Nunca Jamás

Plácido Romero
Me metí en cientos de madrigueras de conejo. Todas olían raro, por no decir que apestaban. La mayoría estaban vacías. En unas pocas encontré furiosos conejos a los que no les hizo mucha gracia que invadiera su domicilio. Sin embargo, ninguna me llevó al País de las Maravillas. Cansada, comencé a intentar atravesar espejos. Después de romper una docena y quedar hecha un eccehomo, me di por vencida. Aunque no me gustan ni los piratas ni los indios ni los hombres que no quieren crecer, acabé echándome a volar desde mi ventana y me fui al País de Nunca Jamás.
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