Trabalibros entrevista a M. Carmen Olázar y Félix Arenas, autores de "Giordano Bruno... espíritu infinito y libre"

Giordano Bruno es, sin duda alguna, una figura ejemplar aunque todavía poco conocida. Este visionario adelantado a su tiempo que vivió durante el Renacimiento defendía la infinitud del universo y la teoría heliocéntrica según la cual los planetas giran alrededor del sol, ideas revolucionarias que iban en contra de los principios de la Iglesia y que le valieron ser acusado de hereje por la Inquisición y quemado en la hoguera. A pesar de la gravedad de la situación, Giordano se mantuvo firme en sus principios y mantuvo intacta su verdad y su ética hasta el último momento.

M. Carmen Olázar y Félix Arenas han dedicado casi dos décadas a investigar y documentarse acerca de su vida, accediendo incluso a los archivos secretos del Vaticano, para "desvelar muchos interrogantes que se han ido planteando durante siglos acerca de Bruno" y de este modo "esbozar a través de diversos e inéditos diálogos la verdadera historia de nuestro protagonista". El resultado se plasma en el libro titulado "Giordano Bruno... espíritu infinito y libre" (editorial ILS), sobre el que Bruno Montano de Trabalibros ha tenido la oportunidad de conversar.

- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): Según afirmáis en el libro, Bruno es un filósofo para iniciados y vosotros os consideráis “filósofos menores”, de ahí que fundamentalmente os hayáis centrado en la biografía del filósofo y a través de ella os hayáis acercado a su obra. 

- Félix Arenas (F.A.): Con este libro hemos tratado de acercar la esencia de Giordano Bruno. Teníamos interés en recuperar su pensamiento, la ética, los valores y los principios tan necesarios para nuestro tiempo. Nos gustaría aportar en el lector una célula de conciencia que cada vez vaya creciendo un poco más, ofrecer un referente ético que pueda ayudar a provocar cambios en la gente. Hemos tratado de hacer un libro llano, que no sirva únicamente para el mundo académico y que cualquiera pueda digerir.

- M. Carmen Olázar (M.C.O.): Creo que ese aspecto lo hemos dejado claro en el libro: se ha escrito mucho sobre su filosofía por académicos, pero ocurre que Bruno es, hasta ahora, un desconocido. Y lo que hemos pretendido con este libro, y creemos que lo hemos conseguido viendo la respuesta que está generando incluso en nosotros mismos, es que resulte interesante. Nuestra intención es que se conozca mejor a Bruno, que tuvo una vida tan apasionante en todos los sentidos, considerando además que todo ello se desarrolló en un momento difícil y clave en la historia de Europa.

- B.M.: Giordano Bruno es un icono de la libertad de pensamiento y de la entereza moral. Su vida fue intelectual y éticamente ejemplar, de ahí que merezca un homenaje. Y vuestro libro, en palabras vuestras, es “un respetuoso homenaje al hombre que cuestionó hasta lo que no parecía cuestionable; dudó hasta de lo que no parecía dudable; afirmó cosas que no parecían sostenibles y murió sin saber cuál fue su delito”. Pienso que en su caso es su vida, su ejemplo vital, el mejor desarrollo de su obra. Tuvo una vida auténticamente filosófica. Leyendo el libro he recordado una frase de Montaigne, que era coetáneo suyo, y que decía: "Filosofar es aprender a morir" y este hombre fue un maestro en el morir. Para mí esto es de una gran categoría filosófica, independientemente de s teorías, el testimonio vivo de su vida es impresionante.

- F.A.: La parte de filosofía que era para iniciados era la filosofía antigua. Posiblemente por esto se le atribuye que sea para iniciados. Aunque hay personas que lo atribuyen a que podría ser iniciado de alguna logia masónica o similar, pero no es así. Era un hombre tan independiente que era libre. Incluso las paredes del monasterio a veces le parecían un poco como una prisión que coartaba la libertad del ser, con sus dogmas. Pero que perteneciera a una orden de este tipo no parece que fuera verdad, a pesar de que para todas estas órdenes Giordano es un baluarte. Yo he visto en el homenaje del Campo di Fiori en Roma a auténticos maestros masónicos. En muchas órdenes masónicas afortunadamente guardaron los libros de Bruno en lugar de quemarlos, a pesar de la orden papal que amenazaba con la pena de excomulgar al que no la acatara. Casi todos los libros de Giordano Bruno se han conservado, la obra no se ha perdido. Lo que faltaba era su vida personal y con este libro creo que se ha completado.

