Trabalibros entrevista a Aroa Moreno Durán, autora de "La bajamar"

martes, 12 de abril de 2022
"Nos pasamos la vida en marea alta ignorando la belleza y la muerte que oculta el agua."
La escritora madrileña Aroa Moreno Durán estudió Periodismo en la Universidad Complutense, especialista en Información Internacional y Países del Sur. Es autora de "La hija del comunista", novela que obtuvo el Premio Ojo Crítico 2017 a la Mejor Novela del Año. Traducida al inglés, francés, italiano, búlgaro, portugués, y próximamente al alemán, la novela va ya por su quinta edición. Ha publicado los libros de poemas "Veinte años sin lápices nuevos" y "Jet lag". Es autora de las biografías de Frida Kahlo, "Viva la vida", y de Federico García Lorca, "La valiente alegría".

Bruno Montano ha tenido el placer de entrevistarla para Trabalibros sobre su última novela, "La bajamar" (Literatura Random House), una historia de tres mujeres (madre, hija y abuela) y del pasado reciente de nuestro país con la que Aroa Moreno está sorprendiendo de nuevo a la crítica y consolidándose como una autora muy a tener en cuenta dentro del panorama literario español.

La bajamar (Aroa Moreno)-Trabalibros- Bruno Montano (B.M.): Tanto en tu anterior novela “La hija del comunista” como en “La bajamar” la Historia (en mayúsculas) interacciona de forma productiva con la intrahistoria vital y sentimental de tus protagonistas. Veo que te interesa mucho, no sé si por tu condición de periodista, el engarce narrativo entre la Historia y las historias.

- Aroa Moreno Durán (A.M.): Me interesa por dos cosas. La primera es que yo misma soy incapaz de aislar mi vida, mi vida íntima, de la Historia en la que se ha tenido lugar, es decir, dentro de un espacio y un tiempo muy concretos. Si no hubiera tenido esas coordenadas, mi vida habría sido otra. Si no hubiera nacido en Madrid, en 1981, y hubiera nacido en, qué se yo, en Berlín, por ejemplo, mi vida ya habría tenido una cicatriz radical en 1989.

Y por otra parte, en este país, la Historia sigue siendo una poderosa arma arrojadiza. Nos dicen que pasemos página cuando la guerra no se le cae de la boca a nadie. No somos capaces de reconocer ni siquiera los hechos, así que menos a las personas que los sufrieron. ¿Cómo no intentar darles algún tipo de voz? La literatura puede dar calor en algunas habitaciones que hemos dejado conscientemente heladas.


- B.M.: En este libro, al igual que lo hace tu protagonista Adirane con su abuela, intentas fijar la memoria aun viva de ciertas personas a través de la narración. Cuéntanos cómo ha sido tu experiencia con la familia de Jesús María Cormán, en cuyas biografías está el germen de “La bajamar”.

- A.M.: Ha sido una experiencia preciosa, sobre todo, gracias a la generosidad de Cormán y de su madre, aunque también su padre, con una memoria prodigiosa, que participó dándome datos concretos de Pasaia en el pasado. Cormán es poeta y es artista plástico y lo subrayo porque creo que ha sido clave a la hora de entender que los caminos de la literatura no siempre son lógicos o racionales. Durante la pandemia, él me pasó un montón de grabaciones de su madre narrando su vida, también fotografías. Lo que yo entendí que estaba recibiendo era un tesoro: un testimonio oral y vivo de un exilio. Un legado familiar. Por eso, en la novela, Ruth tiene esa voz tan oral, porque no quería desperdiciar la voz de Antonia, que es como se llama la verdadera niña del Habana, y porque sentía que tenía que trabajar con respeto ese testimonio real. Ruth está inspirada completamente en esa voz, pero no el resto de la novela, ni los personajes, el resto de la familia es inventada, es ficción. 

