La periodista madrileña
Mara Torres dirigió durante cinco años el popular programa radiofónico "Hablar por hablar" de la Cadena Ser, de donde pasó a presentar el informativo de televisión "La 2 noticias". Su carrera profesional ha sido reconocida con premios como la Antena de Oro, el Micrófono de Plata y el Premio E-award a la Personalidad del Año en e-Show Barcelona 2014.
En su faceta de escritora
Mara Torres es autora de "
Hablar por hablar. Historias de madrugada", "
Sin ti. Cuatro miradas desde la ausencia" y "
La vida imaginaria", novela que quedó finalista del Premio Planeta 2012. Bruno Montano de Trabalibros ha tenido la oportunidad de conversar con ella con motivo de la publicación de su última obra, "
Los días felices", una historia sobre los años más intensos de la existencia "donde describe la etapa más cambiante del ser humano, en la que el amor, la amistad, la cotidianidad y los sueños quedan reflejados en una historia tan sencilla, compleja y divertida como la propia vida" (editorial
Planeta).
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Bruno Montano, B.M.: Me gustan mucho los personajes sabios y, de los que aparecen en tu novela, Leopoldo es mi preferido. Por boca de Leopoldo lanzas una teoría, que él asegura que es de un viejo que conoció. Me refiero a la idea de que la vida de un hombre se puede contemplar en veinticuatro horas y que, observándolo a lo largo de periodos de cinco años puedes ver la evolución de esa persona. Sobre todo entre los veinte y los cuarenta años, que es la época en la que se producen los grandes cambios. Esta idea conforma la estructura principal de la novela. Yo no conocía esta teoría, ¿de dónde surge?
- Mara Torres, M.T.: En realidad no hay un viejo sabio ni hay un Leopoldo, esta teoría me la inventé. Llevo escribiendo diarios desde que era muy pequeña. Todo empezó de forma casual, me regalaron un diario con nueve años y, así como hay gente a la que se lo regalan, lo guarda en un cajón y nunca más vuelve a abrirlo; yo sí que lo utilicé. Me regalaron una vez un perro, que era lo que yo deseaba más en este mundo, y estaba tan contenta que necesitaba contarlo, proclamarlo a los cuatro vientos y además dejarlo por escrito. Así que abrí ese diario y escribí: "Hoy me han regalado a mi perro". Desde entonces tengo el hábito de escribir en él. Y siempre he pensado que, si coges una sola página del diario, es muy probable que únicamente con lo que se cuenta en ella se adivine toda tu vida anterior. Lo que pasa es que este es un argumento muy utilizado en el cine y la literatura, así que trabajé con la posibilidad de dejar un intervalo de cinco en cinco años. En dos décadas tan cambiantes como son de los veinte a los cuarenta años, donde cambian los escenarios vitales, emocionales, sentimentales y físicos, si dejas el tiempo suficiente como para que esos cambios se noten, hay mucho juego literario. Además decidí escoger un día en concreto, que se parece a otros pero que es muy distinto, porque en realidad un día de cumpleaños sólo se parece al siguiente en la fecha, en que todo el mundo te desea que tengas un feliz día -de ahí el doble sentido del título- y en el que suele haber una tarta de cumpleaños (y, si no la hay, esto también denota algo). Con esos parámetros -dos décadas muy cambiantes de una persona, un día simbólico y un intervalo de cinco años- monté una estructura que me permitía contar una historia sobre un personaje, que me aportaba el juego suficiente como para poder crear.
- B.M.: Desde el punto de vista narrativo es una estructura muy económica que a mí me ha sugerido el funcionamiento de las neuronas. No sé si sabrás que la transmisión eléctrica entre neuronas va dando saltos, de hecho se la llama "conducción saltatoria". El flujo eléctrico no es lineal, sino que da saltos de un nódulo a otro.
- M.T.: ¿En serio? Qué interesante.
- B.M.: En tu novela, los cumpleaños equivaldrían a los nódulos de información a través de los que va saltando la narración. En "
Los días felices" has hecho una especie de "narración saltatoria" que supone un ahorro textual que ha hecho que la novela no se alargue hasta las 800 páginas y se quede en 300.
- M.T.: Lo curioso es que yo tengo esas 800 páginas escritas. Escribir esta novela me ha llevado tres años y el primero lo dediqué prácticamente a la estructura, a dibujar más o menos qué quería contar en cada día de cumpleaños. Pero yo no podía escribir saltándome el intervalo entre un año y otro, así que el segundo año lo dediqué a escribir esos veinte años. De ahí esas 800 páginas a las que haces mención, páginas que podrían ser una novela pero que no están escritas para serlo, están escritas a modo de borrador. Y el tercer año lo dediqué a depurar muchísimo para que el lector encontrara sólo cinco días de esos veinte años. El lector tenía que ir saltando en el tiempo, pero el relato tenía que mantener la cohesión. Y esto no era sencillo, porque además de conocer la vida de Miguel, el lector tenía que conocer lo que había pasado durante esos veinte años con todos los personajes que rodean a Miguel.
