El doctor
Mario Alonso Puig es especialista en cirugía general y digestiva. Cursó su formación en centros de prestigio como la Universidad de Harvard en Boston, el IMD de Lausana y el Instituto Tavistock de Londres. Tras haberse dedicado profesionalmente a la medicina durante varios años, decidió compartir sus conocimientos sobre el modo de aflorar el potencial humano, tema sobre el que había investigado en profundidad, movido por un sincero interés. En la actualidad se ha convertido en uno de los grandes comunicadores de nuestro país y su labor como divulgador en el campo de la
autoayuda, el
crecimiento y la
superación personal es ampliamente reconocida.
Mario Alonso Puig ha sido invitado a hablar sobre liderazgo, felicidad, motivación, creatividad y espíritu emprendedor en instituciones de primer nivel de todo el mundo. En 2011 fue nombrado miembro del Leadership Council del World Economic Forum de Davos y participó como ponente en el II Congreso Internacional de la Felicidad, en Expo Management y en el Foro Mundial de Creatividad e Innovación. En 2012 obtuvo el premio al
mejor comunicador en salud por la ASEDEF. Colabora además en varios medios de comunicación: participa en el programa de TV "El Hormigero", en el Canal 24h, en el periódico digital El Confidencial y en el programa de radio de la cadena COPE "La Mañana" con Javi Nieves.
Es autor de "Madera de líder", "Vivir es un asunto urgente", "
Reinventarse: tu segunda oportunidad", "
Ahora yo" y "La respuesta".
Bruno Montano de
Trabalibros ha tenido la oportunidad de conversar con él sobre su última obra, "
El cociente agallas", un libro que resultó ganador del
Premio Espasa 2013 de Ensayo en el que nos invita a "explorar un nuevo territorio, el de nuestro auténtico potencial", para que nos resulte más sencillo alcanzar la felicidad y la plenitud que ansía todo ser humano.
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Bruno Montano,
Trabalibros (
B.M.): El sentido de la vida es crecer y evolucionar, pero muchas veces el miedo a sufrir y a vernos expuestos y vulnerables no nos deja salir de lo conocido, lo seguro o lo familiar. ¿Todo crecimiento y evolución sólo pueden tener lugar fuera de la “
zona de confort”?
- Mario Alonso Puig (M.A.P.): Yo creo que sí. Yo creo que cuando estamos hablando de cambios radicales, de auténticas transformaciones, eso sólo puede suceder fuera de la "zona de confort". En la "zona de confort" lo que está dentro es una idea de quiénes somos y lo que está fuera es la realidad que hay en nosotros, la realidad de nuestra persona. Salir del lugar donde estás, que para ti es el único lugar posible, y penetrar en un mundo que es desconocido, incierto y ambiguo da miedo porque tienes la sensación de que mueres, cuando en realidad lo que muere es la imagen que tienes de ti mismo. Tú no mueres porque eres mucho más que esa imagen. Por eso es complicado y muchas personas se ven atenazadas por el miedo.
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B.M.: Los filósofos estoicos, como
Epícteto, afirmaban que los hombres se ven perturbados no por las cosas, sino por sus opiniones sobre las cosas.
- M.A.P.: A mí me impresiona que un filósofo como Epícteto que vivió hace tantos siglos fuera capaz de tener intuiciones tan profundas sobre la realidad del ser humano. La percepción es una construcción que tiene lugar en el cerebro humano, eso sí, con información que viene del exterior. Una de las cosas más interesantes que se ha visto, por ejemplo, es que cuando hay información visual no sólo se activa la región occipital del cerebro (donde están las áreas visuales), sino que hay una activación muy intensa de la zona temporal. La pregunta es, ¿por qué se activa tanto el lóbulo temporal si en él no hay áreas de la visión? Porque en el lóbulo temporal hay áreas muy conectadas con las emociones, con las experiencias. Al final, el cerebro lo que nos está dando es una reflexión sobre lo que algo significa para nosotros. ¿Qué ocurre? Que cuando una persona cambia su mundo interior, su diálogo personal, aunque llegue la misma información del exterior el tipo de construcción que esa persona realiza con esa información es radicalmente distinta. El acceso, el contacto que tiene con una realidad que en su base es infinita, es algo de un orden completamente diferente. Epícteto tuvo esta intuición profunda que hoy en día la ciencia explica perfectamente. Tiene un mérito increíble que esto fuera visto hace tantísimos siglos.
