Fernando García de Cortázar es un prestigioso historiador español, galardonado en 2008 con el
Premio Nacional de Historia. Autor de más de 60 libros, entre los que se encuentra el popular ensayo "
Breve historia de España", que alcanzó un éxito de ventas sin precedentes en un libro de su género y cuya presencia se ha hecho permanente en los estantes de las librerías desde su publicación allá por los años 90. Historiador con vocación narrativa,
García de Cortázar es académico de la Real Academia de Historia, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto y, entre otros cargos, ejerce el de director de la
fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad. Este gran comunicador y divulgador realiza una beneficiosa labor de difusión de la Historia al gran público con sus obras, las cuales van dirigidas a todo tipo de lector y están tratadas de forma amena a la vez que rigurosa.
Su última obra es "
Pequeña historia de los exploradores", el segundo libro de una serie pensada para lectores de cualquier edad (de 9 a 99 años, como reza en la contraportada), ilustrada con los simpáticos dibujos de
Jvlivs y que dio inicio con "
Pequeña historia del mundo".
Bruno Montano de Trabalibros ha tenido la ocasión de mantener una conversación con Fernando García de Cortázar en la Fnac Express de Valencia, que presentamos a continuación:
- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): "Pequeña historia de los exploradores" está en la línea de "El mundo de Sofía" de Jostein Gaarder o "El viaje de Teo" de Catherine Clément, libros que convierten a la literatura en un vehículo perfecto para introducir a los jóvenes en la filosofía, las religiones o la historia. ¿Instruir deleitando es, quizá, el gran secreto de los buenos pedagogos?
- Fernando García de Cortázar (F.G.C.): Creo que es una obligación. Como decían los clásicos, hay que instruir deleitando. Creo que nuestra obligación es saber Historia pero también saberla comunicar, saberla transmitir. Yo creo que el problema en España es que muchos no saben transmitir Historia y se esfuerzan en las facultades en transmitirla. La historiografía española es muy buena, pero yo creo que no es tan buena la transmisión y la difusión de la Historia. Quizás, a determinadas alturas de la vida, a determinada edad, los historiadores tendríamos que hacer ese esfuerzo por comunicar y llegar a un público mucho más amplio, porque la Historia es un instrumento tan importante de cambio social, de educación ciudadana y de afirmación de la conciencia nacional que no puede quedarse en los muros de una Universidad, sino que debe saltar a la calle.
Este libro es continuación de otro que se llama "Pequeña historia del mundo" quepertenece a la misma colección y tiene el mismo protagonista, un niño llamado Sergio a través del cual yo conté la historia del mundo y ahora cuento la historia de los grandes descubrimientos y de las grandes exploraciones.
-
B.M.: Pero, ¿es verdad que
Sergio le pidió que escribiera el libro? ¿Existe este niño?
- F.G.C.: Bueno, realmente -y quizás me voy a emocionar al hablar del asunto- no existe el niño. Le puse este nombre a mi protagonista porque ese año uno de mis mejores alumnos de la Universidad de Deusto decidió volar. Entró en una depresión. Él estaba preparando su oposición a notario, no se presentó y decidió adelantar el viaje al más allá, para nosotros el viaje a la eternidad. En homenaje a él y a su familia le acompaño yo con este libro.
-
B.M.: Audacia, valor, arrojo, persistencia, heroísmo, son virtudes de los grandes exploradores. ¿Cree que libros como el suyo ayudan a transmitir de forma transversal todos estos valores a los jóvenes lectores?
- F.G.C. Sí, y tiene su objetivo. Yo no me contento sólo con dar una serie de acontecimientos históricos, creo que este tipo de libros sirven para que los niños se aficionen a la lectura y también intento dar en el libro un sentido de ejemplaridad. Creo que en este momento quizá nos faltan los referentes ejemplares, alguien que sienta que pueda dar ejemplo y que se admita como ejemplo el dado por esa persona. Y como usted ha dicho muy bien con esos sustantivos, yo creo que esos valores son fundamentales para la formación de un niño.
