Trabalibros entrevista a Javier Alandes, autor de "La última mirada de Goya"

martes, 30 de enero de 2024
"Ese es el poder del arte: silenciarnos, hacer una pausa en nuestras vidas y entrar en un estado de introspección".
Javier Alandes es Licenciado en Economía y desarrolla su carrera profesional, además de como escritor, como formador y conferenciante en emprendimiento, storytelling y competencias transversales. Es autor de las novelas "Partido de vuelta" (2018), "La balada de David Crowe" (2019), "Las tres vidas del pintor de la luz" (2019) y "Los guardianes del Prado" (2022), un thriller de aventuras ambientado en el traslado de las obras maestras del Museo del Prado de Madrid a Valencia durante la Guerra Civil.

Trabalibros le entrevista sobre "La última mirada de Goya", su última obra, una novela histórica de aventuras que explora los últimos días de ilustre pintor español y un hecho real y poco conocido: la misteriosa desaparición de la cabeza del artista de su tumba (editorial Contraluz).

La última mirada de Goya (Javier Alandes)-Trabalibros- Trabalibros (T): “La última mirada de Goya” es una novela histórica de aventuras, de capa y espada diría yo, combinada con otra de tipo detectivesco. Desarrollas en ella una trama que alterna dos ejes espacio-temporales separados entre sí por sesenta años: la muerte de Goya en Burdeos en 1827 y su posterior exhumación y traslado a España de su cadáver en 1888. ¿Qué te atrae de esta especial combinación de géneros?

- Javier Alandes (J.A.): “La última mirada de Goya” es un tributo a los dos géneros que me han marcado como lector a lo largo de toda la vida. Por una parte, el género clásico de aventuras, con referentes como Conrad, Melville, Stevenson, Salgari, Verne o Pérez Reverte. Y, por otra, el género detectivesco de Conan Doyle, Christie o Simenon.

La respuesta a las preguntas ¿Cómo perdió Goya la cabeza? Y ¿Dónde puede encontrarse el cráneo? pasaba obligatoriamente por dos momentos distintos en el tiempo: la muerte de Goya en 1828, y el descubrimiento de la falta de su cráneo, en 1888. De ahí que fuera la estructura perfecta para generar una novela contada en dos épocas, y que cada una de esas épocas rindiera homenaje a mis dos géneros favoritos.

- T: Como bien dices en el epílogo de tu libro, no creas una “ucronía” sino que rellenas las grietas, los huecos de la historia, con materiales novelísticos verosímiles de forma que armonicen con los hechos reales y creen una “sensación” de verdad.

- J.A.: Los historiadores nos ofrecen, de forma objetiva, los hechos que ocurrieron en épocas pasadas. Gracias a su trabajo conocemos mucho mejor a los grandes personajes de su historia. Pero los hechos probados no son un diario, no son un día a día de la vida de una persona. Son hitos y momentos destacables por lo que significaron. La ficción se aprovecha de las lagunas en las biografías para relatar acontecimientos que pudieron ocurrir, sin alterar ni un milímetro la historia probada y verídica.
La ficción histórica debe ser un engranaje donde todo encaje a la perfección, y proporcionar una completa sensación de verosimilitud a ojos de las personas lectoras.

- T.: Tu libro también es una invitación a la obra de Goya, sirve para descubrir su legado artístico. En ocasiones se cita alguno de sus cuadros o tapices, en otras directamente se describen, incluso alguno de los protagonistas aventura hipótesis de interpretación de su arte, como ocurre en el caso de “El sueño de la razón produce monstruos”.

- J.A.: Goya es inabarcable, inconmensurable. Estamos hablando de un pintor que está seis décadas en cativo, que trabaja para cuatro reyes, que en sus inicios describe escenas alegres como “La Gallinita ciega” o “El pelele”, y que acaba con escenas terribles como las Pinturas Negras

Él es el verdadero cronista del siglo XIX, al presenciar los horrores de la guerra de Independencia, el absolutismo de la monarquía española cuando Europa se abre a la Ilustración, las luchas de poder y traiciones de las clases altas, o el olvido del pueblo por sus gobernantes.

Y él evoluciona, cambia su forma de mirar el mundo y comienza a verlo como realmente es: oscuro, terrible y sangriento.