- B.M.: En esas 300 páginas te has centrado en los personajes principales (su psicología, su evolución, sus relaciones) y has difuminado un poco el contexto sociológico, político y económico, que queda desleído al fondo de la trama.
- M.T.: Completamente. Mi intención era escribir una novela que fuera el retrato sentimental de un personaje, al que además he convertido en protagonista absoluto de la novela. Incluso el punto de vista del narrador no es omnisciente; el narrador lo cuenta todo a través de la mirada de Miguel. No es que el narrador describa a Claudia, por ejemplo, sino que la describe a través de los ojos de Miguel. Por eso está tan unida la voz narradora con la voz del protagonista, hasta el punto de que, si no existieran los signos de puntuación que lo delimitan, se confundirían. Yo buscaba esa identificación. Y otra cosa que me interesaba es que el lector leyera la novela como un latigazo, que arrancara a leer y no terminara. En ese sentido, si podía dejar una descripción de cinco folios en una frase, hacía ese trabajo. La idea es que en esa frase el lector debe poder encontrar esos cinco folios que yo he escrito y que no aparecen. En esta novela me interesaba tanto lo que hay en las líneas como lo que hay entre líneas.
- B.M.: Lo que hay entre líneas, que siempre es lo más importante y lo más difícil de conseguir. Comentabas antes que "Los días felices" es una historia de amor y de amistad, pero sobre todo es la historia de una
evolución sentimental.
- M.T.: Así es. En "Los días felices" he tratado de difuminar el contexto, ni siquiera el nombre de la ciudad es real, lo tomé de un tipo de letra del Word. Lo he hecho con la intención de centrarme en el relato sentimental de un personaje, yo no quería contar la historia de un país, ni de una sociedad, ni siquiera de una generación. Y contarlo de forma concentrada. Aunque por otra parte, si te das cuenta, la novela no solo transcurre en un único día, sino que lo que dice el personaje sobre que es un desastre sentimental es lo mismo que dice justo al final. No transcurre el tiempo entre el principio y el final de la novela.
- B.M.: En eso precisamente está basada mi segunda pregunta. El protagonista comienza reconociendo que es un desastre sentimental, que tiene la tara de desear únicamente lo que no tiene, y acaba con el mismo discurso al que le añades unos puntos suspensivos al final que lo dejan abierto. La elección se ha producido, han pasado cosas y, aunque las palabras del protagonista sean las mismas, él ya no es el que era.
- M.T.: Exacto. Está mintiendo. Miguel se mira en el espejo y aquel discurso que había mantenido ya no le vale. La novela juega mucho con la idea de si tras veinte años somos los mismos de entonces, o si verdaderamente hemos cambiado. Y en veinte años cambiamos.
- B.M.: Y en los veinte años que van de los veinte a los cuarenta, todavía más.
- M.T.: Claro. La vida nos cambia, las circunstancias nos cambian y pasan cosas que nos hacen entender que la vida va en serio.
- B.M.: Sé que inicialmente pensabas titular la novela "
El impuesto sentimental". Este es un concepto que usas varias veces. Defínemelo.
- M.T.: Durante los tres años que he estado escribiendo lo he hecho con ese título en mente. "El impuesto sentimental" tiene que ver con la contrapartida que aparentemente uno tiene que pagar por elegir una determinada relación sentimental. Es decir, si yo quiero tener una relación estable pero también quiero tener la pasión de las primeras relaciones, conseguir las dos cosas es imposible, o tienes una cosa o tienes la otra. Y en esta novela aparece mucho la idea de ese "impuesto sentimental", para bien y para mal. Hay una frase que le dice Pecu a Miguel: "Todas las relaciones exigen un peaje" y Miguel contesta: "Si tú estás solo, ¿cuál es el que pagas tú?" y Pecu responde: "Eso mismo, estar solo". Incluso la elección de estar solo implica pagar cierto peaje.
- B.M.: En mi pueblo dicen una frase que tiene relación con esta idea: "Cásate o no te cases, hagas lo que hagas te arrepentirás". [risas]
- M.T.: Pues te diré una cosa, uno de los gérmenes de la novela es el amor platónico, porque es el único que no se desgasta con el tiempo. El único peaje que paga es que no se hace real, pero eso lo mantiene impoluto, intocable, en el estado en el que se vivió. El germen de "Los días felices" fue hablar de un amor que no se completó.
- B.M.: Siguiendo con el lenguaje fiscal, tu novela narra una especie de "evasión fiscal sentimental" que ejerce alguien que se evade de pagar ese impuesto y mantiene una relación platónica que no se desgasta y conserva su pureza.
- M.T.: Sí, es que el amor platónico pertenece al mundo de las ideas y, por tanto, ese amor permanece en la forma que adopta la idea que tú tenías de ese amor en aquel momento. ¿Por qué no llamamos a los amores platónicos en los que llevamos veinte años pensando? No los llamamos porque no queremos hacerlo realidad, porque nos sirve como evasión, como isla en la que refugiarte.
