Trabalibros entrevista a Fernando León de Aranoa, autor de "Leonera"

jueves, 26 de junio de 2025
"El lenguaje es un juguete maravilloso".
El aclamado cineasta y escritor español Fernando León de Aranoa es ampliamente reconocido como una de las figuras más relevantes de su generación en el ámbito audiovisual. El conjunto de su trabajo ha merecido veintiún premios Goya, ocho de ellos a título personal –incluyendo Mejor Dirección por "Barrio", "El buen patrón" y "Los lunes al sol" y Mejor Director Novel por "Familia"–, la Concha de Oro a la Mejor Película y la Concha de Plata a la Mejor Dirección en el Festival de San Sebastián. Su obra se caracteriza por una mirada incisiva y humana sobre las realidades sociales que retrata.

Fernando León de Aranoa es autor de una filmografía que incluye títulos de gran impacto y repercusión crítica, tales como Familia (1996), Barrio (1998), Los lunes al sol (2002), Princesas (2005), Amador (2010), Un día perfecto (2015), Loving Pablo (2017) y El buen patrón (2021). Además de su extensa labor cinematográfica, es autor de los libros "Aquí yacen dragones" (2013), su primera incursión en la narrativa de ficción, "Contra la hipermetropía" (2010), una recopilación de textos y artículos, y ha sido premiado con el Premio Antonio Machado de narrativa breve por su relato "Los trenes negros" (2006).

Bruno Montano le entrevista para Trabalibros con ocasión de la reciente publicación de su último libro, "Leonera" (Seix Barral, 2025), "un libro asombrado y disconforme de un gran observador de las contradicciones del alma humana" donde recopila una serie de piezas breves, relatos que "quieren provocar, estimular el pensamiento y la emoción del lector, y celebrar la ficción, lo que tiene de revelación".
 
Leonera (Fernando León de Aranoa)-Trabalibros- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.):  Una de las primeras cosas que llama la atención de tu libro es su carácter híbrido, difícil de encasillar en un solo género. Me recordó algo que decía Julio Ramón Ribeyro sobre su obra Prosas apátridas: que no se ajustaba del todo a ningún género, algo que también podría decirse de tu libro. En la introducción lo presentas como una colección de cuentos breves, pero al leerlo se encuentran también aforismos, entradas de diario, apuntes que parecen esperar un posterior desarrollo, textos con un tono lírico cercano a la prosa poética, e incluso piezas que podrían leerse como ejercicios de estilo, marcados por una evidente vocación lúdica.

Esta mezcla me hizo pensar en una reflexión tuya: que las fronteras, más que límites, son un tercer territorio con sus propias reglas. Entonces, si este es un libro "fronterizo", ¿cuáles serían las normas o rasgos propios de ese territorio híbrido que propone tu escritura?

- Fernando León de Aranoa (F.L.A.): Pues creo que las has definido tú muy bien en la enumeración de juegos, incluida esa parte final que mencionabas, esa parte lúdica. Hay algunos que, efectivamente, son un juego, porque el lenguaje es un juguete maravilloso. Hay veces que también, supongo, está ahí el placer de experimentar con él dentro de este libro; también de lo narrativo, de lo reflexivo. Este placer por la experimentación estaba en el libro anterior también, en “Aquí yacen dragones”, donde me gustaba jugar con las palabras, con su sonoridad, con esas cosas. Y por lo demás, ¿cuáles serían las normas? Pues es difícil de decir, porque es un poco territorio sin ley.

- B.M.: Un territorio anómico.

