Conocido sobre todo por sus canciones, algunas de ellas míticas que prácticamente alcanzaron la categoría de himnos,
Luis Eduardo Aute es un artista multidisciplinar. Pintor, músico, cineasta y poeta, ha editado tres poemarios y escrito una serie de libros de "
poemigas" en formato de libro-disco y libro-video bajo el título de
AnimaLhada.
Bruno Montano ha tenido el placer de conversar con él con motivo de la publicación de la sexta entrega de su serie AnimaLhada titulada
EL SEXtO ANIMAL (editorial Espasa), un libro donde ofrece "otra forma de mirar, de entender, de rechazar y de amar" construido mediante "poemigas" que, en palabras de su propio autor, es un neologismo al que pueden aplicarse los siguientes significados:
1. Poesía de Luis Eduardo Aute, con ilustraciones.
2. Piezas poéticas de corta extensión a modo de aerolitos.
3. Migas con versos para hormigas amigas... y enemigas.
4. Aforismos.
5. Juegos de palabras.
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): Una cosa que siempre me inquieta respecto a los creadores multifacéticos como tú es cómo elegís el lenguaje en el que queréis expresaros. Cuando tienes algo que contar o que comunicar, ¿es el propio contenido el que te impone una forma o eres tú el que la elige dependiendo del mensaje que quieres comunicar o de sus receptores? ¿Por qué un contenido lo transformas en pintura, otro en música y otro en poesía? ¿De qué depende?
- Luis Eduardo Aute (L.E.A.): Los textos que aparecen en "EL SEXtO ANIMAL" son apuntes corregidos. Este formato al que llamo "poemiga" son simplemente unas ocurrencias que se me pueden pasar por la cabeza en cualquier momento y que voy apuntando. En este caso, la mayor parte de estos textos los dejo, los aparco un rato, los recupero, los miro, los cambio, los retoco, les doy algunas vueltas... Hay algunos que claramente están proponiéndose como canción, otros se proponen como poemas, hay otros que no van a ningún lado y se quedan en este formato. Aparte de esto, hay canciones que me vienen porque de repente me aparecen por ahí unas palabras con su melodía y las voy desarrollando. Es muy aleatorio. Y, a la hora de dibujar o pintar, claramente son imágenes que aparecen y como que me tocan el hombro diciéndome: Oye, que yo quiero ser una pintura, o un dibujo. Me pasa lo mismo con las películas, me viene a la mente la película en ese formato. No hay ningún orden ni ningún rigor en cuanto al formato que van a tomar los embriones que andan por ahí sueltos.
- B.M.: Sobre la marcha vas decidiendo.
- L.E.A.: Sí. No me lo planteo. Claramente me pongo a desarrollar cada motivo en el lenguaje que requiere por su cuenta. No hay un plan previo.
- B.M.: Tú te defines como un "degenerado de los géneros". No crees demasiado en las barreras, en los límites entre géneros. ¿Lo importante, en definitiva, independientemente del lenguaje que uses, es provocar la emoción, provocar una respuesta emotiva?
- L.E.A.: Lo primero es provocarme a mí, porque yo me quiero sorprender a mí mismo. Y después, si además a eso le doy una forma para que los demás puedan verlo, quien lo vea, lo oiga o lo lea puede sentir algún tipo de impacto emocional o reflexivo. Pero el primer interlocutor siempre soy yo mismo. No pienso en el receptor cuando estoy elaborando alguna cosa de estas. El receptor soy yo. Puede que sea algún tipo de autoterapia, yo digo muchas veces que esto de escribir, de hacer música o cualquier tipo de actividad creativa lo hace sobre todo para evitar ir al psicoanalista. Yo creo que si no hiciera estas cosas estaría encerrado en un manicomio, seguramente.
- B.M.: Es algo que te sirve de terapia, de catarsis.
- L.E.A.: De terapia, de catarsis, de descargar, de sentirme vivo.