- B.M.: Hay una frase de tu novela que me ha gustado mucho: "Refugiarse en la belleza de las cosas que aún pueden suceder". No en lo que ha sucedido o en lo que va a suceder, sino en lo que podría suceder. Extiendes el ámbito de posibilidad al horizonte y piensas que es bello porque no ha sucedido, no ha entrado en contacto con el oxígeno y por tanto no se ha oxidado.
- M.T.: Pues sí. Esa frase -que no es mía, sino de alguien que me la dijo- me parece que engloba prácticamente toda la historia de Claudia y de Miguel y también la de muchos de nosotros, que acabamos convirtiendo esas cosas que no se hacen realidad en esperanzas que pueden suceder.
- B.M.: Como en "
El banquete" de
Platón, al final acabas enamorado de una idea. No de un ser humano, sino de la idea o concepto que éste representa.
- M.T.: De hecho, creo que hay algo de "salida de la caverna" en esta novela. Te das cuenta de que la vida va en serio cuando sucede ese hecho definitivo en tu vida que te hace ver la luz y pensar: "La vida es esto y la vida pasa".
- B.M.: Hecho definitivo que no descubriremos aquí para no hacer
espolier de la novela.
- M.T.: Que no diremos cuál es. [risas]
- B.M.: El poema del que Leopoldo extrae la cita con la que dedica el libro a Miguel es de
Gil de Biedma y dice así: "Disfruta mientras puedas porque la vida luego vendrá en serio y seguramente ya no lo podrás hacer como ahora". Es una invitación al "carpe diem", a vivir aquí y ahora.
- M.T.: Leopoldo, que me has confesado que era tu personaje favorito, es un personaje clave y definitivo en la novela. Él le regala un libro de poemas de Gil de Biedma a Miguel y en la dedicatoria le escribe: "A Miguel, en su veinte cumpleaños, para que tarde mucho en descubrir que la vida va en serio". Y la verdad es que luego, cuando se encuentra con Leopoldo, yo creo que ellos se miran y ambos ya entienden el significado de esta frase.
- B.M.: Pecu también es un personaje interesante. Él dice que el amor es mentira, que el amor nos convierte en impostores, que amamos pero ni siquiera conocemos a quién amamos ni a nosotros mismos después de amar, porque al amar nos transformamos, nos adaptamos y perdemos nuestra identidad. ¿Estarías de acuerdo?
- M.T.: No estoy de acuerdo, esta es una opinión de Pecu que además está vinculada con "Happy days" de Samuel Beckett, que es una obra de teatro del absurdo donde una mujer que se llama Winnie está enterrada en un escenario y habla del tedio del amor todo el rato, mientras el marido está detrás suyo. En su monólogo se aferra a esos tiempos en los que fueron felices. Yo no estoy de acuerdo en lo que dice Pecu, su discurso tiene que ver con su propia historia vital. Pero, desde luego, defiendo algo muy importante, y es que prefiero que haya límites en las parejas. No me gusta la idea de mirarse al final en el espejo y no reconocerse. Mi idea del amor, que no aparece en la novela, es más positiva que la que tiene Pecu, que es muy radical.
- B.M.: Él estructura su vida en función de esa idea particular sobre las relaciones amorosas.
- M.T.: Sí, y luego resulta que la relación que tienen Sofía y Miguel está mucho más cerca del discurso de Pecu que del discurso idílico del amor.
- B.M.: La clave de la relación entre Claudia y Miguel se encuentra en la carta que ella le envía donde dice: No me quiero enamorar de ti, no quiero establecer una relación de pareja porque sé que acabará desgastándose lo que siento por ti, que acabaremos traicionándonos y haciéndonos daño. Prefiero que sigamos viéndonos los viernes y ya está.
- M.T.: Exacto, una carta escrita con un lenguaje de veinteañera, con poco adorno literario, y yo diría que es una carta tremenda. Le dice que no está enamorada de él ni quiere enamorarse nunca. Pobrecillo. La idea que tiene Claudia del amor es que se desgasta con el tiempo, y de hecho le dice a Miguel que le viene muy bien que ella sea su amor platónico, porque de este modo siempre podrá tirar de ella, mientras se mantenga en ese estado.
- B.M.: Claudia dice una frase al principio de la novela que al final repite Miguel: "La vida es sólo eso: vida". Leopoldo dice que la vida es sencilla, pero la hacemos complicada. ¿La vida es eso que va pasando, lo que se nos va escapando entre las manos mientras intentamos ser felices?
- M.T.: Estas dos frases que acabas de señalar yo creo que engloban el sentido de "Los días felices". John Lennon dijo que la vida es lo que pasa mientras hacemos otras cosas. Así es. La vida es sólo eso: vida. Ni más, ni menos, que ya es mucho. Y es verdad que la vida es sencilla, pero la hacemos compleja. Como dice Gil de Biedma, el verdadero argumento de la obra de la vida es vivir y morir.
Desde Trabalibros agradecemos a
Mara Torres el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a los responsables del Hotel Astoria de Valencia el haber cedido un lugar ideal para esta conversación y a la editorial
Planeta el haber hecho posible el encuentro con esta autora.