- F.L.A.: Exactamente. Ribeyro lo expresó muy bien. Efectivamente, también en “Leonera” hay textos distintos entre sí que comparten algunas cosas. Desde luego, temáticamente. Yo creo que al final el conjunto del libro habla de seis, siete temas, no más. Y por supuesto, también se nota el gusto por la paradoja. Posee una cierta mirada, que en este caso supongo que es la mía al escribir, que tiene que ver con cómo se observa todo: a veces con estupor, con perplejidad, muchas veces con asombro, otras veces con desencuentro. En algunos casos hay puntos un poco más melancólicos, podría decir que con dolor, y en otros con humor, con un poco más de distancia. Todo eso recorre los cuentos, son seis, siete temas, como decía. Y finalmente creo que también su encanto, si lo tiene, se lo da precisamente esa unidad en lo temático y en lo formal aunque, en realidad, existan esas diferencias también tan marcadas entre ellos.

- B.M.: ¿Qué diferencia formal habría entre “Aquí yacen dragones” y “Leonera”? 

- F.L.A.: Podría decirse que “Leonera” comienza donde terminó “Aquí yacen dragones”. Además literalmente, porque yo cierro aquel libro, le doy su forma final y esto conlleva un trabajo diferente del que es la pura escritura de los cuentos. Y una vez lo cierro y comienza a entrar ya casi en las máquinas para su publicación, yo ahí sigo escribiendo el mismo tipo de piezas, sobre todo porque encuentro mucho placer en ello y porque me apetece seguir haciéndolo, con vistas a, quizá en algún momento, hacer un segundo libro de este estilo.

Pero sin fecha en el calendario, sin un plan concreto de que debía tomarme 3, 5 o 10 años, como finalmente ha sido, sino por el placer de hacerlo. Y porque ha ido sucediendo también. Muchas veces esas historias, o esas percepciones convertidas en historias van surgiendo, van apareciendo y las voy recogiendo. A veces las desarrollo en el momento y otras veces las apunto ligeramente y las reservo.

Respondiendo a tu pregunta, este libro comienza cerca de “Aquí yacen dragones”, incluso formalmente, creo. Y quizá es verdad que en los últimos 10 años también se ha ido distanciando ligeramente, en el sentido de que a lo mejor en estos cuentos, en particular su último tercio, hay un ejercicio de prestidigitación menor, hay menos veladuras de la ficción, menos apoyo en el juego. Y hay algunos que son más ribeyrianos en este sentido, más despojados, que son más la enunciación de una perfección que a mí me resulta interesante. Aunque también añado a esto que casi siempre hay una voluntad de darle una segunda vuelta de tuerca o una tercera, porque es lo que me mueve a escribirlos. Eso es muy importante para mí. Pero es cierto que formalmente a veces son más despejados, son más desnudos, más despojados.


Pues eso es quizás un cambio... Y temáticamente también, porque hay temas en este segundo libro que no abordaba en el anterior por una cuestión del momento vital. Y en este caso, cuando ya estás en los 50 y tu percepción del tiempo es otra, te haces consciente de la pérdida de las personas queridas, los mayores, sobre todo. Todo eso entra en el libro también, es algo que vivo y en consecuencia pues acaba ahí. Ando buscándole explicaciones a las cosas que no comprendo y esa es una de ellas.


01. Bruno Montano entrevista a Fernando León de Aranoa-Trabalibros
- B.M.: Cuando vi el título tu libro “Aquí yacen dragones” recordé la leyenda que aparecía en los bordes de los antiguos mapas, indicando que allí donde acababa lo cartografiado vivían dragones. Es decir, que allí donde acaba el saber, donde acaba la realidad cartografiada, ahí empieza lo desconocido y el miedo. Pero claro, justo cuando llegas a ese territorio en el que ya no hay planos, ya no hay mapas, ya no hay ciencia, recurres a la imaginación.

- F.L.A.: Es donde hay que inventar, claro.

- B.M.: En este segundo libro ocurre lo mismo. De repente tenemos la imaginación como herramienta del conocimiento, como herramienta del descubrimiento, ahí donde falla la documentación. Sería la misma idea que en el anterior libro.