- B.M.: Parece que tenía mucha importancia la tradición hermética en el pensamiento de Bruno y su concepto de magia, que en el libro comentáis que compartía con Morgana, es un concepto casi técnico que hace referencia al dominio de la naturaleza por parte del hombre. No se trata de una idea esotérica de magia, sino de una idea científica. En ese sentido también es un personaje muy interesante, como gran predecesor de la ciencia.

- F.A.: El caso es que la ciencia y el tiempo le acabaron dando la razón. Los italianos tenían una imposición de ocultación sobre Giordano Bruno por parte de la Iglesia, que no siempre acataron. Y en el Campo di Fiori colocaron una estatua de Giordano y cada 17 de Febrero celebraban su aniversario. Pero mientras, en España, era un gran desconocido.

- B.M.: Afirmáis en vuestro libro que la Inquisición nació después de las Cruzadas para evitar que las herejías provenientes de tierras extrañas incitaran a las masas a revelarse contra la Iglesia. Al final la Iglesia quemó a Bruno por “hereje, impenitente, pertinaz y obstinado”. ¿Qué pesó más a la hora de condenarle, sus ideas cosmológicas (heliocentrismo, infinitud del universo), filosóficas (libertad de pensamiento, soberanía de la razón) o religiosas (negaba que Jesús fuera Dios, no rezaba a los santos, dudaba de la transubstanciación del vino y el pan en el cuerpo y la sangre de Jesús)?

- F.A.: Pesaron más las cosmológicas. Estas ideas revolucionaban todos los predicamentos de la Iglesia, que él sostenía que eran vanos. Especialmente molestaba el protagonismo que había cogido en Europa. Esto fue lo que convirtió a Bruno en el objetivo número uno de la Inquisición. Fue juzgado en Venecia y Mocenigo llegó a decir, cuando el Vaticano escribió una carta reclamando a Giordano Bruno, que había sido juzgado pero no se le había visto jamás. Recibió una segunda carta en la que les daban un plazo para entregar a Bruno y que, en caso contrario, las comunicaciones navieras de Venecia se verían afectadas. Una amenaza de este tipo era importantísima para la economía de la ciudad. Y fue curioso porque fue escoltado en un barco por 140 soldados, fue algo exagerado. Llama la atención el valor que le daba la Iglesia a este hombre. Y también el valor que tuvo para quemarlo vivo y acabar con él de la forma que lo hicieron. Le clavaron la lengua para que no hablara...

- B.M.: Hasta el último momento querían privarle de la palabra. Comentáis también que en lugar de darle muerte antes de quemarlo como se hacía habitualmente, se le quemó vivo con ramas verdes para prolongar el dolor. Hubo un ensañamiento especial con él.

- M.C.O.: Total.

- F.A.: Querían dar ejemplo al resto de sus seguidores. Este hombre cada vez movía más masas. Cada vez le llamaban desde más Cortes de Reyes para conocerle, desde Enrique III de Francia, Catalina de Médicis...

- B.M.: Era un hombre con contactos en la realeza y en la nobleza, tenía apoyos en estos grupos, pero a pesar de ello no pudo librarse de ser acusado de hereje y asesinado. Ningún poderoso intercedió por él.

- F.A.: Claro, y era en parte temible por las influencias que tenía. ¿Pero cómo le iba a apoyar la realeza? Enrique III era una persona débil; su madre, Catalina de Médicis, tenía una fortaleza tremenda (por cierto, los diálogos entre Bruno y ellos dos también figuran en el libro). Catalina mantenía un contacto muy directo con el Vaticano y, desde luego, no iba a dejar que Enrique III hiciera nada en contra. Y Elisabeth I (hija de Ana Bolena y Enrique VIII) no quería entrar en más conflictos ni en litigios con la Iglesia.

