo en una de las últimas reescrituras. Me parecía que dispersaba mucho la novela y además insistía mucho en esas noches que eran casi circulares.
- B.M.: Pero fíjate qué interesante hubiera sido, dentro de un texto "insomnírico", un fragmento onírico.
- I.R.: Claro, pero es que la relación entre ellos, tal como él la recuerda, tiene un pie en el sueño. Ellos se mueven siempre en ese territorio entre el sueño y el estar despierto. Siempre, en sus encuentros y en los pocos momentos en los que hablan entre ellos, están a punto de quedarse dormidos o sin terminar de despertarse. Lo cual tiene algo también muy propio del mundo de los sueños, en el que recuerdas las cosas vagamente, es algo casi fantasmal, en el que no recuerdas exactamente si dijo o no dijo, si pasó esto o no pasó... En realidad, todos sus encuentros los recuerda así. El propio relato que él está elaborando, lo está elaborando en una duermevela en la que también hay algo de confusión, de desorden en el recuerdo. Y en ese relato, además, está recordando algo que de por sí ya era confuso, fantasmal, que ocurrió o no ocurrió, lo cual va alterando mucho más el relato y lo vuelve más discutible, más dudoso, menos fiable, en la propia figura del narrador y de lo que nos está contando.
- B.M.: Te he oído comentar que este libro nace de tus problemas para dormir y de tu propio
insomnio, y que de repente averiguaste que compartes eso con el 30% de los españoles. ¿Es así? ¿El detonador de este libro ha sido eso?
- I.R.: Sí, si yo no hubiera pasado una temporada larga durmiendo mal, yo creo que no habría escrito la novela. Seguramente no me habría interesado el insomnio, no me habría fijado, no habría visto las posibilidades narrativas del insomnio, no me habría interesado por lo que le pasa a los demás durmiendo o no durmiendo, pero sobre todo yo creo que si no hubiera tenido yo malas noches, no habría encontrado la forma de escribirla, porque buscar ese tipo de escritura que se parece al interior de la cabeza de un insomne, al tipo de proceso mental que se produce en la noche, si no lo hubiera vivido no habría encontrado esa forma de contarlo.
- B.M.: El narrador protagonista cuenta muchas cosas del
sueño, del
insomnio, de los métodos para poder dormir, de los efectos de la privación del sueño, pero por otra parte también habla de lo que llamas aquí la "élite del sueño", de aquellos que piensan que dormir es para flojos, o que las noches en blanco hay que rentabilizarlas porque hay una lucidez especial, o la idea romántica esa de que el insomnio es un imán para las musas.
- I.R.: Sí, eso tiene que ver con una sospecha que él tiene, que en algún momento cuenta, o que incluso su mujer es la que se lo dice, como eso de: tú en realidad no es que no puedas dormir, es que no quieres dormir. Yo creo que hay algo ahí que nos pasa a muchos, que nos pasa en distintos momentos de la vida de forma alterna, pero a veces simultánea también: que no podemos dormir, buscamos remedios, pero al mismo tiempo en el fondo no queremos dormir, porque consideramos que el dormir es un tiempo que querríamos dedicar a otras cosas, que son horas perdidas, son horas que querríamos poder ganarle al día, porque nos faltan horas, y entonces tenemos algo en realidad que nos indispone contra el sueño. Además, con ese modelo que se nos presenta, de todos esos grandes nombres que coinciden en decir que es que duermen poco, y que además presumen de ello.
Parece que todos querríamos dormir menos para poder tener el tiempo que nos falta, para poder hacer todo lo que querríamos hacer. Eso hace que, en realidad, estemos indispuestos contra el sueño, y eso facilita también esos momentos de insomnio. De hecho, hay algo común a la gente que duerme mal, o a los que dormimos mal, y es que somos expertos en sabotear nuestro sueño, hacemos todo lo que sabemos que no deberíamos hacer para dormir: si te dan los consejos de cómo debes prepararte para dormir, tú haces todo lo contrario. Hay algo ahí que te quita de dormir, porque en realidad no quieres dormir. Y somos en el fondo una sociedad que, al mismo tiempo que no podemos dormir, y tenemos una deuda acumulada de sueño durante toda la semana, al mismo tiempo no queremos dormir, llevamos un modelo de vida, de trabajo, de consumo, de tecnología por supuesto, que convierte las noches en algo innecesario, de lo que querríamos quitar horas para añadírselas al día.