- F.L.A.: Completamente. Aunque esa elaboración imaginativa cuando uno escribe ficción se realiza estableciendo hipótesis, generando modelos, utilizando la representación, la síntesis. Cuando haces eso a través de la imaginación, pues efectivamente generas una hipótesis que te puede llevar a lugares muy interesantes o a lugares muy locos… Ese es el juego. Muchas veces puede tener una componente más imaginativa, fantástica, con más humor. O también puede conducirse de una manera quizá más melancólica, más reflexiva, más interna. Esto me ocurría en relación con algo que te decía hace un momento, con la pérdida de gente querida, de los mayores. ¿Quién te explica cómo es perder a una persona querida? ¿Te lo explica un diagnóstico? Difícilmente. Está la ciencia detrás, pero no me sirve. El consuelo de los amigos sí llega y es importantísimo, pero tampoco te lo explica. Yo utilizo muchas veces la ficción, escribo sobre ello. No sé a dónde voy a llegar, pero sé que hacerlo me alivia. Y a veces incluso llego a algún pequeño lugar, que a lo mejor no le sirve a nadie más, pero a mí me sirve para encontrar una pequeña explicación o incluso algo de belleza en una cosa tan terrible y tan fea como esta.

- B.M.: Mucha gente confunde la ficción con la mentira, pero la ficción es una forma de verdad que sirve para explicar la realidad, igual que otras formas de verdad existentes, como la ciencia o la filosofía. Estaríamos ante lo que Vargas Llosa llamaba "la verdad de las mentiras".

- F.L.A.: Sí, porque se usa para buscar una verdad. Y es cierto que la herramienta, el procedimiento, podría decirse que tiene que ver con la mentira en la medida en la que estás elaborando algo por tu propia cuenta. Pero es cierto que también se ha dicho, y es una gran verdad, que al final, en el caso de hacer películas y hacer ficción, (a mí me gusta más hablar de ficción, porque vale para todo) es mentir para decir la verdad. O sea, quizá el vehículo sea una elaboración ficticia de algo, pero realmente lo que quieres expresar es una verdad. Alcanzarla, primero encontrarla, luego ya si acaso expresarla.02. Bruno Montano entrevista a Fernando León de Aranoa-Trabalibros

- B.M.: Y además, como dices en un texto de este libro, la imaginación no traiciona, pero la memoria siempre.

- F.L.A.: Sí, eso es una pequeña celebración por mi parte -por eso está puesto al final- de este oficio y de lo maravilloso que es para mí la ficción, inventar. Cuando uno empieza a decir “aquí no he dejado tal cosa”, o “tenía que llamar a alguien y no me acuerdo”, al mismo tiempo, en mi caso, es una celebración de que esa otra parte siempre está ahí. Siempre es un apoyo y un refugio inventar, siempre arropa. Y al inventar, especular, y encontrar o buscar esas explicaciones a las cosas. Un lugar seguro.

- B.M.: Imagino que el orden de escritura de estos textos no será necesariamente el orden obligado de lectura. Baudelaire decía con respecto a su libro “El spleen de París” que los textos que componían esa obra eran a la vez cabeza y cola, alternativa y recíprocamente. En tu libro puedes coger cualquier texto, no es necesario leerlo en el orden en que tú los has escrito. No sé si el orden de escritura es el orden de concepción o tú lo has alterado también. No hay una cronología, has espigado esos materiales que tienes en notas y los has aglutinado en un libro, les has dado contigüidad y número.

- F.L.A.: Lo primero que he hecho es escribirlos todos, para dar con la forma definitiva de los que han quedado. Incluso añadir algunos que sentía que me hacían falta. Pero una vez escritos, una vez prácticamente terminados, sí hay cierto trabajo de darles orden, aunque se trate de un libro que se llama Leonera y que empieza con un epílogo, que no es el orden de escritura, lógicamente. Tiene algo que ver con las películas, no con lo narrativo, porque, efectivamente, no hay un hilo narrativo que recorra los cien cuentos, pero sí hay algunos relevos en personas, que aparecen en la parte final, como mi padre o mi hija. Algunas de las referencias de tema familiar son de hace diez, doce años, como los juegos de mi hija, por ejemplo. Pero yo creo que el orden propuesto tiene más que ver con el desarrollo emocional de la lectura. Creo que empieza de una manera más abierta, más juguetona, más lúdica también, y se oscurece por momentos para recuperar luz, para volver a oscurecerse. Es una propuesta mía de viaje. Y al final, en algún momento, creo que lo único claro que tuve es que debía empezar con un cuento sobre los parques como lugar donde pasan por primera vez las cosas importantes de nuestra vida en sociedad y terminar con una reflexión sobre las despedidas de alguien a quien no le gusta despedirse. Me declaro uno de ellos.