Es fundamental también el estímulo que viene, por ejemplo, de un cierto sentido del humor, como el que aparece en este libro y que el propio Jvlivs ha sabido transmitir muy bien. Sabemos que el sentido del humor es privativo. Es el gran patrimonio de los europeos. Cuando Rabelais escribe "Gargantúa y Pantagruel" o cuando Cervantes escribe el Quijote en cierta medida utiliza la técnica del sentido del humor para describir la realidad y también para criticarla. Quevedo decía que saber sonreir es llegar a saber ser libre y yo, este sentido del humor que está implícito y teñido de ternura en la figura de Sergio y en los que se relacionan con Sergio, también he querido comunicarlo.
- B.M.: En una entrevista que le hizo su colega Juan Carlos Fusi usted afirmaba que "una palabra fecundada por la imagen la hace imbatible en su capacidad de expresión". ¿Es importante en un momento como el actual, donde predomina lo audiovisual, dotar a un texto de imágenes y más si se dirige a un público juvenil o infantil?
- F.G.C.: Juan Carlos Fusi y yo somos íntimos amigos, acaba de publicar un libro titulado "Historia mínima de España". Sobre lo que me preguntas, creo que es fundamental. En este libro yo, como historiador, he procurado transmitir el sentido de España pero también el sentimiento de España. Libros como este e ilustraciones como estas me sirven también para transmitir no sólo el contenido y la erudición que pueda haber en el relato de una serie de exploraciones y de grandes descubrimientos, sino también el sentimiento. El niño me sirve también para expresar el asombro, el miedo, la ternura, la decisión, el arrojo como tú me decías, que son muy importantes para nuestra vida. Y en definitiva, creo que este libro puede ser importante también para abrir el apetito y para sembrar en los niños la curiosidad intelectual, que es importantísima. Sin curiosidad intelectual ni las exploraciones ni los grandes descubrimientos se hubieran producido, porque rara vez se produce un descubrimiento al azar, sino que es fruto de uno y de mil intentos hasta que, efectivamente, un hilo ilumina y se crea la bombilla.
-
B.M.: El hombre no es sólo, como decían los clásicos, un animal sociable (zoon politikon) sino también un animal curioso, en tensión constante con sus límites, un explorador nato. Los grandes
exploradores románticos no tienen mucho sentido hoy en día debido a que las últimas fronteras que quedan ya no son geográficas. ¿Son, quizá, el conocimiento, la ciencia y la espiritualidad las grandes tareas pendientes para los espíritus inquietos? Estamos en lo que
Eugenio Trías llamaba “la edad del espíritu”, ¿la última frontera es la espiritual?
- F.G.C.: Para mí sí. Quizás yo tenga unas leguas de terreno avanzado porque soy profundamente creyente, soy un hombre de fe y entonces a mí me acompaña mucho la fe. Yo lo que creo es que la iglesia tiene que hacer un esfuerzo y ahora -a propósito de las reflexiones sobre la dimisión del Papa y sobre el futuro papa- tiene que hacer un esfuerzo de encontrar un lenguaje común con los agnósticos. Es decir, somos herederos y tenemos una raíz cristiana, pero tenemos que volcarla en una cultura laica. Lo que quiero decir con ello es que los grandes valores que el cristianismo ha difundido (la igualdad del hombre, la unidad del género humano, la capacidad de ilusión, etc...) tienen que ser comunes también a los agnósticos y creo que eso debe hacer que la sociedad del siglo XXI prospere hacia un horizonte mejor.
Yo, como soy historiador, soy positivo y optimista, pienso que no es lo mismo la manumisión de un esclavo que el derecho de sindicación, no es lo mismo Torquemada que Teresa de Calcuta. A pesar de que pueda haber acontecimientos dramáticos en el siglo XX, así y todo yo sigo creyendo en el hombre, en la capacidad de transformarse, en la capacidad de mejora y creo también en la capacidad de mejora que la Historia debe transmitir. Recuerdo que cuando Fukuyama -a partir de las revoluciones de 1939, la caída del muro de Berlín- escribió aquel artículo que regaló pródigamente a todas las redacciones de los periódicos "El fin de la Historia", que luego se convirtió en un libro, yo le contesté diciendo que no. Por el hecho de que 200 millones de habitantes transformaran su situación con la caída del muro de Berlín había una buena parte de la humanidad que, como decía Bartolomé de las Casas sobre los indios de su época, estaba destinada a morir antes de tiempo. Hay una parte de la humanidad que está destinada a morir antes de tiempo y, precisamente, la Historia no ha terminado para ellos, la Historia como transformación, como cambio, como entrega de utopía, no ha terminado para ellos, sino que están esperando el mensaje de nosotros para mejorar su situación. Es decir, la imagen que se puede tener desde la América dorada no corresponde, tristemente, a la imagen de una África arrojada, trágicamente explotada.