- B.M.: En algo que no es rentable.
- I.R.: Claro, claro.

- B.M.: Ese es otro tema importante del libro. La forma de vida, los estilos de vida, el momento histórico, o las demandas laborales, sociales, económicas, influyen en el sueño, pero el insomnio también tiene un fuerte componente individual, genético, orgánico.
- I.R.: Sí, hay todo tipo de causas para no dormir. Hay gente que no duerme bien en toda su vida, desde joven o desde niño incluso; hay gente que tiene temporadas, hay gente que tiene motivos o causas que se pueden identificar, que a lo mejor son temas de salud, o temas muy personales... Pero luego hay gente que comparte otras causas, y cuando tú empiezas a hablar con gente que duerme mal, entre las muchas respuestas que te llegan, enseguida aparece el trabajo, el trabajo que te ocupa tu cabeza todo el día, y que también se mete en las noches. Las condiciones de trabajo, la exigencia del trabajo, todo lo que va asociado a lo laboral, que como digo, acaba yéndose a tu noche, y se acaban convirtiendo en noche las cosas pensando en lo que hice, lo que tengo que hacer y tal.
Igual que el trabajo, hay una serie de elementos que tienen que ver con las condiciones de vida, no solamente con las condiciones materiales, sino en general con la vida acelerada y exigente que llevamos, que hace que la mayoría de días lleguemos agotados a la noche, pero con un cansancio que ni siquiera nos deja dormir tampoco.
- B.M.: Por lo tanto, si el insomnio puede tener un origen individual o colectivo, la solución a éste también puede ser individual o colectiva. En una de las entradas del
Diario del sueño, en concreto la del 19 de Marzo, propones algunos consejos para dormir mejor. Los seis primeros son consejos de higiene individual del sueño, pero del séptimo al último los consejos serían, digamos, de higiene colectiva: de higiene social, de higiene política, de higiene económica...
- I.R.: Los primeros son consejos copiados del folleto que te da el médico cuando vas y que te dice lo que tienes que hacer para dormir. Cuando no podemos dormir nos dan una serie de consejos, una serie de remedios, de trucos, de técnicas, de medicamentos a veces, que te pueden valer un tiempo, que pueden funcionar hasta que dejan de funcionar, pero desatendemos a lo mejor otros remedios que deberían ser colectivos y que tienen que ver con esas causas para no dormir, con aquellas cosas que nos quitan el sueño que son colectivas.
Al final, aunque haya muchas causas individuales y cada uno encuentre la suya, cuando tanta gente duerme mal quiere decir que hay un problema de fondo social, no puede ser que tanta gente de forma individual tenga problemas para dormir. Entonces, hay algunas causas sociales y esas recomendaciones a lo que apuntan todas en general es a vivir mejor, porque al final si queremos dormir mejor tendremos que vivir mejor también a mejorar nuestra calidad de vida, nuestras condiciones de vida, nuestras condiciones materiales, a mejorar todo lo que tiene que ver con el trabajo, obviamente hoy sería con la vivienda, con los derechos sociales, con la calidad democrática... Todo aquello que nos quitara algunas preocupaciones que también están en la noche.
No quiere decir que si se aplicara ese programa y se dieran las recomendaciones todo el mundo fuera a dormir bien, habría gente que seguiría durmiendo mal, hay un insomnio persistente que no se quita con nada y hay gente que tiene otro tipo de problemas personales, emocionales, familiares, de todo tipo, pero seguramente si resolviéramos alguno de esos elementos que como digo apuntan todos a mejorar nuestras condiciones de vida, seguramente sí que habría gente que dormiría mejor, seguramente habría menos malas noches para mucha gente.

- B.M.: En la mayoría de tus obras suele haber una reivindicación de la acción colectiva como posibilidad. En "
Las buenas noches" también creo haberla visto. En uno de los capítulos del Diario, el insomne protagonista, en una especie de "
mise en abyme", relata un cuento en el que el protagonista, también insomne, protagoniza una especie de "revuelta de los insomnes" que buscan, a través del grupo, soluciones para su problema.
