Trabalibros entrevista a Jesús Carrasco, autor de "Elogio de las manos"

jueves, 2 de mayo de 2024
"El trabajo con las manos induce a un estado similar a la meditación, de conciencia plena del presente y al mismo tiempo, aunque parezca paradójico, de abstracción de la realidad".
El escritor Jesús Carrasco saltó a la fama en 2013 con su primera novela titulada "Intemperie", obra que obtuvo multitud de prestigiosos galardones y que lo consagró como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional. Tres años más tarde presentó "La tierra que pisamos", novela ganadora del Premio de Literatura de la Unión Europea 2016.

Bruno Montano tuvo el placer de entrevistarle para Trabalibros con motivo de la publicación de su última obra, "Llévame a casa" (aquí la entrevista) y ahora lo hace sobre "Elogio de las manos", "una novela tan extraordinaria como la peripecia vital de sus protagonistas, una historia en la que caben la aventura, la reflexión y el recuerdo" (Seix Barral).

Elogio de las manos (Jesús Carrasco)-Trabalibros- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): En el primer capítulo de "Elogio de las manos", en concreto en la tercera página, ya aparece la pregunta crucial de este libro: "¿Qué nos llevó a trabajar tanto por algo que sabíamos que terminaría más pronto que tarde?" Se trata de una pregunta metafórica que escondería la gran pregunta real que subyace en el libro: ¿Por qué empeñarse en vivir si más tarde o más temprano vamos a morir?

- Jesús Carrasco (J.C.): Exacto, esa es la gran pregunta. Lamento decirte que no tengo la respuesta.

- B.M.: El libro tampoco la da.

- J.C.: Claro. Es una pregunta retórica que se lanza al lector, pero en realidad es un misterio. Si tuviera la respuesta a esa pregunta, tendría la respuesta del millón. ¿Por qué vivimos intensamente si sabemos que vamos a morir? ¿Cuál es la condición humana? ¿Qué nos hace estar despiertos? ¿Por qué trabajamos? ¿Por qué creamos el arte? ¿Por qué creamos la ciencia si sabemos que esto termina? Para mí es un misterio. Supongo que pretendía responder a esa pregunta cuando inicié la escritura del libro, pero me di cuenta de que era una pregunta incontestable. Entre otras cosas, porque cada persona tiene su propia respuesta. Cada uno trabaja con sus condiciones, las que le han tocado en suerte. Para mí sigue siendo un misterio, y además un misterio al que no aspiro a responder, como tantas otras muchas cosas. No necesito responderlo para seguir viviendo con intensidad.

- B.M.: Yo me he atrevido a aventurar una respuesta: utilizamos la misma estrategia que seguimos con la literatura. Cuando leemos ficción suspendemos la incredulidad; en el caso de la vida, suspendemos la provisionalidad y esto nos permite vivir sin que la idea de la muerte haga la vida imposible.

- J.C.: Es una buena conclusión, sí. Supongo que tiene mucho que ver también con el imperativo biológico. Las sendas se resisten a aparecer, hay algo en el cuerpo que impele a la vida que hay por delante, a la supervivencia. Es algo que a mí también me resulta misterioso. Supongo que la ciencia lo tiene más que estudiado, pero es asombrosa esta persistencia de la vida, que tiene que reproducirse, propagarse y, en la medida de lo posible, resistirse a morir.


- B.M.: Este tema de la provisionalidad de la existencia ya te interesaba. Cuando te entrevisté por “Llévame a casa” una de las preguntas que te hice fue acerca de la hermana del protagonista, que le recomendaba a éste un texto de Séneca sobre la brevedad de la vida.

- J.C.: Sí, es algo que siempre he tenido muy presente. Intento tener siempre muy presente la idea de la muerte, pero no desde un punto de vista funesto, trágico, sino más bien como un recordatorio de que esto que está sucediendo en este momento es casi milagroso. Como dice Séneca, a veces tendemos a perdernos en los deberes de la cortesanía y perdemos de vista las cosas importantes. Y tener presente la idea de la muerte a mí me ayuda a valorar el momento presente, sabes que esto no se va a volver a repetir, que la vida solamente es una, saber que tus hijos crecerán y que todo cambia y que, como no te aferres a este momento, se va a ir y nadie te lo va a devolver. Tiendo a pensar en la muerte en esa clave y creo que es un pensamiento muy sano que todo el mundo debería practicar. Porque a veces nos olvidamos, pensamos que viviremos eternamente y seguramente malbaratamos el tiempo que tenemos.

