Según la propia
Poniatowska, amiga personal de la
pintora, el libro "
Leonora" "no es ni una crítica a la pintura de
Leonora Carrington ni una biografía".
Destinada a heredar un imperio textil
Leonora prefirió, en un acto de rebeldía, marcharse a París para poder pintar, codeándose allí con
Salvador Dalí,
Marcel Duchamp y
Max Ernst, con el que tuvo una relación sentimental. Luego acabó volviendo a
Méjico tras pasar un tiempo en
Nueva York arropada por
Peggy Guggenheim y a sus 94 años vive con su cuidadora y su perro "Yeti", sin leer jamás lo que se escribe sobre ella, preguntándose "si al morir nos evaporamos o nos vamos de la mano".