- B.M.: Como tú has dicho, hay seis o siete temas en el libro, pero yo destacaría dos que son más recurrentes. Uno es el amor y el desamor, las relaciones, cuando hablas de las ex, los amigos, tu hija, tu padre. Y el otro gran núcleo temático sería la escritura, la lectura, la ficción, las palabras. Este último me ha interesado mucho y de esta parte final he identificado algo que podría ser tu poética: dices que escribes para que las cosas no acaben, que escribes para no estar muerto -como decía Ray Bradbury-, que escribes para que todo sea posible aún, para que siga siendo siempre todavía. 

- F.L.A.: Sí, y además en todos los sentidos. En el cierre de un trabajo, como es en este caso, en lo personal, en muchos ámbitos... Es verdad que, cuando leí ese texto de Bradbury hace muchos años, ya me encantó cómo lo expresa. Y claro, cuando a uno le gusta mucho algo que lee es porque se siente explicado, porque dice, a ver si va a ser que me pase esto a mí también. Y efectivamente hay algo de eso. Escribo mucho, a altas horas, que es una manera efectivamente de no dormir también, de ampliar no solo el tiempo, sino también el espacio. Eso también lo decía Bioy Casares, hablando de cómo la escritura al final también era una manera de ampliar las habitaciones de la vida. Yo decía: cómo se puede explicar algo tan bien, algo que uno ha sentido antes. Tiene que ver con eso. Y el hecho de que está al final, pues claro, no es gratuito. No quiero terminar con esa reflexión, que también hay una pequeña referencia a Machado en el sentido de que todo sigue siendo siempre y todavía. Es una de las razones por las que uno escribe, además de otras.

03. Bruno Montano entrevista a Fernando León de Aranoa-Trabalibros- B.M.:  El tono del libro es lúcido, con el lógico desencanto propio de los 50 años. Uno llega a los 50 mortalmente herido, dices. Hay cierto desencanto al llegar a la madurez, un escepticismo, parecido al de Ribeyro cuando afirmaba que no existen certezas.  Pero también hay algo ligeramente elegíaco en estos textos, como de despedida a lo que fuimos, a lo que fue. Yo he rescatado una frase en la que dices: “A la muerte diaria de parte de nosotros, al joven que fui, al tiempo breve pero hermoso del que fuimos dueños.” Detecto una resistencia, por una parte, a despedirse, pero por otra parte hay un tono de despedida de la juventud, de la infancia, de ciertas cosas del pasado.