- B.M.: Recuerdo que Montaigne decía en sus ensayos que filosofar es aprender a morir.

- J.C.: Probablemente, es una buena idea.

01.Bruno Montano entrevista a Jesús Carrasco
- B.M.: En un momento dado, el narrador de tu novela dice que la vida es más fácil de explicar si se emplean metáforas. Tú has empleado una metáfora para contar lo que querías contar, pero en el fondo dices que el origen de esta novela es un ensayo que pretendías escribir. Es más, el propio narrador lo dice también en este libro.

- J.C.: No sé si es más un deseo del narrador que una imposición. Yo, como trasunto del narrador, intenté un ensayo. El trabajo manual, que es el tema de este libro, y una serie de consideraciones asociadas a él me producían preguntas de índole ensayístico. Intenté responderlas así y empecé a trabajar en ese ensayo, pero advertí dos cosas: mientras me documentaba me di cuenta de que ese libro ya estaba escrito, de que esa reflexión que yo buscaba ya había sido respondida por muchos autores y autoras, pero también me di cuenta de que me faltaban herramientas como ensayista y que, sin embargo, disponía de herramientas como narrador. Y en ese ínterin apareció la casa, un poco como excusa o como arquitectura para poder contar la historia. Y entonces dije: mis herramientas son las de narrador, tengo que abordar este tema desde un punto de vista narrativo y literario. Por eso se convirtió en lo que se convirtió. Pero yo creo que el libro todavía tiene algo incluso ensayístico, es algo divagativo, no propone una idea que refuta o valida, divaga sobre un tema, a través de unos personajes que son literarios.

- B.M.: Por lo que he leído de ti, tus novelas están llenas de digresiones de tipo teórico y pienso que se te podría dar bien el ensayo. Un tipo de ensayo más cercano a lo literario en lugar de uno más técnico. Pero sí que veo en tu literatura voluntad de reflexión.

- J.C.: Sin duda. No sé, igual me impone la idea del ensayo, igual tengo una idea demasiado cerrada o académica del ensayo, por los ensayos que he leído. Y claro, yo no soy especialista, no soy académico, no tengo al alcance ese saber. Pero es cierto de que casi todo lo que hago tiene voluntad reflexiva. Digamos que casi todo lo que escribo propone muchas preguntas, las preguntas que yo me hago se las traslada al lector a través de mis personajes, rara vez me limito a contar una acción, a describirla y que eso no tenga más plan.

- B.M.: “Elogio de las manos” es una novela metaliteraria, que es algo que a mí me encanta. El propio narrador va narrando el proceso de escritura del propio libro y va haciendo reflexiones interesantes al respecto. Una de ellas, que yo creo que es un poco la poética del libro, queda resumida en esta frase: “Cada vez que recordamos, recreamos. Y cada vez que recreamos, transformamos”. Yo creo que esa es la poética del recuerdo que tú aplicas en este libro en particular, que está montado sobre recuerdos.

- J.C.: Claro, es que al final, en mi caso, todo confluye en la literatura. Si te fijas, el mecanismo por el cual la memoria funciona es muy parecido al mecanismo según el cual la narrativa funciona. Es decir, puedes tomar como punto de partida un hecho real, en este caso una experiencia en una casa, y aplicar los mismos barnices de la memoria. Y aceptar que ese recuerdo, o la traslación en forma literaria, es una distorsión de la realidad, una transformación. Un retorcimiento, si quieres, de la realidad, con una intención literaria, ética, estética… la que sea. Y eso funciona bien en los seres humanos porque llevamos contándonos historias supongo que desde que estábamos en las cuevas.