- B.M.: El Renacimiento no fue una simple reacción frente a la escolástica medieval, ni la mera restauración del clasicismo grecorromano. Fue sobre todo un intento de colocar al hombre y a la razón en el centro del universo. El hombre dejaba de ser “un ser para Dios” y se convertía en “un ser para el mundo”. ¿Es el humanismo el verdadero legado del Renacimiento y por lo tanto también de Bruno? 

- F.A.: Sí, Giordano Bruno fue un humanista que llevó sus ideas hasta el extremo, en su vida cotidinana e incluso en su muerte.

- B.M.: A pesar del efecto disuasorio que tuvo la terrible muerte de Bruno en el avance de la ciencia y la filosofía según afirma Isaac Asimov, sí que es verdad que su legado tuvo una influencia fundamental en el racionalismo (con Descartes, Spinoza y Leibnitz) y también en el empirismo y la ciencia experimental (con Hobbes, Locke, Berkeley y Hume). En palabras del propio Bruno, “mis obras seguirán hablando por mí y harán que algún día en tiempos venideros se me reconozca”.

- F.A.: Con su muerte no consiguieron frenar sus ideas. Por mucho que quemaron y persiguieron su obra, no lograron hacerla desaparecer. Fíjate, para un librero amante de los libros que le quemen su negocio, que destruyan los libros que ha estado atesorando durante años, debe ser la mayor ofensa. Tal vez esto fuera para él más fuerte que la propia muerte que tuvo. Antes de matarlo hicieron una pira con sus libros y los quemaron delante de él. Luego le mataron y esparcieron sus cenizas por todas partes para que no quedara ni rastro físico ni rastro intelectual de su paso.

- B.M.: Es terrible. Y durante el Proceso, a pesar del dramatismo, su actitud frente a la Inquisición es impresionante. Yo no sé si él habría leído a Erasmo de Rotterdam, posiblemente sí. La ironía que muestra en el Proceso, las respuestas que daba a los cardenales, me recordaban mucho al tono de Erasmo en el "Elogio de la estulticia".

- F.A.: Sí, y dejó a muchos sin palabras en ese momento. Los silencios que se produjeron en el juicio fueron largos. Tenía que salir Belarmino, que era el presidente del Tribunal de la Inquisición y tenía un carácter más fuerte que los demás, porque el resto se quedaba pasmado sin saber qué responder. Belarmino sacaba su genio y, con una conducta casi militar, intentaba amedrentar a Giordano. Pero el genio y la figura de Giordano Bruno era tan grande que no lo conseguía.

- B.M.: Me ha gustado especialmente el alegato que Bruno hace cuando escucha la condena, cuando le dicen que van a quemarle a él y a su obra y a excomulgarlo de forma total.

- F.A.: Ya había sido excomulgado antes, pero ahora lo hacían de forma total. Y esto es muy raro. En la plaza Navona lo desnudaron y él, que era muy púdico y que nunca se había desnudado ante nadie, lo vivió como una humillación tremenda. Yo creo que con Bruno la Iglesia se encarnizó especialmente. No sé la visión que tendría del calvario de Jesús, pero lo que sabían lo utilizaron contra Giordano Bruno multiplicado por diez. 

- B.M.: Sí, no escatimaron esfuerzos para aumentar su dolor, ni su vergüenza.

- F.A.: Para conocer lo que pasó Bruno en ese momento hemos tenido que sobreponernos a nuestros sentimientos. Teníamos que investigar sobre eso y, al igual que un médico cuando está operando no puede afectarse por la situación, nosotros tampoco debíamos hacerlo. Pero cuando dejas aparte la visión de investigador y lo miras con los ojos del ser humano, es imposible que no te afecte. La Iglesia en aquel momento pecó contra sus propios mandamientos: Amarás al prójimo y No matarás. Y, desde luego, cuando estábamos Mari Carmen y yo investigando esta historia, no podía dejar de pensar en el Derecho Internacional y los delitos contra la humanidad.

- B.M.: De hecho, el Derecho Internacional surge también en esa época con Francisco de Vitoria, que fue el creador del Derecho de Gentes, antecedente del Derecho Internacional. Esto no se podía aplicar al caso de Giordano Bruno porque todavía no existía.

