Inma Chacón es doctora en Ciencias de la Información. Esta narradora y poetisa, que quedó finalista en 2011 del Premio Planeta con su novela "Tiempos de arena", es hermana gemela de la desaparecida escritora Dulce Chacón. Entre sus obras se encuentran novelas como "La princesa india", "Las filipinianas", "Nick" y "Mientras pueda pensarte". Es autora también de los poemarios "Alas", "Urdimbres" y "Antología de la herida".
Bruno Montano de
Trabalibros ha tenido la oportunidad de entrevistarla sobre su último libro, "Tierra sin hombres" (editorial Planeta), una novela de intrigas familiares ambientada en una aldea de Galicia donde las mujeres ven cómo sus hombres han de emigrar en busca de una vida mejor.
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): El tema de la emigración se ha tratado mucho, pero casi siempre desde el punto de vista de los que emigraban, de los que dejaban su hogar y su familia y marchaban en busca de fortuna. Gente que volvía, como dices en una cita del libro, o rica o pobre, algunos enfermos, pero todos con el acento cambiado. Pocas veces se ha escrito sobre el papel de las mujeres que los esperaban, que tejían su vida alrededor del hueco que estos hombres dejaban, como decía Rosalía de Castro de las "viudas de vivos" e incluso de las huérfanas de vivos. ¿"
Tierra sin hombres" es un homenaje a estas mujeres que se quedaban y cuya vida no era menos heroica que la de los que se iban?
- Inma Chacón (I.C.): Sí. Yo conocí la historia de la abuela de un amigo mío que se llamaba Elisa; su madre era leiteira (lechera), vivían en Covas y se iba todos los días a Ferrol con la leche de la cabeza. Elisa tenía una hermana. Su padre desapareció en uno de esos barcos que iban y volvían de América. La madre decidió preparar a una de las hijas para una buena boda y la otra, siguiendo con la tradición, iba a quedarse en casa cuidando de la madre, de los animales y de la huerta. Cuando me contaron esta historia y me hablaron de las viudas de vivos me pareció fascinante y quise escribirla. Pero cuando empecé a escribir la novela me di cuenta de que a mí me puede la ficción y empecé a ficcionar, de modo que la historia de Elisa está en la novela de algún modo, distribuida a pinceladas.
La novela es un homenaje a Elisa, que es una de esas viudas de vivos. Y, por extensión, a todas las demás mujeres que han sufrido ese proceso. Yo soy extremeña y en Extremadura hubo un proceso de emigración fuertísimo en los años 60 por el cual muchísimos extremeños tuvieron que salir de su tierra llevándose consigo la nostalgia y las mujeres se quedaban. Las mujeres se han quedado, tradicionalmente, mientras los hombres se iban a ganar dinero y volvían a la edad de la jubilación o al cabo de unos años, cuando habían hecho un capitalito, pero las mujeres se quedaban al cuidado de los hijos. Esto no solamente pasaba en Extremadura o en Galicia, también en Andalucía y en otros países, como Italia, Grecia o Irlanda. Y, efectivamente, el fenómeno de la emigración siempre se ha mirado desde el punto de vista del que se va, y sobre todo desde el punto de vista del que se va y triunfa, pero los que perdieron no se han contemplado casi nunca.
- B.M.: Siempre se ha hablado de los indianos que volvieron ricos y levantaron unas casas maravillosas y unas grandes haciendas, pero no se suele hablar de los que no volvieron, o de los que sí lo hicieron pero no con tanta suerte.
- I.C.: Claro. El triunfo es muy ostentoso y se apreciaba muy bien cuando alguien que volvía había triunfado, pero a los que volvían con los sueños rotos no se les conoce tanto. Y a los que se quedaron allí tampoco. Yo he querido hacer un homenaje a todos ellos y fundamentalmente a las mujeres, que se quedaban con ese hueco. Ese hueco es también el de la espera, el de la incertidumbre, el de no saber dónde estarán.
Hoy se está produciendo también algo muy doloroso, que es la emigración de nuestros hijos. Porque nuestras abuelas perdieron a sus maridos, pero mi generación está perdiendo a sus hijos, después de haberles preparado mejor que ninguna otra generación. Son los mejor preparados de la historia de España y se están yendo. La situación ahora es diferente porque ese hueco no es tan patente gracias a las comunicaciones y a las redes sociales (está el Skype, el Whatsapp) y te puedes comunicar con ellos permanentemente, mientras que en la época que yo reflejo en la novela tardaban como mínimo dos meses en saber de sus hombres. Eso las que tenían noticias, porque la mayoría no sabían leer ni escribir, con lo cual tampoco les escribían. Era una situación de soledad, de desamparo y también de desprotección, porque la mujer casada en aquella época estaba supeditada totalmente a su marido y las leyes no le permitían comprar, vender ni decidir sobre sus hijos. Si el marido se iba y no había tenido la precaución de dejarle un poder para que ella tuviese capacidad legal de hacer cualquier transacción, estaba vendida.