Hay algo en la transmisión de las historias o en las estructuras narrativas que nos embelesa, que nos enseña, que nos advierte del peligro… seguramente que nos permite desear, proyectar, fantasear, que nos alienta a conseguir algo que no creemos a nuestro alcance. Me imagino que, cuando esos hombres de las cavernas dibujaban bisontes en Chauvet o en Altamira, sería también una forma de aprendizaje. Esa narratividad de ese bisonte que corría y esos cazadores que iban detrás supongo que les alentaba a cazar, que era una proyección representada de aquello que podían hacer. Todo eso pasa en la literatura y a mí me gusta este paralelismo entre memoria y literatura. Y cuando hablas de lo metaliterario en el libro, también creo que hay una concomitancia o juegos de espejos entre la propia artesanía de la que se habla en el libro, los procesos manuales, con el proceso según el cual se puede escribir una novela. Yo lo que voy haciendo es contar cómo se escribe ese libro, al mismo tiempo que cuento cómo se suelda una reja o cómo se lija una mesa.

- B.M.: Claro, es que escribir también es un trabajo manual.

- J.C.: Es un trabajo manual y es un trabajo artesano, al menos tal y como yo lo entiendo.

02.Bruno Montano entrevista a Jesús Carrasco
- B.M.: Muy ligado al tema de la provisionalidad está el tema del apaño, del remiendo, de la compostura, de la solución de fortuna. En un marco general provisional se emplean estrategias provisionales también, como puede ser un apaño. Pero sin embargo Juanlu, uno de los protagonistas, afirma: “No hay nada más definitivo que algo provisional”. Parece una paradoja, pero tiene sentido dentro de esta novela.

- J.C.: Sí, y de nuevo volvemos al marco mayor, que es la vida. Vamos por la vida poniendo parches y haciendo chapuzas, intentamos apañarnos, porque rara vez tenemos la solución a un problema grave que sobreviene, por ejemplo la enfermedad o la muerte de un ser querido. No disponemos de todas las herramientas para terminar con ese problema y solucionarlo, sino que tenemos que ir apañándonos con lo que tenemos a mano: con las herramientas emocionales que tenemos, con lo que nos han dado nuestros padres… vamos haciendo nuestra vida ensayando, equivocándonos. De nuevo, para mí, en la idea del apaño resuena la vida. Y cuando dice eso Juanlu, en realidad también está hablando de la vida. Vas poniendo parches, vas siguiendo hacia adelante y vas transitando por la vida y yo creo que, en algún momento ya, vas renunciando a la idea de que esto va a ser algo que se pueda planificar o estructurar. En la vida, la vela propone y el viento dispone, como dice el refrán.

- B.M.: La lectura de este libro me ha recordado mucho a la filosofía japonesa del “wabi sabi”, que se basa en encontrar belleza en lo imperfecto y que tiene tres pilares fundamentales que creo que encajan perfectamente en tu novela: nada es permanente, nada es perfecto, nada está completo. Esta es un poco la filosofía de fondo de los personajes que viven en la casa de “Elogio de las manos”.

- J.C.: Exactamente. En cierto modo, hay bastante orientalismo en la novela, en la idea de aceptación y de no permanencia de las cosas, que es también la forma que particularmente yo tengo de entender la vida. En algún momento me interesé por esas corrientes de pensamiento, pero en el libro, más allá de una forma de vivir, lo que hay es un deseo. Yo expongo un deseo, cómo quisiera vivir. Quisiera no aferrarme a las cosas, quisiera vivir libremente, con ligereza. Quisiera amar generosamente. A veces lo consigo y a veces no lo consigo, pero es una cuestión de deseo, es una forma querida de vivir.

- B.M.: Es muy curiosa la figura del narrador en esta novela. Es un narrador protagonista, pero se parece muchísimo al autor. Nace en Olivenza, como tú. Vive en Sevilla, como tú. Su padre tenía un taller de encuadernación, como el tuyo. Su primera novela la escribió en el 2013, como tú. Su segunda en el 2016, vivió en Edimburgo, tiene bigote… si no eres tú, es tu hermano gemelo [Risas].