- B.M.: Es que hay artistas que no opinan esto. Precisamente el otro día entrevisté a un escritor que decía todo lo contrario. Aseguraba que para él la escritura no era algo catártico ni curativo, decía que simplemente era una especie de divertimento para pasar un buen rato.
- L.E.A.: Lo cortés no quita lo caliente. Yo me divierto mucho, sobre todo con los poemigas estos.
- B.M.: Se nota.
- L.E.A.: Con la música ya no es así. Con las canciones no me divierto tanto, es algo más emotivo, más emocional. Y con las imágenes, con el trabajo gráfico, es algo más intelectual y menos emocional. Las imágenes son más frías. Pero esto de los poemigas es un divertimento. Si no te diviertes con lo que haces, desde luego mejor no hacerlo.
- B.M.: Una característica tuya, que es una especie de denominador común a toda tu obra, es que independientemente del lenguaje en el que la hayas expresado, hay una "vis poética" de fondo. Tus canciones son muy poéticas, tu obra gráfica y tu obra cinematográfica también... Hay un impulso poético que subyace en todo lo que haces.
- L.E.A.: Es que eso que llamamos poesía es un concepto, pero a saber qué quiere decir. Yo no sé bien qué quiere decir. Pero sí intento que aquello que quiero expresar se aproxime a ese vuelo poético, porque yo creo que una obra de arte, en cualquier tipo de lenguaje, sólo puede considerarse como tal si posee esa magia. Poesía y magia para mí son un poco lo mismo. Se trata de lograr ese estado distinto, ese estado de vértigo en el que tienes la sensación de que te quitan el suelo de debajo de tus pies o que cruzas al otro lado del espejo. Y esto puede darse en cualquier cosa, ya sea una novela o un poema (porque también hay poemas que no son poéticos, pueden estar muy bien escritos pero no tener vuelo poético). Lo mismo pasa con las imágenes. Picasso, por ejemplo, a mí me parece un gran pintor pero un poeta muy mediocre. No hay poesía en la pintura de Picasso. Es un gran pintor con una energía increíble, yo creo que él acaba con la historia de la pintura, pero no hay enigma, no hay misterio en su pintura, es muy obvio todo. No es el caso de Velázquez, por ejemplo. En sus obras sí hay enigma. Yo intento acercarme a ese estado de "no estado". Eso intento. Porque una obra de arte puede estar perfectamente bien hecha, pero si no tiene ese vuelo poético yo no lo considero arte. El artista es un poeta.
- B.M.: Porque la poesía, en definitiva, no sería un género literario sino una forma de mirar, una forma de estar en el mundo, una forma de entender, un estado de consciencia.
- L.E.A.: Exacto. En las propias relaciones humanas se puede ver cuándo se trata de una relación prosaica o poética. Ojalá sea poética, sobre todo cuando se trata de una relación amorosa. O hay magia o hay simplemente algo aeróbico-genital. No tiene relación una cosa con la otra.
- B.M.: Tengo aquí anotada la letra de una canción tuya que dice así: "La poesía es palabra que vela despierta, la poesía es palabra que toma conciencia, la poesía es palabra que mueve las piedras, la poesía es palabra que debe alumbrar". ¿En estos tiempos tan prosaicos, como decía Celaya, la poesía sigue siendo un arma cargada de futuro?
- L.E.A.: En primer lugar no estoy de acuerdo con lo que dice ese verso porque la poesía no es un arma, es todo lo contrario de un arma, en todo caso un alma. La poesía es un alma cargada de sueños. Discrepo en lo que dice Celaya, jamás la poesía debe ser un arma. Ni cargada de futuro ni de pasado.
