El economista y escritor
Fernando Trías de Bes se licenció en Ciencias Empresariales y MBA en Esade y la Universidad de Michigan y está especializado en mercadotecnia e innovación. Colaborador habitual en prensa escrita y radio, dedica desde hace varios años la mayor parte de su tiempo a la escritura, tanto de ensayos como de ficción.
Es autor de las obras de ficción "Relatos absurdos", "Palabras bajo el mar", "El coleccionista de sonidos", "La historia que me escribe", "Mil Millones de Mejillones" y "Tinta", así como de los ensayos "Marketing Lateral", "La buena suerte", "El vendedor de tiempo", "El libro negro del emprendedor", "El hombre que cambió su casa por un tulipán" e "Innovar para ganar".
Bruno Montano de
Trabalibros ha tenido la oportunidad de conversar con él sobre su último libro titulado "
El libro prohibido de la economía" (ed. Espasa), obra ganadora del Premio Espasa de Ensayo 2015 en la que Trías de Bes desvela el juego, oculto para el ciudadano común, mediante el cual políticos, ejecutivos de grandes compañías y representantes del poder financiero manipulan la economía a su favor sin ningún tipo de escrúpulo.
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): Pienso que "El libro prohibido de la economía" es un libro valiente y necesario que desvela prácticas económicas deshonestas y que además invita a repensar la economía y con ello ayudar a formar un criterio al respecto.
- Fernando Trías de Bes (F.T.B.): Mi intención era esta, romper la simetría de información y que la propia economía dijera "basta". La economía está envilecida, se está haciendo una muy mala praxis en muchos ámbitos y al final, en un juego dramático, es la propia economía la que sale perjudicada. Yo, como economista, he querido explicar la economía desde el lado oscuro y demostrar que no pasa nada. Hay gente que me ha preguntado qué pasará cuando llegue un universitario y lea mi libro. Yo creo que será algo bueno porque le abrirá un debate ético fenomenal. Qué mejor que una clase de 1º de Economía en la que, cuando estén dando la dación en pago, se expliquen otro tipo de cosas y se pregunten: ¿Cómo afecta al balance de un banco? Lo corregiría el propio banco. ¿Cómo afectaría al precio de los pisos? Desinflaría la burbuja inmobiliaria. ¿Mejoraría los problemas sociales? Evitaría dramas familiares, etc... Es un tema ético muy interesante que abre un debate fantástico. Teorizar sobre la mala praxis económica es algo muy bueno e incluso necesario. Es lo que crea conciencia.
- B.M.: Sí, pero ¿no crees que esa formación debería ir antes de la Universidad y no sólo dirigida a los universitarios, sino impartirse en la escuela o en la familia? ¿Sería positivo que se diera en estos ámbitos algún tipo de educación financiera y económica?
- F.T.B.: Totalmente. Fíjate que en los años 80 una persona entraba en el mundo de los seguros a los 18 años al asegurar su coche. Ahora ya están entrando a los 13 años con el smartphone. Cada vez nos suscribimos más pronto a los productos financieros. Todos antes o después pedimos un crédito o realizamos un depósito. Hace falta una educación financiera básica, elemental. Dar a conocer qué es el riesgo, el tipo de interés, qué significa un depósito, o un préstamo que haces a otra entidad. Son temas fundamentales. Se ha avanzado en el tema de la educación sexual y la educación viaria y se debe hacer en el campo de la educación financiera.
- B.M.: Hay que educar a los hijos en ese sentido; es importante explicarles a los niños desde pequeños la trampa que supone la economía, a la que estamos todos expuestos. Deben saber que van a asaltarles con miles de ofertas a través de la publicidad, que van a intentar seducirles para que compren un montón de productos que realmente no necesitan. Abrirles los ojos.
- F.T.B.: Claro. Hay que enseñarles para que aprendan a discernir. Porque parte de todo el mecanismo perverso del marketing consiste en tratar de anular la capacidad de discernir del consumidor. Esto es pan de hoy y hambre para mañana. En el fondo es cortoplacismo: a lo mejor salvas las ventas del año, pero con ello te estás cargando tu propia industria. No tiene sentido. Debe haber una combinación de varios elementos: educación, ética, regulación y autorregulación. Si hiciéramos esto, otro gallo nos cantaría.