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B.M.: De hecho, sobre esta intuición,
Aaron T. Beck y
Albert Ellis desarrollan su
terapia racional-emotiva. Ellos escribieron un libro titulado "
Razón y emoción en psicoterapia" y yo recuerdo que en el prólogo de ese libro atribuían a
Epícteto precisamente la intuición básica sobre la que se fundamentaba su psicoterapia de corte cognitivo.
- M.A.P.: Todo el desarrollo que hicieron Aaron T. Beck y Albert Ellis ha sido un nuclear para el desarrollo de, por ejemplo, la psicoterapia. Y es verdad que se da este reconocimiento a Epícteto porque ciertas personas en el mundo antiguo y también en el mundo moderno han sido capaces de tocar una dimensión en la persona que va más allá de la razón. Por eso este tipo de intuiciones no son consecuencia de darle vueltas al pensamiento, sino de ir más allá del pensamiento y experimentar lo que se llama una revelación: algo se desvela, algo se descubre (lo que se llama los momentos de epifanía) y de manera súbita se ve algo que es una experiencia de la verdad.
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B.M.: La semana pasada hablamos con
Lluis Bassat. Él nos sugería una frase que se le atribuye al padre de Margaret Thatcher, pero que en realidad es de
Gandhi. La frase decía: "Cuida tus pensamientos porque se convierten en palabras, cuida las palabras porque se convierten en actos, cuida los actos porque se convierten en hábitos, cuida los hábitos porque se convierten en nuestro carácter y cuida el carácter porque se convierte en destino". La genética, la biología, la educación, el cociente intelectual, condicionan pero no determinan. ¿Al final somos nosotros mismos los únicos capaces de determinar nuestro destino a base de “
agallas”?
- M.A.P.: Totalmente. Hoy en día los estudios que se han hecho revelan (y todavía nos queda mucho por descubrir) que sólo podemos atribuir a la genética como mucho un 40% de nuestra personalidad. El otro 60% lo construimos nosotros. Es curioso porque Maquiavelo, el creador de la famosa obra "El príncipe", dijo: "La fortuna es árbitra de la mitad de nuestras acciones, pero nos deja gobernar la otra mitad a nosotros". Que una persona de aquella época dijera esto refleja también una capacidad intuitiva tremenda.
Es verdad que muchas veces ponemos demasiado peso en el cociente intelectual y muy poco peso en la fuerza del carácter; de ahí viene el concepto que quiero sacar adelante, que es el "cociente agallas". Es decir, hasta qué punto la determinación, la ilusión, la persistencia y la valentía son capaces, no sólo de afectar físicamente al cerebro y expandir las capacidades, sino que además esa fuerza del carácter tiene el potencial de hacer que unos genes se expresen y otros no. La epigenética es la ciencia que demuestra que el ser humano, ejerciendo su inteligencia y su voluntad, puede moldear la dotación genética. No en todos los casos, hay genes con los que no es posible hacerlo (el color de los ojos, por ejemplo), pero muchos otros que tienen que ver con capacidades intelectuales o físicas pueden ser expresados o no expresados, dependiendo del mundo hormonal o molecular que yo genere con mi forma de pensar o de sentir.
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B.M.: Con
Daniel Goleman y su libro “
Inteligencia emocional” (1995) descubrimos que puntuar alto en los test de inteligencia no garantizaba ni el éxito ni la felicidad, que para ello era más importante la gestión eficaz de las emociones, la inteligencia emocional. Todos nacemos con un determinado “perfil emocional” de origen genético, perfil que lejos de suponer una barrera, se puede cambiar. En "
El cociente agallas" hablas de
neuroplasticidad y apuntas que se puede lograr autoestimulando la “
neurogénesis” y el desarrollo de “la región prefrontal izquierda”. ¿De qué manera lo podemos conseguir?
- M.A.P.: Dentro de la neuroplasticidad hay tres elementos que hablan de que realmente el cerebro tiene esta capacidad de moldearse a lo largo de toda la vida y que hay que considerar.