Yo creo que la Historia también debe arrojar esa idea, sobre todo en un momento de crisis como el que vivimos ahora, que no es sólo una crisis económica. Estamos hartos de hablar de la prima de riesgo (yo ni sabía lo que era la prima de riesgo y creo que menos, incluso, muchos de los tertulianos) pero creo que hay que hacer un esfuerzo para, desde esta situación, poder pensar que la sociedad tiene que cambiar radicalmente, porque no nos podemos permitir que esto siga así y que haya personas que no puedan desarrollarse, a lo mejor sí biológicamente, pero no como personas. Realmente esta crisis está vaciando tanto la humanidad, está deshumanizando tanto, a tal nivel que ni las grandes ideologías de la deshumanización lo consiguieron y, en cambio, ahora precisamente la ideología economicista lo consigue.
-
B.M.: Usted es un historiador con vocación literaria, con voluntad de estilo, admirador de la escuela anglosajona de historiadores que combina el rigor y la amenidad, la calidad literaria con el enfoque periodístico. Afirma que fue el magisterio de
Fernando Lázaro Carreter en Salamanca el que le influyó en este sentido. ¿Cree que la
Historia y la
Literatura no deben competir, sino coaligarse en busca de la alta divulgación? ¿Memoria e imaginación pueden potenciarse mutuamente?
- F.G.C.:Absolutamente, lo has dicho muy bien. Además, en mi vocación existen las dos aficiones. Yo pertenezco a una familia muy numerosa de doce hermanos y mi madre nos enseñó a escribir, era una mujer medianamente culta para la época y siempre nos ayudó a escribir. Ella escribía con sentimiento y lo hacía muy bien. Luego yo, cuando empecé a estudiar mi carrera habiendo entrado en los jesuítas, fui a la Universidad de Salamanca y dudé en dedicarme a la Literatura o a la Historia. Tengo un hermano mayor que es un conocido medievalista y, después de unas conversaciones con él pensé (creo que ahora sigo pensando igual) que la Historia tenía mayor capacidad de transformación que la Literatura y que la Historia me servía a mí para un cierto misionerismo en el mundo en el cual iba a trabajar.
Por eso elegí la Historia y tuve la suerte en Salamanca de tener profesores magistrales como Miguel Artola, que ha sido mi maestro, y también Fernando Lázaro Carreter que, efectivamente como dices, nos hacía ejercicios de redacciones. Le debo mucho a él, le debo un sentido incluso colorista del lenguaje, una forma no solo clara de escribir sino también de atraer al público.
Además he tenido la suerte de escribir en periódicos, escribo también en el ABC y lo hice en el Correo Español de Bilbao, y esto me ha enseñado mucho a sintetizar, a buscar al lector, a no perderlo, a no entretenerlo y a que no se me aburra. Eso lo ejerzo también en las conferencias, en ellas estoy pendiente de mi auditorio y si veo algún bostezo inmediatamente cambio, doy un grito o cuento un ejemplo, porque creo que la conferencia no es para leer un artículo del Consejo Superior de Investigación Científica, sino también para instruir deleitando y para atraer a la gente, no para que se vayan o se queden dormidos.
- B.M.: Se nota que usted es un apasionado lector. Repasando alguno de sus libros -creo que es en "Historia de España: de Atapuerca al euro"- encontré entre las siete páginas que componen el prólogo del mismo hasta doce citas de poetas y escritores.