- B.M.: Hablando de ética, he entrevistado varias veces a
Leopoldo Abadía, que por cierto se encontraba entre el jurado del Premio Espasa de Ensayo que ha ganado "El libro prohibido de la economía". Él siempre me dice, con esa gracia que le caracteriza: "Esto no es una crisis económica, es una crisis de decencia. Lo que hace falta es globalizar la decencia". ¿Habría que cambiar el sistema o simplemente rearmarlo éticamente?
- F.T.B.: Hay que rearmar éticamente, pero además los mecanismos de control deben funcionar, la regulación existe pero se debe aplicar. Yo creo que es un tema de implementación, de puesta en práctica, de eliminación de corrupción, de eliminación del fraude, de la economía sumergida y todo funcionaría.
- B.M.: De hecho, Abadía me comentaba: "El capitalismo salvaje no existe. Existe un grupo de capitalistas haciendo el salvaje". Si el capitalismo no se sale del marco ético preestablecido no tiene por qué causar ninguna debacle económica.
- F.T.B.: No tiene por qué. Siempre deben haber mecanismos correctores; por ejemplo yo me considero liberal, pero a la vez sé que el liberalismo puede provocar injusticias. Y como sociedad que somos, debemos ser solidarios. El liberalismo o el interés privado puede perfectamente buscarse mecanismos para ir acompañado de solidaridad. Yo creo en la redistribución de la riqueza y en la igualdad de oportunidades, pero conocemos mecanismos para asegurar eso manteniendo a la vez el capitalismo como sistema, que por otra parte se demuestra empíricamente que es el menos malo de los conocidos. Pero también es verdad que el capitalismo salvaje o capitalistas haciendo el salvaje generan muchas desigualdades y mucho daño. Por eso se ha de corregir.
- B.M.: Leopoldo también afirmaba: "Miles de actos indecentes se arreglan con millones de actos decentes". Evidentemente no se puede evitar que haya "gente indecente", pero se puede corregir si los decentes en masa lo compensamos con actos decentes.
- F.T.B.: Sí. Se puede corregir sobre todo si los denunciamos entre nosotros. Es decir, si por ejemplo en una industria la gente que hace buenas praxis denuncia a los que hacen malas praxis eso solucionaría muchos problemas. Fíjate en el caso del pirateo, que tanto daño nos ha hecho a libreros, a autores, etc. Es un tema que continúa y si hubiera un código de buena conducta entre toda la gente que está en el mundo de internet y denunciaran, eso se corregiría. Debe existir todo: regulación, ética, buenas praxis, educación... es un conjunto.
- B.M.: Afirmas en tu libro que la economía necesita recuperar la escala humana, rehumanizarse. Hay varias definiciones en tu libro que me han apenado. Me refiero a cuando dices que la economía en principio surge como una herramienta para eliminar la pobreza y al final acaba convirtiéndose en un mecanismo para maximizar los beneficios a toda costa. También es triste la definición que das de la pobreza: es una consecuencia política, no un problema que la economía no pueda resolver.
- F.T.B.: Esto no lo digo yo, lo dice el último Premio Nobel de Economía, Angus Deaton. Él afirma que los economistas podríamos erradicar o minimizar la pobreza. Es un problema de corrupción y para combatirlo hay mecanismos de redistribución. El problema de la pobreza en países muy pobres se puede controlar, es un problema político. Es muy duro, es muy fuerte.
- B.M.: Habría herramientas económicas suficientes para generar y distribuir la riqueza de forma justa.
- F.T.B.: Absolutamente.
- B.M.: Es decir, nuestros problemas son los políticos. O la política tal y como se practica ahora.
- F.T.B.: Sí. La corrupción, la política mal entendida, la perversión del poder, el cortoplacismo... Es un conjunto de ingredientes. No es sencillo, pero se sabe mucho y se conocen maneras de corregir todo eso.
- B.M.: Hablando de rehumanizar la política, ¿qué piensas de la propuesta de
Felber acerca de la economía del bien común? ¿Crees que es un proyecto viable o es una utopía?
- F.T.B.: No lo he reflexionado suficiente. Yo creo que abre una línea de trabajo muy interesante. Hay dos mecanismos que no sé si están dentro de la economía del bien común pero que a mí me gustan muchísimo: el primero, las cooperativas. La cooperativa es un mecanismo que aúna el beneficio privado del capitalismo pero lo vincula al trabajo; la propiedad pertenece al trabajador, hay una parte de beneficio privado y hay otra de cooperativismo. Yo creo que existen mecanismos en los que capital y trabajo se pueden cohesionar. El otro es la obra social de las cajas. Parte de los beneficios se revierten en obras sociales. Pienso que existen mecanismos en los cuales tú socializas de alguna manera el interés privado. Y que no actúan sólo como un impuesto. No conozco realmente a fondo toda la teoría de Felber, tengo que estudiarla, pero si va en ese sentido me interesa, mientras no olvide nunca que el motor principal es el interés privado.