El más pequeñito, a nivel microscópico, tiene relación con la variación que tiene lugar en la membrana de las neuronas, con la formación de nuevos receptores. Para que nos hagamos una idea, es como si añadiéramos microprocesadores a la neurona.
El segundo de ellos es la neuroplasticidad propiamente dicha, en el sentido del aumento de la conexión entre nuevas neuronas por la creación de nuevas sinapsis, ya que se forman previamente nuevas espinas dendríticas, las cuales se acoplan a las terminaciones de otras neuronas. Esto también dura toda la vida y puede producirse en cualquier parte del cerebro humano. Cualquier parte que se trabaje más genera un aumento de la plasticidad. Un ejemplo de neuroplasticidad serían los invidentes, que tienen una capacidad auditiva infinitamente superior a las personas que podemos ver. El grado de interconectividad entre las neuronas es inmenso, con lo cual sonidos que yo no captaría ellos son perfectamente capaces de hacerlo.
El tercer elemento es el llamado neurogénesis, la formación de nuevas neuronas a partir de células madre. La neurona es excesivamente complicada como para poder reproducirse. El fascinante descubrimiento fue darse cuenta de que se habían formado nuevas neuronas. ¿De dónde venían? Esas neuronas procedían de células madre pluripotenciales situadas alrededor de las cavidades cerebrales llamadas ventrículos y que, en el plazo de 21 días, se transforman en nuevas neuronas. Es interesantísimo saber que este proceso se estimula cuando tienes el estado de ánimo elevado y que se bloquea y se anula cuando este ánimo es bajo. Cuando una persona cae en el resentimiento, en la frustración, en la desesperanza y se mantiene ahí se da una gran elevación de dos sustancias químicas: el glutamato y el cortisol. Cuando el glutamato (que es un neurotransmisor excitatorio) sube mucho en el interior de la neurona entra masivamente el calcio y puede matar la neurona. Y el cortisol, en cifras altas, combinado con el glutamato, hace lo mismo.
Es muy importante que sepamos que el estado de ánimo es algo que, a pesar de las dificultades, ninguno de nosotros podemos darnos el lujo de que caiga más allá de un cierto nivel. Podemos experimentar la tristeza, la frustración, la ira, pero lo importante es no quedarnos a vivir ahí. Una cosa es tener una emoción y otra cosa es quedarse instalado en ella, porque tiene unos efectos en el cerebro muy demostrados y unos efectos en el cuerpo.
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B.M.: ¿De cuándo son esas investigaciones acerca de la
neurogénesis? Yo recuerdo haber leído cosas sobre el tema, pero no conocía estos avances acerca de la neuroplasticidad.
- M.A.P.: Estas investigaciones tienen unos diez años. Se quedaron tanto en el entorno científico que muchas personas que no estaban en ese entorno no fueron conscientes de la envergadura de ese descubrimiento. Esto pasa a veces, lamentablemente, en el mundo de la ciencia: la falta de comunicación de hallazgos que pueden ayudar muchísimo a las personas para mejorar su vida y para tener una confianza en su potencial.
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B.M.: Claro. Esa idea de poder realizar un entrenamiento que favorezca la generación de neuronas nuevas me parece de un gran interés.
- M.A.P.: Sin ninguna duda. En el mundo oriental se entiende perfectamente que el entrenamiento de la mente es una necesidad. En la Grecia clásica también lo era. Hoy en día entendemos que hay que entrenarse para aprender un idioma o para hacer bien un deporte, pero esto de entrenar la mente es una cosa que ni siquiera nos planteamos.
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B.M.: Hay una gran preocupación por entrenar la musculatura, pero mucho menos por estimular las potencialidades implícitas en nuestro cerebro.
- M.A.P.: Es curiosísimo, porque además en el cerebro lo que no se usa se pierde. Se da la búsqueda de un ahorro energético. Si una persona, por ejemplo, deja de utilizar su mente para analizar un poco, para reflexionar, esas áreas que analizan y reflexionan pierden vigor. Si esa persona por ejemplo, como en el caso que hemos puesto de los invidentes, empieza a utilizar mucho más el sentido del tacto y del oído aumenta el área dedicada a esas funciones.