- F.A.: Claro. Yo en su día llegué incluso a pensar en plantear una demanda ante el Tribunal de la Haya para juzgar a la Iglesia, pero no lo hice. Esto fue un arranque íntimo y personal de mi fuero interno y pensé que no me correspondía a mí y que no debía montar ese espectáculo. En el libro hemos agradecido que nos dejaran entrar en el Vaticano y también que durante todos estos años que hemos estado viajando nos hayan tratado tan bien. En Jerusalén los franciscanos nos ofrecieron un trato estupendo, incluso nos hicieron confidencias sobre algunos aspectos de la Biblia muy sinceras y geniales. Ellos le dan más valor a la Biblia apócrifa que a la remodelada, aunque en realidad tampoco la apócrifa es la original.

- B.M.: En el libro mencionáis a Morgana como el gran amor de Giordano Bruno. La cita en las notas de su diario. ¿Qué papel ocupó esta mujer tanto en la vida emocional como intelectual de Bruno?

- F.A.: Nosotros tenemos más información sobre Morgana, que en un principio pensamos incluir en el libro, pero no lo hicimos porque formaba parte de la privacidad de Giordano Bruno. Sí metimos la carta que le escribió a Morgana.

- B.M.: La carta que le hizo llegar Campanella. 

- F.A.: Sí. Es fantástica; está escrita, como es lógico, en la prosa de su tiempo y es muy profunda. La verdad es que cuando leímos ese documento original nos impactó mucho. También es impactante lo que comentó Morgana en el momento de leerla. Es un documento breve, profundo e impresionante. Cuando Bruno se instaló en Padua llamó a Morgana, que en ese momento estaba cuidando de la madre de él. Morgana de alguna forma era para él un nexo de conexión con sus orígenes. Él quiso volver a la familia, a sus orígenes, y la gratitud y el amor que sentía hacia Morgana por haber cuidado a sus padres. Durante todos los años de correspondencia que habían mantenido era ella la que le daba las noticias sobre su familia, le informaba de los rumores que corrían sobre él para poder calibrar si volver o no volver a Italia. Tuvo un hijo con ella.

- B.M.: En vuestro libro no queda del todo claro, se habla de que ella tenía un hijo y se deja entrever que podía ser de Bruno.

- M.C.O.: Esa fue la intención, dejarlo entrever.

- F.A.: Bruno no sabía que ella estaba en estado. Cuando se despidió de Mocenigo éste dijo que no, que tenía que seguir dándole clases y enseñándole el arte de la memoria.

- B.M.: Y Mocenigo finalmente acabó acusándolo precisamente por eso.

- F.A.: Así es. Cuando él fue a recoger sus cosas, se encontró con que no estaban. Pero cuando pasó por el despacho se encontró la luz encendida, creyó que Mocenigo estaba dentro y resulta que sus cosas estaban en el despacho. Descubrió una carta encima de la mesa de Mocenigo, la leyó y en ella venían infinidad de acusaciones hacia él que eran falsas.

- B.M.: Y después participó como delator en el proceso.

- F.A.: Sí, aunque después de la muerte de Giordano Bruno el propio Mocenigo también fue acusado por la Inquisición. Mocenigo era un personaje dotado de poder, muy egocéntrico y con mucho afán de protagonismo y de cierta ambigüedad. Habían muchas cosas que a Giordano Bruno no le gustaban de Mocenigo y él no se solía vender cuando alguien no le gustaba. Esta era un poco la parte inédita del libro. Y quizás se podría haber escrito un poco más sobre Morgana, pero pensamos que el libro ya tenía suficientes páginas y no queríamos que fuera más largo.

- B.M.: Sin embargo, aunque sea extenso, es un libro que se lee bien, porque está planteado como una biografía entre la que vais dando retazos de su obra y vais colando ideas suyas. Me ha llamado la atención un dato que no sabía. Bruno coincide en la cárcel con Tommaso Campanella, el conocido utopista que escribió “La ciudad del sol”. ¿Qué relación personal hubo entre ellos?

