El alumno

Nazaria Delgado Lucero
El trayecto en el camión siempre se hace pausado, en la parada próxima se levanta del asiento, y con paso apresurado casi corriendo, llega a ese lugar, por él, ya conocido. Es allí en donde casi automáticamente disminuye su andar para penetrar a un paraje bardeado, de terreno extenso y seco, en donde los eucaliptos enormes que casi tocan el cielo, ululan, movidos por el aire helado y cuyas ramas se preguntaran: -¿Qué hago aquí?, ¿Quién me plantó y me abandonó? –camina a la entrada de una construcción vieja, la que conoció desde el primer día que asistió a su clase de Psiquiatría.
Dentro del recinto se encontró con seres casi inertes, acurrucados, que seguramente también ellos como los eucaliptos se preguntaran -¿Qué hago yo aquí? -¿Qué ser inconsciente tuvo la osadía de colocarme en este sitio? -pero no, solo el silencio invade el lugar inhóspito, de olor fétido, olor a humano que ha permanecido por días, semanas, meses, años. Seres que deambulan, inexpresivos, otros musitando palabras, que algún interlocutor escuchará y le contestará.
Texto libre Trabalibros

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