Toni Hill es un escritor barcelonés de novela negra licenciado en psicología que se dedica a la traducción literaria desde hace más de diez años y a la colaboración editorial en distintos ámbitos para firmas como Random House Mondadori.
Su trilogía protagonizada por el inspector
Héctor Salgado, compuesta por las novelas "El verano de los juguetes muertos", "Los buenos suicidas" y "Los amantes de Hiroshima", obtuvieron un gran éxito de crítica y de ventas y fueron publicadas en más de 20 países.
Bruno Montano tuvo la oportunidad de conversar con él sobre la última (
aquí la entrevista) y ahora lo hace sobre su nueva obra, "
Los ángeles de hielo", "una ambiciosa intriga de tintes góticos ambientada en la pujante Barcelona de principios del siglo XX" (ed. Grijalbo).
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): Terminas la trilogía del inspector Salgado y, aunque no sales del suspense, haces un cambio de registro. Tu última obra "
Los ángeles de hielo" podría calificarse como novela de intriga psicológica, gótico noir...
- Toni Hill (T.H.): La de gótico noir fue una etiqueta que me inventé yo, porque como ahora se supone que hay que etiquetarlo todo... Sí, es un cambio de registro. Después de las tres novelas, que en el fondo no dejan de pertenecer al género policial, con unas pautas y con unas profesiones muy marcadas -tú no puedes hacer, por ejemplo, que los mossos investiguen de otra manera, existe un protocolo que en mayor o menor medida tienes que seguir- yo tenía muchas ganas de ir hacia otro lado, de mantener el suspense de manera distinta. Normalmente en los policiales hay un crimen, que es el detonante de la acción. Aquí el detonante de la acción no es un crimen, se produce bien entrada la novela. Lo que he pretendido es crear un ambiente inquietante que haga preguntarse al lector qué les está pasando a las niñas del internado, qué le pasa a la gente que aparece en la novela y que se está viviendo en 1916.
- B.M.: Sí que consigues ese efecto. Yo recuerdo que se me ponían los pelos de punta cuando leía "Otra vuelta de tuerca" o los libros de Lovecraft y tengo que reconocer que en el tuyo me ha pasado varias veces, sobre todo en las apariciones del espectro sin cara. Pienso que esto sucede a causa de la ambientación gótica que comentas.
- T.H.: Creo que en algunas escenas del internado, cuando el diario de Ágatha empieza a entrar en materia, empieza a focalizar en Griselda y en lo que ella cree que pasa en el colegio, hay bastantes momentos de este tipo. Mientras los estaba escribiendo, me daban mal rollo a mí mismo. Pero aun así tengo que reconocer que me lo he pasado muy bien escribiendo este libro. Me hacía mucha ilusión hacer un homenaje, en algunos casos explícito, en otros más implícito, a las obras de Henry James. Pienso que la institutriz de "Otra vuelta de tuerca" y Águeda de "Los ángeles de hielo", salvando las distancias, comparten un mundo.
- B.M.: Estoy de acuerdo. Esa ambientación nocturna y opresiva del caserón donde se encuentra el colegio... Por cierto, qué gran lugar para una novela, un internado femenino. Yo he leído unos cuantos libros fascinantes que se desarrollan en internados femeninos y el ambiente es muy literario.
- T.H.: Así es. Se trata de un grupo muy cerrado, que vive como aislado del resto. Yo además quería que fuera un sitio bonito y amable, una especie de paraíso en el cual se introduce la serpiente, Griselda, y distorsiona el lugar. No quería un orfanato con maestras sádicas que torturan a las niñas, yo quería lo contrario, un lugar bonito, moderno para la época, una escuela todo lo democrática que podía ser a principios de siglo... Lo mejor que se podía tener. Un sitio al que los padres mandaban a sus hijas porque era una escuela modelo. Y, de hecho, como escuela funciona bien. Otra cosa es lo que pase dentro.
