Mar García Puig es licenciada en Filología Inglesa y tiene un máster en Lingüística. Editora de profesión, ha publicado artículos en medios como La Vanguardia, El Periódico, El Diario, Público o CTXT. Ha colaborado en los libros LGTBI (Sembra Llibres, 2020), Neorrancios. Sobre los peligros de la nostalgia (Península, 2022) y Más que visibles (Egales, 2022). Desde 2015 es diputada en el Congreso de los Diputados, donde ejerce como portavoz en la Comisión de Cultura. Vive entre Madrid y Barcelona.
Bruno Montano ha tenido la oportunidad de entrevistarla sobre su primer libro, "
La historia de los vertebrados", una obra en la que
Mar García Puig convierte la experiencia personal en un relato que nos habla de todas las mujeres que alguna vez han sentido que la cordura las abandonaba y de todos los hombres que las han silenciado amparados por siglos de ciencia, mitos y política (
editorial Random House).
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): Al igual que
Sylvia Plath en sus diarios, en “
La historia de los vertebrados” haces un retrato complejo de la maternidad, a la vez sombrío y luminoso, honesto siempre, desgarrador y muy valiente. Afirmas en tu libro que el control de las madres desde el siglo XVIII deja de tener una lógica religiosa y empieza a tenerla biomédica. ¿Nos podrías explicar esto?
- Mar García Puig (M.G.P.): Antes a las mujeres se les decía que fueron concebidas por Dios para procrear, y que la razón de su sexualidad era esa. Además, si se desviaban del camino de lo que se consideraba una buena madre, se las amenazaba con el castigo divino. A partir del siglo XVIII el estamento médico le dice que todo en su anatomía está concebido para la procreación, y que su naturaleza biológica es ser inmensamente feliz en la maternidad, pero en un tipo de maternidad concreta. Cualquier desviación del camino es antinatural médicamente.
- B.M.: Frente al mito de la buena madre, del ángel del hogar, del culto a la domesticidad, opones la realidad de las “malas madres”, de las madres imperfectas, de las madres que cometen errores, que dudan y acaban girando en una espiral de locura, miedo y amor. ¿Como tú misma dices en tu libro, ni en la poesía ni en la maternidad existiría el éxito rotundo, verdad?
- M.G.P.: Efectivamente, creo que la virtud de la maternidad y la poesía, si existe, pasa precisamente por la aceptación de la imperfección, y que ahí también reside la belleza.
- B.M.: El imaginario colectivo está poblado de espectros de “malas madres” -las sobreprotectoras, las dominantes, las castradoras, las posesivas, las narcisistas- que chocan en nuestra cultura contra el peso de la figura de la Virgen María como modelo de madre y los manuales higiénico-médico-psicológicos de la madre perfecta y la crianza feliz. ¿Crees que este choque puede generar todo un discurso de la culpa y una interiorización del reproche que ha sobrecargado los hombros de las madres a lo largo de la historia?
- M.G.P.: Creo que la culpa materna es una fuerza histórica que nos ha definido como sociedad. Ha servido para encorsetar a las mujeres, para que no se rebelaran, y pienso que está detrás de muchas de esas cifras desiguales entre sexos de dolencias psíquicas y consumo de medicación psiquiátrica. Como es algo tan interiorizado, hemos minusvalorado su fuerza para domarnos, y no somos conscientes de hasta qué punto es una arma política del patriarcado poderosísima.
- B.M.: En el parto, como tú afirmas, no sólo se da a luz a nuevas criaturas humanas, sino también a “un nuevo mundo”. El parto conecta la vida y la muerte, en el sentido de que confirma la propia mortalidad de la madre y el riesgo de la muerte del hijo. Contrariamente a lo que parece, la muerte sobrevuela los paritorios y deja su impronta en la mente de las madres de por vida, alumbrando para ellas un nuevo mundo presidido por el miedo.
- M.G.P.: Una de las cosas que más me sorprendió al convertirme en madre, es como en el momento del nacimiento, ese desbordamiento de vida, la muerte se hace más presente que nunca. Es algo para lo que no estamos preparados. Yo había conseguido darle la espalda a la idea de la muerte y a la conciencia de mi propia mortalidad durante mi vida, pero al convertirme en madre ya no pude. Primero porque el parto es un momento de fragilidad absoluta, que tiene algo de irracional, en el que puede suceder cualquier cosa, pero también porque alumbras un lazo que te parece imposible que pueda romperse nunca, y de repente te das cuenta de que sí, de que la muerte un día lo romperá. A mí todavía me resulta imposible hacerme a la idea, y creo que en eso radicó parte de mi caída en la locura.
- B.M.: Tú fuiste una madre “loca” (“El veinte de diciembre de 2015 me convertí en madre y enloquecí”); una madre que sufrió
depresión postparto, lo que antes se llamaba “locura puerperal”; una madre hipocondríaca con ideaciones obsesivas respecto a la salud de sus hijos y la suya propia. De todo esto das testimonio en primera persona, pero al mismo tiempo entretejes lo autobiográfico con la historia de la locura femenina y la represión psiquiátrica de la misma. El conjunto resultante es una rica trama literaria donde lo personal se refrenda en lo colectivo y lo colectivo ilumina lo personal.