- J.C.: Sí, no he pretendido ocultar que yo soy el que está detrás del narrador. Siempre me he resistido a dar ese paso, a hablar desde el yo, desde Jesús Carrasco como ser humano, digamos. También a convertirme en personaje o a hacer autoficción, por una sensación de pudor. Yo siempre he sido muy pudoroso y lo sigo siendo. Pero en algún momento me di cuenta, y mi mujer me lo recordaba, de que tenía que vencer ese pudor para poder acceder a una parte de la vida y de la realidad que para mí es importante, valiosa y sobre la que tengo conocimiento, que es la vida particular, cómo funcionan las cosas dentro de una casa, dentro de una población… cómo es ser padre, cómo es observar la vida como yo la observo. En algún momento tenía que quitarme de en medio y lo he hecho en esta ocasión. He intentado vencer el pudor y contar la vida desde la posición que yo ocupo, sin parapetarme en personajes o en artificios de ficción. Que esto se llame autoficción, pues no lo sé. La etiqueta es un poco indiferente.

- B.M.: Yo la llamaría tu novela más autobiográfica.

- J.C.: Sí, pero tampoco he pretendido hacer una autobiografía.


- B.M.: Pero en ella está muy presente tu yo.

- J.C.: Es que necesitaba un narrador que contara las cosas con la fuerza de la primera persona. Yo tengo mi propio punto de vista sobre la realidad, de hecho eso es lo más importante que le puedo ofrecer a un lector, mi punto de vista, porque las herramientas de la escritura se me suponen, se supone que voy a escribir razonablemente bien. A partir de ahí, yo creo que lo más interesante que te puede ofrecer la literatura y un autor es su punto de vista, cómo ve la realidad, cómo esa configuración particular que es esa persona, junto con esas herramientas de la literatura, es capaz de ofrecernos una obra literaria compleja, poderosa, diferente. Es lo que yo he intentado hacer en esta novela.

03.Bruno Montano entrevista a Jesús Carrasco
- B.M.: En tus dos primeras novelas eran muy importantes los espacios abiertos, el gran paisaje, y en las dos últimas lo importante es la casa, son más domésticas en este sentido. Yo recuerdo un concepto por el que te pregunté acerca de “Llévame a casa”, que era el de la familiaridad genética. Tú hablabas de que cada familia y su entorno físico o sus objetos forman un caldo de cultivo del que emerge la familia. Esto también está muy presente en “Elogio de las manos”. Y me ha gustado mucho lo que dice el narrador de Bones, cuando afirma que era una persona que vivía en una "realidad de radio corto". En este libro muestras una realidad de radio cortísimo, una realidad intradomiciliaria.

- J.C.: Esa es una intención de estética literaria clarísima. Yo sí que defino esta novela como una novela doméstica, en el sentido de que precisamente el radio de observación y de recorrido de los personajes es la domus, la casa, que es un territorio físico pero es un territorio emocional también, que es el que más me interesa. Todo lo que sucede en la novela sucede en la casa o un poquito más allá, que es el territorio de Bones, que lo que propone es una exploración de la vida intensiva más que extensiva. En lugar de esa necesidad de conocer Nueva York, Sidney y lugares exóticos de una manera quizás ligera, sin conocimiento alguno, simplemente coleccionando imágenes, Bones propone reducir ese territorio pero conocerlo en profundidad. Y esto se puede aplicar también al ambiente doméstico, que es un recorrido que también hago yo como ser humano y como hombre, intentar ir encontrando en ese espacio corto donde supuestamente sucede lo cotidiano, lo rutinario, lo que parece que no tenga ningún interés literario, la profundidad de las cosas. Y me he dado cuenta de muchas cosas importantes para mí, como por ejemplo de que todas o la mayoría de cosas realmente importantes en mi vida han sucedido o han surgido de ese contexto cotidiano y doméstico. Y he querido dedicar una novela a explorar esa profundidad de aquello que vemos cada día y que pasa desapercibido.

- B.M.: Lo explicas muy bien cuando dices respecto a Bones que “la pequeñez del territorio le permite abrir los sentidos de una manera especial”. De este modo se reduce la extensión del espacio a cubrir, pero se intensifica la mirada o los sentidos sobre ese espacio.

- J.C.: Exacto.


- B.M.: Es interesante. Como dijo Pascal, “todos los problemas de la humanidad parten de la incapacidad humana de sentarse calmado en una habitación”.

