Última escena

Carmen Escribano
"El sol se refleja vigoroso en las fachadas del otro lado de la calle, derrochando luz y calor. Son las primeras horas de la tarde y mi habitación pronto empezará a estar en penumbra, una sombra total después de haberme negado los cálidos rayos que mi cuerpo tanto necesita. Otros sí los tienen. Otras casas están soleadas, cálidas y luminosas. La mía no. No puedo evitar la comparación que me coloca, aún más, en la soledad y el desamparo. Un rayo de sol me confortaría en estos momentos. ¿Me haría cambiar de idea?. Cuando el mundo se te hunde, todo contribuye a que lo haga y la más insignificante circunstancia tiene un peso contundente y decisivo. La vida igual que mi calle, el calor para algunos, para otros no. No quiero seguir, nada me mueve a hacerlo. Me ha vencido el cansancio. Mi lucha ha terminado ya. Al tomar esta resolución, consigo estar en paz. No voy a hacer nada más. No espero nada. Sé que nada vendrá a salvarme como en aquella canción …a la hora del naufragio y la de la oscuridad alguien te rescatará para seguir andando. Nunca he conseguido nada de la vida. Demasiado tiempo he luchado sin ninguna recompensa. Mis esfuerzos han sido siempre inútiles. Los rayos del sol son para los elegidos. No importa lo que hagas. En los grandes engranajes de la dinámica del mundo no han encajado nunca mis proyectos. He sido siempre una pieza utilizada por otros intentando buscar una función propia, algún logro a mis intentos. La vida se me ha mostrado demasiado dura y decepcionante como para querer repetir, como para querer continuar. Ahora solamente espero unos últimos momentos en paz, sin buscar nada, sin perseguir nada, solamente vivir en armonía con lo que soy y lo que me rodea. Estos instantes no me los va a robar nadie. Estoy solo y cansado. Pero me queda la satisfacción de poder retirarme a mi antojo. En este momento soy el dueño de mi universo, soy Dios. Nadie va a intervenir en mi vida aparte de yo mismo. Donde voy no hay sufrimientos, inquietudes ni esperanzas vanas, sólo la nada. Éste es un momento espléndido, pleno de intensidad, el clímax de una vida. Yo lo decido todo".
La calle va quedando silenciosa a medida que avanza la tarde. Los cada vez más escasos transeúntes nocturnos bajan la voz, en un respeto intuitivo a las horas del descanso. La humanidad entera se deja caer, confiada, en manos de la Providencia, una vez acabada la jornada de trabajo y lucha. Es el tiempo sagrado del reposo, del recogimiento. "Mi reposo se altera a medida que van desapareciendo los murmullos callejeros, ellos me acompañaban, daban un tinte de naturalidad a lo que planeo hacer, el mundo fluía normal, sin sobresaltarse ante mi suicidio. El silencio, en cambio, inunda de dramatismo toda mi circunstancia. El mundo entero parece enmudecer espantado y acusador ante mi dramático acto. Qué soledad tan profunda sentirme el centro de atención del universo. Todos al otro lado, yo solo aquí. ¿Por qué este sentimiento viene a turbar mi paz ahora?. En realidad estoy tan solo como lo estaba antes, como lo he estado casi siempre. Incluso habiendo personas junto a mí. Nunca fui adecuado para nadie. Pieza inconexa en un puzle ajeno. El cansancio me tiene invadido por completo, la energía de mi inmenso cansancio me dará el último y definitivo impulso que necesito".