- M.G.P.: No quería escribir un libro individualista ni victimista, no quería ser yo la protagonista, porque en todo mi proceso aprendí que había mucho de universal en lo que me estaba sucediendo, en esa conexión entre amor y miedo que a mí me llevó a la locura. Por eso desde el principio tuve claro que quería partir de lo individual para llegar a lo universal en lo emocional, y a la vez tejer esta historia de mujeres y locura de la que nunca se ha hablado suficiente.
- B.M.: Afirmas al final de “
La historia de los vertebrados” que la lectura de los libros que reflexionan sobre la salud mental desde un punto de vista filosófico o historiográfico pueden ser más útiles en los momentos difíciles que el arsenal de libros de autoayuda que se publica hoy en día. ¿Reivindicas con esto el valor terapéutico que puede tener el pensamiento crítico y la lectura de la Historia?
- M.G.P.: Totalmente, y creo que si solo reivindicamos más psicólogos o psiquiatras para hacer frente a las dolencias de salud mental nos equivocamos. La cultura desempeña un papel fundamental en nuestro bienestar emocional, y es una herramienta imprescindible si queremos acercarnos a comprender que nos pasa como individuos y como sociedad.
- B.M.: Por otra parte, también afirmas lo siguiente: “Las locas siempre hemos cantado y declamado versos”. Y a renglón seguido reconoces que en tu caso el “desenfreno lírico” te ha dado consuelo y rumbo. ¿El desenfreno lírico puede poner freno al desenfreno emocional?
- M.G.P.: Quizás no puede ponerle freno a ese desenfreno emocional, pero sí vehicularlo y encontrarle una utilidad que te produzca satisfacción. La escritura es terapéutica, como cualquier tipo de actividad creativa. Pero la escritura en concreto, y la lectura también, te obligan a hacer un ejercicio de empatía hacia ti mismo y tu entorno que pienso que es extremadamente terapéutico y conciliador.
- B.M.: Hablas en tu libro de cómo las propias hijas rechazan a sus madres (“
matrofobia”) por su aceptación de la ideología del sacrificio y la abnegación. Señalas por una parte la injusticia de que se las culpe a ellas individualmente en vez de reconocer y combatir las fuerzas que actúan sobre las mismas y por otra la contradicción de algunas hijas que se aprovechan en beneficio personal de la abnegación que critican en sus madres.
- M.G.P.: Sí, y eso lo he vivido en primera persona. Yo me rebelaba a ser como mi madre, porque no quería ser esa madre sacrificada, rechazaba y rechazo que las mujeres tengamos que vivir perpetuamente en el sacrificio. Pero a la vez también se lo exigía, porque también es lo que nos enseña la sociedad: el amor de una madre es constante e incondicional, una madre nunca debe pensar en ella, siempre en sus hijos. Al final, hay que abrir la mirada y comprender que todo esto responde por supuesto a una parte de amor de una madre hacia sus hijos, pero hay también un peso social e histórico que debemos cuestionar si queremos hacer justicia a nuestras propias madres.
- B.M.: Citas el concepto acuñado por
Sara Ruddick de “
pensamiento materno” y hablas de la posibilidad de hacerlo “estallar en la política”. Coméntanos esto.
- M.G.P.: Sara Ruddick niega que ese amor materno tan intenso sea algo biológico, que responda a un instinto. Para Ruddick ese amor se deriva de una voluntad y de un hábito de cuidar, y de luchar por el bienestar de las personas a tu cargo. Y eso es liberador para las mujeres y las madres, y también para los hombres. Porque el amor y la capacidad de cuidar está al alcance de todos. Y eso es muy político, promueve la igualdad radical. Y a la vez Ruddick afirma que las personas que han adquirido ese pensamiento materno son muy conscientes del valor de la vida humana, y de los derechos de esas vidas, porque han desarrollado el hábito de luchar por ellas. Entonces, las personas que han adquirido este pensamiento materno tienen unos principios de no violencia y democráticos que les pueden llevar a posiciones políticas más justas.
- B.M.: Después de este evisceramiento público que supone “
La historia de los vertebrados”, ¿no temes que el estigma de la locura a modo de “esqueleto en el armario” te persiga a ti y a tus hijos? ¿Puede más que el miedo al estigma la responsabilidad testimonial que has contraído con todas las mujeres convocadas en esta “ouija literaria” repleta de presencias maravillosamente imperfectas?
- M.G.P.: Tengo ese miedo, sí, pero quizás me ha podido la literatura. Pienso que la literatura, al menos en mi caso, es capaz de vencer todos los miedos, porque para mí ha sido un salvavidas, y me niego a que el miedo la venza. A veces me pregunto si habré hecho bien exponiéndome así, pero entonces recuerdo las poesías que me salvaron la vida en algún momento, o algunos de los mensajes de lectoras que me cuentan como a su manera mi libro ha sido también un salvavidas, y entonces se me van las dudas.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Mar García Puig el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial
Random House el haber hecho posible este encuentro.