La escritora alicantina Pilar Carrillo es licenciada en Filosofía y ha trabajado en varias bibliotecas universitarias de Valencia. Interesada por la antropología y por la tradición transmitida oralmente, es autora de varios guiones y también ha realizado documentales. "Lluvia de Agosto" es su primera novela publicada, una historia "sobre la constante necesidad, generación tras generación, de hallar un refugio desde donde tomar el timón de lo que somos y queremos".
Bruno Montano, de Trabalibros, tuvo la oportunidad de conversar con Pilar Carrillo sobre su novela "Lluvia de Agosto".
- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): En tu novela "Lluvia de Agosto" aparecen retratadas tres generaciones de mujeres de una misma familia. ¿De alguna manera estas mujeres ilustran la evolución de la mujer en el siglo XX?
- Pilar Carrillo (P.C.): Yo creo que sí, aunque es algo tangencial a la intención del libro, que para mí es la búsqueda del paraíso perdido.
- B.M.: De acuerdo, pero aunque no sea el tema principal del libro sí se ve en tu novela cómo ha ido evolucionando la mujer durante las tres últimas generaciones. Especialmente interesante me parece la generación de Isabel, una generación bisagra nacida en la miseria que evolucionó rápidamente hacia las mejoras materiales pero que psicológicamente siguió más cercana a sus madres que a sus hijas.
- P.C.: Sí, además se ve una especie de arqueología, va hacia atrás como buscando los estratos y llega hasta los años 20 o 30, más atrás aun de la Guerra Civil.
- B.M.: Hay algo homérico en la vuelta a casa de la narradora después de su anhelada salida al mundo. ¿Volver a casa es, posiblemente, el único y gran viaje?
- P.C.: Yo creo que en parte sí. De todas formas yo tengo una contradicción con eso. En un momento del libro la narradora dice: "A los lugares que naces es mejor no volver" y a veces creo que es mejor no volver porque todo está deformado, la imagen de las cosas cambia, te estancas y no te deja evolucionar, y por otro lado la idea del libro era volver atrás para dar un gran salto. La protagonista tiene que volver atrás para encontrarse otra vez, buscar su identidad, sus raíces, para poder empezar de nuevo.
- B.M.: Ernesto Sábato decía: “Me parece difícil escribir algo profundo que no esté unido de una manera abierta o enmarañada a la infancia”. ¿Estás de acuerdo con esto?
- P.C.: Sí. Creo que la infancia nos deja una huella tremenda, imborrable. Somos gracias a la infancia que tuvimos, o a pesar de la infancia que tuvimos. A partir de ahí nos formamos y entonces casi todo lo profundo, lo fuerte, lo enérgico está ahí, es como telúrico, tenemos ahí nuestra fuerza, de alguna manera. Yo creo que es muy importante. Siempre recurro a imágenes de la infancia no sólo para crear, sino para vivir, en muchos casos. Buenas o malas, la infancia no sólo es un paraíso, hay de todo, pero deja una impronta muy potente en nuestra memoria.
- B.M.: Hay un troquelado básico durante los primeros años que te marca para siempre. Luego los aprendizajes y las experiencias pueden suavizar o flexibilizar esta impronta inicial, pero en el fondo nunca te desprendes del todo de las primeras huellas.
- P.C.: Yo creo que siempre se vuelve a ir a la infancia, de hecho la personalidad ya está casi formada a los 6 o 7 años. En un niño de esa edad ya ves cómo va a ser, más o menos ya sabes si es extrovertido, introvertido... Luego ya se van definiendo cosas más sutiles pero la base ya la tiene.
- B.M.: Los psicólogos hablan del temperamento, que es innato, genético, y luego tú aprendes una determinada manera de ser, una personalidad condicionada culturalmente.
- P.C.: Yo no creo que sea genético, creo que está condicionado por el primer entorno, que te está formando cuando eres muy maleable.
- B.M.: Tu libro tiene que ver mucho con la memoria. Uno de tus personajes, en un momento dado, afirma: “Sólo queda un reducto, la memoria”. ¿Reconstruir la memoria exige tanto esfuerzo imaginativo como proyectar el futuro?
- P.C.: La memoria hace lo que quiere. Siempre recuerda sesgadamente porque recuerda lo que le interesa recordar o lo que le ha quedado más profundamente marcado. Nunca es fiel a los hechos. No sé si es bueno o malo, yo creo que en parte es también una defensa.