- F.G.C.: Sí, siento una pasión enorme por la literatura y en concreto por la poesía. A mí la poesía me ha ayudado a una cosa -que yo creo que es marca de la casa- a hacer epígrafes. Cuido mucho los títulos de mis libros y para esto me sirve mucho la poesía. La poesía tiene el poder de, en pocas palabras, expresar mucho. Siempre he buscado un poco el apoyo de la literatura.
Yo he tenido la suerte de haber leído mucho; pertenezco también a una institución, que es la Compañía de Jesús, a la que tengo que agradecer que nos dieran una educación lujosísima. No había ninguna urgencia por empezar a trabajar, a rendir. Podías hacer una carrera, luego un doctorado, y si querías podías especializarte en alguna universidad extranjera. Había un cuidado exquisito en el terreno de la educación y, por supuesto, en el terreno de las lecturas. Yo vivo también de rentas de lo que leíamos en aquella época. Como curiosidad, puedo decir que en los años 62-63 yo estaba estudiando Literatura en la formación estrictamente jesuítica y al ser una institución bastante abierta yo leía muchos más libros y más abiertos que los que mis compañeros laicos de otras carreras leían. Estábamos al día de lecturas incluso más avanzadas y, podríamos decir, más provocadoras. Yo leía a Camus en esa época y a Plauto y Terencio, que casi estaban prohibidos antes.
-
B.M.: La actual Premio Príncipe de Asturias de Humanidades, la filósofa americana
Martha Nussbaum, es una apasionada defensora de las
humanidades en cualquier etapa del proceso educativo. Según ella, el estudio de la Filosofía, Historia, Filología o Literatura mejora el pensamiento crítico frente a los dogmatismos, facilita la empatía y nos da sentido de globalidad, de pertenencia a la gran comunidad humana. Me imagino que usted estará de acuerdo con esta idea.
- F.G.C.: Yo además he difundido estas ideas, sobre todo a raíz de la publicación de un libro en norteamérica que se llamaba "La clausura de la mente humana", que se tradujo luego al español, en el cual definía que probablemente para vivir en un mundo del siglo XXI en el cual los cambios son tan acelerados era mejor estudiar humanidades que a lo mejor determinadas ciencias mucho más fijas. Es decir, que los historiadores teníamos que ser los especialistas en la acomodación de la sociedad al cambio. Yo no sé si lo hemos llegado a ser, pero lo que sí te puedo decir es que yo he seguido a algunos alumnos míos que se han profesionalizado fuera de las salidas tradicionales nuestras, como puede ser la docencia universitaria o en institutos, y han tenido unas carreras mucho más brillantes que las de los economistas especialistas en esa materia.
- B.M.: De hecho ahora, por ejemplo, en algunas empresas de Estados Unidos se busca gente con formación humanista, se buscan filósofos, etc...
- F.G.C.: Así y todo yo, que soy muy crítico con la educación en España, creo que nuestra carrera todavía es una carrera pobre, en cuanto a que somos muy "petetes" respondemos a preguntas que nadie nos hace, nos falta esa cintura para volcarnos en los mas-media y no deja de ser llamativo que sitios que debían estar ocupados por personas del ámbito cultural (llámense intelectuales o como se quieran llamar) están ocupados por tertulianos que inmediatamente se ve que no saben de muchas cosas. Pero no tienen sólo la culpa ellos de, en buena medida, repartirse el botín, porque estamos viendo que son diez o doce personas que aparecen en todos los medios, también tenemos la culpa nosotros, que no queremos ir a esos medios cuando nos llaman. Yo creo que hay historiadores, hay filósofos, hay sociólogos que también son requeridos por las emisoras de radio y televisión y que no van. Yo creo que es una obligación. ¿Por qué no van? Porque es mucho más fácil entrar en el sopor de la Academia, de la falta de contraste, del chapotear en algo que nadie te lo discute que entrar en el cuerpo a cuerpo sobre un acontecimiento político o cultural.