- B.M.: Hay una novela fantástica ambientada en un internado femenino, no sé si la habrás leído, que tiene uno de los mejores títulos que yo recuerdo: "
Los hermosos años del castigo", de
Fleur Jaeggy. Es también perturbadora.
- T.H.: Conozco la obra de Fleur Jaeggy, todo lo que escribe da un poco de miedo. Tiene ese punto que comentas. En la obra que mencionas además hay un punto lésbico soterrado.
- B.M.: Sí. Y la maldad siempre está presente en sus obras, que están escritas de una forma muy extraña, con unos personajes femeninos muy inquietantes. Esa obra en concreto creo que es el mejor de sus libros.
- T.H.: Yo he leído un par de libros suyos y creo que "Los hermosos años del castigo" lo tengo, pero todavía no lo he leído.
- B.M.: Otra novela estupenda que se desarrolla en un internado es "
Jakob von Gunten" de
Robert Walser. Podría ser casi un género, el de la novela de internados.
- T.H.: Sí, es cierto. Los internados, los sanatorios... A mí me hacía ilusión unir ambas cosas: lo que antes fue un internado, ahora es un sanatorio. Sin ser una cárcel, el internado es uno de esos lugares de los que la gente no puede salir y en ellos se crea una energía especial. Estos espacios son microcosmos y me interesan mucho.
- B.M.: Son lugares literarios fascinantes, desde luego. Volviendo a tu obra, en tu anterior novela recuerdo que trabajabas mucho los tiempos narrativos. Recuerdo una pizarra en la que el inspector Salgado escribía el pasado, el presente, etc. En esta lo complicas más todavía. He contado cuatro tiempos diferentes: el prólogo genial al principio (1914), la narración principal (1916), la introducción y los diferentes cortes de
Freixas (1931) y el diario de
Águeda en 1909. Conjugas voces y tiempos y lo mezclas todo de forma muy ordenada.
- T.H.: En este caso, como la novela era muy compleja, sobre todo en el diario de Águeda y en la narración principal, opté por ir alternando, porque además me parecía que daban juego. El prólogo estaba claro que tenía que situarse antes. Pero me sorprendí a mí mismo cuando el personaje de Freixas, que yo tenía pensado que iniciara y terminara la novela, en un determinado momento me fue muy útil para contar cosas que Frederic no sabe y él sí, porque lo cuenta desde fuera y 15 años después. Y además es un personaje al que le tengo cariño. Aunque no pienso seguir con la historia de "Los ángeles de hielo", esta novela no es el inicio de una trilogía. Pero cuando me pidieron que redactara algún texto para añadir como regalo al libro volví a tomar la voz de Freixas. Es un narrador con el cual yo me siento muy cómodo.
- B.M.: Y también es un buscador de la verdad, como Frederic. Al final del epílogo lo reconoce. Pero, sin embargo, en un momento dado algún personaje de tu novela dice: "la verdad, aunque necesaria, no siempre supone una liberación". Aunque se necesite la verdad y se la busque, muchas veces interesaría no saberla.
- T.H.: Yo creo que la verdad hay que conocerla, lo que pasa es que esto te enfrenta a otro tipo de problemas. Tanto el psicoanálisis por un lado como la moral cristiana por otro señalan un punto que para ellos es catártico. En el caso del cristianismo es la confesión y en el caso del psicoanálisis es el descubrimiento del trauma original.
- B.M.: Te refieres a eso que los psicólogos llaman "insight", esa especie de iluminación que se produce cuando descubres la verdad.
- T.H.: Claro. ¿Pero descubres el trauma original y a partir de ahí te curas? No. Descubres el trauma original y a partir de ahí tienes que vivir con él. Evidentemente es un paso hacia la curación, pero no es la panacea. Yo he leído mucho a Freud, que además tiene una obra extensísima.
- B.M.: A mí Freud, además de un genio de la psicología, me parece un literato brutal, un gran escritor.
- T.H.: Sí, escribía muy bien y sus casos parecen casos policíacos. "El niño de los lobos", por ejemplo, es claramente un relato policíaco.