"Desplomado en el sillón, en el sereno abandono del final de mi vida, no puedo hacer descansar mi mente por completo y, en estos intensos momentos, cualquiera sabe por qué, te recuerdo precisamente a ti, que vienes a enturbiar mi calma, y maldigo no haberte dicho lo que tantas veces me repetí como ensayo para hacerlo. Incluso lo tengo escrito: "Si no estás seguro, no me engañes, no quieras quedar bien conmigo para quitárteme de encima. No me engañes. No puedes calcular cuánto me cuesta el derroche de esperanza baldía que me provoca tu engaño. No me hagas confiar en ti y trabajar a tope para dejarme después tirado, si algo sale mal, y seguir tu camino repleto de privilegios, que siempre te parecen pocos, lamentándote por lo que aún no has conseguido. No me engañes porque en orgullo y rabia puedo ganarte y es posible que la próxima vez se me almacenen tanto que pierda la cabeza y el miedo y deje de asentir y callar y obedecer por encima de mis obligaciones y de mis propias convicciones; que un día la ira me estalle y deje de tener miedo y de agachar la cabeza y de confiar en ti y de pensar que la prudencia me puede dejar alguna puerta abierta a desarrollar mis propios proyectos, porque un día puedo darme, por fin, cuenta de que para mí, para nosotros no hay puertas abiertas y de que ésta es la única excusa que me ha hecho callar tantas veces cuando tenía razón, pensar que tú eras el único que podía abrirme la mía, así me lo habías hecho ver y creer embaucando mi incauta y acomplejada personalidad. Puede que me dé cuenta de que sólo las puertas que abro yo me dan paso y que soy capaz de hacerlo, puede que entonces no me importe tener sólo una salida exigua por la que pasar sin nada, pero lleno de satisfacción por haberme podido despegar de ti y haberte dicho lo que en realidad pienso. Sé que me engañas porque reposas sobre mí, me necesitas para tus éxitos, por eso haces como si me escucharas cuando te pido algo, pero enseguida olvidas lo que te he pedido, lo que necesito, en cuanto me pierdes de vista. Maldito seas hombre establecido, relacionado, enriquecido, que la vida te ha ido abriendo el camino sin esfuerzo, a costa de tu falta de escrúpulos en jugar con los que no tenemos nada. Te desprecio". "Nunca te dije todo esto como debía haberlo hecho y se me ha ido pudriendo en el alma a la vez que me hundía. Me retenía nuestro parentesco, me retenían tus promesas que después he ido viendo eran falsas e interesadas para retenerme porque, aunque tú eras el cerebro, también eras incapaz de desarrollar tus propias ideas, me necesitabas, yo las materializaba, la última responsabilidad era mía, sobre mí caería la culpa, como ha sido, si algo fallaba. Yo desprestigiado y tú ileso y bien situado. Ya no importa, estoy satisfecho porque sé que, sin mí, vas a estar perdido. Disfruto viéndote sin nadie en quien apoyarte. Buena suerte, amigo, aquí se separan nuestros caminos".
Siente que ya ha cerrado un capítulo dentro de la labor obligatoria de organizar los despojos de su caótica vida, es una forma de coger las riendas aunque sólo sea en el último tramo. El capítulo cerrado y olvidado le hace entrar en una calma casi mística. Sin apenas notarlo se le precipita en los labios lentamente una plegaria que fluye unos segundos como suave corriente de descarga, entregándose a ALGO que decida por él su propio destino, pero una sacudida le hace reaccionar súbitamente y la corta en seco, movido por un temor supersticioso. Sabe que siempre que ha suplicado, se ha malogrado el objeto de su súplica, como una especie de maldición, como si algún hado tuviera como misión exclusiva descubrir cuál es su deseo para frustrarlo de inmediato. Así es que no pide nada. Se endereza. Ya acabó el tiempo de las súplicas. Mira al cielo desafiante. "No te necesito, yo seré el dueño del tiempo que me quede de vida". En su cuerpo no queda ya ni un resto de temor. "¡No necesito a la divinidad ni me asusta!, ¡la divinidad no existe!".
Entra de nuevo en calma, en una serenidad voluptuosa como dueño y señor de todo lo que le importa, en una vida que tendrá la duración que él decida. Sentado en su rincón, sin prisas, sin contar el tiempo, sin saber con certeza cuánto le durará la vida hasta darse la muerte, pero consciente de que el momento tendrá que llegar sin tardar mucho. No puede ser de otra forma. Así lo tiene decidido. No es fácil dar el último paso. Lo dará cuando se lo pida el cuerpo, es igual lo que pueda tardar, ya todo es igual. Se ha negado a escuchar pensamiento alguno que lo distraiga de sus propias voces, del camino trazado. Ya es tarde. Los sentimientos han ido progresivamente tomando cuerpo en él, hasta llegar a ser su realidad más real, por encima de todo lo que pasa a su alrededor, todo eso que le importaba tanto es ya secundario en su vida, no existe. Ya nada importa. Anhela volver a ser materia inerte sin sentimientos, sin necesidades, como lo ha sido durante toda la eternidad hasta concretarse en el ser que es. Sólo imaginándolo le inunda en un mar de sosiego y de paz. Así debió ser siempre. Fue un error que él naciera si, como a Sísifo, se le iba a privar de todo fruto derivado de su vida. "Ahora mando yo, yo decido. En lo sucesivo seré lo que quiero ser, materia orgánica y libre que complementa al planeta. No siento amargura en este instante sino liberación. Vuelvo a mi origen del que no debí haber salido".
