Ubicuo alud de nívea luz divina

«Como no siempre conseguiré ser magnífico sin tasa, grave sin presunción, alegre sin bajeza y primero en todo lo que sea ser bueno, que al menos mis yerros merezcan…» dice Daniel Fuentes en su «Manifiesto» de "Ubicuo alud de nívea luz divina", y me lo dice a mí que tengo el libro entre mis manos, y me lo dice en un momento que ni soy magnífica, ni produzco algo de importancia, ni me veo feliz, ni soy buena (ni tan siquiera en último lugar). Y es que la poesía tiene estas circunstancias, que sin haber empezado a leer te suelta una fresca y sigue su camino sin dejarte reaccionar y obligándote a ir dos pasos por detrás.

Y con la esperanza de ponerme a la altura de los versos y leer a la vez que son escritos, comienzo la andadura entre lobos, fugitivos, belleza… y leo muertes, y leo avances, rabia, luces… pero cada vez veo más lejano alcanzar ese paso y mi esperanza se va quedando en cada verso. Pero me encuentro con la tristeza y pienso que es mi poema, pero me asomo y veo recuerdos y me obligo a seguir y recuerdo, pero el olvido me vuelve a parar los pies. Y me quedo ahí, intentando recordar por qué inicié este camino por la nívea luz divina.

Ni las plegarias ni las luchas me ayudan a entender, y ya es tarde para comprender. Pero nunca es tarde para emprender, así que empiezo de nuevo y encuentro la esperanza que perdí, y el camino es diferente porque este el lugar de partida para llegar allí. Cada cual a su allí. Esto es el poemario de Fuentes Casado, un camino de esperanza donde la soledad es la forma de ir acompañado.