- B.M.: Ruth – Adriana – Adirane, abuela, madre e hija, unidas por un mismo trazo biológico, pero sobre todo por la condición de madres. “Hay una extraña relación entre las mujeres maternas de una familia”, afirma Adriana en el tercer capítulo. ¿Es este libro una exploración de la maternidad y la “extraña” forma que puede adoptar ésta en función de las diferentes circunstancias personales de las madres?

- A.M.: Sí. Yo fui madre de mi hijo Pablo en 2016 y, claro, vi cómo una Aroa anterior amagaba con borrarse. Ser madre, para mí, siempre ha sumado el amor inmenso y la defensa a muerte de mi identidad. ¿Por qué no podían convivir las dos? Y pensé que allí donde hay un personaje luchando por su identidad, puede haber literatura.

Entonces, empecé a plantearme si mi madre también tuvo esta pelea o mis abuelas, y la verdad, no era capaz de responderme. Así que emprendí la escritura. Voy a ver qué les pasa a los personajes si están en otros territorios o en otros tiempos más extremos. Me di cuenta de que el amor y el dolor permanecen, pero la supervivencia ordena las prioridades.

- B.M.: La más difícil de entender es la maternidad de Adirane. Ruth vivió la Guerra Civil y el exilio infantil, Adriana “los años de plomo y caballo” en el País Vasco, pero Adirane vive una “ordinary story” tranquila en la que sabe todo lo que va a ocurrirle, vive en un mundo organizado y sin sorpresas, seguro hasta el aburrimiento, y sin embargo abandona en Madrid a su hija pequeña.

- A.M.: Es la fragilidad de nuestro Estado de Bienestar. La frivolidad con la que se nos exige la alegría constante. Es el individualismo. Ruth y Adriana tienen un mal colectivo encima, la guerra, la violencia, está claro. ¿Pero qué tiene Adirane? Ansiedad: la anticipación de que algo malo va a pasarle. Y esa ansiedad es, en parte, herencia de un miedo anterior a ella, un miedo casi ancestral, y, por otra parte, es el mal común que tiene su generación. ¿Por qué no lo ve? Porque estamos absolutamente desconectados, nos han robado la fuerza motriz que tiene sentirnos parte de algo. Y, lo que es peor, esa fuerza la está recogiendo ahora quien no debe.
 
Muchas veces, cuando veo la frustración de mujeres de mi edad, recuerdo ese verso de Gabriela Mistral: Todas íbamos a ser reinas, de cuatro reinos sobre el mar. Y no lo fuimos. 

Trabalibros entrevista a Aroa Moreno Durán
- B.M.: El Limo - Marea baja - El limo – Marealta – El limo. Esta es la estructura ondulante de tu novela, que empieza en el limo con un pequeño cadáver y vuelve a él en el último capítulo. Un inicio y un final que de alguna manera marcan el tono de la novela.

- A.M.: Sí, tal vez, no tenga importancia, pero tanto en La hija del comunista como en esta novela, yo pretendí conscientemente darle a la estructura de la novela una simbología. Qué pasa en la novela con la retirada del agua. Qué pasa cuando sube la marea. Y qué pasa, sobre todo, en el limo, qué se expone, qué se descubre. Dónde está nuestro limo: ¿lo vemos? Nos pasamos la vida en marea alta ignorando la belleza y la muerte que oculta el agua.

- B.M.: Llama mucho la atención de tu escritura el fraseado corto y rítmico. ¿Esto es porque odias las subordinadas o es algo que tu condición de poeta te impone?

- A.M.: Es mi forma de escribir. Pero también es mi forma de pensar o de ser. De la poesía, supongo, que bebe el ritmo, la mirada o la palabra, pero al final, es la misma persona escribiendo. Creo que si lees algún artículo que yo haya escrito, el fraseo es el mismo. A veces, intento romperlo, darle alas al lenguaje y a las oraciones, pero no lo consigo. No odio las subordinadas en absoluto, pero creo que me da ansiedad no llegar cuanto antes al final de una idea. Por eso, también, mis novelas no son largas. No me gusta la paja en los textos, me gusta ir al hueso, en la literatura y en la vida.