- B.M.: Le quitas el aparataje conceptual psicoanalítico y queda un relato o una novela.
- T.H.: Claro. Pero cuando sus pacientes averiguan lo que pasó, se acaba la historia. Y es imposible que la curación viniera sólo por ahí.
- B.M.: Una de las cosas de las que acusan al
psicoanálisis es que cuando un caso se resuelve nunca se sabe si ha sido por remisión espontánea o porque ha hecho efecto la terapia psicoanalítica, después de 15 años de diván.
- T.H.: No es muy práctico, ni muy rápido. Pero, por otro lado, creo que todos los términos que trajo el psicoanálisis fueron muy importantes, por lo que supuso como revolución filosófica.
- B.M.: Así es. Conceptos como trauma, neuroticismo, subconsciente, represión, complejo de Edipo, Eros y Thanatos, se han incorporado al acervo común de la gente.
- T.H.: Son términos que todos utilizamos ya en nuestro lenguaje cotidiano. Eso es algo muy importante en la novela y también en el pensamiento del siglo XX y del XXI.
- B.M.: Uno de estos conceptos, la represión, es uno de los temas centrales de tu novela. El doble, la parte reprimida que ejecuta lo que la otra parte no se atreve a realizar.
- T.H.: Exactamente. El tema de la dualidad es algo que yo busqué en la novela y que luego he detectado que aparece en más ocasiones de las que en principio pensé. El juego del doble se encuentra en "Los ángeles de hielo" a muchos niveles de narración.
- B.M.: A veces a ese doble lo llamas "el gemelo malvado", o "el alter ego burlón", una definición que me ha gustado mucho.
- T.H.: En el momento en que tienes algo reprimido y esto lucha por salir, lo tienes que vehicular de alguna forma. Todo lo que tiene que ver con la locura es un tema apasionante, aparte de que es una cosa que nos perturba es también algo muy literario.
- B.M.: Sí. Independientemente del valor de verdad que tengan las teorías psicoanalíticas o de sus bondades terapéuticas, recomiendo leer a Freud por sus valores puramente literarios.
- T.H.: Yo creo que, en aquel momento en que la represión era un problema enorme, él lo vehiculó todo por ahí, lo explicó todo desde esa óptica. Yo, a día de hoy, esto lo relativizaría. La sociedad cambia y los problemas asociados a ella también cambian. Claro que hay gente reprimida hoy en día, evidentemente, pero digamos que es un tema mucho más neurótico. La sociedad te permite una cierta liberación.
- B.M.: Aunque la sociedad en sí, globalmente considerada, es represora.
- T.H.: Claro. Y, en el fondo, por otro lado, casi tiene que serlo, porque ¿cómo viviríamos si no hubiera un cierto límite marcado? Un límite "razonable", que a veces no lo es tanto.
- B.M.: Otro tema importante en "
Los ángeles de hielo" es el de la maldad. En un momento dado de la novela dices que el mal no es una dolencia y, si lo es, se trata de una dolencia que no tiene curación. La maldad aparece, no como una enfermedad, sino como algo dado que nace en nosotros, que lo llevamos dentro. Tiene que ver con ese impulso de muerte, ese Thanatos freudiano.
- T.H.: Sí. Yo creo que lo tenemos todos, lo que pasa es que a veces las circunstancias hacen que esa parte más oscura o más perversa salga a la luz. Yo creo que hay algo innato, que llevamos todos dentro. No sabría decir si el ser humano es bueno o malo por naturaleza. Pero sí creo que el ser humano tiende de manera natural al egoísmo, por pura supervivencia. Tiene que sobrevivir y se tiene que preocupar de sí mismo. Si en un individuo esa preocupación por sí mismo se encuentra con unas trabas ambientales, puede ser que tire la toalla o que anteponga su propio interés al del resto. Yo creo que de manera natural no es que tendamos a la maldad ni a la bondad, pero sí a la satisfacción. Nosotros queremos estar satisfechos y eso hace que, si nos lo ponen muy difícil, hagamos lo que sea para lograrlo.
