La obra del escritor francés
Mathias Énard ha sido destacada por la crítica en numerosas ocasiones. Este autor fue galardonado con prestigiosos premios, entre los que se encuentra el
Premio Goncourt 2010 por "
Habladles de batallas, de reyes y elefantes". Otros libros escritos por Énard son "La perfección del tiro", "Remontando el Orinoco", "El manual del perfecto terrorista", "Zona" y "El alcohol y la nostalgia".
Su última novela "
Calle de los Ladrones" ha sido publicada en España por Mondadori y en ella se relata, como dice la editorial, "la historia de un viaje iniciático que avanza gracias a un sueño improbable en un futuro confiscado que, sin embargo, iluminan la compañía de los libros, el amor por la escritura y la afirmación del humanismo árabe". Esta obra ha obtenido el premio Liste Goncourt/ Le Choix de l'Orient, resultando también
finalista del premio Goncourt 2012.
Bruno Montano de
Trabalibros ha tenido la oportunidad de entrevistar a
Mathias Énard y disfrutar de la siguiente conversación literaria con él.
- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): Existen viajeros afortunados como Saadi, Ibn Battuta o Casanova y viajeros desafortunados como Lajdar, el protagonista de "Calle de los Ladrones" que, en su gran viaje iniciático y existencial en busca de la libertad y la madurez, sólo consigue ir de encierro en encierro (“uno nunca se libera, siempre topa con las paredes”). ¿Crees que los viajes, como afirma Lajdar, son el otro nombre del destino?
- Mathias Énard (M.E.): Sí, en dos sentidos distintos: por una parte se puede entender nuestra trayectoria en la tierra como un viaje en sí, pero también el viaje es un poco una metáfora de lo que somos, en general. Sobre todo en la literatura. En muchos de mis libros, en el centro de ellos está el eje de un viaje.
- B.M.: Como en el gran libro por excelencia de Occidente, la Odisea. En un viaje nace Occidente, nace la literatura de Occidente.
- M.E.: En un viaje y en una guerra, porque por otro lado está la Ilíada. Entre estos dos puntos, la Ilíada y la Odisea, se encuentra lo que a mí me interesa tratar, que es el viaje y la violencia de la guerra.
- B.M.: Lajdar trabaja unos meses en el transbordador que hace la ruta del Estrecho de Gibraltar. Vive entre las dos orillas. Esto es una perfecta metáfora de lo que Tzvetan Todorov llama “la doble exterioridad”, la sensación de haber perdido tu patria sin haber adquirido otra nueva. ¿Es este el destino ineludible de los emigrantes y los exiliados?
- M.E.: Yo creo que perdiendo una sin ganar la otra ganas otra cosa que es, precisamente, ser apátrida. Tiene aspectos negativos, como la pérdida, pero también tiene otros muy positivos que es la posibilidad de pertenecer a todos lados. Eso es importante. En el libro concretamente Lajdar va dejando tras de sí sus señas de identidad, poco a poco va perdiendo cosas que lo hacen. "Calle de los Ladrones" es también una novela sobre la identidad. Al final somos mucho más de lo que dice nuestro carnet de identidad, pero también mucho menos.
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B.M.: Somos más de lo que podemos decir que somos.
- M.E.: Exacto. Y eso de perder Marruecos sin ganar España también es ser más. No sé si estoy de acuerdo con lo que dice Todorov, pero yo diría que eso no es necesariamente negativo, al contrario, te enriquece.
- B.M.: Esto me recuerda a una frase de Hugo de San Víctor que dice: "El hombre que encuentra que su patria es dulce no es más que un tierno principiante, el hombre para el que cada suelo es como el suyo propio ya es fuerte, pero sólo es perfecto aquel para quien el mundo entero es como un país extranjero".
- M.E.: Exacto, eso es.
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B.M.: Los periodos post-revolucionarios de las diferentes “
Primaveras Árabes” han sido decepcionantes para los jóvenes que participaron en estas revueltas. Después de expulsar a los dictadores los islamistas se han hecho con el poder y tratan de imponer sus extremas ideas religiosas. ¿Le hace falta al mundo islámico un proceso ilustrado en el que la religión deje de impregnar en su totalidad la política?
- M.E.: Ya lo hubo. El problema es que la relación entre islam y política es muy difícil, porque el islam nace como una religión política. Dentro de la misma historia del profeta está lo político, el reino, la formación de una religión que es también un territorio y un rey y, claro, eso hace que la relación entre el islam y el poder político sea muy ambigua. Ahora hay muchos grupos que creen que se debe volver a una especie de califato panislámico donde se pudiera volver a un tipo heredero del profeta y eso es totalmente anacrónico, pero es una idea que existe.
- B.M.: Hace unos años Huntington escribió un pequeño artículo que luego se convirtió en un libro al que llamó “El choque de civilizaciones”. Él dice que este choque de civilizaciones provoca una constante fractura entre Oriente y Occidente, entre Norte y Sur. ¿Crees que es el arte la mejor manera de suturar o soldar la fractura entre mundos o civilizaciones, entre nosotros y “el otro”?
- M.E.: No, yo creo que el arte es una forma de ver, entender y querer un poco a las diferencias. El arte lo que hace es crear representaciones, en la literatura o en las artes visuales, que nos muestran las diferencias y retratan al otro como tal. Eso en sí mismo no significa nada. Tendríamos precisamente que amar esas diferencias, verlas como algo positivo y algo que no nos aleja necesariamente, sino que nos define y eso traza un territorio que también puede ser común dentro de estas diferencias.