- J.C.: Conozco la cita.

- B.M.: Tu libro, como el propio título indica, es una elegio de las manos, del trabajo manual. Pero es un elogio, como dices casi al final, de las manos libres, de las manos liberadas de la necesidad del trabajo. Y comentas que al mismo tiempo es un elogio del juego, del recreo, de los aprendizajes sutiles, del placer, del verano, del aire libre, de la naturaleza…

- J.C.: Exacto, lo he dicho muy bien en esa frase [Risas].

- B.M.: Yo pienso lo mismo, por eso la he subrayado [Risas].

- J.C.: Es que, a partir de la idea del elogio de las manos, del arrobo o del canto al trabajo manual y al cuerpo, me di cuenta de que surgían en paralelo muchos otros elogios que tienen que ver con esa percepción de las manos liberadas. Yo disfruto mucho trabajando con las manos, me embeleso mucho, me abstraigo mucho. Creo, construyo, arreglo, reparo. Me parece una forma de vivir poderosa, constructiva, intensa. Y paralelamente, en ese impulso de recreo con las manos me encontré que había otros muchos elogios en la novela: el de las manos que comparten trabajo con otras manos, el del que observa cómo trabaja otro, el elogio de las manos que cuidan, a veces tan invisibilizado, de todas las personas que cuidan de otras a nuestro alrededor sin que nos demos cuenta… todos esos elogios, de la vida, del canto, en último término del juego, diría yo, que es casi la otra parte del trabajo.

Las manos ocupadas por necesidad son las que trabajan y las manos liberadas son las manos que juegan, las que no buscan un propósito, las que son improductivas, pero al mismo tiempo se recrean, que es lo que hacen los niños. Mi intención es que en esta novela hubiera un potente elogio de la idea del juego, que yo no considero patrimonio de la infancia. Los niños ejercen el juego de manera profesional, pero creo que la idea de jugar es una aspiración para todo ser humano, que es sobre todo vivir en el presente, recrear y no buscar otra cosa que el propio disfrute. También el aprendizaje, que es algo que el juego también propone.


- B.M.: El “homo ludens”

- J.C.: Pues sí.

04.Bruno Montano entrevista a Jesús Carrasco
- B.M.: Hablas en esta novela también del tema del cuidado, que ya aparecía en “Llévame a casa”. Recuerdo que hablamos de Carol Gilligan y su “ética del cuidado”. En “Elogio de las manos” también aparece, sobre todo al final de la novela. El cuidado también es un trabajo manual. Puede parecer que el trabajo manual es el que hace un albañil o un alfarero, pero cuidar también requiere de un trabajo manual.

- J.C.: Sí, es sustancial la importancia del cuerpo a la hora de cuidar. Hay un cuidado físico y también un cuidado emocional, pero yo creo que el emocional empieza por el trabajo físico, por el contacto, por la caricia, por esa mano que extiende una crema en la piel de otro que lo necesita. El cuerpo está muy involucrado en la idea del cuidado y yo he intentado ponerlo también en valor. Efectivamente, lo traté con intensidad en mi anterior novela y en esta he seguido, a través del personaje de Mayoyi. Cuando estaba trabajando en esta novela y empecé a centrarme en mis manos que trabajaban me di cuenta de que había muchas manos alrededor que hacían cosas que yo no estaba haciendo en ese momento y que también tenían que entrar en el ensayo.

Podrían haber entrado también en el libro las manos de la cajera del supermercado, del que nos sirve la comida o los alimentos que necesitamos cada día. Esa es una conclusión a la que llegué. Empecé a pensar en ello, como creo que le pasó a todo el mundo, durante la pandemia, cuando nos dimos cuenta de que existían un montón de personas a nuestro alrededor, que parecían invisibles pero que eran esenciales para la vida, que nos proveían de esas necesidades con el uso del cuerpo y de las manos. Pensé, quizás ingenuamente, que después de la pandemia esas personas volverían a la luz, pero he visto que han vuelto a ocupar un lugar invisible, mal remunerado, mal considerado, como si fueran personas no esenciales. Cuando me he dado cuenta de que los que no son esenciales son los youtubers, los influencers… podemos prescindir de ellos, pero no de esas personas que con sus manos nos atienden cada día.