- B.M.: En realidad la propuesta de Felber no es de tipo comunista. Propone un modelo económico en el que las empresas, en vez de competir por el máximo beneficio monetario, cooperarían para conseguir el bien común, inspirándose en valores como la confianza, la honestidad, la solidaridad, la generosidad... Las empresas que actuaran según estos principios serían recompensadas con incentivos fiscales, contratos públicos, acceso a créditos blandos y otras ventajas legales.
- F.T.B.: Esa idea te la compro ya, claro que sí. En mi libro hablo de la confusión entre producción y riqueza. El PIB es la medida económica que más se aproxima a riqueza, pero no es riqueza. Porque, por ejemplo, cuando producimos más coches, pero también hay más polución y más cáncer. Una economía saneada estaría dañando el ecosistema y convirtiéndolo en un ecosistema enfermo.
- B.M.: Tú adviertes de un peligro al que llamas "normalización de las disfunciones". El sistema se ha ido pervirtiendo y eso lo hemos ido aceptando como inevitable. Acabas de hablarme del crecimiento ilimitado. Es imposible un crecimiento ilimitado en un mundo con recursos limitados. Y llega un momento en el que el crecimiento puede ser incluso patológico. Y entonces puede que lleguemos a plantearnos que el progreso sea el decrecimiento. No sé si habrás leído las teorías del decrecimiento de
Serge Latouche. ¿Opinas que puede considerarse un progreso decrecer, o decrecer al menos en ciertas áreas y crecer en otras? ¿Decrecer, por ejemplo, en industrias contaminantes y crecer en producción agrícola ecológica?
- F.T.B.: Te voy a dar una respuesta que te va a gustar mucho y que te va a sorprender. ¿Por qué la cultura no es crecimiento? ¿Por qué el pensamiento no es crecimiento? Es decir, ¿una sociedad que produce igual número de smartphones, de motos y de coches pero produce más ideas no crece? No es crecimiento industrial, pero no sé si no es crecimiento económico.
- B.M.: Es crecimiento en felicidad, en bienestar.
- F.T.B.: Claro. Se requiere una revisión interesante de unidades de medida, pensando más en el medio y largo plazo.
- B.M.: Otra disfunción que se normaliza es considerar a la economía un fin en sí misma en lugar de un medio.
Keynes decía: "Valorar los medios por encima de los fines es propio de la economía moderna". Si el fin es la máxima distribución de la riqueza, o que la riqueza llegue al máximo número posible de personas, la economía no está cumpliendo su fin.
- F.T.B.: No cumple, efectivamente.
- B.M.: La economía hoy en día se preocupa más de los medios, de la acumulación.
- F.T.B.: Totalmente de acuerdo. Volvemos a lo que hablábamos antes. La economía debería preocuparse más de la persona, de lo humano. El fin de la economía es la prosperidad de la sociedad en general y de las personas en particular. Y, si pensamos en eso, hay muchos mecanismos en ella que son cuestionables. La economía no es el PIB, ni la tasa de crecimiento; la economía realmente es la solvencia de un sistema de intercambio entre personas.
Existe una tendencia natural al intercambio y tenemos que hacer que ese sistema esté al servicio de la sociedad, de la estabilidad y del individuo.
- B.M.: ¿Aunque ello implique poner de moda la austeridad, o la autolimitación, que también pueden ser formas de progresar, sobre todo si sirven para evitar la degradación del medio ambiente y los recursos naturales?
- F.T.B.: Sí. Es necesario comprender los mecanismos correctores. Hay que entender que todo en la vida tiene una externalidad y que esa externalidad se tiene por lo menos que analizar, para después incorporar la medición, corregir o dejar para más adelante. Pero es algo que no se puede obviar. Ahora, como queremos tener algunas cosas, hay otras hacia las que preferimos no mirar. Y algunas de las últimas son cosas que acaban teniendo un impacto y, como la realidad es tozuda, se vuelven contra uno. Hay que pararse al menos un momento y recuestionárselo todo.
