Existe una cierta tendencia a denostar la obra de los autores noveles, a analizar con ojos exageradamente críticos todas y cada una de las líneas escritas hasta dar con un fallo, con un agujero que permita afirmar que las aspiraciones de la joven promesa se quedarán precisamente en eso, en un sueño vacío cuya irrupción en el mundo literario nunca podrá compararse con el éxito que han alcanzado los escritores de bestsellers. Esa búsqueda afanosa de la fisura en la trama es uno de los muchos síntomas que incuba la envidia.
Dicen que si nuestro trabajo atrae a una jauría de envidiosos es porque, de alguna manera, hemos hecho las cosas bien. Y Somersault puede jactarse de ello. "Génesis: el origen del mensaje" traslada al lector al año 2031, cuando el impacto de un meteorito y la inscripción grabada en su superficie obligan a tres jóvenes a embarcarse en la mayor aventura que puedan imaginar.
Si hay algo que la novela hace bien es envolver el argumento con esa inconfundible atmósfera que caracteriza a la ciencia ficción en toda su vasta complejidad. El autor cuida cada uno de los aspectos propios del género con el mimo del lector ávido que, antes de animarse a escribir, ha consagrado años y años de su vida a devorar libros repletos de tecnología punta a duras penas concebible, de naves espaciales, de interrogantes sobre otras razas que habitan el espacio y de la remota posibilidad de que el ser humano interactúe con ellas.
"Génesis: el origen del mensaje" nace fruto de un esfuerzo de documentación inmenso. Decenas de explicaciones respaldadas por la ciencia se suceden en las páginas, bien intercaladas con la acción, bien desplegadas a modo de resumen al final de cada capítulo. Y si al lector más escéptico le parece que los sucesos que se narran no tienen ningún tipo de sustento académico, bastará con que realice una rápida consulta a Google para quedarse boquiabierto.
Sin embargo, al contrario de lo que ocurre con otras obras de temática similar, dichas explicaciones que constituyen la base empírica del relato no resultan en ningún caso sesudas o cargantes. El autor sabe captar la atención en todo momento gracias a un generoso surtido de referencias a la cultura popular que se extiende durante toda la obra. Con ellas, Somersault no solo se mete al lector en el bolsillo, sino que se sitúa a su nivel y le choca la mano como a un amigo cercano, dotando a la narración de un tono jovial que contrasta con la prosa rimbombante y aséptica que suele imperar en la ciencia ficción.
Ese peculiar estilo narrativo, tan poco frecuente en el género, encaja a la perfección con la forma de ser de los protagonistas. Alex, Marta y Erik son, ante todo, tres jóvenes desbordados por las circunstancias, cuya personalidad evoluciona conforme avanzan las páginas, pero mantiene siempre la esencia, el carisma que los hizo únicos mucho antes de recibir la llamada del deber. No hay rastro en ellos de esa solemnidad impostada del héroe. Se limitan a ser como son: tres muchachos normales con un universo entero aún por desentrañar.
En definitiva, "Génesis: el origen del mensaje" es un digno tributo a la ciencia ficción que contiene las dosis adecuadas de apuntes técnicos y las administra con la ayuda de un lenguaje cotidiano y unos protagonistas que, aunque algo planos en determinadas partes, se ganan al lector con su encanto y entonan una oda a la amistad juvenil y a la magia de los descubrimientos científicos. Una novela que no debería faltar en el estante de los amantes del género y que, por su lectura ágil, podría ser un buen punto de partida para aquellos que aún no se han adentrado en él. Muy recomendable.