- I.R.: Un insomne o una insomne, porque no tiene marcas de género el cuento, puede ser un hombre o una mujer, yo lo he hecho a propósito para que no se sepa quién está contando la historia, pero sí, es un cuento, una pieza que se puede leer suelta, que es una parte del Diario del sueño, que es una especie de fantasía política sobre una posible rebelión de insomnes, que en realidad lo que hace es aplicar el mismo proceso y la misma secuencia que ha ocurrido en tantas otras revueltas en las que de repente un grupo de gente ha descubierto que tienen un malestar compartido y que lo convierten en algo colectivo y plantean sus reivindicaciones, se organizan, protestan y acaban consiguiendo resultados. En este caso lo he llevado al terreno de los insomnes, que parece que es un terreno que se resiste a esa mirada de grupo, a esa mirada colectiva, porque al final los insomnes piensan que cada uno tiene el problema y además no solamente lo consideran algo individual sino que no se suele compartir, como eso que dicen en ese cuento de que "los insomnes no nos quejamos, ni siquiera lo contamos".
A mí me ha sorprendido mientras estudiaba para el libro, por ejemplo, que hablando con mucha gente de mi entorno que duerme mal he descubierto a amigos muy amigos, muy cercanos, de mucha confianza, de mucha intimidad, que yo no sabía que dormían mal, ni ellos tampoco sabían que yo dormía mal, porque es algo que no se cuenta. Hay una parte muy personal, porque hablar de por qué no duermes implica contar cuáles son las causas de tu insomnio y a veces son cosas muy personales, pero luego hay algo también un poco vergonzante del insomnio, como algo en lo que tú has fallado, algo que no consigues hacer, algo que los demás sí hacen y tú no, algo de lo que a veces te da hasta vergüenza quejarte, porque dices: cómo te vas a quejar que no duermes. Esto le pasa al protagonista en el capítulo en que se encuentra a los sin techo que no duermen, cuando se imagina que le reprocharían: mira este que dice que no puede dormir en su cama, en su casa, en su hotel, cuando nosotros estamos aquí. Hay algo vergonzante que hace que no compartamos, que no pongamos en común y que no nos demos cuenta de que en efecto el problema no es sólo nuestro y que el remedio no sólo está en nuestra mano, que hay algunas cosas que podemos remediar y otras que no, que es un problema colectivo. De ahí a que llegáramos a una revuelta de los insomnes ya sería absolutamente fantasía política.
- B.M.: Por una parte se ve que te has documentado leyendo bibliografía sobre el tema del sueño y su problemática y por otra parte he leído en algún sitio que, mientras escribías el libro, mandaste un correo masivo a un montón de conocidos preguntándoles si dormían bien y, si no era así, qué hacían para poder dormir. ¿Eso es verdad?
- I.R.: Sí, igual que hace el protagonista, que en medio de la noche manda un mensaje a todos sus contactos preguntándoles si duermen o por qué no duermen y recibe las respuestas. Y de hecho, las respuestas que él incluye en el diario son las que yo recibía, abstractas y sin identificar, pero yo hice lo mismo. No era tanto como él porque pensara de repente: a ver si están durmiendo, sino porque a mí me gusta ampliar la conversación del libro para ver si mis intuiciones son ciertas, pero también sobre todo porque lo que yo piense inicialmente para escribir lo puedo confirmar leyendo, investigando, buscando, pero me interesa mucho más saber cómo lo vive la gente, cuál es su experiencia, cómo son sus malas noches. Porque eso es lo que me sirve para escribir una novela, lo otro me serviría para escribir un ensayo, pero para una novela necesito saber si lo que yo siento por la noche lo está sintiendo otra gente también.