- B.M.: "
EL SEXtO ANIMAL" es la sexta entrega de poemigas. Me parece un concepto muy curioso y también muy curiosa la forma en la que trabajas los pequeños textos, esas dislocaciones fonéticas, sintácticas, semánticas e incluso tipográficas. El sistema que utilizas me ha parecido muy juguetón, muy lúdico. De repente trastocas el lenguaje y haces que choquen conceptos y significados para provocar nuevas interpretaciones, nuevos sentidos. Yo creo que tus poemigas provocan ese efecto: primero te llama la atención el choque e intentas bucear en el mecanismo que ha provocado ese efecto disruptivo, pero luego se abren las puertas a nuevos significados o a una nueva forma de entender el concepto, a matices insospechados.
- L.E.A.: Eso pasa sobre todo con la palabra "animal", que es la que define el título genérico de toda la serie, que cuando se acabe sería una "AnimaLhada" (con h). Aunque Siruela editó los tres primeros libros como "AnimaLhada", mi "AnimaLhada" sería toda la serie. La palabra "animal" está presente en todos y es por diversos motivos. El primero, porque cambiando el orden de las letras es "Manila", el sitio donde nací. Leído de derecha a izquierda es "lámina"; en los libros hay láminas con dibujos y fotografías. Y sobre todo porque la palabra "animal", que en varios idiomas se dice de la misma forma, durante mi educación religiosa me decían que los seres humanos malos iban al infierno, los buenos al cielo, los medio malos y medio buenos iban al purgatorio, los niños no bautizados iban al limbo y los animales no iban a ningún sitio porque no tenían alma, decían. Eso es una barbaridad, porque la palabra "animal" viene del latín "ánima", que significa alma. O sea que, si alguien le llama a otra persona animal no le está insultando, le está llamando ser espiritual.
- B.M.: Un animal sería, etimológicamente, un ser dotado de alma.
- L.E.A.: Claro. Otra cosa es que te llamen bestia. También es falso llamar a los animales irracionales. Los animales son totalmente racionales, exactamente racionales porque nunca se contradicen. Un animal hace exactamente aquello que piensa que tiene que hacer, no se engaña a sí mismo. El ser humano sí es capaz de esa perversidad, porque además de racional es reflexivo. Es capaz de reconocerse, de reflexionar delante de un espejo y descubrir su subjetividad, descubrir su yo, ser consciente de que la consciencia existe. Y a partir de ahí preguntarse: Yo quién soy, de dónde vengo, a dónde voy, el otro también tiene su yo y yo al otro le puedo engañar, porque me meto en su yo para ver qué está pensando y así engañarle. Sobre esto hay un poemiga en otro libro en el que digo: ¿Será la función primordial de la mente mentir? Es curiosa la similitud entre las palabras "mentir" y "mente". Yo creo en eso, que el ser humano es racional y reflexivo. Siguiendo el argumento materialista, si somos nada más que física y química, qué milagro tan extraño, ser una física y química capaz de analizar su propio entorno y analizarse a sí mismo. Descubrirse en el primer espejo, que es el agua en calma. Un homínido se ve reflejado y dice: Pues parece que soy yo. Y esto que soy yo, ¿qué es? Por eso poéticamente digo que no soy darwiniano, yo creo que no venimos por evolución sino por reflexión.
- B.M.: La reflexión que nos devuelve el espejo, que también tiene la misma raíz que pensar, que reflexionar. Verse reflejado propicia la reflexión de alguna manera.
- L.E.A.: Exacto. Yo creo que los animales no se ven delante de un espejo. A lo mejor pueden vislumbrar que hay algo que se parece a otro mono o a otro perro, pero no se reconocen a sí mismos. Y también creo -y esto que voy a decir es una temeridad por mi parte- que no tienen la capacidad de duplicar el foco. Es decir, si tú te quieres hacer un autorretrato en un espejo con una cámara, para que tu cámara tenga foco delante de un espejo tienes que duplicar la distancia del objetivo al espejo. Yo creo que los animales no tienen esta capacidad de duplicar; ven su imagen, no saben que es suya porque la ven desenfocada, no identifican esa imagen con la suya propia. Y lo fabuloso y lo terrible del ser humano es que es capaz de reflexionar, de reflexionarse, de descubrir el tiempo y el espacio, y en ese proceso de salir de tu plano, recorrer un espacio para poder girar 180º y verse. Recorrer un espacio en un tiempo. Ahí se descubre el espacio y el tiempo, y se descubre la muerte. Nosotros somos conscientes de que la muerte existe, pero los animales yo creo que no. Saben que van enfermando, que van debilitando, que tienen que dormirse, pero no saben que la muerte como concepto existe, porque no son reflexivos.
