LOS DIAS DEL COVID
Día 2.
La mujer con el vestido de rayas amarillas no vio el pozo al suelo en el medio de la plaza. El pie cogió mal el suelo y ésta perdiendo el equilibrio cayó boca arriba.
Dos personas oyeron un ruido a sus espaldas. Uno parecía un profesor distraído, llevaba gafas con lentes espesas y un sombrero de paja, la otra, una joven mamá que llevaba su hijo para tomar el aire.
- Señora, señora, ¿Se siente bien? – dijo el hombre corriendo hacia ella.
Ella no respondía, yacía inmóvil en el suelo fijando la inmensidad del cielo. La joven mujer, que se llamaba Alice, se acercó.
- Mire, los ojos no se mueven.
- Es verdad. – dijo Kevin, el hombre que parecía un profesor distraído.
- Llévanosle el antifaz.
- ¿Qué pasa? – dijo un chico robusto que había visto la confusión. Su nombre era Stefan y era en el último año de medicina.
- Parece muerta. – dijo Alice.
El joven se acercó y, después de haber mirado con cuido por cinco minutos hizo su diagnóstico.
- Es un claro caso de midriasis ocular. Esta mujer tuvo un infarto. De hecho la respiración es ausente, también el latido se paró. – dijo tocando el pulso de izquierda.
- Oh mi Dios. – dijo Alice.
- ¿Qué podemos hacer?
- La única cosa es de hacer la respiración boca a boca. Pero yo no puedo hacerla, he cogido apenas el Covid. – respondió Stefan, poniéndose las manos en el bolsillo.
Los otros hicieron una mueca.
- Tendrá que hacerla uno de vosotros.
- Pero, pero, nosotros… - y Kevin no conseguí terminar la frase.
- Pronto señores, no tenemos mucho tiempo.
- Mamá, - dijo el niño - ¿por qué la señora no habla?
- Tranquilo mi niño esta solo durmiendo. Mi marido hizo el Covid recientemente y yo tengo que hacer un tapón.
- Mi hermano también lo hizo. – dijo Kevin.
Los tres se miraron entorno y después sin decir nada, se alejaron cada uno por su camino.
A lo lejos se sintió un ruido pesado. Era mediodía y las campanas doblaban, como siempre.
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