La conversación venía ya de antes y además era una conversación no buscada que surgía sola. Cuando yo estaba escribiendo el libro y alguien me preguntaba en qué estaba -a veces podían ser amigos pero a veces podía ser en un acto público, en una charla, en una presentación o en una lectura- y contaba que estaba escribiendo sobre dormir y el insomnio, enseguida la conversación iba por ahí, porque hay gente que quiere contar que le pasa lo mismo. Y luego yo decidí, en un momento dado de la escritura, abrir esa conversación. Entonces envié mensajes y correos a la gente de más confianza, lo que pasa que también llegó gente que ni siquiera me conocía, pero que sabía que estaba escribiendo, y me contaron también su experiencia. Hubo una relación que yo creo que fue útil, a mí me sirvió para la novela, pero yo creo que hubo gente a la que también le sirvió contarlo, para poder compartirlo, para darse cuenta de que no estaba solo en sus malas noches, para ponerlo en común. Yo creo que tiene algo que ni siquiera es un desahogo, sino más bien cierta reparación, al darte cuenta de que hay mucha gente que está con el mismo problema.
Desde que el libro ha salido me han seguido llegando respuestas. La primera presentación que hemos hecho en Madrid ya ha servido también para que haya una conversación ahí con gente que de repente se reconoce en sus malas noches. Porque al final no es necesario ser un insomne crónico, es decir, yo creo que todos en algún momento podemos tener una temporada o unas cuantas noches en las que dormimos mal, porque como se dice también en la novela, al final lo raro es dormir. Lo raro es que, con las vidas que llevamos y con todo lo que tenemos encima, podamos dormir durante largas temporadas.

- B.M.: Pasamos a la forma, que me ha interesado mucho. La estructura es, por una parte, como hemos dicho, la de un monólogo interior cercano al
flujo de conciencia, pero por otra parte aparece también un Diario del sueño. Son dos registros literarios estilísticamente diferentes, que establecen un diálogo entre sí, interactuan y de alguna manera son complementarios. Esta estructura me ha parecido muy interesante. ¿La elegiste por alguna razón? ¿Qué querías lograr con ello?
- I.R.: Cada novela mía tiene un tema, un interés, pero sobre todo tiene una búsqueda formal. Yo creo que cada libro mío es diferente en la escritura porque busca cuál es la forma que mejor le va a esa historia o a ese tema. Yo siempre busco un tipo de escritura donde la propia forma ya hable del tema, que no sea el tema el que nos cuente, sino que sea la forma la que hable, que la forma tenga relación con aquello de lo que estamos hablando. Por ejemplo, cuando trato sobre el mundo del trabajo, como en "La mano invisible", que la forma tenga algo trabajoso, que también tenga algo de repetitivo y tenga algo de secuencial, algo de aburrido e incluso a veces de cansado.
En el caso de "Las buenas noches", yo buscaba una forma que la propia lectura para el lector ya estuviera hablando de esas malas noches o de esas buenas noches. Yo quería que la escritura se pareciera a estar dentro de la cabeza de alguien que no duerme. La historia se cuenta en una noche, el tiempo de la relación de ellos son meses, pero el tiempo de la narración son unas horas, desde que comienza la primera página que aparece el reloj hasta la hora de final. De hecho está hasta cronometrado, yo hice una cuenta de más o menos el tiempo que se tarda en leer una página, multiplicarlo por minutos y por horas. Si alguien cogiera la novela y empezara a leerla en la primera página a la misma hora que pone el reloj, si no hiciera otra cosa que leer, terminaría a la misma hora que terminaría una noche entera de lectura.
Yo quería que se leyera, a ser posible, lo más seguida, que se leyera como si fuera esa larga noche, que estuviéramos dentro de esa cabeza, que la escritura reprodujera el proceso mental, el tipo de relato, el tipo de discurso de alguien que no duerme, de ese momento, esas noches que cualquiera que haya tenido malas noches las conoce, en las que tu pensamiento no avanza lineal y progresivo, sino que va como girando, pero girando en espiral más que en círculos, porque va avanzando pero dando giros y tiene algo de desorden, tiene algo de caótico, tiene algo de idas y venidas, de mezcla de memoria, de ideas, de fantasía, de cosas que te vienen y no sabes de dónde. Aunque también hay momentos de lucidez en los que ves de repente las cosas muy claras, hay momentos de oscuridad también en esas noches. Yo quería que ese tipo de pensamiento, que a veces es muy obsesivo y repetitivo, fuera la manera de contarlo. Tiene algo también de dudoso, de indefinido, de no saber bien lo que está contando.