- B.M.: Ruth y Adriana están narradas en primera persona, pero Adirane lo está en lo que podríamos llamar una falsa tercera persona, con un narrador que lo sabe absolutamente todo de ella. ¿A qué intención responde esta alternancia de narradores?

- A.M.: Fue una decisión difícil. Porque a veces estas voces hacen que el lector empatice más o menos con alguna historia en detrimento de otra. Yo quería que las tres tuvieran su propio espacio, que no fueran narradas por las otras y volviera a producirse el silencio o el ruido familiar. Luego he reflexionado, sobre todo, el narrador de Adirane. Con Ruth era fácil, tenía el testimonio oral y pensé que, además de aprovecharlo, esa voz de una mujer de más de 90 años tenía que estar directa, sin filtro, para no desperdiciar nada de su memoria. Adriana nace como un monólogo interior muy reflexivo, porque quería dar hondura a esa generación, que es la de mi madre, muchas veces subestimada o sin una épica concreta para nosotros (injusto y falso). Y ahora pienso que Adirane nace en tercera persona para tomar distancia de ella. Es una mujer de mi edad con una hija de la edad de mi hijo, algo que yo hago para facilitarme la ubicación generacional, pero que el lector entiende de otra forma a veces. A ella iban a juzgarla los lectores, yo lo sabía, por dejar a su hija atrás. Y yo tenía que armar al personaje de buenas razones. También, una primera persona habría sido muy claustrofóbica para las razones de Adirane. Necesitaba alejar un poco el foco, aunque no mucho. 

- B.M.: Ruth, con los años, olvida. Adriana, calla. Y Adirane sufre por falta de interlocución. Los silencios, “esos centros gravitacionales invisibles sobre los que orbitamos”, están muy presentes en tu novela. “Agujeros incomprensibles dentro de la vida de cada uno”, acaban por provocar angustia. ¿Es la falta de comunicación correcta el origen de la mayor parte de los dolores psicológicos?

- A.M.: Yo no sé pedir ayuda, por ejemplo. Me cuesta mucho. Pero también hay personas que no saben cómo darla u ofrecértela. Cuando se cruzan estas dos cosas, nace la grieta. Una fisura primero, un socavón enorme después que nos impide el encuentro. Luego están los silencios más oscuros, esos que guardamos dentro durante años. No son secretos, son silencios. Están ahí, convivimos con ellos y sabemos que cualquier día pueden revelarse y rebelarse y poner a la luz todo aquellos que nunca nos hemos dicho. Esos silencios duelen a quien los guarda y a quien nunca pregunta por ellos.

- B.M.: El limo tiene un valor simbólico muy importante en tu novela. Cuando se retiran las aguas del día a día emerge el limo, ese poso vital que nos constituye, ese decantado involuntario del que todo emerge y al que todo vuelve. Ahí residiría nuestra verdad más íntima y nuestro dolor más profundo.

- A.M.: En algún momento, pensé en llamar a la novela Memoria del limo, por la importancia que tiene todo eso que queda ahí, debajo del ruido y la furia de los días, y en concreto, aquella huella sobre el fondo que se narra en el primer capítulo. Aunque toda la novela sostiene que hay que preguntarse, hablar y demostrarse los afectos, también creo que debemos defender nuestro más profundo pensamiento. No dejar de ser dueños de nuestro rato más solitario: nuestra verdad. El problema es que, a veces, ni nosotros mismos somos capaces de llegar a ver nuestro limo, o no sabemos. Perdemos la perspectiva. Cuando miramos hacia adentro y ya no vemos nada, hay que parar y preguntarse por qué.

Desde Trabalibros agradecemos a Aroa Moreno Durán el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial Literatura Random House el haber hecho posible este encuentro.
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