- F.L.A.: Sí, puede ser, de una etapa de la vida o de varias etapas de la vida. En muchos de los cuentos aparecen imágenes, incluso personas de hace tiempo. Eso también es una cosa que explico un poco en ese falso prólogo, diciendo que a veces tienen esta cosa como de animal mitológico. Y todos esos cuentos parten del presente, pero de repente se alimentan muy fuerte de algo que pasó hace 30 años. Cuando te pones a escribir, si quieres llegar a un sitio, transmitir una cosa y encontrar esa verdad, por pequeña que sea, yo creo que todo es lícito. Es decir, que es lícito buscar atrás, buscar delante, buscar en la imaginación. Yo lo entiendo un poco así, y me gusta hacerlo de esa manera, por eso a veces en los cuentos me cuesta, ahora sobre todo, a toro pasado, discernir un poco qué hay de real en ellos, porque todo se amalgama un poco y se mezcla, y se llega a confundir. Pero esa parte que mencionas, sí, yo creo que está, seguro, igual tiene que ver con alguna etapa de la vida, con algunas despedidas también. Pero a la vez no tiene que ver con el momento del presente, sino simplemente con entender que es parte de la vida, que esa herida de muerte está ahí desde el inicio, que forma parte del contrato, que hay una cláusula, que esto se te va a acabar, y en realidad esa cláusula cuando la firmaste no la leíste, pero de repente te das cuenta. Te empiezas a dar cuenta en ese momento, en el momento en el que lo ves, en el espejo que al final son tus padres... Y dices, espera, que esto es una opción, hasta ahora no lo era, realmente no existía. Es una expresión de que empiezas a admitir que eso forma parte de la vida, simplemente, y entonces le empiezas a dar tiempo, espacio en tus conversaciones, en las conversaciones con los hermanos, con los amigos.

- B.M.: He identificado, o me han parecido a mí, una serie de marcas de estilo. Una ya la has dicho antes, tu gusto por la paradoja. También he visto una voluntad poética lírica en muchos textos. La ironía, una ironía agridulce, un sentido del humor, tenue. También un recurso que a mí me gusta mucho en literatura, que son las listas y las enumeraciones. Y otra cosa, son textos en los que predominan los espacios urbanos. Son innumerables las veces que hablas de bares, hoteles, parques, calles... Eso que Marc Augé llamaría los “no lugares”, pero que en tu caso son auténticos lugares existenciales donde las personas trazan sus relaciones y sus señas de identidad.

- F.L.A.: Sí, ¿sabes qué? Muy al principio alguien de la editorial me dijo, con un primer borrador quizá, que hay muchos parques y hay muchos bares. Y no me quedó más remedio que admitirlo, pero yo creo que has dado en buena medida la explicación. Son lugares donde somos en sociedad. Es decir, que en el parque, como está expresado claramente en el primer cuento que abre el libro, es el primer momento en el que ya no estás bajo la protección de tu familia. Es el primer lugar donde empiezas por primera vez, tienes la necesidad de negociar, de seducir, de llegar a acuerdos con los mayores que te quieren echar del campo de fútbol. Es donde empezamos a descubrir muchas cosas muy importantes de lo que va a venir después, aunque por fortuna no seamos conscientes en el momento. Y con los bares supongo que pasa lo mismo, son espacios donde hay socialización con los amigos de conversación y por eso creo que tienen esa importancia.

Hablabas de lo tangencial antes y al expresarlo me has hecho recordar un cuento que habla de hoteles y creo que la primera frase es “soy un hotel de paso”. Y para mí eso tiene que ver con el oficio del creador. Es decir, yo creo que el creador tiene que ser un hotel de paso. Es decir, alguien por quien pasan las historias. No es un consejo ni sentimental ni personal, sino que está bien que las cosas te crucen y como dice ese mismo cuento, haciendo un poco esa metáfora del hotel de paso, hay personas en nuestra vida que pasan dos días y dejan una huella para toda la vida y hay personas que habitan nuestra vida o que la comparten durante mucho tiempo y no dejan esa huella. En lo creativo, quiero decir, no estoy hablando de lo personal ni lo sentimental, son ámbitos distintos. Pero de repente hay gente con la que compartes comida tres horas y te llevas un tesoro y eso se recicla en un cuento, después en una película… Por eso me gustaba esa idea, intentaba expresar esa concepción del autor, del que escribe, del que inventa, como un hotel de paso. Yo creo que es bueno que esté abierto a eso, yo lo he estado.


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- B.M.: Has hablado antes del epílogo, has hecho una especie de inversión del orden de los paratextos y has puesto el epílogo donde debería ir el prólogo y empiezas así: “Empiezo por el final”. Avisas de que has invertido el orden. Y claro, yo me pregunto, ¿por qué habrá hecho esto? Y he empezado a pensar qué motivos podrías haber tenido. Luego, repasando el libro de Ribeyro, he visto que acaba justo como empieza el tuyo y he pensado que quizás hayas tratado de hacer un guiño a este autor.