- B.M.: Me ha parecido muy interesante esa idea que apuntas del mal como una especie de energía que se puede trasladar a los objetos y a los espacios. Esa capacidad que tienen algunos objetos de impregnarse de la maldad. Ahí entra en juego la cajita de música de tu novela.
- T.H.: Sí. Aunque sobre todo somos nosotros los que les damos esa capacidad de impregnarse de la maldad. A menudo tenemos emociones vinculadas a unos espacios. El cuarto de la abuela puede ser un sitio maravilloso donde nos contaban cuentos o un sitio terrible porque la abuela te clavaba alfileres. Incluso puede ser las dos cosas a la vez. Esto es lo más perverso de todo, la maldad encubierta. Eso es lo peor. La misma persona que te hace daño y que al mismo tiempo es buena contigo. Eso seguramente está en la raíz de cantidad de problemas de malos tratos, de violencia doméstica, bien sea hacia adultos o hacia niños. En la idea de que alguien te hace daño por tu bien hay algo muy perverso.
- B.M.: Como el dicho de "quien bien te quiere te hará llorar".
- T.H.: Exacto. Es una idea que está incorporada en el acervo popular. Y quien bien te quiere no tiene por qué hacerte llorar, te tiene que facilitar las cosas. Eso no quiere decir que tengamos que ser perfectos todo el tiempo. Pero yo creo que tú notas cuándo alguien te quiere hacer daño.
- B.M.: Un concepto que yo no conocía y que me has descubierto es el del "diluculum", esa atmósfera que se crea a última hora de la noche, cercano ya el amanecer, en la que ya estás despierto pero aún predomina la oscuridad. Un momento proclive para que aparezcan los espectros.
- T.H.: Es un momento precioso, entre la noche y el amanecer. Como todavía tienes en la cabeza lo que has soñado y estás sólo medio despierto, parece que los espectros estén incorporados al mundo tangible, al mundo de la vigilia.
- B.M.: Es algo central dentro de la ambientación gótica.
- T.H.: Yo creo que sí. En este caso he tratado de hacer un homenaje bastante consciente a lo gótico, visto desde mi perspectiva, claro, y desde la perspectiva del siglo XXI. Es un libro distinto a lo que había hecho antes. No sé si ha ti te ha pasado, pero la gente me comenta que cuando empieza a leer "Los ángeles de hielo" al principio se quedan un poco parados porque es muy distinto a lo que escribí anteriormente, pero luego se les olvida, se quedan enganchados con la novela y ya nadie me pregunta por el pobre Héctor, el personaje de la anterior.
- B.M.: A lo mejor al inspector
Héctor Salgado lo recuperas más adelante.
- T.H.: No sé, tal vez sí... La verdad es que a veces me apetece mucho, pero de momento yo creo que hay que seguir hacia delante. Del mismo modo que seguramente mi próxima novela no coincida con las anteriores, ni en época, ni en ambiente. Yo creo que hay que ir hacia delante haciendo cosas distintas. Mi intención, mientras la gente me siga, es ir moviéndome, intentar que cada novela sea mejor, más ambiciosa. Aunque puede que recupere al personaje de Héctor en algún momento.
- B.M.: Hacer cosas nuevas te permite explorar otros campos sin encasillarte.
- T.H.: Claro, exactamente. Incluso puede ser con Salgado, no hay por qué descartar eso, metido en otro tipo de narración.
- B.M.: Entre Frederic y el inspector Salgado hay cosas en común.
- T.H.: Sí. En el fondo son personas que vienen de otro lugar. Salgado venía de Argentina, Frederic aunque sea barcelonés viene de Viena. Los dos están un poco desarraigados y tienen muy mala suerte con las mujeres (risas).