Luego apareció el diario, que son las otras partes, porque me parecía que contar toda la novela dentro de la cabeza del durmiente podía ser realmente agotador. El diario del sueño me permitía salir de la cabeza en algunos momentos, me permitía escribir con otros registros, me permitía usar más el humor, por ejemplo, me permitía usar un tipo de escritura más sosegada. Me dejaba también mirar a todos esos temas próximos al dormir, al no poder dormir, al no querer dormir, a todo eso que rodea al insomnio. Toda esa reflexión que va creciendo con la novela y que el insomne no haría en una noche, iría a ese diario del sueño, que se acaba convirtiendo en un diario.
- B.M.: Claro, incluso dentro del Diario se nota una evolución. Empieza siendo un escueto registro de datos para uso médico y acaba ampliándose y convirtiéndose en un diario personal. Hay que decir también que no se trata de un típico diario de sueños, sino un Diario del sueño, para que el especialista evalúe la calidad de éste.
- I.R.: Deja de ser sólo un diario, su interés y su mirada también van evolucionando. Él comienza hablando en primera persona de su experiencia con el dormir, de sus temporadas cuando era joven y no quería dormir, de sus técnicas y métodos que ha ido probando y poco a poco va llegando también a esa mirada más colectiva, va pensando ya en el insomnio en términos más amplios. Hay una evolución en su pensamiento, de su propio insomnio pasa al de los demás en la parte final del diario.
- B.M.: Sí. Como tú has comentado antes, yo también he visto claro cómo has intentado construir un estilo de narración que refleje las particularidades cognitivas de la duermevela o incluso de la vigilia nocturna. Por eso te he hablado de lenguaje "insomnírico", cuyas características serían el pensamiento caótico, la reproducción de recuerdos, la proyección de fantasías, la elaboración de planes, las ideas obsesivas en espiral, la lucidez...
- I.R.: Hay algo que mucha gente que duerme mal me comentaba y es ese momento en que tú empiezas a reproducir conversaciones. De repente te acuerdas de una conversación que ha sido importante en tu vida. Conversaciones de las que no estás muy satisfecho, que querrías que fuera de otra manera y entonces las reproduces, pero sin darte cuenta las vas alterando. Tiene que ver con eso que dicen siempre de que tú en realidad nunca recuerdas lo que pasó, sino recuerdas la última vez que lo recordaste, y cada vez lo vas cambiando. En esta novela las propias conversaciones entre los protagonistas ya son en sí mismas dudosas, titubeantes, porque hablan en ese momento en que no han terminado de despertarse o no han llegado a dormirse. Son conversaciones que en sí mismas son poco sólidas, pero que él además las recuerda en esas noches, con lo cual seguramente las va alterando. Y ese reproducir conversaciones, ese pensar lo que yo habría dicho, las réplicas que no hice en su momento, lo que tú me dijiste, tiene mucho de ese pensamiento obsesivo de la noche.
- B.M.: Me ha interesado mucho ese concepto de "
conversación apócrifa". Lo curioso es que, a efectos mentales, la reproducción de esta "conversación apócrifa" tiene el mismo estatus casi para tu cerebro que la reproducción de una real.
- I.R.: Claro, el hecho de que un recuerdo sea falso tiene el mismo valor emocional que si fuera cierto. El hecho de que tú recuerdes algo de una manera hasta que un día alguien te lo cuenta y resulta que no fue así, pero tiene el mismo efecto. El pensamiento mágico acaba teniendo efectos también como si fueran hechos reales.
- B.M.: Y otra cosa que me ha gustado dentro de las características de este lenguaje son las interminables listas y enumeraciones. En las primeras páginas yo pensaba: esto era un rasgo
oulipiano (
Perec). Pero luego veo que no, que tiene mucho sentido dentro de esa forma de funcionar que tiene la mente de un insomne.