- F.L.A.: Pues no, y además me encantaría que me lo explicaras porque las cosas inconscientes son las que más me seducen.

- B.M.: Yo me preguntaba, ¿por qué habrá invertido el orden del paratexto? ¿Qué sentido tendrá? ¿Qué querrá decir con esto? En el párrafo último de tu libro dices: “Este libro responde a la necesidad de poner cierto orden en mi leonera”. Y Ribeyro dice: “Lo que he escrito ha sido una tentativa para ordenar la vida y explicarla”. Entonces yo he pensado que era un guiño claro a Ribeyro, ya que sabía que era el santo tutelar del libro. Creía que lo habías invertido para que coincida con el inicio de tuyo y con el final de Ribeyro y hacer una especie de continuación, continuidad de los párrafos.

- F.L.A.: Pues fíjate, a partir de ahora lo voy a defender. Pero no está hecho conscientemente. De hecho, le cito en el prólogo con una frase suya que me gusta mucho porque abunda en algo similar: “No escribe uno exactamente para escribir, sino para acceder a un conocimiento”. Esto me parece que no se puede explicar mejor, con menos palabras o con más precisión. Pero en realidad lo que pasó es que yo eso lo escribí después de haber escrito el libro. Entonces, dije, si lo escribo después es un epílogo, pero la editorial también me propuso usarlo de prólogo. Y entonces, decidí mantener por coherencia que era un epílogo porque lo escribí después y a la vez me gustó el juego de abrir un libro con un epílogo. De hecho, esa idea llevada al extremo en algún momento me llevó a pensar en hacer un índice falso. Esto es lo que más me divertía, hacer un índice que no se correspondiera con la realidad. Me gustaba la idea de que fuera un libro que interactúa con el lector, algo que ya pasó un poco con “Aquí yacen dragones”, aunque de otra manera.

- B.M.: Recuerdo una cosa que me llamó la atención, confírmame si hay una intención de hacer un juego por tu parte. En uno de los cuentos tú hablas de que hay cinco amigos que han hecho cinco versiones sobre ti mismo.

- F.L.A.: Es un juego, eso que vas a decir es un juego. La corrección de textos de la editorial me lo recordó en numerosas ocasiones y entonces ya respondí.

- B.M.: Al leerlo pensé: no creo que sea una errata, no lo creo, es premeditado. Tú anuncias cinco versiones de ti mismo y solo das cuatro.

- F.L.A.: Es que si cuento la quinta, si se cuenta todo, ¿dónde queda el misterio? El misterio es fundamental. Y de hecho, la editorial me decía, no, quizás está hecho adrede, pero sucede esto. Y yo decía, sí, es aposta. En casi todos los cuentos hay algún juego, hay cambios de persona completamente indebidos, digamos, pero me parece que expresan algo muy fuerte en ese momento y por eso los dejo así.

- B.M.: Cuando hablas de la fuente de inspiración o del origen hablas en un momento dado de que es la insignificante cotidianidad. ¿Nuestras mejores historias se escriben en letras minúsculas, surgen de ahí, de esa aparente intrascendente cotidianidad?

- F.L.A.: Claro, es así, surgen de lo que está sucediendo en este momento ahí enfrente, de algo que se reproduce todos los días a la misma hora y es algo completamente intrascendente. De repente en lo habitual, en lo predecible, incluso, encuentras algo, un ligero desencaje, como esta pata de león en una bañera de la portada. Y dices, ¿por qué hay una bañera con la pata de un león? Es ese elemento fantástico que se cuela.

- B.M.: Es una fisura en la realidad.