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B.M.: Al mismo tiempo que se inhibe la contraria.
- M.A.P.: Exacto. Todo ese tejido que no se utiliza es sustituido por el tejido que se utiliza, ese espacio es ocupado. Yo creo que si tuviéramos un poco más clara la idea de que el cerebro realmente es como un músculo, de unas características muy diferentes a los otros pero parecido en el sentido de que hace que aumente en su vigor o se reduzca, nos daremos mucho más cuenta de hasta qué punto es fundamental entrenarlo.
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B.M.: Como tú dices en "
El cociente agallas", las personas tenemos a nuestra disposición diferentes
identidades. Por pereza o por costumbre adoptamos una, con los recursos inherentes a la misma. Pero luego se nos plantean problemas para los que no tenemos recursos y tú propones la posibilidad de adoptar otra identidad, con los recursos que ésta posee, para solucionar el problema. ¿Cómo lograr la flexibilidad necesaria para adoptar en cada momento la identidad que te brinde los mejores recursos?
- M.A.P.: Voy a poner un ejemplo. Vamos a imaginarnos que estamos con una persona desde que se levanta hasta que se acuesta. Esa persona a lo largo del día hace una serie de cosas: conduce un coche, sube por una escalera, resuelve un problema, etc. Si nosotros tomamos una película de esa persona a lo largo de todas esas horas tendríamos un cierto reflejo de como es su vida. Sin embargo, lo que hacemos es muy distinto. Nosotros tomamos una fotografía instantánea de una persona en un momento determinado y a partir de entonces decidimos que su vida está definida por esa fotografía. Es posible que esa fotografía la hayamos tomado en un momento en que esa persona no está aflorando un recurso suyo, con lo cual no queda registrado en la imagen, pero eso no quiere decir que no lo tenga. A nosotros nos pasa lo mismo, desde que somos pequeños vamos elaborando una instantánea de nosotros mismos y decimos: Yo soy así. Pero la realidad demuestra que no somos así, porque cuando una persona que cree que tiene unos recursos limitados, una capacidad mental reducida, se enfrenta ante un desafío que para ella es importante, saca unos recursos y unas capacidades que no sabemos de dónde han salido, pero ha resuelto el problema. Todos tenemos experiencia de esto.
Carl Gustav Jung fue realmente el primer psicólogo transpersonal; de ahí vinieron las grandes fricciones con Freud, que le llevaron a romper su relación con él en 1913. Freud tenía una concepción excepcionalmente materialista del ser humano y Jung pensaba en una dimensión espiritual. Jung, que viajó muchísimo y tenía una tremenda intuición, descubrió con sus investigaciones que había distintas dimensiones de la personalidad, a las que él llamó arquetipos, que conectan el inconsciente individual con el inconsciente colectivo, como si fuera la ola conectada con el océano. Y se dio cuenta de que en ese inconsciente colectivo hay un talento y unas capacidades que no usamos, unas energías dormidas. Él utilizó los arquetipos para acceder. En "El cociente agallas" yo presento alguno de los arquetipos que para mí son más potentes de lo que yo conozco del mundo jungiano. Y es curiosísimo -esto hay que vivirlo para poder entenderlo- cuando tú te metes realmente en esa personalidad, en ese papel. Empiezas a sentir que el propio papel te habla, y esto no es nada esotérico ni raro, es sencillamente tocar, con esa parte de la película que no conoces de tu vida, y que sin embargo sí refleja la realidad.
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B.M.: Esta idea estaría también en la base del "
rol-playing" de
Moreno.
- M.A.P.: El psicodrama de Moreno tiene mucho que ver con esto. Todas estas personalidades del mundo de la psicología, de la medicina, etc, se han dado cuenta de que la gran riqueza del ser humano está en ampliar los límites de la conciencia. La consciencia que tenemos es muy estrecha y muy limitada y el verdadero recurso, el verdadero potencial del ser humano, está en aquello que se escapa a la consciencia estrecha. Cuando han accedido a esto, sencillamente han ganado prestigio porque han mostrado resultados. No han sido simplemente teorías rompedoras en su época, catalogadas por mucha gente como ideas procedentes de lunáticos, sino que hoy en día muchas personas pueden disfrutar de más equilibrio y mayor bienestar en su vida gracias a estos pioneros de la ciencia, que de alguna manera se atrevieron a mostrar que los límites que nos imponemos no son los límites que nos impone la realidad.