- B.M.: En "
EL SEXtO ANIMAL", al igual que hay pequeños juegos de palabras hay también divagaciones filosóficas, metafísicas, referencias culturales a la física cuántica, crítica social... Pero me ha gustado el tono porque no hay sentenciosidad, no intentas convencer ni dar lecciones, simplemente lanzas una idea surgida a lo mejor de un juego de palabras o vete tú a saber, de un sueño por ejemplo, y la dejas ahí para que la gente piense, pero no hay una intención moralista como la que tenían los moralistas franceses, que eran grandes creadores de frases, aforismos y pequeños textos.
- L.E.A.: Además intento hacerlo en clave de humor, porque creo que es otro valor exclusivo del ser humano. Los animales no tienen sentido del humor, se pueden divertir pero no tienen sentido del humor. Tenerlo conlleva también una duplicidad: meterme en tu terreno para actuar sobre lo que piensas y ver si así te engaño y me divierto. El sentido del humor es un atributo que le pertenece exclusivamente al ser humano. Yo creo que el sentido del humor es absolutamente imprescindible en todo. Cualquier reflexión vista en clave de humor te amplifica la visión de esa realidad que estás viendo. Porque el sentido del humor es un poco estar de vuelta, es ir y añadir la previsión de estar de vuelta. Y eso yo creo que abre más el campo de interpretación.
- B.M.: Estoy de acuerdo, es síntoma de inteligencia. La ironía, el humor, la capacidad de reírse de uno mismo, el cinismo entendido filosóficamente...
- L.E.A.: Claro.
- B.M.: Iba a pedirte que me dijeras cuál es tu poética. La recopilación de tus primeros tres libros de poemas se titula "Volver al agua" y pienso que este título es de algún modo una declaración de intenciones y podría valer como tu poética. Volver al agua, volver a la inocencia original, volver a las primeras miradas.
- L.E.A.: Volver al agua -que es el eterno retorno a Manila-; volver a los orígenes, pero al agua también como metáfora del espejo que tiene en su interior. Volver al agua, no desde la evolución, sino desde la reflexión. Es una invitación a volver a esa primera visión de la vida; venimos del agua no por la evolución, sino por la visión.
- B.M.: Hay un concepto muy interesante de Salvador Pániker que él llama lo retroprogresivo y que significa que hay que volver atrás para impulsarse hacia delante, hacer un movimiento de vuelta a ese núcleo originario, primigenio, energético; al entusiasmo original para, desde ahí, lanzarte.
- L.E.A.: Lo que pasa es que tampoco hay distancia de vuelta. Estamos todos montados en un globo y un paso que das hacia delante es un paso menos que tienes que dar, porque si sigues la trayectoria vuelves al mismo sitio. No hay progreso. Paso que das adelante es un paso menos para volver al principio. Y en ese sentido no entiendo el concepto de ir hacia ningún lado; estamos flotando en el espacio que gira sobre su propio eje, dando vueltas alrededor de otro globo con fuego y no vamos a ningún sitio. Geográficamente no vamos a ningún sitio, sólo damos vueltas. Creo que el paso por aquí no es azaroso, o puede ser azaroso pero entendiendo que el azar tiene sus normas, sus motivaciones; que no es gratuito, es decir, todo esto no existe porque sí. Todo es por y para algo. Aunque no sé para qué. Yo no soy ateo porque no creo que todo esto no tenga ningún sentido. Lo de formular una teoría sobre el ateísmo me parece una paradoja insoportable; primero porque el ateísmo es un pensamiento moderno que a lo largo de la historia todos los pueblos, todas las civilizaciones, todas las tribus, por pequeñas que fueran, han tenido la necesidad de creer en algo que no comprenden, algo que está por encima de su propia comprensión. No hay pueblos ateos, eso es una corriente moderna. Formular una teoría atea es una contradicción porque la palabra teoría lleva implícito "Theos". Una teoría que niegue la existencia de Theos no tiene sentido, porque la propia teoría se basa en el concepto de Theos.