- F.L.A.: Una fisura muy estrecha. Recuerdo un cuento de Cortázar donde creo que era una especie de definición del terror y casi todo tenía que ver con eso, con escuchar al doctor que nos estaba haciendo un diagnóstico de que estamos muy bien y, sin embargo, por debajo de la mesa ver que viste de una manera estrafalaria y dices, algo no cuadra... Ese pequeño desencaje que está por todas partes y que cuanto más pequeño es más valioso y que Ribeyro sabía observar con gran inteligencia.

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- B.M.: Hay un texto en el que tú hablas sobre la rutina y cómo la rutina actúa como velo. La rutina hay que romperla, cognitivamente, con un elemento extraño.

- F.L.A.: Y mirar con ojos de otro, porque nosotros estamos tan habituados… Nuestra mirada, con la vida y con la edad, se va llenando de rutinas, de prejuicios también, que es peor. Pero también los hábitos y las rutinas hacen que ya lo veamos todo de una determinada manera. Yo no me había dado cuenta de esa asociación de ideas con todo esto, pero es verdad que ese cuento justo expresa eso, que de repente esta misma situación contemplada con los ojos de un amigo que viene de visita al que no veíamos hace veinte años o tal, es otra cosa. Y de repente es muy valioso. Pero es que, al final, escribir es eso también, depende de desde dónde miras las cosas.

- B.M.: Exacto. Hay otra definición que das de escritura: “Buscar una relación distinta con la realidad”. Incluso en un cuento hablas de una especie de ebriedad de la escritura que se parece al alcohol. Esa ebriedad hace que mires la realidad desde un ángulo diferente.

- F.L.A.: Sí. Claro, por más que ese ángulo luego no nos sirva o no sea muy coherente.

- B.M.: ¿Eso quiere decir que estás invitando a beber whisky a todos los creadores? [Risas].

- F.L.A.: [Risas]. Pero sin embargo hay una defensa al final también que dice que quizá esa es su belleza, precisamente el hecho de que fue bueno durante unos cuantos minutos y al día siguiente no era bueno. Eso me interesa también, que de repente surge esa mirada distorsionada de algo que te parece valioso y luego no lo es, su belleza es que lo fue durante un tiempo. Pero sí, es tal cual. 

La percepción de la realidad de manera distinta, que solo por eso ya es interesante, también tiene que ver con Ribeyro otra vez. Él hablaba de cómo la nuestra mirada sobre las cosas está excesivamente preñada por la conciencia, por lo consciente, y eso impide que veamos el significado de las cosas, que es realmente lo que importa, no lo que son sino lo que significan. Y cómo hay que intentar desembarazarse de ese exceso de realidad. Yo siempre he dicho que a mí el realismo y el costumbrismo no me interesan, ni en el cine ni en la escritura, me interesa mucho más esa otra percepción que te separa del realismo. Y él lo expresa de esa manera y estoy muy de acuerdo.


- B.M.: Pero sin embargo, cuando hablas de “Aquí yacen dragones” y cuando hablas de “Leonera” dices que tienen una doble nacionalidad. De alguna manera también en tu cine habría una doble nacionalidad, habría una base documental de tipo realista y a partir de ahí construyes un edificio ficcional con la intención de que aumente la elocuencia de ese mensaje.

- F.L.A.: Elocuencia es una palabra importante para mí y además hermosa. Cuando hice “Barrio” hace 25 años y se asociaba a un tipo de cine muy realista yo decía, cuidado. Muchas veces me encontraba en los guiones con alguien que me decía: esto igual no va a ser creíble. Y yo le decía: déjame intentarlo. Porque me gusta llevar las historias a ese límite. Para mí eso es importante en el cine también. Yo he dicho muchas veces que tomo la realidad como pista de despegue. Me gusta cuando la epidermis de mis películas es muy realista pero a la vez hay una digresión con lo que encuentras dentro de ella.

Desde Trabalibros agradecemos a Fernando León de Aranoa el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Del mismo modo, agradecemos a la editorial Seix Barral el haber hecho posible este encuentro.
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