- B.M.: Nunca se sabe cuáles son las leyes últimas de la memoria, por qué recuerdas esto y no aquello. Hay algunos psicólogos cognitivos que dicen que se recuerda aquello que tú, de alguna manera, consciente o inconscientemente, identificas como muy valioso para tu vida.
- P.C.: Yo creo que tienen razón. También es verdad que estancarse mucho en la memoria o en el pasado te impide ir hacia el futuro. Creo que hay un balance ahí que hay que saber llevar. Hay gente que se queda estancada en el pasado y también hay gente que sólo piensa en el futuro y acaba por no encontrarse.
- B.M.: O por olvidar el presente.
- P.C.: Exacto. En realidad sólo tenemos el presente, lo demás es humo. Sólo existe el presente y además es muy fugaz.
- B.M.: Noto un esfuerzo, digamos etnográfico, por tu parte al rescatar y mostrar algunas palabras de tradición rural (cambra, garbera, zafa…) y algunos ritos o muestras de lo que Levi Strauss llama “pensamiento mágico” (“si hay un gato cerca, déjalo. Se alimentará de tu malestar y te encontrarás mejor”; el ritual de pasar al enfermo por la hendidura de la rama; el calor de un huevo recién puesto es bueno para la vista; las mujeres con la regla no debían acercarse al mosto…) ¿Te interesa el folklore entendido como cultura vivida intensamente por el pueblo y transmitida oralmente?
- P.C.: Sí. Durante mucho tiempo estuve recopilando relatos de la tradición oral y un poco este tipo de ideología mágica de la zona, primero sin ninguna intención, por afición. Luego recopilé los relatos en un libro. Siempre me ha interesado mucho este tipo de magia, antropológicamente hablando. Pensé que esas cosas le daban como un cuerpo al relato. Me parecía bonito e interesante, sobre todo para ver reflejada una época en la que eso estaba muy presente. Es un tipo de magia que está muy presente en la vida cotidiana, por ejemplo: "no te sientes en la higuera porque la sombra es mala". Formaba parte de la vida normal de las personas, es una parte de su universo y me parecía bonito reflejarlo. Yo lo he vivido como protagonista y aparte me interesa mucho este tema, yo siempre estoy estudiando antropología de las religiones.
- B.M.: Entonces habrás leído a Mircea Elíade, que es el autor de referencia en el estudio de las religiones comparadas y a Caro Baroja, que es un estudioso de la brujería, sobre todo en el norte de España.
- P.C.: Sí, pero ese tipo de magia se parece mucho en toda España, salvo detalles.
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B.M.: Tu personaje femenino de la narradora me recuerda a los personajes femeninos de
Pascal Quignard, sobre todo a la protagonista de “Villa Amalia” y a la de la recientemente publicada “Las solidaridades misteriosas”. Son mujeres que cambian de vida para volver al origen, todas compran una nueva casa para empezar una nueva vida y todas ellas caminan mucho. La narradora de tu libro afirma: “Camino todos los días durante horas” … “Creo que caminando se mecen los pensamientos”. Esto está en la línea de lo que
Petrarca llamaba “vagare et cogitare”. ¿Caminar y pensar se retroalimentan?
- P.C.: Yo creo que sí. De hecho lo digo porque a mí me ocurre, es algo que tengo muy interiorizado. Muchas veces cuando necesito pensar me voy a andar sin rumbo. Caminar es una manera de mecer los pensamientos, de moverlos para ver qué sale de ahí. Como una marmita que está en ebullición. Caminar es una manera de darles un poco de fuego a los pensamientos, de ponerlos en ebullición.
- B.M.: Me gustan mucho los libros en los que se trata literariamente el hecho de caminar. Siruela acaba de publicar un libro fantástico al respecto, se llama "Elogio del caminar" de David Le Breton. Te recomiendo también un libro de Robert Walser titulado "El paseo" y otro de Thoreau que se llama "Caminar".
- P.C.: Conozco los dos últimos, Robert Walser me gusta mucho. Cuando leí el libro de Robert Walser me sorprendió su manera de pasear como loco por la montaña. A mí me encanta caminar. A veces llevo una libreta para anotar cosas, me siento en una piedra y anoto algo. Pero sobre todo es más como dejarse ir, como la "atención flotante" que llaman los antropólogos, dejando que vengan los pensamientos sin forzar.