- B.M.: Porque subyace ahí una necesidad profunda. Puede que cambien los dioses, pero esa disposición a creer en ellos pienso que es innata a todo ser humano. A la tecnología también podríamos llamarla un dios, el tipo de emoción que despierta es casi divina para mucha gente. Quizás hayamos cambiado el nombre a los dioses pero ese sentimiento, esa necesidad profunda de algo trascendente sigue ahí.
- L.E.A.: Para mí el concepto del Yo es tan enigmático como el concepto de Dios. Yo no sé qué es esto del Yo, la consciencia, ser consciente. Yo creo que cada ser humano que nace descubre un universo creando el universo, porque si no hubiera ningún ser humano en el universo el universo no existiría. Somos incluso capaces de reflexionar sobre su física y química y de hacernos preguntas como por qué y para qué. Para mí el concepto de Yo y Dios es lo mismo. Y aparte, el juego trinitario de las tres personas del verbo, que cada una es Dios pero no son tres dioses lo puedes trasladar al lenguaje (yo creo que todo está encerrado en el lenguaje). El Yo es un solo yo, si no sería nosotros. Pero cada persona del verbo (Yo, Tú, Él) tiene su propio yo. Hay tres personas distintas, con sus tres yoes particulares.
- B.M.: Son tres dimensiones de la misma cosa.
- L.E.A.: Qué concepto. El concepto del Yo es único y singular. Y la lengua de luz que se posa sobre los apóstoles representa el conocimiento. ¿Cómo representas el conocimiento? Con una lengua de luz, no hay otra manera. Lo que me mueve a estar vivo en mi vida es indagar sobre todo esto. Leo todo lo que puedo al respecto pero intento tener mi propio criterio. Toda la información que tengo la voy organizando para crear mi propia mirada.
- B.M.: Se nota. En tu libro se perciben las lecturas, las múltiples referencias, las contextualizaciones... A través de los poemigas se pueden rastrear un poco cuáles son tus lecturas. Y para acabar, Luis Eduardo, ¿la búsqueda de la belleza sigue siendo subversiva, como lo ha sido siempre? ¿Un motor?
- L.E.A.: Pues sí, puesto que somos conscientes de que la belleza existe. Establecemos comparaciones entre lo que es bello y lo que no lo es, por lo que es obvio que la belleza existe. La belleza no tiene representación, es un estado de consciencia, no solamente personal, sino un estado de consciencia colectivo. Me resulta muy difícil explicarlo. Es aquello que nos justifica la vida. No perseguir la belleza es como si no hubiéramos nacido. Tener una intuición de que hay una consciencia donde la armonía y la vida tiene sentido se aproxima a lo que es la belleza.
- B.M.: Cuando estás delante de lo bello todo encaja.
- L.E.A.: Todo cuadra, no hay dudas. Sabes valorar cuando hay algo que tiene esa categoría de bello. Lo reconoces y sabes distinguir entre lo que es bello y lo que no lo es.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Luis Eduardo Aute el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a los responsables del espacio multidisciplinar "
La Chaise - retro & med" de Valencia el haber cedido un lugar ideal para esta conversación y a la editorial
Espasa el haber hecho posible el encuentro con este autor.