"Pero, ¿qué ruido es ese?, ¿tocan a mi puerta?". Contiene la respiración para que no detecten su presencia. Insisten. Él se aproxima a la entrada de puntillas, oye unos pasos que se alejan. A través de la mirilla, ve una persona moverse en la penumbra del rellano, se está alejando pero, de repente se para y retrocede, él se aparta de la puerta presuroso y, excitado, se apega a la pared. "¿Qué temo?. Hace un momento creía que todo me daba igual y no le temía a nadie". Vuelve a sonar el timbre, en sus oídos es un estruendo como si temiera ser atacado. Se oye un roce en la puerta y, por debajo, empieza a aparecer, con dificultad, el pico de un sobre blanco. Se atranca con algo. Siente el impulso de agarrarlo con firmeza y tirar de él desde dentro pero rápidamente se retiene, eso lo delataría. "¿Qué sentimiento me invade ahora?, ¿miedo?, ¿euforia de pensar que para alguien cuento?. Alguien está interesado en que me llegue algo suyo. Tiene algún interés en mí, si no, no se habría vuelto, no insistiría en que yo reciba este sobre. Chisss, que no me descubra, no quiero hablar con nadie. Instantes atrás pensaba que no me importaba nada, ¿por qué esta excitación?, ¿ahora siento que ese sobre me importa?. Celebro que me haya cogido vivo. Quiero vivir para ver qué trae. Lo que no ocurre en años, puede pasar en un minuto". El sobre no acaba de entrar, el burlete inferior de la puerta atasca su paso, pero la persona que está al otro lado insiste, tira de él hasta hacerlo desaparecer, le vuelve a empujar buscando un espacio diáfano por el que deslizarlo, por fin lo consigue, el sobre está ya prácticamente dentro de la vivienda, sólo una esquina permanece aún oculta bajo la puerta, debe ser que ya no asoma por el exterior porque el individuo se aleja satisfecho. Hasta que deja de oír sus pasos en el rellano no coge el sobre, lo hace con cierta excitación, le da la vuelta impaciente y ve su nombre escrito. En la parte superior un membrete, MACARMIMA editoriales. "Qué decepción, sólo es publicidad, me quieren para venderme algún libro". Estalla en una carcajada histérica. "¿Para qué quiero yo un libro?, no me queda tiempo para leerlo". Continúa riendo amargamente mientras agita la cabeza. Se dirige al salón, deja el sobre, con desaliento, encima de la mesita auxiliar y se derrama de nuevo sobre una butaca. "Sólo publicidad, ¿quién iba a tener tanto interés si no?". Apoya la cabeza en el respaldo y se abandona con los ojos cerrados. Cuando los vuelve a abrir ya ha anochecido por completo, ignora cuánto tiempo ha pasado, está a oscuras. Enciende la lámpara y, en su base, resalta la blancura del maldito e ilusorio sobre. Maquinalmente lo coge y desgarra su borde con desgana, por hacer algo. "Qué extraño, únicamente hay una carta, ningún catálogo como sería normal". Continúa la inercia y comienza a leer:
Estimado Sr., nos complace comunicarle que, después de haber examinado con detenimiento su manuscrito, nuestra editorial está interesada en publicarlo, ya que se ajusta perfectamente a nuestra actual línea de trabajo. Disculpe el tiempo que ha pasado desde que lo recibimos, ha sido debido a nuestro ingente trabajo y a determinados ajustes de producción. Si aún continúa interesado en llevar a cabo su edición con nosotros, le rogamos que se ponga en contacto…
Incrédulo relee la carta. "¿Cómo es posible?, ¿a qué texto se refiere?, mandé varios a distintas editoriales, recibiendo siempre negativas o silencios por respuesta, ya había olvidado por completo esa quimera sin sentido, hace siglos que dejé de escribir, ¿qué sentido tiene hacerlo?. Es increíble que me pase esto, me llega una respuesta, que podría haber sido vital en otro momento, cuando ya estoy medio muerto, cuando he agotado todas las energías para iniciar cualquier camino. En este instante ni recuerdo qué he escrito ni qué me movía a hacerlo". El papel, ya sin ninguna presión de los dedos, se desliza y cae sobre la alfombra y él se vuelve a reclinar desinteresado. "Aunque, a decir verdad, sigo siendo el dueño de mi tiempo, yo decido cuándo le pongo fin, me da igual hoy que mañana. Siento cierta curiosidad por saber, antes de morir, qué me propone esa gente y cuál de mis escritos es el que les interesa, no pierdo nada por realizar este último trámite".
Los rayos de sol del día siguiente penetran como siempre en su calle, abriéndose paso entre edificios y, como cada día, tampoco calientan ni iluminan su fachada. Él hoy no repara en ello, camina, con paso algo incierto, por la acera cálida y llena de sol, hacia la editorial, convencido de que sólo se está dando una tregua.
Texto libre Trabalibros

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