- B.M.: Esa idea es la que más me ha gustado de "
El libro prohibido de la economía". La mayor parte del libro la dedicas a desvelar algunos conceptos oscuros que intentan vendernos como algo que no son. Pero yo creo que en el fondo la lectura de tu libro obliga a repensar la economía. Creo que esa es la idea fundamental.
- F.T.B.: Totalmente.
- B.M.: Otra de las disfunciones normalizadas que comentas es el hecho de que los economistas se hayan convertido en "econometristas". Sólo se valora lo cuantitativo y lo cualitativo, que es donde está lo puramente humano, se desvaloriza. No se promociona, no es rentable.
- F.T.B.: Absolutamente. Yo he llegado a oir a economistas que dicen que lo que no puedes medir no puedes prácticamente ni siquiera teorizar sobre ello. Opinan que todo tiene que ser medible. Yo profesionalmente he trabajado muchos años en temas de econometría y de estadística aplicada. Lo que ocurre es que la medición es una parte, es algo que te da un indicio, una tendencia, pero al final estoy contigo, falta la lectura cualitativa, la reflexión filosófica planteándose hacia dónde te lleva eso que analizas. Hace falta preguntarse hacia qué modelo conduce. Eso no se puede perder de vista.
Tenemos un ejemplo con China. ¿El comercio intenacional es bueno? Sí, pero ponerte a comerciar con un país que no tiene derechos sociales pone en riesgo tus propios derechos sociales. Cuantitativamente comerciar con China es bueno, cualitativamente no lo sé.
- B.M.: El caso de China es paradigmático. China ha incorporado un sistema económico que no es afín a su cultura, a lo que podríamos llamar lo extraeconómico o lo metaeconómico. Es decir, lo económico es una ciencia derivada que está dentro de un marco general, civilizatorio, y el marco civilizatorio de China no es afín al tipo de economía que han decidido implementar.
- F.T.B.: Totalmente. Yo pienso que este debate es super necesario. Creo que en algunos foros se están empezando a dar cuenta de esto y es algo complicado, pero llegará. Yo creo que el propio impacto de la tecnología está forzando también a una revisión de esto. Con la obsolescencia hay muchos modelos de negocio que ha causado no sólo la irrupción de China sino también lo tecnológico y va a obligar a repensar el modelo laboral, el modelo fiscal, el modelo territorial... Yo creo que todo esto está en una verdadera convulsión que no está resuelta.
- B.M.: Existe un libro de
Schumacher de los años 60 titulado "Lo pequeño es hermoso" que trata de esto, un libro fantástico que a pesar de los años no ha perdido actualidad. Cuenta cómo, por ejemplo, los budistas han creado sistemas económicos afines al budismo, que encajan perfectamente con su forma de entender la vida, con sus propósitos vitales. Intentar meter con calzador un sistema económico que no se corresponde y que no ha sido creado dentro de ese útero cultural es absurdo.
- F.T.B.: Claro. Por eso en China, dentro de la propia crisis que está viniendo ahora, emerge una clase media que empieza a solicitar derechos. Ellos van a tener su propia crisis. El libro que me recomiendas me parece super interesante, Bruno, me lo apunto. No sabes qué aportación me acabas de hacer.
- B.M.: Sí, es un libro que me impactó la primera vez que lo leí cuando tendría 20 años, que de vez en cuando releo y que todavía se sigue editando. Está repleto de ideas magníficas.
Y ya para acabar, quería hacerte una última pregunta. ¿Tiene derecho a existir lo antieconómico? ¿Aquello que no da un beneficio monetario, pero da otro tipo de beneficios, puede existir? Porque parece que hacer algo antieconómico es un pecado o un delito. Cuando tú le dedicas esfuerzo y tiempo a algo que no te genera dinero, o que no tienes planteado como un negocio, mucha gente se extraña y no entiende por qué lo haces.
- F.T.B.: Claro que lo antieconómico tiene derecho a existir. Es más, te voy a responder diciendo que toda innovación que acabó siendo hiperrentable empezó siendo antieconómica. Lo que sí es verdad es que algunas decisiones antieconómicas con dinero público o ajeno no son recomendables porque puede generar un efecto que se llama desplazamiento (de recursos). Pero en el ámbito de lo privado, lo antieconómico claro que puede existir. Cualquier cosa que genere placer intelectual, cultural o de otro tipo, evidentemente, está justificada.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Fernando Trías de Bes el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a los responsables
Lotelito Valencia el haber cedido un lugar ideal para esta conversación y a la editorial
Espasa el haber hecho posible el encuentro con este autor.