Soy detective privado. Antes era policía. Durante años me topé con demasiados casos que me empezaron a pasar factura, y la repulsión y desaliento pudieron conmigo. Tuve que abandonar y cambiar de registro, porque tantos años viendo la mierda en la que puede llegar a convertirse el ser humano, hiere a muerte.
Al menos, ahora puedo elegir qué casos aceptar o no, y aquellos que acepto, nunca son demasiado complicados o con demasiada maldad para que puedan quitarme el sueño…
Un día, un apocado ser humano llamó a mi puerta, para contratar mis servicios y emplearlos en espiar a su mujer en horas nocturnas. Sinceramente, cuando me enseñó la foto de su media naranja y constaté que eran de la misma edad, me pareció de lo más enternecedor que casi con ochenta años aún tuvieran ese tipo de problemas.
Horas más tarde, increíblemente, ese mismo día, se presentó ante mí una tímida mujercilla que reconocí al instante, y que también quería contratar mis servicios, para saber a dónde iba su marido a ciertas horas de la mañana.
Resumen: el marido, por las mañanas se iba al parque a hacer taichí, cosa que le avergonzaba de confesar a su esposa, ya que quería estar en forma, dentro de sus posibilidades, para poder demostrarle a su amada, lo joven y flexible que aún era.
La mujer, por las noches, se iba a una escuela de baile, para aprender a bailar el Tango, cosa que la abochornaba también, pero quería darle una sorpresa a su marido participando en un concurso de baile y demostrarle lo joven y flexible que aún era.
No pude evitarlo… por primera vez en mi vida me salté algunos códigos de conducta y secretismo profesional, y los reuní pasados tres días, en mi despacho a la misma hora. Inicialmente, se quedaron los dos atónitos, y luego, rieron con ganas, cuando destapé los trapos sucios de cada uno de ellos, por un precio, bastante irrisorio, la verdad, pero es que, me lo hicieron pasar tan bien, que se merecerían un gran descuento.
Cincuenta años juntos y aun querían demostrarse y demostrar, que eran perfectos el uno para el otro.
En verdad os digo, que he visto de todo y sé de las aberraciones que es capaz de cometer el ser humano, pero hay veces en que la bondad, una historia de amor, o un gesto altruista me apaciguan y me hacen seguir creyendo en que aún hay esperanza... también para mí.