- B.M.: Otra cosa de la que hablas en tu libro es del embeleso, del arrobo, de ese trance casi místico que supone muchas veces trabajar con las manos de forma concentrada y tranquila, de ese estado no ordinario de conciencia al que te induce el trabajo manual.

- J.C.: Es una experiencia que yo he tenido y soy consciente de que muchas personas también, cómo el trabajo con el cuerpo, y especialmente con las manos, te induce a un estado como dices de concentración plena, de abstracción, de conciencia del presente por un lado, cuando no piensas en otra cosa más que en lo que estás haciendo, y al mismo tiempo se da un efecto que podía parecer paradójico o contrario, que es una abstracción de la realidad. Hay una focalización enorme en el presente y en el objeto cuando trabajas con las manos. Yo he vivido esto, lo sigo viviendo y para mucha gente sé que también es importante.


- B.M.: Como has comentado, el trabajo manual revaloriza o resignifica el estar aquí y el estar ahora. Es una forma de hacer más sensible el presente.

- J.C.: Es una forma de meditación, en último término. Volviendo al orientalismo, podríamos decir que el trabajo con las manos desarrollado plenamente, no casual sino concienzudo, produce un efecto parecido al de la meditación, a esa concentración en el presente que decíamos antes. Yo lo he visto en muchos artesanos lo veo en mí también cada vez que pasa, podría pasarme la vida entera practicando yoga o meditación y no conseguir ni la cuarta parte de lo que consigo simplemente reparando un enchufe. Seguramente en comparación no llegue a ningún lugar en la escala del budismo, pero yo consigo ser feliz. Y creo que además en este momento es un efecto necesario y ansiado por muchas personas, porque vivimos en un momento de enorme dispersión y distracción, exactamente lo contrario de esa concentración en el presente. Yo creo que se hace necesario, lo percibo en el ambiente, en las calles de mi ciudad, donde veo cada vez más talleres de alfarería, por ejemplo, para que la gente pueda practicar con el barro, u otro tipo de trabajos manuales. Yo creo que hay un ansia de parar y de sosegarse y veo al trabajo manual propicio para esa experiencia.

- B.M.: Otro detalle importante es el feedback que produce el trabajo manual. Operas sobre la realidad transformándola, pero esa realidad que tú has transformado también te transforma a ti. Se da una circularidad.

- J.C.: Yo creo que cuando superamos cualquier tipo de resistencia, la que sea -un dolor, una contrariedad que nos obliga a buscar soluciones creativas o un aprendizaje que no teníamos-evolucionamos, mejoramos. Es decir, la realidad también nos transforma a nosotros. Y eso con el trabajo manual se ve claramente. Alguien es diferente antes y después de reparar un enchufe por primera vez, porque se da cuenta de que tiene las herramientas para ser autónomo. Esa exposición a lo que se nos resiste produce cambio y crecimiento.

- B.M.: Por último, el trabajo manual también te ayuda a vencer el miedo a la realidad, como explica muy bien la cita inicial del libro. Es como si te incorporaras a la realidad, la tocaras, la palparas y dejaras de tenerle miedo.

- J.C.: Claro, porque la realidad material y emocional puede sernos muy hostil, muy ajena. Podemos tener miedo a reunirnos con ese amigo que sabemos que nos va a comunicar un problema que no sabemos resolver, nos da miedo que se nos rompa el tostador porque tenemos que esperar cuatro días a que llegue alguien o ir a comprar uno… esa exposición a la realidad, esa pérdida del miedo, el contacto con lo que los rodea, yo creo que produce ese crecimiento. Y sobre todo se reduce el miedo, al darte cuenta de que puedes relacionarte con los demás y de que puedes hacer frente a lo que falla en tu entorno, de que al menos puedes intentar solucionarlo o superar esa dificultad. Otra cosa es que lo consigas o no, pero te das cuenta de que al menos puedes intentarlo. Y a veces ni siquiera nos permitimos intentarlo, por miedo.

Desde Trabalibros agradecemos a Jesús Carrasco el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial Seix Barral el haber hecho posible este encuentro.
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