- I.R.: Sí, aparte que a mí particularmente me gustan mucho las enumeraciones en literatura, cuando están bien hechas. A mí me gusta mucho una escritora que me encanta, amiga además, que es más Marta Sanz, que las trabaja muy bien, las usa mucho en sus novelas. Me gustan mucho, pero luego llevado al terreno de la noche tiene algo que ver también con algo muy propio del insomnio, que es lo de contar, eso de que la forma de relajarte y de desconectar y de dormirte muchas veces es contar. Contar ovejas es un clásico, pero también contarte, ponerte a hacer recuento de muchas cosas. A mí me ha pasado, noches en las que empiezas a pensar y empiezas a hacer repaso de ciertas, como él hace en algún momento y dice: voy a acordarme de todas las novias que he tenido, y va recordando una tras otra, o voy a recordar los viajes que he hecho, o voy a recordar los sitios donde he trabajado. Y ese concentrarte de repente en algo fácil de hacer, que es contar cosas que recuerdas, hace que te vayas poco a poco relajando y durmiendo. Las enumeraciones tienen mucho de eso también, de cuento, de retahila.

- B.M.: De canturreo adormecedor y repetitivo, de salmodia, de nana. Y el otro punto de la forma que me interesa es la elección del narrador. Has optado como narrador por un lector profesional de editorial que sufre
narcolepsia lectora. ¿Cómo se puede ser lector profesional y tener narcolepsia lectora a la tercera página?
- I.R.: Eso, que suena un poco a broma, a mí me empezó a pasar. Los escritores no solo leemos por placer o por gusto, muchas veces leemos por trabajo, compromisos, obligaciones, libros que vas a reseñar, libros que vas a escribir o libros que tienen que ver con lo que estás escribiendo en ese momento, o un libro que vas a presentar a alguien, algo que te han pedido para que comentes. Y a mí me empezó a pasar una temporada en la que dormía muy mal por las noches, tenía muchas noches de insomnio. Entonces me pasaba que por el día leer me daba sueño y se convertía en un problema. Yo tenía que leerme un libro de aquí a pasado mañana y de pronto me entraba sueño, que es lo que suele pasar cuando lees por la noche, que te pones a leer y a las 4 o 5 páginas se te van cerrando los ojos. Pero me pasaba a deshoras, cuando no debía y además se convertía en un problema laboral, de no poder avanzar con la lectura.
Eso se quedó ahí para la novela y yo además quería que el protagonista tuviera un cierto fondo cultural, porque era lo que permitía también la reflexión en la novela y su propio diario, que es de alguien que lee y al que le interesa la escritura. Y también quería que fuera un trabajador de la cultura, en este caso un autónomo. Alguien que trabaja en esa parte del mundo, en este caso editorial, tan mal y tan poco reconocida y poco retribuida.
- B.M.: Para terminar, me gustaría hacerte la siguiente pregunta. ¿Crees que la buena literatura debe desvelar?
- I.R.: Creemos que sí, que un buen libro por la noche no nos va a dar sueño, aunque luego en la práctica nos quedamos dormidos igualmente. Pero es verdad que, los que dormimos mal, a veces tenemos una relación un poco complicada con la lectura. Hay veces que leer te desvela más todavía.
- B.M.: La intimidad como observatorio de lo colectivo y la acción colectiva como posibilidad y necesidad. ¿Serían dos de los "
leit motiv" de tu obra?
- I.R.: El tema de la intimidad como un lugar desde donde vernos es algo que he tratado en varios libros. Yo creo que muchas veces, mirando a los elementos más íntimos -puede ser el dormir, el amor o la forma en que criamos a nuestros hijos, o las formas de amistad que desarrollamos- se ve muy bien el tipo de vida que llevamos, se ven muy bien muchas cosas que tienen que ver con nuestro tiempo. Y el no querer renunciar a la posibilidad de acción colectiva es algo que va en mi voluntad como escritor, que es algo que está todavía ahí y sin embargo vivimos instalados en un derrotismo y en un fatalismo que nos hace abandonar toda posibilidad, porque pensamos que no vamos a conseguir nada, que solamente nos vamos a agotar y que además puede ser peor el resultado. Yo creo que la literatura sirve muchas veces como un banco de pruebas donde ensayar formas de acción colectiva y que luego podemos acabar haciendo en la vida.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Isaac Rosa el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Del mismo modo, agradecemos a la editorial
Seix Barral el haber hecho posible este encuentro.