Starman

500 días son muchos días en la vida de un chico de veintidós años. 500 días en los que todo ha sido demasiado fácil y ha ido demasiado deprisa. Una vorágine trepidante que va en ascenso hacia la locura, un episodio para el que no está preparado; una sucesión de escenas, flashbacks y confesiones difíciles de procesar que la mente filma en orden no cronológico. Como en una película.

Los golpes de suerte no llegan sin más. Pero, si lo hacen, siempre vienen acompañados de la peor de las tempestades. La idea rondaba la cabeza de Clay a modo de mal presagio mientras daba vueltas en su mano a la tarjeta que le había dado aquel desconocido. Si el tipo no mentía, se llamaba Stanley Solomon y era Agente de Artistas.

Cualquiera en Los Ángeles habría hecho cualquier cosa por encontrarse en su lugar. En la ciudad del sol y los turistas si algo sobraba eran aspirantes a actores esperando su momento, persiguiendo su sueño, rogando que llegara su oportunidad. Y la oportunidad se presenta ante Clay Cassidy, uno de los pocos que no la pedía y que estaba convencido de que ni siquiera la merecía.

Paparazzis, periodistas y curiosos por todos lados. Desconocidos que captan instantáneas y las suben a su cuenta de Instagram. Las redes sociales echan chispas. Los medios se vuelven locos con un chico que recuerda a Marlon Brando en sus mejores tiempos. "El nuevo James Dean", solían decir de él. Popularidad, chicas y dinero. Todo va bien. Pero el atractivo desesperanzado que desprende Clay Cassidy no es una pose. Clay es en realidad un rebelde sin causa, alguien que no se encuentra bien del todo en ningún sitio, un chico al que la fama encuentra antes de que él se haya encontrado a sí mismo. Un fiel representante de una generación desencantada, desubicada y abatida antes de combatir. Un joven que no sabe lo que quiere aunque tampoco del todo lo que no quiere, y que recibe un magnífico regalo envenenado que nadie hoy en día podría rechazar.

Escapar. Desaparecer. Ir a cualquier lugar donde pudiera ser cualquier persona menos él mismo es para Clay una prioridad. Imposible seguir dentro de una espiral que le arrastra hacia el centro y amenaza con tragárselo. Porque, "aunque a veces es divertido vivir la vida de otra persona, luego esa vida de película o de lo que sea -que no habría sido tuya ni en mil años y que por eso, justamente por eso, por esa imposibilidad de realizarse, te parece fascinante- se convierte en tu vida, y entonces es cuando el chiste deja de tener gracia".