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B.M.: Al respecto, recuerdo una definición de
José Antonio Marina, que dice que la verdadera conducta inteligente es aquella que amplía nuestras posibilidades.
- M.A.P.: Absolutamente. José Antonio Marina es una de las personas que más está contribuyendo a la mejora del sistema educativo y a ampliar el pensamiento en España y en otros lugares. Yo comparto plenamente lo que él dice. Lo inteligente es ajustarse a la realidad, no ajustarse a lo que nos parece razonable.
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B.M.:
André Malraux dijo que el Siglo XXI sería espiritual o no sería. ¿La dimensión
espiritual del hombre, secuestrada tradicionalmente por las religiones establecidas, contiene las claves de nuestra trascendencia, de nuestro viaje a lo inefable, a lo que tú llamas “dimensión sin forma”?
- M.A.P.: Sí. Yo comparto lo que él dice y creo que esta dimensión hay que matizarla una barbaridad. Por mi experiencia, el ser humano tiene una dimensión física, una psíquica y otra espiritual. Ahora bien, cuando hablamos de espiritualidad no estamos hablando de dogmatismos ni de creerse nada, estamos hablando de experimentar algo muy profundo que está más allá del lenguaje, que vive en el silencio y en la nada y que, sin embargo, lo contiene todo. Por eso no se puede explicar con palabras, ni se alcanza siguiendo un procedimiento estricto. Cada uno ha de encontrar su forma personal de tocar esa dimensión; puede dejarse aconsejar, ayudarse por referencias según la persona entienda que le aportan valor, pero entendiendo que al final es una experiencia.
Cuando esa dimensión no está presente en nuestra vida no es que nos convirtamos en personas materialistas, sino que accedemos a un materialismo totalitario, es decir: lo único que importa es el tener. Desde el sólo tener, desde el sólo controlar, yo nunca podré ver al resto de seres humanos en su verdadera dignidad, porque siempre les veré como objetos para aumentar mi poder, como medios para aumentar mi control. Y por eso creo que, efectivamente, esta búsqueda de la dimensión no material, de la dimensión de la trascendencia, de lo que está más allá del yo superficial, es algo que puede aportar un valor a nuestras vidas excepcional.
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B.M.: La
ciencia descompone las cosas para explicar su funcionamiento. La religión, la
espiritualidad o la mística las une para comprender su sentido. Ambas son dos funciones importantísimas de nuestro cerebro que deben marchar juntas. ¿Por qué para mucha gente estas dos posibilidades de nuestra mente son antagónicas y no complementarias?
- M.A.P.: Esa es una magnífica pregunta. Una cosa es un mundo dualista y otra es un mundo dual. El mundo dualista contempla dos realidades absolutamente diferentes. Por ejemplo, el caso de Descartes en el siglo XVII: la materia y el espíritu no tenían ninguna relación, era lo uno o lo otro. Esto genera unos problemas de primer orden. El mundo dual reconoce dos realidades que se pueden distinguir pero que no se pueden separar, es como la cara y la cruz de una misma moneda. El mundo de la materia, el mundo que muestran los sentidos físicos, es un mundo siempre dualista. Yo veo a otra persona y veo lo que me separa de ella (tiene distinta estatura, color de ojos y distinta forma de pensar), pero no veo lo que me une. Por eso, Antoine de Saint-Exupéri decía en "El Principito" con tantísima belleza que lo verdaderamente importante sólo se ve con el corazón. Precisamente esa dimensión trascendente nos ayuda a descubrir unos sentidos interiores que nos permiten ver aquello que está más allá de la apariencia. El ser humano, nos guste o no, es un espíritu corpóreo, tiene las dos dimensiones. Lo que tenemos que hacer es encontrar un camino para que puedan vivir en equilibrio.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Mario Alonso Puig su amabilidad y el tiempo que nos ha dedicado al responder a nuestras preguntas. Agradecemos también a la Dirección de
Lotelito de Valencia el habernos cedido un espacio ideal para hacer posible esta entrevista.