- B.M.: Y además, si no había prueba fehaciente de que su marido había muerto, tampoco tenía derechos de viuda.
- I.C.: No tenía derechos de viuda, ni de herencia ni de nada. Ni tenía el estatus social de viuda; eran casadas pero llevaban luto por el marido, le guardaban la ausencia.
- B.M.: Legalmente no eran viudas, pero sociológicamente sí lo eran.
- I.C.: Lo eran. Rosalía de Castro tuvo un gran acierto llamándolas "viudas de vivos".
- B.M.: Sí, también a mí me parece una expresión muy acertada. Porque en realidad es lo que eran.
- I.C.: Eran eso. Yo a la madre de Elisa le llamé Rosalía en homenaje a Rosalía de Castro.
- B.M.: La cita inicial de Rosalía con la que comienzas tu libro es fantástica.
- I.C.: "A donde quiera que voy me cubre una sombra espesa, tan cargada de soledad que mi vida envenena".
- B.M.: La sombra es un elemento omnipresente en tu novela. Por ejemplo, hay una reflexión que hace
Martín y que Elisa repite a lo largo del libro: "El pecado tiñe de negro todo lo que toca". Esa sombra que supone el peso del pasado, de la culpa, de los pecados, envuelve las vidas de todos los personajes y las va oscureciendo.
- I.C.: Y no es sólo el peso del "qué dirán" de la sociedad, sino también el peso de la Iglesia.
- B.M.: La Iglesia, representada en la novela por el inefable
Don Cosme, cura parroquial que ejerce una gran influencia sobre todos los aldeanos.
- I.C.: Y por Don Benito (risas). Don Cosme representa esa parte de la Iglesia que ha dirigido muchas voluntades. Siempre se ha puesto el foco en la influencia que tenía la Iglesia en las mujeres, pero tenía la misma influencia en los hombres. Los hombres también se casaban, iban a misa (muchos a misa diaria). Y la Iglesia está compuesta por hombres. Sin embargo, es a las mujeres a las que durante la República no se les quería dar el voto porque decían que en su lugar los que votaban eran los confesores a través de ellas. ¿Por qué no pensaron lo mismo de los hombres, si ellos también se confesaban? En la novela yo también he querido reflejar esa influencia, no sólo en Elisa, también en Eloy. A Eloy le condiciona la confesión que hace con el cura. Las vidas de los personajes están manejadas por muchos hilos y, en el fondo, cada uno de esos personajes, tanto las mujeres como los hombres, lo que quieren es cortar esos hilos. Cada uno sufre sus propias contradicciones y las resuelve revelándose contra lo establecido.
- B.M.: Eso lo cuentas muy bien al final, cuando dices: "Atrás quedaban los candados, el miedo y el destino que otros escribieron para ella. Delante, un salto en el vacío, una cuartilla en blanco, quizá un borrón encima de otro que tendría que corregir; pero todos trazados por su mano". Para Elisa se trataba de librarse de "los candados" y del destino, esa especie de fatalidad que te obliga e impide que dirijas tu vida por ti mismo. Al final Elisa descubre que no es el destino el que marca la vida, sino la presión social, la influencia de la Iglesia y la manipulación que ejercen algunas personas cercanas a ti.
- I.C.: Sí, ¿pero existe en realidad el destino o lo vamos diseñando nosotros conforme vamos viviendo y vamos tomando decisiones? Porque si fuese verdad que existiera el destino significaría que no tendríamos voluntad, ni libertad para decidir. ¿Para qué nos íbamos a complicar la vida si el destino estuviera marcado? Sería muy triste que existiera el destino. Lo que pasa es que, como figura literaria, el destino es muy rico y se ha utilizado mucho. Los grandes clásicos griegos ya lo usaban.
- B.M.: Y lo utilizan en todas las religiones, camuflado como voluntad divina. Es una forma de pacificar o tranquilizar a la gente, en el sentido de que si es voluntad de dios, ¿quién eres tú, pobre mortal, para inmiscuirte en sus designios?
- I.C.: Claro. Eso está en el ADN de la Iglesia, convencer a los demás de que la recompensa la vas a obtener después de muerto.
- B.M.: Y qué gran mecanismo de control psicológico puede ser la confesión y el concepto de pecado, como una especie de contabilidad en tu "debe" y en tu "haber".
- I.C.: Absolutamente. Se hacía exactamente así, en el "debe" y en el "haber". Y los números de indulgencia se contabilizaban por años. Te daban, por ejemplo, nueve años de indulgencia. O la indulgencia plenaria. Ahora lo pensamos y decimos, ¿cómo nos pudimos creer aquello? Era una manipulación total y absoluta. Manipulaban todo lo que hacías.
- B.M.: Y además conocían perfectamente tu vida y tus sentimientos. Es muy curiosa la diferencia entre pecado y delito: el pensamiento no delinque, pero peca. Es difícil averiguar lo que la gente piensa, pero no lo es tanto si te inventas un mecanismo como la confesión, en el que accedes a los sentimientos y a los pensamientos más íntimos de alguien.