El sueño de la razón produce monstruos” es, quizá, el grabado más importante de su serie “Los caprichos”.  Y aunque todos esos grabados están realizados para que tengan más de un significado, en “La última mirada de Goya”, los personajes que lo observan especulan con esos significados: “¿Es un recordatorio a Descartes y su “Solo sé que no sé nada”?, ¿Es una crítica a Fernando VII, quien hizo todo lo posible para que los principios de la Ilustración no llegaran a España?, ¿Es la plasmación de que desear que esos principios llegaran a nuestro país significaba ser perseguido por la Corona?”

- T.: Afirmas que Goya es el padre artístico de la modernidad y pones en su boca la siguiente afirmación: “Velázquez, la naturaleza y Rembrandt, esos son mis maestros”. ¿Fue esta la genealogía artística que inspiró a Goya?

- J.A.: Vayamos a hechos probados.

Si observamos “La familia de Carlos IV”, vemos a Goya a la izquierda del cuadro, asomando por el bastidor de un lienzo inclinado. Tal y como ciento cincuenta años antes hizo Velázquez en Las Meninas. Ese homenaje es la prueba de la admiración que sentía por el pintor sevillano.

Goya no es gran pintor de paisajes, no son sus motivos más conocidos. Pero sí es el pintor de la naturaleza humana; el de los ojos desorbitados y las bocas abiertas al límite, el de los muertos que ya descansan, el del horror. Y eso también es naturaleza; en este caso humana.

Y siguió y perfeccionó la técnica del grabado, de la que Rembrandt fue precursor. Y Goya también fue clave para la evolución de la litografía, una técnica similar al grabado pero mucho menos agresiva.
Goya tomó la mano a sus maestros y evolucionó lo que había aprendido de ellos.


Trabalibros entrevista a Javier Alandes
- T.: Diego Girard, el intrépido guardaespaldas de Goya, afirma en un momento dado que ha tenido tres padres: el que le dio la vida, el que le enseñó a ganársela y el que le mostró cómo vivirla. Siendo este último el gran pintor protagonista de esta novela. ¿Tuvo el Goya histórico ese gran vitalismo (“todo lo sabe pero aún aprende”) y esa capacidad inspiradora, no sólo en lo artístico sino también en lo humano?

- J.A.: Vitalismo, lo tuvo todo. Alguien que fallece a los ochenta y dos años y que casi trabaja hasta el último día de su vida es alguien con una energía difícil de igualar.

Goya era respetado y admirado por sus contemporáneos, de ahí que en torno a él se creara una escuela de pintores que seguían su visión de la vida. Algunos de los discípulos de Goya como Vicente López o Asensio Juliá fueron grandes pintores.

Pero tenemos que saber separar el Goya artista del Goya esposo y padre. En esa segunda faceta, Goya no se mostró como un ejemplo a seguir. 

Por ello, me gusta retratarlo, en los últimos meses de su vida, como alguien que busca la redención de sus demonios, pero que a la vez sigue persiguiendo la inmortalidad como artista.

- T.: Diego crece y madura pensando que es preferible no tener, que tener y perder; que la debilidad de un hombre comienza por las personas que ama. Goya le demuestra que no es así, que la fortaleza de un hombre está en tener algo que amar y defender. ¿Crees, como afirmaba Freud, que la vida plena radica en tener algo que hacer, alguien a quien amar y algo en lo que esperar?

- J.A.: Nadie queremos que nos rompan el corazón. Todos, en cierto modo, tratamos de protegernos. Y la forma que Diego encuentra de protegerse es hacer caso omiso de sus sentimientos. Así se asegura que no va a sufrir.

Además, el joven guardaespaldas sigue una máxima que le han trasladado desde bien pequeño: “La debilidad de un hombre comienza por las personas que ama”. Él tiene un trabajo de riesgo, en el que cualquier servicio puede ser el último. Y piensa que si tiene alguien a quien amar, se va a asustar ante los riesgos, no va a querer tomarlos.

Y, a mi forma de ver, en cierto modo tiene razón. Pero para saber qué ocurre con Diego y esa forma de ver el mundo, hay que leer la novela.


- T.: “Quítale el sonido al mundo […] verás la verdad”, le dice Goya desde su sordera a Diego, quítale el ruido y el artificio al mundo y descubrirás la verdad, aunque esa verdad “te arranque las entrañas”. ¿En un mundo con exceso de “ruido” es conveniente algún tipo de “sordera”, de silencio iluminador?
Absolutamente. Todas nuestras alternativas de ocio y entretenimiento no son más que una anestesia para los sentimientos, para el dolor. Para que, cuando nos sintamos mal, podamos recurrir a esos narcotizantes (internet, plataformas de televisión, videojuegos) que nos hagan olvidar durante un rato. 