- B.M.: La narradora acaba comprando la casa en la que sirvió su bisabuelo. Con esta fórmula de cierre, ¿has pretendido que, al menos en la literatura, al final haya una justicia social o la compra de la casa es más la forma que tiene la protagonista de anclarse materialmente a su pasado?
- P.C.: Más que justicia, era como decir: no puedo tener la casa que yo buscaba, mi paraíso, pero me conformo con un trocito de esta montaña. Una casa que también tiene ciertas raíces, aunque pequeñas porque está a unos kilómetros. Entonces, es como pensar: me conformo con un trocito para empezar otra vez. La protagonista ya ha hecho su viaje iniciático y ahora vuelve, pero de otra manera.
- B.M.: Tu libro acaba en Agosto cuando “Por fin comienza a llover”. La lluvia es uno de los fenómenos atmosféricos más interesantes para tratar literariamente. ¿Qué significado simbólico tiene la lluvia para ti?
- P.C.: De renovación, de limpieza, de esperanza. Además, en la novela pasa un periodo de mucho calor y de repente la lluvia llega, refresca, limpia y la protagonista se va encontrando mejor; estaba muy deprimida, muy hacia dentro y de repente, conforme va encontrándose se va tranquilizando, renovando y hay una esperanza en la lluvia. Siente que la lluvia lo limpia todo y puede empezar otra vez.
- B.M.: ¿Estás preparando algún libro nuevo, tienes algo en mente?
- P.C.: En realidad tengo más cosas escritas, llevo ya diez años y dan para mucho. Sigo corrigiendo y puliendo el estilo. Este libro lo corregí mucho, pero también era mi primer libro y aprendí con él.
- B.M.: Pero no elegiste una estructura sencilla, es compleja. Vas intercalando el presente con el pasado, hay diferentes personajes, das pocas pistas sobre el narrador, a veces parece que se confunden la madre y la hija... No es una estructura fácil.
- P.C.: No, no lo es. Siempre me han gustado los libros con estructuras extrañas en los queel lector aporte, que tenga que esforzarse un poquito. Eso me gusta hacerlo a mí como lectora. Este fue un libro que surgió un poco sin querer, murió mi abuelo y esa misma noche, en el velatorio en casa de mis padres empecé a escribir. Luego lo pasé al ordenador, poco a poco fui añadiendo cosas y de repente tenía cincuenta folios y pensé: "Pues si estoy contando una historia". Entonces le fui dando más cuerpo, empecé a pensar la estructura y empecé a inventar, porque primero era más real, más sobre mis abuelos y luego ya empecé a imaginar, a crear.
- B.M.: No te he hecho la famosa pregunta: ¿Es autobiográfico? Porque, evidentemente, siempre es en parte autobiográfico y siempre es creación.
- P.C.: Es de agradecer. Lo de autobiográfico es muy relativo, porque en el fondo siempre es ficción. Aunque trate de gente real es mi imagen de esa gente, que es totalmente mía y de ahora, igual hace veinte años yo no pensaba así. Y la imagen que tiene mi hermano no es la misma que tengo yo de mis abuelos, el tiene otra experiencia y otra realidad. ¿Es real? Pues es mi realidad, parte de ella, porque hay otra parte que me estoy inventando. Hay gente que lee el libro y piensa que debe haber una fidelidad pero no es así, porque si no no tendría cuerpo de novela, serían unas memorias.
- B.P.: Incluso las memorias, ahora que están de moda las autobiografías fingidas, pueden estar muy literaturizadas. Se parte de cuatro datos reales y a partir de ahí se va creando el resto. Tú ambientas la novela en un pueblo que parece real.
- P.C.: Es mi pueblo y no lo es. De hecho, cuando me preguntan si ese pueblo existe, contesto: existió. Porque es mi imagen de él, ahora ya no es como yo lo describo ahí. Y entre lo que yo recuerdo y lo que me invento elaboro un pastiche.
Desde Trabalibros agradecemos a Pilar Carrillo el tiempo que nos ha dedicado y le deseamos mucha suerte en su carrera como escritora. Agradecemos también al Hotel Astoria de Valencia el haber cedido un espacio para hacer posible esta conversación.