- I.C.: Y además una de las condiciones de la confesión es tener propósito de enmienda.
- B.M.: Esto es algo que
Elisa repite varias veces en la novela, ella no tiene propósito de enmienda, quiere disfrutar de eso que le está pasando (risas).
- I.C.: Sí. Pero la gente siente que el pecado lo comete todo el pueblo. Esa es otra cosa que sucede en comunidades pequeñas.
- B.M.: La individualidad se funde en esa personalidad común que es la aldea. La aldea y el paisaje de alguna manera son unas voces muy importantes dentro de la novela. No son solamente el marco sociológico y físico en el que se desarrolla la trama, sino que amplifican la potencia de la misma.
- I.C.: Yo quería que fuesen personajes, tanto la aldea -que tiene su propia voz a través de los rumores y las habladurías- como el paisaje.
- B.M.: Es como un coro colectivo de voces al estilo clásico griego.
- I.C.: Claro. La aldea habla a través de las mujeres o de los hombres que silban la canción que une a dos personajes. Esa voz tiene su propio timbre. Es una voz propia, personal. Pero luego la naturaleza (el clima, el mar, los sonidos del monte, los animalillos, el viento) también es otro personaje.
- B.M.: El lugar, el espacio físico, marca. No es casual que sea en
Galicia donde, por la tradición celta pero seguramente también por el tipo de climatología y el tipo de luz, haya una potente creencia en la magia, en las meigas, en los espíritus, en los poderes oscuros... Un bosque oscuro, lleno de niebla, sobre el que cae una llovizna, propicia un determinado tipo de conductas, creencias y comportamientos que en una tierra luminosa no se dan con tanta frecuencia.
- I.C.: Y además yo creo que hay otra cosa, y es que la mayor parte de los campesinos eran analfabetos. Y todas esas leyendas se transmiten y se mantienen por vía oral; es muy fácil que se sigan manteniendo en una zona donde hay pueblos pequeños y la gente se reúne alrededor de la chimenea.
- B.M.: Es muy curioso cómo ese factor sociológico de la pequeña aldea, con la mezcla de superstición, murmuración y religiosidad, funciona como un modelador de la conducta de la gente. Esto lo refleja perfectamente tu novela. Todo lo que se hace o se dice tiene en cuenta el efecto que va a producir en la colectividad y el respeto a las normas no escritas de ésta. Hay un fragmento en el que lo explicas muy bien: "La turbación se fue transformando en malicia y la malicia en calumnia. Y la calumnia comenzó a soltar su veneno, primero en silencio, y después en murmullos que corrían sin control, de boca en boca, de casa en casa y de pazo en pazo".
- I.C.: Fíjate, Bruno, que esto no ha cambiado tanto. Hoy en día en la "aldea global" los rumores se propagan a través de las redes sociales.
- B.M.: Sí. El Facebook en el fondo no deja de ser un enorme patio de vecinos por el que se extienden todo tipo de rumores y malicias.
- I.C.: Absolutamente. Y hay veces que esos rumores consiguen acabar con la vida de los demás. Vemos casos reales a menudo y también es un ejemplo el acoso escolar a través de las redes. Y esto sucede en pleno siglo XXI.
- B.M.: Vuelves a ambientar la novela a finales del XIX y principios del XX, del mismo modo que hiciste con "Tiempo de arena". Las protagonistas son de nuevo unas hermanas, mujeres otra vez. Yo creo que tu punto de vista se formularía en una ley de la que habla Elisa: "Sólo conozco una ley, la ley de las mujeres que han de velar por lo suyo". Ese es un poco el
leit motiv de todas tus novelas, mujeres que se desatan, se quitan los candados y velan por lo suyo.
- I.C.: Sí, pero la diferencia entre "Tierra sin hombres" y "Tiempo de arena" es que las mujeres de esta última ya tienen un estatus social, tienen la vida resuelta, no tienen que luchar por su supervivencia y pueden luchar por la mujer como colectivo. Amplían el espacio de lucha para conseguir derechos para todas. Las mujeres de "Tierra sin hombres" tienen que luchar por vivir y, hasta que no puedan vivir, no pueden pensar en los derechos colectivos, sino en los suyos propios. El foco, o el punto de vista hacia el que dirigen su lucha, es diferente.
- B.M.: A mí me ha enternecido el personaje de
Eloy porque se parece mucho a Ariza de "
El amor en los tiempos del cólera", una novela a la que le tengo especial cariño. Es un buen hombre con una paciencia infinita, que obtiene la recompensa al final gracias a esta paciencia.
- I.C.: Sí. Eloy es un guiño a García Márquez, que me encanta. Esa novela es una de mis preferidas entre todas las que he leído. En una entrevista que le hicieron a él le preguntaron cuál era su novela preferida y también escogió "El amor en los tiempos del cólera".
Desde
Trabalibros agradecemos a
Inma Chacón el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a los responsables del Hotel Astoria de Valencia el haber cedido un lugar ideal para esta conversación y a la editorial
Planeta el haber hecho posible el encuentro con esta autora.