- B.M.: Cuando todo en la vida de Lajdar se aleja de él (la amistad, el amor, su tierra natal, sus sueños) se encierra en la torre de marfil de los libros que, según él, es el único lugar sobre la Tierra donde resulta grato vivir, siendo los libros “los mejores compañeros de viaje en la rebelión o la resignación, en la fe o el abandono”. ¿Compartes esta opinión? ¿Qué significa para ti la lectura y la escritura?
- M.E.: Sí, yo creo que los libros son grandes compañeros de un hombre. En todos los momentos de la vida puedes encontrar en ellos consuelo, si lo buscas; saber, si lo buscas; detenimiento, si lo estás buscando... En fin, todo eso está siempre ahí.
- B.M.: Las últimas veinte páginas sobre todo de "Calle de los Ladrones" me han recordado mucho a Pierre Michon, al que considero un escritor extraordinario, yo creo que es mi autor preferido. Hay un fragmento que es Michon puro, el fraseo corto y poético, la recuperación repetida de imágenes anteriores del texto. Me recuerda mucho a "Rimbaud, el hijo".
- M.E.: Este libro de Michon es espectacular. Todo lo que escribe sobre la madre es increíble.
- B.M.: Otro libro de Pierre Michon que también me parece magnífico es "Vidas minúsculas".
- M.E.: "Vidas minúsculas" salió en España en 2002 o 2003. Yo recuerdo que es cuando conocí a Pierre Michon, porque le hice una entrevista para la revista "Lateral" en Barcelona, cuando iba a presentar el libro. Desde aquel entonces nos hicimos amigos y lo veo de vez en cuando.
- B.M.: Es un escritor tardío, escribió su primer libro con cuarenta años. Él cuenta que no se atrevía a escribir y de repente escribió con su primer libro "Vidas minúsculas", una obra maestra.
- M.E.: Sí, es lo que cuenta en "Vidas minúsculas", que precisamente él se estaba esforzando en intentar escribir libros que eran muy de los años 70, libros muy sesudos que escribía gente como Philippe Sollers y él quería escribir como se decía ahí que había que escribir y, claro, no lo conseguía nunca. Hay historias en "Vidas minúsculas" que son increíbles. La primera frase del libro es genial: "Entremos en la génesis de mis pretensiones".
- B.M.: He recuperado un pequeño texto de Michon, que creo que es la mejor poética o idea de literatura que he leído en mi vida. Me parece extraordinaria: "Lo que importa es que con el mundo se hagan países y lenguas; con el caos, sentido; con las praderas, campos de batalla; con nuestros actos, leyendas y esa forma sofisticada de la leyenda que es la historia; con los nombres comunes, nombres propios. Que las cosas del verano, el amor, la fe y el ardor se hielen para terminar en el invierno impecable de los libros. Y que sin embargo en este hielo un poco de vida permanezca congelada, fresca, garante de nuestra existencia y nuestra libertad. Ese poco de verdad mortal que arde en el corazón frío del escrito, la belleza parca del uno y el esplendor impasible del otro, esto es lo que me esforcé por decir aquí".
- M.E.: Lo es, lo es.
- B.M.: Aprovechando dos frases que he encontrado en tu libro y que me han encantado te las voy a reformular a modo de pregunta. ¿Sólo la esperanza o la desesperanza cambian el mundo a partes iguales?
- M.E.: Sí. En el libro lo que intento un poco dejar ver es más bien una gran desesperanza dentro de mucha energía, que es un poco lo que hay en esta generación. La juventud tiene esto y el personaje de la novela también: voluntad de seguir adelante, curiosidad, energía, pero también vive en un mundo un poco desesperado. Ahí está el aspecto más oscuro de la novela.
- B.M.: La otra idea de tu libro que me gustaría preguntarte es: ¿Tal vez nuestras vidas valen para un solo instante, un solo momento lúcido, un solo segundo de coraje?
- M.E.: Eso es algo camusiano también. Esta posibilidad de rebeldía que Camús plantea muy bien cuando dice ¿quién es el rebelde? El rebelde es el que en algún momento dice "no". Sólo hace falta decir "no" una vez en un momento y esa es la trayectoria de Lajdar en el libro, que le lleva a decir "no" en algún momento y a pasar al lado de la rebeldía, a ser un hombre rebelde.
- B.M.: Empiezas la novela afirmando que los hombres son perros que se atacan los unos a los otros en la miseria. A lo largo del libro lo vuelves a decir varias veces y en la última página insistes en afirmar que los hombres son perros, con la mirada vacía, dando vueltas en la penumbra. Con esta última página cierras un ciclo hondamente pesimista. Sin embargo, en la última línea das un atisbo de esperanza cuando concluyes con la frase “a nuestro alrededor empezaba a arremolinarse el alba”. Esta frase es una especie de válvula de escape por la que se desliza la posibilidad del alba.
- M.E.: Claro. La imagen del perro que está ya en Sartre, el cual dice que somos como un perrito en una maleta que alguien ha tirado al mar. No entendemos nada de lo que nos está pasando y las cosas son muy duras pero al final es precisamente el acto rebelde, el hecho de decir no a ciertas cosas lo que nos permite deshacernos de nuestro lado oscuro. Basam, el amigo de Lajdar, representa simbólicamente el lado oscuro del protagonista, es una parte de él mismo. Yo creo que ahí hay una parte de esperanza, que es donde precisamente surge el alba. De todas formas, aunque no estemos nosotros el mundo tira adelante solo.
Desde Trabalibros agradecemos a Mathias Énard el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también al Hotel Astoria de Valencia el haber cedido un espacio para hacer posible esta conversación.