Era uno de esos días que Aníbal se levantaba malhumorado, y quizás sería por ello que ya desde que madrugó, casi una hora antes que su despertador, percibió en la obscuridad de su dormitorio que algo en su cabeza no funcionaba bien.
Sentado en el borde de la cama, no se decidía a levantarse o recostarse nuevamente...optó por echarse y esperar el aviso del marca horas; no obstante, en el instante que su pesada cabeza rozó la almohada, una punzada, como la de un cuchillo, atravesó el cerebro de lado a lado...se le escapó un grito de dolor difícil de evitar...con ambas manos sujetó la cabeza...sintió que en segundos estallaría...trató de encender el velador, y al hacerlo una la luz resultó un rayo que lo encegueció, sintió que sus fuerzas lo abandonaban...
El turno nocturno estaba por finalizar, escasa media hora para las siete de la mañana; las dos enfermeras de la sala de Terapia Intensiva, estaban dando un último repaso en el puesto de control, acomodando todo para entregar en forma ordenada el servicio al plantel de compañeras que las suplantarían.
En forma rápida, el conductor y su ayudante, bajaron la camilla de la ambulancia, corrieron a la entrada de Servicio de Urgencias, donde varios enfermeros ya los estaban esperando.
El Doctor Surrey, novato médico neuro-cirujano, estaba saboreando su primer cafecito de la mañana, después de una noche de guardia, que no alcanzó a pegar un ojo, cuando su celular vibró en su cintura, lo desprendió de su cinturón, lo acercó al oído...Doctor Surrey, tenemos un ACV (ataque cerebrovascular), URGENTE al servicio..., se levantó de golpe y enfiló a las corridas para allí...mientras los parlantes colgados de las paredes emitían el mensaje: Doctor Surrey a Urgencias, Doctor Surrey a Urgencias...El intercomunicador en la Unidad TC (Tomografía Computarizada) dejó escuchar:...brrr...brrr... un ACV en camino, prepararse, avisar al radiólogo....
Como era su costumbre, Rubén, el técnico encargado, en ese momento, estaba efectuando la calibración diaria en el aparato, antes de finalizar su guardia; sin dudarlo, abandonó la butaca frente a los mandos, y comenzó a poner lo necesario en la carretilla de servicio, para que al llegar el paciente no se deba perder tiempo, que en tales urgencias podría ser fatal.
La resolución tomada por los médicos que atendían el caso, fue aprobada por unanimidad: intervención quirúrgica urgente; cada minuto era crucial, un caso típico de Isquemia Cerebral (falla en la irrigación sanguínea en un parte de cerebro), en este preciso caso, un trombo (coágulo) afectaba la parte frontal del cerebro del paciente.
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Era un día radiante, el sol del comienzo de la primavera, parecería estar ensayando su papel, pues en momentos desaparecía y tardaba unos minutos en reaparecer...
Silvia, con cierta dificultad, empujaba la silla de ruedas de su querido Aníbal, - ¡Que hermoso día! ¿Verdad?
Bien sabía que él, no podría responder, pero según los médicos con el tiempo quizás...
Eso sí, ellos aseguraban que entendía todo lo que le decían, escuchaba sin problema alguno, su sistema auditivo no fue afectado, y, es más, tampoco el sensitivo. Salvo unos casi imperceptibles, movimientos de su mano izquierda, todo el aparato locomotor de su cuerpo padecía, por el momento, de una parálisis.
Es por ello que todas las tardes, desde ya varios meses, ella llegaba a penas finalizaba su labor como maestra, y se quedaba compartiendo aquellas largas horas hasta la hora de la cena; cuando el tiempo lo permitía, paseaban por el parque del sanatorio de rehabilitación, donde permanecía internado, desde la operación.
Aníbal, aquel día, sentado frente al lago artificial del parque, miraba los pájaros que revoloteaban en el agua.
Su amorosa Silvia, lo observaba y sabía que estaba sufriendo, en silencio, como lo venía haciendo ya meses.
Tomó sus manos, y esforzándose para no llorar, le dijo...
-Mi amor, no estés triste, también tú saldrás de aquí, recuperado, y podrás sentirte libre como esos pájaros...
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