Yo suelo decir que nosotros, los historiadores, los sociólogos o los intelectuales, quizá está bien que no seamos hombres de partido, pero sí tenemos que ser hombres de preocupación por ejercer un cierto liderazgo en la sociedad y por incidir, y no que seamos perfectamente inútiles como en buena medida puede convertirse nuestra profesión, en algo inútil, en una especie de anticuario o de buhonero que sólo sabe contar dedos meñiques de faraones o quintales de trigo y no saben analizar un hecho real, como puede ser el proceso o el intento de independentismo de un cierto sector catalán. No deja de ser admirable que en España, por ejemplo, no haya habido una respuesta a la declaración del 23 de enero del Parlamento catalán, que aparte de su deseo independentista (que yo no voy a entrar en él) sí que voy a entrar en los preámbulos históricos que hay, que son puro anacronismo. Mezclan churras con merinas, acontecimientos de la Edad Media con manifestaciones antifranquistas o manifestaciones de la transición y no ha habido historiadores, ni catalanes ni de fuera de Cataluña, que digan que esto es una barbaridad, que esto es un burdo anacronismo, una pura manipulación de la Historia.
-
B.M.:
Max Weber decía que sólo se puede saber lo que somos si se determina cómo hemos llegado a ser lo que somos. ¿Están en la razón histórica las claves para comprender el presente y operar sobre el futuro? ¿La llave de la prospectiva está en la memoria?
- F.G.C.: Yo creo que sí, si efectivamente la Historia se percibe con un cierto espíritu crítico y no como una materia que se aprende de memoria. Creo que la Historia, si se cuenta como proceso, como deseo de mejora, como utopía. Las grandes ideas han funcionado siempre como utopía, por ejemplo la idea de libertad (¿quién es libre? quien puede comprar su propia libertad), ¿quiénes son los iguales? o, por ejemplo ahora, que se nos llena la boca con la palabra democracia (nosotros podemos creer que la alternancia de partidos en el poder o la pura organización de un partido tiene algo de democrático, en el sentido en que responde a lo que significa la palabra en griego "poder del pueblo"), pero no es así. Entiendo que debe de haber una tendencia, un deseo de mejora que esperemos se produzca rápidamente.
-
B.M.: He leído en el prólogo de alguno de sus libros que las grandes ideas provienen de la cultura europea. La gente no es consciente cuando piensa que usa ideas marcadas históricamente, no es consciente de lo que
Emilio Lledó llama "la memoria del logos". Personalmente me fascina la historia de las ideas, desmenuzar lo que pensamos y rastrear su origen histórico eliminando adherencias circunstanciales que lo enmascaran me parece una gran aventura. ¿Para cuándo una historia de las ideas dirigida al público juvenil?
- F.G.C.: Bueno, se lo podría uno plantear. Quizás es más difícil manejar conceptos que tienen algo de abstracto que manejar hechos que tienen mucho más de concreto o de humano, se humanizan más. Yo entendería que la forma en que estoy escribiendo los libros también sirve para manejar ciertas ideas, como pueden ser la idea de igualdad del hombre, la del deseo de mejora, la de la lucha contra la naturaleza en beneficio del hombre... Buena parte de las ideas que se manejan en todo el mundo son europeas. Por eso me da pena a veces nuestra pobre imagen de Europa, que viene también muchas veces de nosotros mismos, de esa especie de demagogia barata, etc. Si lo analizamos veremos que buena parte de estas ideas son de raíz cristiana, es decir, la ilustración no existe en otros sitios como, por ejemplo, en el Tíbet. ¿Por qué se da la ilustración en Europa? Porque Europa ya tuvo el mensaje de igualdad que luego iba la ilustración a desarrollar. Yo creo que esto es claro, las grandes ideas son europeas.
- B.M.: Es cierto, grecolatinas, judeocristianas... La Declaración Universal de los Derechos Humanos por ejemplo se aplica en todo el mundo pero es europea.
- F.G.C.: Es que, si lo analizas, es todo. Los grandes movimientos, las grandes ideas, son europeas.
Desde Trabalibros agradecemos a D. Fernando García de Cortázar su amabilidad al concedernos esta entrevista, para nosotros ha sido un honor y un gran placer poder conversar con él. También agradecemos a José Luis Satoca, responsable de la Fnac Express de Valencia, el habernos cedido un espacio ideal para esta conversación.