- M.C.O.: Bueno, en un principio ellos no se conocían. Fue tras uno de los juicios interminables que tuvo Bruno cuando le llevaron a una celda distinta a la suya. Al cabo de unos días, cuando se recuperó físicamente del maltrato que le habían dado, se encontró con que a su lado en la misma celda había una persona que en cierto modo era un poco como él, atrevido. Campanella era el que en un momento dado le socorrió y le sirvió de consuelo durante los días que le quedaban de vida, que ya tenía establecidos. Yo quiero pensar, tal y como reflejamos en el libro, que la relación que se estableció entre ellos fue una amistad sincera. Campanella tenía los mismos problemas que él, pero éste achacaba sus problemas a su locura.

- B.M.: En el libro comentáis que se hacía pasar por loco.

- M.C.O.: Sí. Él, para conseguir ciertas cosas, se hizo pasar por loco e incluso a su amigo le quiso hacer una demostración de lo que podía lograr, haciéndole llegar la carta a Morgana a pesar de que ambos estaban en un pozo sin salida, en la cárcel. Como los únicos que de alguna manera salían de ese pozo eran los locos, empezó a gritar y a despotricar contra la Iglesia y contra todo el mundo. Cuando llegaron allí los guardias de la prisión, Bruno se dio cuenta de que su amigo era capaz de conseguir lo que quisiera. Esto le dio alas para escribir no sólo la carta de despedida a Morgana, sino otros muchos apuntes que se conservan gracias a Tommaso Campanella que, al pasar por loco, llegó incluso después a estar libre. Estuvo muchos años en la cárcel pero luego volvió a su Calabria natal, donde estuvo semirrecluido en la cárcel, pero le dio tiempo de ir a Padua, donde precisamente se encontró conque Galileo estaba ocupando la cátedra que supuestamente Bruno quería para sí. Es una historia emocionante. No sé si Campanella fue amigo de Bruno, pero desde luego sí se portó como un amigo y nos dio a todos una satisfacción, porque gracias a él se conservan muchos documentos.

 - B.M.: ¿Llegó a influir intelectualmente en él? Lewis Mumford dijo que la utopía de Campanella basada en el orden era un matrimonio entre la República de Platón y el Imperio de Moctezuma. ¿En la utopía de Campanella se podría rastrear alguna idea de Bruno?

- M.C.O.: No, en principio creemos que no porque en ese momento Tommaso Campanella tenía ya sus propias ideas y su propia sentencia. Ambos se encontraron de forma paralela allí: los dos eran religiosos y estaban en la cárcel acusados de herejía, aunque Campanella actuó de otra manera.

- B.M.: Hay una idea muy bonita que apuntáis también. Es algo que dijo Nuccio Ordine, el autor de "La utilidad de lo inútil" y uno de los filósofos que participa en un homenaje que se hace a Bruno. Él habla de la herejía como mutación que permite avanzar, como sucede en la evolución. En cierto modo, los grandes "herejes" son los que han permitido avanzar en la ciencia, en la filosofía, en la teología...

- M.C.O.: Claro. Nosotros en ningún momento hemos pretendido que la palabra sea sólo nuestra, sino que se dé a conocer la figura de Bruno. Por eso citamos a muchas personas que fueron fundamentales en su historia y la mayoría han participado positivamente para dar a conocer a Giordano Bruno.

- F.A. Cuando investigas y estudias a un personaje tan importante, que fue contemporáneo de Galileo y otras figuras clave, tan genial y con una personalidad muy acusada, llama poderosamente la atención que trataran de borrarlo de la historia. Se ha mantenido oculta su vida y han tenido que ser librepensadores de Italia los que han mantenido viva su figura, especialmente los estudiantes de filosofía, que en contra del Vaticano colocaron una estatua suya mirando al sol, que era el astro sobre el que más escribió y que posiblemente más amaba.

Desde Trabalibros agradecemos a M. Carmen Olázar y Félix Arenas el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a los responsables del espacio multidisciplinar "La Chaise - retro & med" de Valencia el haber cedido un lugar ideal para esta conversación y a la editorial ILS el haber hecho posible el encuentro con estos autores.