- J.A.: Cuando lo humano es la reflexión, dejarnos atravesar por el dolor y navegar esa tormenta. Para salir fortalecidos de ella.

Goya le cuenta a Diego que el sonido nos distorsiona la realidad. Que creemos más en nuestros oídos que en nuestros ojos. Y que él, como es sordo, lee los rostros y el lenguaje no verbal. Y, con ello, averigua las verdaderas intenciones de las personas.

- T.: La redención como liberación de los demonios personales está muy presente en la novela. Goya se redime con su arte. Diego y Andrea Boscoscuro, el sicario, encuentran respectivamente su redención en el amor de Chiara y Julieta. ¿El potencial redentor del amor es imbatible?

- J.A.: Todos queremos que nos quieran. Y todo trata sobre el amor, siempre. Que nos valoren en el trabajo, que nuestros hijos nos quieran, que recibamos el amor de nuestros padres. La búsqueda del amor tiende a sacar lo mejor de nosotros mismos, a ser la mejor versión que podamos ser. Para no decepcionar a las personas que deseamos que nos quieran, para que esas personas permanezcan a nuestro lado.

Solo que hay una línea muy fina entre desear ser amados y mendigar amor.

Goya se redime con su arte, sin duda, sabiendo que es un genio y que puede expresar emociones que solo él sabe hacer.

Diego y Boscoscuro tienen su arco de transformación gracias a las personas de quienes se enamoran.  Pero sin mendigar ese amor; tan solo haciendo lo que creen que deben hacer y dejando que sean las otras personas quienes tomen sus decisiones.

El amor es redentor; pero mal entendido es una fosa.


- T.: Giles Leland y Jean-François, auténticos Holmes y Watson a la francesa, son los encargados de llevar a cabo las pesquisas necesarias para encontrar el cráneo desaparecido de Goya. Este misterio histórico real, la desaparición de la cabeza del pintor, es el disparador de la novela. ¿Después de tantos años sigue sin resolverse esta desaparición? ¿Puede haber acabado esta cabeza en el gabinete de curiosidades de algún frenólogo?

- J.A.: A día de hoy, Francisco de Goya está enterrado en la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid. Sin cabeza.

Es un misterio que no se ha logrado resolver.

La frenología fue una pseudociencia muy popular en Europa a finales del siglo XVIII y principios del XIX, y parece ser la explicación más factible de lo que pudo pasar con la cabeza de Goya; una profanación de su tumba para conseguirla.

Pero, siendo lo más plausible, me parece tan poco literario que jamás quise que mi novela tuviera un desenlace tan fácil. 

Los gabinetes de curiosidades fueron también muy populares; circos donde se mostraba a personas con deformidades de una forma cruel, o muestrarios de rarezas donde la gente estaba dispuesta a pagar por echarles un vistazo. Recordemos películas como “El hombre elefante”, “Handia” o “La parada de los monstruos”. Incluso el propio Barnum mostraba algunas “curiosidades” en su circo.
¿Qué gabinete de curiosidades no hubiese querido poder mostrar la cabeza de Francisco de Goya?

- T.: En “La última mirada de Goya” tiene un pequeño cameo el pintor valenciano Joaquín Sorolla, protagonista de otra de tus novelas, “Las tres vidas del pintor de la luz”. Ambos libros, junto con “Los guardianes del Prado”, forman una especie de trilogía en la que el denominador común sería el arte. ¿Es pura casualidad o hay un intento deliberado de que el arte tenga un papel protagónico en toda tu obra?

- J.A.: Hay una película de Antonio Mercero, “La hora de los valientes”, donde se relata el traslado de los cuadros del Prado de Madrid a Valencia durante el primer año de la guerra civil para protegerlos de posibles ataques. Una multitud de operarios está trabajando en El Prado, embalando cuadros y trasladándolos hacia los camiones. La escena muestra un gran trasiego, voces en grito, órdenes y un ir y venir de personas. Pero, de repente, todo el mundo se queda en silencio y deja de hacer lo que estaba haciendo… porque Las Meninas desfila ante ellos para ser cargada en un camión.

Ese es el poder del arte: silenciarnos, hacer una pausa en nuestras vidas y entrar en un estado de introspección.

Y mis novelas toman siempre como punto de partida un hecho poco conocido y muy curioso del mundo del arte y rodearlo de una aventura. La aventura, para disfrutar; el arte para recordar quiénes fuimos y mirar hacia adelante.

 
Desde Trabalibros agradecemos a Javier Alandes el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial Contraluz el haber hecho posible este encuentro.
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