"En la vida de la gente siempre hay secretos, discusiones, odios, envidias que la mayoría de las veces no tienen trascendencia; pero en los casos de asesinato todo cobra importancia: cada enfado, cada riña, un amante despechado, un marido celoso, un empleado resentido, todo parece dar una clave para el caso. Y de todos esos hilos, solo uno tiene importancia, ¿pero cuál?"
El cuerpo sin vida de
Cristina Sasiain ha sido encontrado en una peletería de su propiedad. Su cadáver, el de una mujer que estaba espléndida a sus cincuenta y dos años, está tendido sobre las pieles y su melena rubia teñida de sangre tiene cierta similitud con el pelo suave de los abrigos del perchero, manchados ahora con pintura roja.
Carmen no puede evitar pensar que en esta ocasión la escena del crimen tiene aspecto teatral.
La mujer asesinada era muy conocida en
San Sebastián. Pertenecía a la clase alta y salía a menudo en los ecos de sociedad de la prensa local. Aun así, llama la atención que alguien hubiera querido matarla. No parecía tener grandes enemigos y el robo no puede considerarse un móvil en este caso. Tampoco lleva la firma de ETA, el grupo terrorista que tantas veces ha actuado en su ciudad. Teniendo en cuenta el trabajo al que se dedicaba Cristina y el espray rojo que alguien había proyectado sobre las pieles, el crimen hace pensar en una venganza de algún grupo ecologista. No obstante, cualquier persona de su entorno debe considerarse sospechosa y no se puede descartar.
Con el cometido de resolver este caso se encuentra
Carmen, una
Ertzaintza de mediana edad. Para ello, se esfuerza en poner en marcha lo antes posible su cerebro y a su reducido equipo policial: Lorena, Aduriz y el imbécil de Fuentes, al que por desgracia en esta investigación tiene que soportar. Es un trabajo bastante duro para una mujer que, cuando llega a casa, todavía tiene que bregar con dos hijos adolescentes. Por suerte tiene a Mikel, su marido, amigo y cómplice, que le hace la vida más fácil.
El equipo de policías, encabezado por
Carmen, comienza con las pesquisas. Visitan la
peletería, hablan con la socia de Cristina en el negocio, se reúnen con cada miembro de la familia, se entrevistan con sus amistades... Y al hacerlo van descubriendo secretos, verdades a medias y pequeñas mentiras; el tipo de información que podría destrozar "familias, sentimientos y reputaciones", inútil para la investigación en primera instancia, hasta que aparece el detalle que faltaba, la pieza que al ser colocada junto al resto hace que todo cobre sentido.
Laura Balagué crea en "
Las pequeñas mentiras" una trama coherente y creíble, como perfectamente creíble es también su personaje principal, la inspectora de la
Ertzaintza Carmen Arregui. Y precisamente en esto reside el éxito de esta novela; la voz de Carmen persigue al lector después de haber terminado el libro, convenciéndole de que podría tratarse de una persona real y dejándole con ganas de más.