- B.M.: La anterior vez que hablamos me comentaste que tú siempre querías reflejar como en un mar de fondo el ambiente social de la época. En "
Los ángeles de hielo", una novela que en un principio puede parecer histórica pero no lo es, también lo haces y reflejas el apogeo que en aquella época tenía el psicoanálisis, los problemas con el anarquismo en Barcelona, la Primera Guerra Mundial...
- T.H.: Sí, eso es lo que intento. En principio a mí me parece que para contar una historia y que la gente se la crea tienes que explicar bien el marco en el que se desarrolla. Pero tampoco hace falta contar absolutamente todo lo que sucedía entonces, ni abrumar al lector con datos específicos. Cuando eso pasa parece que autor se quiera lucir y demostrar cuánto ha aprendido sobre el tema. Esas cosas, en el fondo, estorban a la narración. Yo eliminé algunas conversaciones sobre la guerra, por ejemplo.
- B.M.: Otra cosa que me ha parecido muy interesante es cómo has introducido la vida familiar de Frederic a través de las cartas de
Anna Freud.
- T.H.: Es que Anna pegaba mucho con el movimiento de los ángeles de hielo. Si los ángeles de hielo fueran una galería de personajes incluirían desde Águeda hasta Mariona, incluso. Con diferentes grados de perversidad. Anna Freud también estaría entre ellos, aunque ella ya consiguió lo que quería, vivía muy constreñida por el mito de su padre.
- B.M.: Pero ella, con su mítico libro sobre los mecanismos de defensa del yo, también logró bastante prestigio intelectual.
- T.H.: Hay un libro suyo anterior que nadie cita y que yo quería usar, pero me pareció tan forzado meterlo en las cartas que no lo hice. Me refiero a una investigación que realizó Anna Freud y que la introdujo en la sociedad psicoanalítica, ayudada obviamente por su padre. Es un trabajo sobre fantasías de los azotes paternos, es alucinante. Ella sostiene y mantiene que en algunos momentos estaba enferma y tenía ensoñaciones fantaseando sexualmente con la idea de que su padre le castigaba. Y a mí eso me venía muy bien en la novela, pero al final lo dejé fuera; primero por un cierto pudor, aunque el documento existe realmente. Nunca se aclaró si esto procedía de un hecho real; parece que no, aunque ella era la niña mala de la familia pero no consta en ningún sitio que su padre la castigara, aunque en aquella época tampoco habría sido tan raro.
Ella al final reconoció que la fantasía comenzó una vez que vió cómo su padre castigaba a su hermano, cosa que también es factible. Su psicoanalista fue su padre, lo que va en contra de cualquier tipo de recomendación. No es que Freud hiciera nada inconveniente con ella, esto que quede claro, pero era una persona con una psicología compleja. Anna Freud es un personaje muy contradictorio. Vive toda su vida con una mujer, pero trabaja constantemente en la curación de la homosexualidad. Lo que es evidente es que su padre le aconsejó que no se casara, porque el matrimonio no era para ella, y ella le hizo caso. Tuvo una larga vida, murió con más de 90 años. Descarté incluir este libro en mi novela porque me quedaba un poco fuera de plano. También porque ella es un personaje real y estas cosas llaman mucho la atención y porque la terminología que ella usaba es un poco especial y puede dar lugar a malentendidos para un lector que no esté familiarizado con ella.
- B.M.: Y alguien podría lanzar un titular que dijera: Toni Hill acusa a Freud de abusos infantiles.
- T.H.: Exacto. Las anécdotas que cuento en el libro sobre Anna Freud son reales, las cartas con su padre, etc. Y además encontré por pura casualidad un libro maravilloso que escribió el hermano mayor, Martin, cuando murió su padre, en el que va contando anécdotas familiares. Freud tenía un gran concepto judío de la familia. Se iban de vacaciones tres meses todos juntos, pasaba tiempo con sus hijos, no era un padre muy distante.
Desde Trabalibros agradecemos a
Toni Hill el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Del mismo modo, agradecemos a la editorial
Grijalbo el haber hecho posible este encuentro.